Mutilar a las mujeres
La autora llama a no aceptar que la ablaci¨®n del cl¨ªtoris pueda escudarse tras la m¨¢scara de la tradici¨®n cultural.
La mutilaci¨®n de los ¨®rganos genitales femeninos, en sus diversas modalidades, se practica en 28 pa¨ªses africanos. En el caso de Somalia, Djibuti y Sud¨¢n, la infibulaci¨®n (excisi¨®n total o parcial de los genitales externos y costura de los dos labios mayores, dejando un peque?¨ªsimo orificio) afecta a la casi totalidad de la poblaci¨®n femenina. Esta misma pr¨¢ctica se extiende al Egipto meridional, la Costa et¨ªope del mar Rojo, Kenia septentrional, la zona norte de Nigeria y algunas zonas de Mal¨ª.
Fuera del continente africano, la excisi¨®n (extirpaci¨®n del prepucio del cl¨ªtoris y de los labios internos) se practica en Om¨¢n, Yemen, los Emiratos ?rabes Unidos y en algunas localidades de Indonesia y de Malaisia.
El mensaje debe llegar claro a las comunidades de inmigrantes donde se practica
El n¨²mero de mujeres y ni?as mutiladas en el mundo gira en torno a los 100 o 130 millones: cada a?o, cerca de 2 millones de ni?as y j¨®venes corren el riesgo de ser mutiladas. Recientemente se ha descubierto que la mutilaci¨®n de los genitales femeninos se viene practicando tambi¨¦n en algunas comunidades de inmigrantes africanos en Europa, Canad¨¢, Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos.
La mutilaci¨®n sexual femenina constituye un grave atentado contra los derechos humanos y es, adem¨¢s, un brutal acto de violencia que afecta directamente a la integridad f¨ªsica y psicol¨®gica de las mujeres. Sin duda, tal como establece el art¨ªculo 3 de la Convenci¨®n Europea de Derechos Humanos, la mutilaci¨®n de los ¨®rganos genitales de las ni?as y las j¨®venes constituye un trato 'inhumano y degradante'.
La costumbre de extirpar total o parcialmente los ¨®rganos sexuales femeninos hunde sus ra¨ªces en una concepci¨®n totalmente desfasada y radicalmente injusta del lugar que corresponde a las mujeres en una comunidad. En estas estructuras sociales que se fundan en desequilibradas relaciones de poder y en la desigualdad entre los sexos, las mujeres ocupan una posici¨®n de inferioridad mientras que los hombres ejercen una funci¨®n de dominio sobre la sexualidad, la autonom¨ªa y la vida de ¨¦stas. La mujer, seg¨²n un arcaico concepto patriarcal, ser¨ªa la depositaria del honor familiar, lo que explicar¨ªa los prejuicios sobre su promiscuidad y la necesidad de control sobre sus cuerpos. La presi¨®n social y familiar que sufren las ni?as es de tal magnitud que la mayor¨ªa ni siquiera concibe poder negarse a sufrir la mutilaci¨®n. Las que lo intentan son marginadas, rechazadas y aisladas de su grupo. En la mayor¨ªa de los casos, la escasa o nula formaci¨®n e informaci¨®n acerca de su sexualidad hace a las v¨ªctimas completamente ignorantes de la verdadera magnitud del trauma que van a padecer. Tan s¨®lo conocen las consecuencias f¨ªsicas de la mutilaci¨®n y semejante vejaci¨®n 'siempre ha existido para las mujeres'.
Cuando no produce la muerte por hemorragia o por infecciones derivadas -por ejemplo, la transmisi¨®n del VIH o el contagio de la hepatitis C provocados por la utilizaci¨®n del mismo instrumental para m¨²ltiples operaciones sin la debida esterilizaci¨®n-, la mutilaci¨®n de los genitales femeninos deja secuelas irreversibles tales como esterilidad, lesiones de los tejidos adyacentes, lesiones renales, quistes, c¨¢lculos, frigidez, depresi¨®n, ansiedad, psicosis... y graves problemas durante las menstruaciones, las micciones, el coito, el embarazo y el parto.
