El Madrid se perdi¨® en una pelea callejera
1 Real Madrid- 0 Mil¨¢nEl Real Madrid, por cuarto a?o consecutivo, ver¨¢ la final de la Copa de Europa por televisi¨®n. Cuando todo estaba preparado para una noche m¨¢gica, fall¨® lo ¨²nico que nadie pod¨ªa esperar: el Madrid se olvid¨® de jugar al f¨²tbol. El p¨²blico cumpli¨®, se desga?it¨® en la grada, se comport¨® educadamente con el Mil¨¢n -excepto algunos b¨¢rbaros del Ultrasur fuera del campo-, e incluso marc¨® el golito que le pidieron los jugadores. Pero el Madrid confundi¨® la rabia con la violencia callejera y el f¨²tbol con el patad¨®n a seguir. Y el Mil¨¢n, que apenas mostr¨® alg¨²n destello de su f¨²tbol de la pasada primavera, se clasific¨® simplemente manteniendo la cabeza fr¨ªa.
Un dato basta para entender la eliminaci¨®n del Madrid. En 180 minutos de juego, en San Siro y el Bernab¨¦u, s¨®lo tir¨® una vez entre las tres palos. Y fue gol. El equipo estaba mentalizado para pelear, pero quiz¨¢s alguien olvid¨® decirle que no se trataba tan s¨®lo de pegar al contrario. Por ejemplo, es incomprensible que el Madrid cayese ayer 24 veces en fuera de juego (12 en cada parte). O que el entrenador John Toshack no hubiese encontrado otra forma de luchar contra el Mil¨¢n que utilizar los saques largos de Buyo, que indefectiblemente ca¨ªan sobre la cabeza de alg¨²n jugador milan¨¦s.
El Madrid, por mucho que antes del partido jugadores y entrenador dijesen estar seguros de la clasificaci¨®n, sali¨® al campo convencido de su inferioridad. Toshack cambi¨® radicalmente el estilo de juego del equipo, del cual claramente desconfiaba, y le entreg¨® la manija nada menos que a Buyo y sus saques largos. Despreci¨® la opci¨®n de las salidas desde atr¨¢s, obligando as¨ª a Michel y a Mart¨ªn V¨¢zquez -lesionado muy pronto, cumpli¨¦ndose su superstici¨®n de que el Madrid no debe hacer el saque inicial- a olvidar su faceta creadora, y recurri¨® al f¨¢cil truco de lanzar balones largos para superar el pressing del Mil¨¢n en el centro del campo. Es decir, rehuy¨® la batalla, temeroso de que sus huestes no fuesen capaces de ganarla.
El empuje inicial del Madrid fue puro fuego de artificio. El libro de las noches m¨¢gicas, escrito por los mayores de la actual generaci¨®n, dice que hay que pegar las tres primeras patadas y lanzarlos tres primeros tiros a puerta. Pues bien, el Mil¨¢n fue el primero en disparar (m. 2), y el Madrid, excepto un tiro de Mart¨ªn V¨¢zquez mal dirigido (m. 4), apenas se acerc¨® con peligro a la porter¨ªa de Galli. Patadas s¨ª peg¨®, y muchas, especialmente en la segunda parte. Van Basten, por ejemplo, era recibido con las botas bien afiladas cada vez que controlaba el bal¨®n, y Sanchis, infrautilizado como l¨ªbero en un d¨ªa que era necesario m¨¢s adelantado, tuvo que derribarle con una entrada escalofriante (m. 17) cuando el holand¨¦s se escapaba solo en el ¨²nico bal¨®n limpio que recibi¨®.
El gol, en el minuto 48 de la primera parte, mantuvo una esperanza m¨¢s sentimental que racional, visto el juego del Madrid. El Mil¨¢n se limitaba a organizar perfectamente su defensa, con un Baresi excepcional como director, y los madridistas iban cayendo una y otra vez en el fuera de juego, especialmente Hugo.
Lesionado Gordillo y manco Paco Llorente al dislocarse un hombro en una ca¨ªda -estuvo fuera del campo 10 minutos-, el Madrid acab¨® por perder los nervios. La violencia en las entradas se convirti¨® en una rutina, y, lejos de asustar al Mil¨¢n, que respondi¨® en muchos casos con la misma moneda, se volvi¨® en contra del Madrid. Nadie record¨® que al f¨²tbol se gana jugando al f¨²tbol, y el c¨¦sped del Bernab¨¦u se convirti¨® en un campo de batalla. Sanchis se fue al vestuario por una entrada dur¨ªsima a Massaro (m. 75); Michel aprovechaba cualquier roce para pelearse con todos; Buyo se salv¨® de una expulsi¨®n cuando Vautrot cerr¨® los ojos en una agresi¨®n a Massaro (m. 78), y Hugo S¨¢nchez se mostraba dispuesto a soltar piernas y codos cada vez que alg¨²n italiano pasaba a su lado.
Nadie manten¨ªa la cabeza fr¨ªa. Nadie jugaba al f¨²tbol. Y la famosa frase que pronunci¨® Juanito hace ya unos a?os -"noventa minuti en el Bernab¨¦u son molto longo"- se convirti¨® ayer en una paradoja. El partido fue rapid¨ªsimo, y los 90 minutos duraron menos que nunca.
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