Primera p¨¢gina
Habr¨¢n visto hoy en primera pagina la foto de Juan Benet. Qu¨¦ prematura aparici¨®n. Qu¨¦ retraso fatal. A?os, muchos a?os llev¨¢bamos muchos -o quiz¨¢ s¨®lo algunos- esper¨¢ndola. Una foto del escritor junto a la noticia de ese Premio Cervantes o ese Premio de las Letras Espa?olas que su obra (aunque el autor no los pidiera, como los piden otros) hace ya tiempo merec¨ªa.Hoy ya la han visto. La foto destacada de Benet acompa?a a la muerte de Benet, no a ninguno de esos reconocimientos en vida. La foto, las fotos de Benet, ilustrando las p¨¢ginas donde se habla de su obra, de su persona, del ¨²ltimo rengl¨®n de su vida: fotos, p¨¢ginas que Benet no ha de ver. A los amigos de EL PA?S que me piden unas impresiones no pod¨ªa yo atenderles con un art¨ªculo literario en un momento en que s¨®lo pienso en la imagen humana de Juan Benet muerto en su casa Pero tampoco son apropiados la retah¨ªla de mis penas o el caudal de mis buenos recuerdos, que s¨®lo a m¨ª conciernen.
La ¨²nica salida p¨²blica que el dolor permite -y aun exige- es la indignaci¨®n. Ya vendr¨¢ el tiempo de las glosas. S¨¦ que a Juan jam¨¢s le quitaron el sue?o los honores, pero a m¨ª s¨ª me turba y tendr¨ªa que ser motivo de perturbaci¨®n para todos la hoy renovada constancia de lo mal, lo ciega y retorcidamente mal que en este pa¨ªs se aprecian los m¨¦ritos art¨ªsticos. Tener que hablar de Juan Benet en pasado me hace recordar las ocasiones perdidas, los silencios culpables, los actos de postergaci¨®n respecto a su figura literaria, que se suman con fatalidad a los casos de otros grandes escritores desaparecidos recientemente -Gil de Biedma, Garc¨ªa Hortelano- sin haber gozado en vida la peque?a dulzura de, las grandes distinciones.
Cada uno de los libros capitales de Benet, cada uno de sus art¨ªculos infalibles, todas sus atrevidas intervenciones, su presencia chocante pero estimulante, quedar¨¢n, prevalecer¨¢n, y ni siquiera la ingrata materia de la que est¨¢ hecho el gusto dominante podr¨¢ con ese legado literario para m¨ª incomparable. Pero yo abro hoy el ¨¢lbum de la memoria por una p¨¢gina que llenan la ira y hasta el asco. La p¨¢gina que habla de las ocasiones en que la Real Academia, tan pagada de s¨ª misma, le negaba el voto a Benet en favor de una remota y prescindible escritora, la p¨¢gina que me devuelve con nombres y apellidos a los jurados supuestamente cualificados que desde?aban su nombre para fijar la atenci¨®n en momias de posguerra o autores postineros, las p¨¢ginas no-escritas por una buena parte de esa "escuadra de depredadores" de la cr¨ªtica, demasiado ocupada en ensalzar con gran aparato de erudici¨®n a gacetilleros escandalosos disfrazados de prosistas excelsos, la p¨¢gina, ¨²ltima y m¨¢s indigna, que nos hace leer como en el pasado premio de las Letras se prefiri¨® sobre Benet a un escritor rancio como el mazap¨¢n de nuestras t¨ªas m¨¢s beatas.
La obra de Benet est¨¢ ah¨ª; esperar¨¢ por siempre a sus lectores. Pero que el novelista mayor de la literatura espa?ola de este siglo -dig¨¢moslo ahora que Juan Benet ya no puede salir ruborizado en las fotos- aparezca hoy en primera p¨¢gina por su muerte, dice mucho de un injusto orden de prelaci¨®n que s¨®lo la Historia rectificar¨¢: en el libro que ella escribe, Juan Benet ya ocupa la portada.
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