El hecho de que las mutilaciones sexuales sean una pr¨¢ctica tradicional en algunos pa¨ªses de los que son originarios los inmigrantes en los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea no puede, en ning¨²n caso, servir de justificaci¨®n para no prevenir, perseguir y castigar semejante brutalidad.
?Acaso aceptar¨ªamos la amputaci¨®n de la mano del ladr¨®n o la lapidaci¨®n de las mujeres en caso de adulterio en la Uni¨®n Europea? No todas las costumbres y tradiciones han de merecer nuestro 'respeto'. Es fundamental distinguir entre la tolerancia o la defensa de las tradiciones y culturas y la ceguera ante actitudes y costumbres pr¨®ximas a la tortura que vulneran la integridad y dignidad de las personas. Una difusa 'mala conciencia' occidental y el temor a manifestar una opini¨®n negativa hacia una pr¨¢ctica propia de algunos grupos de inmigrantes de pa¨ªses antiguamente colonizados suscitan en nuestros pa¨ªses una actitud demasiado pasiva ante un hecho a todas luces condenable. Esa pasividad contribuye a legitimar la mutilaci¨®n sexual y deja en la indefensi¨®n a las v¨ªctimas. La defensa de la tradici¨®n debe encontrar su l¨ªmite en el respeto a los derechos fundamentales.
El silencio es el mejor aliado de esta terrible pr¨¢ctica que produce millones de v¨ªctimas en todo el mundo. Por eso hay que romperlo y empezar a escuchar la voz de muchas v¨ªctimas que tanto en Europa como en los pa¨ªses en los que se practica est¨¢n denunciando las mutilaciones sexuales. Desde el Parlamento Europeo podemos y debemos contribuir a esa tarea dando la palabra a las mujeres que luchan por su libertad y dignidad.
Resulta alentador que en muchos pa¨ªses africanos se hayan organizado grupos, ONG y asociaciones que luchan por la abolici¨®n de esta costumbre. Muchos gobiernos (Etiop¨ªa, Djibuti, Ghana, Guinea, Uganda, Senegal, Tanzania, Togo, Burkina Faso, Rep¨²blica Centroafricana, Costa de Marfil, Egipto) han legislado contra las mutilaciones genitales femeninas e intentan erradicarlas. En Guinea Conakry, un a?o despu¨¦s de la aprobaci¨®n de la ley contra las mutilaciones genitales femeninas, el 10 de mayo de 2001, las 'excisoras' han abandonado, en el curso de una ceremonia p¨²blica y muy simb¨®lica, sus cuchillos. Tambi¨¦n en los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea existen redes y organizaciones que trabajan con las comunidades en las que se realizan estas pr¨¢cticas para informar, mediar y tratar de prevenir el riesgo que corren, sobre todo las ni?as, de sufrir alg¨²n tipo de mutilaci¨®n genital. Sin duda, es necesario apoyar y financiar estos esfuerzos.
Es obligaci¨®n del Estado de derecho velar por el respeto a los derechos individuales y perseguir aquellas actitudes que los vulneren. Para ello ser¨¢ necesario no s¨®lo legislar para colmar las lagunas en la materia y perseguir adecuadamente el delito (adoptando un tipo penal espec¨ªfico y contemplando su extraterritorialidad), sino, tambi¨¦n y en paralelo, desplegar una estrategia integral de educac+i¨®n, formaci¨®n, apoyo sociosanitario, desarrollo de los mecanismos jur¨ªdicos y administrativos y movilizaci¨®n de recursos que permitan ir erradicando la pr¨¢ctica de la mutilaci¨®n genital femenina.
