El correo envenenado de Trenton a Washington
Las cartas con ¨¢ntrax que mataron a dos carteros de Washington proven¨ªan de la peque?a capital de Nueva Jersey
Una ciudad de provincias, an¨®nima y desangelada, se ha convertido en la involuntaria lanzadera del primer ataque bioterrorista en Estados Unidos. Desde Trenton, capital del Estado de Nueva Jersey, salieron las cartas que sin duda mataron a dos empleados de correos de Washington, contaminaron a una secretaria de la televisi¨®n NBC y sembraron el p¨¢nico en el Capitolio. Sus habitantes viven su nueva popularidad con asombro e inquietud. Nadie sabe por qu¨¦ los autores de las misivas eligieron los suburbios de esta ciudad venida a menos para mandar sus correos contaminados. El FBI, que rastrea la zona, s¨®lo ha encontrado casas humildes, barrios anodinos y una normalidad desconcertante.
'?Por qu¨¦ aqu¨ª? Ten¨ªa que caer en alg¨²n lado, nos ha tocado a nosotros. No creo que sea por ninguna raz¨®n en especial', comenta con resignaci¨®n Pat Larkin. Desde hace una semana, su peque?a tienda de fotocopias, situada frente al Parlamento local, imprime cientos y cientos de hojas de instrucciones sobre el contagio por ¨¢ntrax. 'Sinceramente creo que toda esta historia es un poco chapuza, pero no estoy inquieta, conf¨ªo en el Gobierno y en los antibi¨®ticos. Me preocupa m¨¢s que me atraquen por la calle, la verdad', concluye Larkin.
Y es comprensible. Trenton es lo m¨¢s parecido a un gueto. A hora y media de Manhattan, en tren de cercan¨ªas, es otro mundo. Pese a ser la capital del Estado, le ha pasado lo que a muchos peque?os centros urbanos norteamericanos: su industria emigr¨® hacia parajes econ¨®micamente m¨¢s hospitalarios y sus habitantes se mudaron a los suburbios. Qued¨® una carcasa medio abandonada donde ahora viven negros e hispanos. La mitad de los edificios, el banco de Broad Street, la sede de la telef¨®nica Bell, las oficinas del Trenton Saving Fund Society, imponentes construcciones de principios de siglo, est¨¢n desahuciadas. Sus bajos albergan tiendas de empe?o y comercios del tipo todo a 10 d¨®lares.
'Hace 50 a?os, ¨¦sta era una gran ciudad', dice Linda Rosenberg. 'Aqu¨ª ven¨ªan los show de Broadway antes de su estreno en Manhattan. Ven¨ªan los estudiantes de Princeton. Nos code¨¢bamos con la ¨¦lite. Es una iron¨ªa que ahora volvamos a las portadas de los peri¨®dicos por todo esto'. Rosenberg retom¨® hace unos a?os la agencia de viajes de su madre, The Travel Store, un establecimiento modesto de moqueta ra¨ªda, asientos de skay naranja y olor a moho. Se ha especializado en lo que llama 'viajes ¨¦tnicos', los que realizan los inmigrantes de regreso a casa: Liberia, Jamaica, Hait¨ª, Puerto Rico, Honduras y Guatemala.
El miedo es malo para el negocio. 'Normalmente por estas fechas no paran de sonar los tel¨¦fonos para el d¨ªa de acci¨®n de gracias y Navidades ?Usted oye algo?'. Silencio absoluto. 'No s¨¦ qu¨¦ vamos a hacer', dice Rosenberg. 'Esto del ¨¢ntrax es un incordio, hace una semana que no recibo ninguna carta'.
La oficina de correos del centro de la ciudad sigue abierta, aunque quiz¨¢s por poco tiempo. Hay una cola modesta. Los empleados que venden sellos y pesan documentos llevan guantes de pl¨¢stico. 'Aqu¨ª no ha habido ninguna alerta', dice Bernie, que despacha a los clientes con una sonrisa, 'pero por si acaso prefiero tomar precauciones, ahora no todo puede pasar. Intento no pensarlo, pero si han empezado por las cartas, tambi¨¦n pueden hacer lo mismo con los billetes o cualquier otra cosa'.
Los empleados de correos se han quejado estos ¨²ltimos d¨ªas porque no se les avis¨® a tiempo del riesgo de contagio. Dos de ellos, que trabajaban en la central de distribuci¨®n de Hamilton, uno de los barrios de Trenton, contrajeron ¨¢ntrax cut¨¢neo. Una tercera persona tambi¨¦n podr¨ªa estar enferma. Se sospecha que todos manipularon tres cartas contaminadas: dos fechadas el 18 de septiembre para la televisi¨®n NBC y el diario The New York Post y otra, del 8 de octubre, que acab¨® en las oficinas del l¨ªder dem¨®crata en el Senado, Tom Daschle. Podr¨ªa haber m¨¢s.
La muerte de los dos carteros de Washington, sin duda por inhalaci¨®n de la bacteria, ha sembrado el p¨¢nico. Est¨¢ en plena portada del peri¨®dico local The Trentonian. 'Nos sentimos como las v¨ªctimas, nos trataron como a est¨²pidos', se queja en primera p¨¢gina, furiosa pero an¨®nima, una de las empleadas. La central de Hamilton lleva cerrada desde el jueves. Sus casi mil trabajadores est¨¢n recibiendo Cipro (medicamento contra el ¨¢ntrax). Nuevos ex¨¢menes, que deber¨ªan darse a conocer esta semana, decidir¨¢n si se cierran otras de las 46 oficinas de correos del condado.
El FBI ha trazado la ruta original que sigui¨® una de las cartas. Desde Ewing, otro de los suburbios de Trenton, hasta Hamilton, en total m¨¢s de 250 direcciones anodinas, en unos barrios esencialmente blancos, donde la presencia de cualquier extranjero se notar¨ªa mucho m¨¢s que en el centro de la ciudad. Los agentes inspeccionan buzones, identifican propietarios, pisan el cesped de las casas adornadas para el pr¨®ximo Halloween. Ni una pista.
'?Qui¨¦n lo hubiera dicho? Y pensar que aqu¨ª nunca ha pasado nada', comenta a voces Sal Antinoro, que pasa sus d¨ªas echando a los drogadictos de su pizzer¨ªa. 'Llevo 20 a?os aqu¨ª y esto es lo m¨¢s gordo'. Lo m¨¢s gordo quiz¨¢s desde que un tal Albert Einstein, de la vecina Universidad de Princeton, adoptara la nacionalidad norteamericana en la Corte Federal de Trenton. Pero eso fue en 1940.
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