Armstrong se resiste a lo inevitable
Ullrich y Zubeldia logran ventaja en los kil¨®metros finales de una etapa ganada por Carlos Sastre
En el interior de cada persona, de cada organismo, hay un chip, una tarjeta gen¨¦tica, en el que est¨¢n marcadas, prefijadas, todas las etapas de su desarrollo f¨ªsico, todas las enfermedades que sufrir¨¢, toda su vida. Siempre llega un momento en que el interruptor que controla una funci¨®n pasa de on a off. Y entonces, s¨²bitamente, sin explicaci¨®n aparente, una persona muere o sufre un c¨¢ncer o empieza a crecer o pierde el Tour. Es una ley ¨²nica e inevitable que ha determinado a todos los grandes campeones del Tour, pero eso a Lance Armstrong no le importa. Armstrong es norteamericano y calvinista y cree que el destino est¨¢ en el trabajo de cada uno. Armstrong derrot¨® a un c¨¢ncer para convertirse en un campe¨®n. Armstrong se niega a perder el Tour del Centenario, aunque est¨¦ escrito.
El Tour del Centenario se ha convertido en un desaf¨ªo colosal para el corredor estadounidense
Armstrong, de 31 a?os, dej¨® de crecer como ciclista en el momento en que gan¨® su tercer Tour, en 2001. En 2002, se mantuvo; en el Tour de 2003, su l¨ªnea ha comenzado a descender. Cuatro etapas importantes ha habido, en las cuatro Armstrong ha sufrido derrotas. Y pese a ello a¨²n viste el jersey amarillo que alcanz¨® el d¨ªa de una de ellas, la primera, la del Alpe d'Huez. A¨²n es el l¨ªder porque cada derrota ha sido frente a uno y s¨®lo uno de sus rivales. La primera fue ante Mayo, la segunda ante Vinokurov, las dos ¨²ltimas, ante Jan Ullrich, el alem¨¢n, que despu¨¦s de atacar a Armstrong a falta de tres kil¨®metros para la cima de la estaci¨®n de Tres Domaines, por encima de Ax-les-Thermes -la misma cima que cuando gan¨® F¨¦lix C¨¢rdenas, en 2001, se llamaba Plateau de Bonascre-, se considera el l¨ªder virtual de la carrera, aunque a¨²n le separan 15 segundos de Armstrong, que administra el tiempo con usura de prestamista.
Armstrong confes¨® que hab¨ªa perdido seis kilos en el calvario, en su traves¨ªa del desierto de la contrarreloj de Cap'D¨¦couverte sin agua en la cantimplora. Lo reconoci¨® pero s¨®lo al final de la etapa, cuando ya Ullrich, Zubeldia, Vinokurov y compa?¨ªa no pod¨ªan hacerle m¨¢s da?o. Antes no lo pod¨ªa decir. El Tour del Centenario se ha convertido en un desaf¨ªo colosal para ¨¦l, en un pulso imposible frente al retornado prodigio Jan Ullrich en el que todas las armas deben ser utilizadas. As¨ª que en vez de aparentar debilidad, -pese a que sus ojos de agua, su mirada dilatada, hielo ardiente, febril, imposible de esconder tras una m¨¢scara- le delatara, en vez de ordenar a su equipo maniobras de arropado como hacen las mam¨¢s mimosas con los ni?os, organiz¨® una completa maniobra de ataque con todas sus fuerzas espa?olas -en medio de una marea de incontables humanos, la primera etapa pirenaica fue una fiesta espa?ola, la alegr¨ªa de los escaladores ib¨¦ricos- que comenz¨® Chechu Rubiera infiltr¨¢ndose en la escapada matinal, que continu¨® Triki Beltr¨¢n con su tran-tran que era un tam-tam de barco de galeotes en la imposible subida de Pailh¨¨res, el ¨²ltimo gran puerto descubierto por el Tour, donde empez¨® la masiva destrucci¨®n de fuerzas rivales que culminaron en la ¨²ltima subida, corta y no tan dura como Alpe d'Huez, pero como si lo fuera, con 34 grados a la sombra, con el asfalto despidiendo 46 grados -pese a que los bomberos lo remojaron seis veces-, como si fuera el infierno, el incre¨ªble Rubiera, que para eso se hab¨ªa escapado, y Heras, hasta que las fuerzas se lo permitieron. Tir¨® Rubiera del grupo de los elegidos y fue una masacre. Se quedaron Menchov y Mancebo, y luego Moreau, Mayo y Hamilton. Y se quedaron los m¨ªnimos, los candidatos al podio, Ullrich, Vinokurov, Zubeldia y Basso. Y Armstrong con ellos, desafiante. ?Qui¨¦n se atreve, eh, qui¨¦n se atreve? Pero Ullrich, que ha pasado en su vida por todos los estados de ¨¢nimo, es fr¨ªo, y a cuatro kil¨®metros del final, se dej¨® caer a cola del grupo y fue estudiando los gestos de todos sus compa?eros, escrutando por detr¨¢s de las m¨¢scaras. Pero Zubeldia, que cada d¨ªa crece m¨¢s en su estatura de hombre Tour, en su estudio de la carrera que un d¨ªa ganar¨¢, tuvo un gesto de gran corredor a 3,5 kil¨®metros. Atac¨®. Desnud¨® a Armstrong. Una aceleraci¨®n, un cambio de ritmo, y toda la estrategia del norteamericano se desmoron¨®. Y Vinokurov, el impasible, el misterioso, no pod¨ªa quedarse sin soltar su tremenda coz. La solt¨® a tres kil¨®metros del final. Y como si se hubieran puesto de acuerdo, Ullrich, met¨®dico y furioso, todo fuerza, la remach¨®. Armstrong ya no pudo m¨¢s. Ya no pudo controlar. Los atacantes se fueron cada uno por su lado -sin poner en peligro la victoria de Carlos Sastre, ¨²ltimo superviviente de una lejana fuga- y Armstrong tambi¨¦n. Pero no se hundi¨® del todo. Perdi¨® 19 segundos con Ullrich (siete de tiempo real m¨¢s 12 de bonificaci¨®n). A¨²n es l¨ªder. A¨²n le quedan 15 segundos. Ullrich ya ha anunciado que hoy ser¨¢ su gran d¨ªa, el ¨²ltimo gran d¨ªa de Armstrong. Pero el norteamericano, ya se sabe, no cree en el destino.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.