La Uni¨®n Europea y los Estados miembros han de comprometerse firmemente en la defensa de las potenciales v¨ªctimas de este delito, ampar¨¢ndolas y protegi¨¦ndolas. Las mujeres y ni?as son perseguidas para ser mutiladas por raz¨®n de su sexo. Y ello ha de ser una de las causas m¨¢s claras para ser acogidas en nuestros pa¨ªses. Para lograr alg¨²n avance en la tarea de erradicar las mutilaciones genitales femeninas es necesario que el mensaje llegue de forma clara a las comunidades de inmigrantes en las que se practica. Los pa¨ªses de acogida deben informar a la poblaci¨®n inmigrante para que conozca cu¨¢les son las 'reglas' que nuestros ordenamientos jur¨ªdicos leg¨ªtimamente exigen cumplir a todos los ciudadanos. La cooperaci¨®n con las personas integrantes de esos grupos y que est¨¢n dispuestas a transmitir en positivo la prohibici¨®n de las mutilaciones sexuales es una garant¨ªa de ¨¦xito.
Muchas mujeres ser¨¢n mutiladas en los pr¨®ximos a?os y algunas de ellas lo ser¨¢n dentro de nuestras fronteras. Debemos impedirlo. Pero tambi¨¦n ser¨¢ necesario movilizar esfuerzos pol¨ªticos, diplom¨¢ticos y econ¨®micos para trabajar en los pa¨ªses de origen, donde se producen la mayor parte de las mutilaciones.
En nombre de la universalidad e indivisibilidad de los derechos humanos, es urgente defender a las mujeres de los ataques del relativismo cultural m¨¢s radical, que considera la tradici¨®n y la cultura como ¨²nica fuente legitimadora del derecho. Esa tradici¨®n y 'cultura' que ha mantenido siempre a las mujeres sometidas, subordinadas e indefensas en pr¨¢cticamente todas las civilizaciones, ha evolucionado y deber¨¢ seguir haci¨¦ndolo en aras de la igualdad, la libertad y la dignidad a la que todo ser humano tiene derecho.La mutilaci¨®n de los ¨®rganos genitales femeninos, en sus diversas modalidades, se practica en 28 pa¨ªses africanos. En el caso de Somalia, Djibuti y Sud¨¢n, la infibulaci¨®n (excisi¨®n total o parcial de los genitales externos y costura de los dos labios mayores, dejando un peque?¨ªsimo orificio) afecta a la casi totalidad de la poblaci¨®n femenina. Esta misma pr¨¢ctica se extiende al Egipto meridional, la Costa et¨ªope del mar Rojo, Kenia septentrional, la zona norte de Nigeria y algunas zonas de Mal¨ª.
Fuera del continente africano, la excisi¨®n (extirpaci¨®n del prepucio del cl¨ªtoris y de los labios internos) se practica en Om¨¢n, Yemen, los Emiratos ?rabes Unidos y en algunas localidades de Indonesia y de Malaisia.
El n¨²mero de mujeres y ni?as mutiladas en el mundo gira en torno a los 100 o 130 millones: cada a?o, cerca de 2 millones de ni?as y j¨®venes corren el riesgo de ser mutiladas. Recientemente se ha descubierto que la mutilaci¨®n de los genitales femeninos se viene practicando tambi¨¦n en algunas comunidades de inmigrantes africanos en Europa, Canad¨¢, Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos.
La mutilaci¨®n sexual femenina constituye un grave atentado contra los derechos humanos y es, adem¨¢s, un brutal acto de violencia que afecta directamente a la integridad f¨ªsica y psicol¨®gica de las mujeres. Sin duda, tal como establece el art¨ªculo 3 de la Convenci¨®n Europea de Derechos Humanos, la mutilaci¨®n de los ¨®rganos genitales de las ni?as y las j¨®venes constituye un trato 'inhumano y degradante'.
La costumbre de extirpar total o parcialmente los ¨®rganos sexuales femeninos hunde sus ra¨ªces en una concepci¨®n totalmente desfasada y radicalmente injusta del lugar que corresponde a las mujeres en una comunidad. En estas estructuras sociales que se fundan en desequilibradas relaciones de poder y en la desigualdad entre los sexos, las mujeres ocupan una posici¨®n de inferioridad mientras que los hombres ejercen una funci¨®n de dominio sobre la sexualidad, la autonom¨ªa y la vida de ¨¦stas. La mujer, seg¨²n un arcaico concepto patriarcal, ser¨ªa la depositaria del honor familiar, lo que explicar¨ªa los prejuicios sobre su promiscuidad y la necesidad de control sobre sus cuerpos. La presi¨®n social y familiar que sufren las ni?as es de tal magnitud que la mayor¨ªa ni siquiera concibe poder negarse a sufrir la mutilaci¨®n. Las que lo intentan son marginadas, rechazadas y aisladas de su grupo. En la mayor¨ªa de los casos, la escasa o nula formaci¨®n e informaci¨®n acerca de su sexualidad hace a las v¨ªctimas completamente ignorantes de la verdadera magnitud del trauma que van a padecer. Tan s¨®lo conocen las consecuencias f¨ªsicas de la mutilaci¨®n y semejante vejaci¨®n 'siempre ha existido para las mujeres'.
Cuando no produce la muerte por hemorragia o por infecciones derivadas -por ejemplo, la transmisi¨®n del VIH o el contagio de la hepatitis C provocados por la utilizaci¨®n del mismo instrumental para m¨²ltiples operaciones sin la debida esterilizaci¨®n-, la mutilaci¨®n de los genitales femeninos deja secuelas irreversibles tales como esterilidad, lesiones de los tejidos adyacentes, lesiones renales, quistes, c¨¢lculos, frigidez, depresi¨®n, ansiedad, psicosis... y graves problemas durante las menstruaciones, las micciones, el coito, el embarazo y el parto.
El hecho de que las mutilaciones sexuales sean una pr¨¢ctica tradicional en algunos pa¨ªses de los que son originarios los inmigrantes en los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea no puede, en ning¨²n caso, servir de justificaci¨®n para no prevenir, perseguir y castigar semejante brutalidad.
?Acaso aceptar¨ªamos la amputaci¨®n de la mano del ladr¨®n o la lapidaci¨®n de las mujeres en caso de adulterio en la Uni¨®n Europea? No todas las costumbres y tradiciones han de merecer nuestro 'respeto'. Es fundamental distinguir entre la tolerancia o la defensa de las tradiciones y culturas y la ceguera ante actitudes y costumbres pr¨®ximas a la tortura que vulneran la integridad y dignidad de las personas. Una difusa 'mala conciencia' occidental y el temor a manifestar una opini¨®n negativa hacia una pr¨¢ctica propia de algunos grupos de inmigrantes de pa¨ªses antiguamente colonizados suscitan en nuestros pa¨ªses una actitud demasiado pasiva ante un hecho a todas luces condenable. Esa pasividad contribuye a legitimar la mutilaci¨®n sexual y deja en la indefensi¨®n a las v¨ªctimas. La defensa de la tradici¨®n debe encontrar su l¨ªmite en el respeto a los derechos fundamentales.
El silencio es el mejor aliado de esta terrible pr¨¢ctica que produce millones de v¨ªctimas en todo el mundo. Por eso hay que romperlo y empezar a escuchar la voz de muchas v¨ªctimas que tanto en Europa como en los pa¨ªses en los que se practica est¨¢n denunciando las mutilaciones sexuales. Desde el Parlamento Europeo podemos y debemos contribuir a esa tarea dando la palabra a las mujeres que luchan por su libertad y dignidad.
Resulta alentador que en muchos pa¨ªses africanos se hayan organizado grupos, ONG y asociaciones que luchan por la abolici¨®n de esta costumbre. Muchos gobiernos (Etiop¨ªa, Djibuti, Ghana, Guinea, Uganda, Senegal, Tanzania, Togo, Burkina Faso, Rep¨²blica Centroafricana, Costa de Marfil, Egipto) han legislado contra las mutilaciones genitales femeninas e intentan erradicarlas. En Guinea Conakry, un a?o despu¨¦s de la aprobaci¨®n de la ley contra las mutilaciones genitales femeninas, el 10 de mayo de 2001, las 'excisoras' han abandonado, en el curso de una ceremonia p¨²blica y muy simb¨®lica, sus cuchillos. Tambi¨¦n en los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea existen redes y organizaciones que trabajan con las comunidades en las que se realizan estas pr¨¢cticas para informar, mediar y tratar de prevenir el riesgo que corren, sobre todo las ni?as, de sufrir alg¨²n tipo de mutilaci¨®n genital. Sin duda, es necesario apoyar y financiar estos esfuerzos.
Es obligaci¨®n del Estado de derecho velar por el respeto a los derechos individuales y perseguir aquellas actitudes que los vulneren. Para ello ser¨¢ necesario no s¨®lo legislar para colmar las lagunas en la materia y perseguir adecuadamente el delito (adoptando un tipo penal espec¨ªfico y contemplando su extraterritorialidad), sino, tambi¨¦n y en paralelo, desplegar una estrategia integral de educac+i¨®n, formaci¨®n, apoyo sociosanitario, desarrollo de los mecanismos jur¨ªdicos y administrativos y movilizaci¨®n de recursos que permitan ir erradicando la pr¨¢ctica de la mutilaci¨®n genital femenina.
La Uni¨®n Europea y los Estados miembros han de comprometerse firmemente en la defensa de las potenciales v¨ªctimas de este delito, ampar¨¢ndolas y protegi¨¦ndolas. Las mujeres y ni?as son perseguidas para ser mutiladas por raz¨®n de su sexo. Y ello ha de ser una de las causas m¨¢s claras para ser acogidas en nuestros pa¨ªses. Para lograr alg¨²n avance en la tarea de erradicar las mutilaciones genitales femeninas es necesario que el mensaje llegue de forma clara a las comunidades de inmigrantes en las que se practica. Los pa¨ªses de acogida deben informar a la poblaci¨®n inmigrante para que conozca cu¨¢les son las 'reglas' que nuestros ordenamientos jur¨ªdicos leg¨ªtimamente exigen cumplir a todos los ciudadanos. La cooperaci¨®n con las personas integrantes de esos grupos y que est¨¢n dispuestas a transmitir en positivo la prohibici¨®n de las mutilaciones sexuales es una garant¨ªa de ¨¦xito.
Muchas mujeres ser¨¢n mutiladas en los pr¨®ximos a?os y algunas de ellas lo ser¨¢n dentro de nuestras fronteras. Debemos impedirlo. Pero tambi¨¦n ser¨¢ necesario movilizar esfuerzos pol¨ªticos, diplom¨¢ticos y econ¨®micos para trabajar en los pa¨ªses de origen, donde se producen la mayor parte de las mutilaciones.
En nombre de la universalidad e indivisibilidad de los derechos humanos, es urgente defender a las mujeres de los ataques del relativismo cultural m¨¢s radical, que considera la tradici¨®n y la cultura como ¨²nica fuente legitimadora del derecho. Esa tradici¨®n y 'cultura' que ha mantenido siempre a las mujeres sometidas, subordinadas e indefensas en pr¨¢cticamente todas las civilizaciones, ha evolucionado y deber¨¢ seguir haci¨¦ndolo en aras de la igualdad, la libertad y la dignidad a la que todo ser humano tiene derecho.
Elena Valenciano Mart¨ªnez-Orozco es eurodiputada del Grupo Socialista Europeo. Comisi¨®n de Derechos de la Mujer e Igualdad de Oportunidades.
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