C¨®mo calificar al calificador
Las autoridades se plantean si combatir los conflictos de inter¨¦s de las agencias de 'rating' o dejar que se autorregulen
A d¨ªa de hoy, quien paga no es el inversor, sino el mayor interesado en que la calificaci¨®n sea positiva: la compa?¨ªa 'examinada'
Las agencias defienden su modelo: S&P explica que, en 15 a?os, menos del 1% de los emisores de la categor¨ªa AAA ha suspendido pagos
"Las agencias [de calificaci¨®n financiera] desempe?an un papel temible". Claude B¨¦b¨¦ar, fundador de Axa y ex administrador de Vivendi, dedica su libro Acabar¨¢n con el capitalismo a destrozar la credibilidad de las instituciones que sostienen el sistema capitalista: los mercados financieros, la banca de inversi¨®n, los analistas, los empresarios... B¨¦b¨¦ar -conocido como el padrino del capitalismo franc¨¦s- explica que sufri¨® mucho, especialmente durante su mandato en Vivendi, debido al mal funcionamiento de cada una de las tuercas de este sistema. Pero ning¨²n organismo recibe tantas y tan duras cr¨ªticas como las agencias de calificaci¨®n financiera. "?Podemos depender", dice B¨¦b¨¦ar, "de unos cientos de especialistas pagados por tres grandes firmas y concederles, de este modo, el poder de decidir sobre la vida y la muerte de las empresas?".
Hay empresarios que opinan en privado lo que B¨¦b¨¦ar ha expresado tan crudamente en p¨²blico: el poder de las agencias de calificaci¨®n o rating es excesivo. Aunque sus opiniones est¨¢n dedicadas exclusivamente a analizar la solvencia de una entidad, los mercados, ¨¢vidos de informaci¨®n, usan esas opiniones como un or¨¢culo para invertir. Por eso, las agencias est¨¢n sufriendo la misma crisis de credibilidad por la que pasaron los auditores y los analistas tras los fiascos de Enron, Parmalat o Worldcom. Autoridades, empresarios y el p¨²blico en general se preguntan c¨®mo es posible que no pudieran prever tales hundimientos.
"Despu¨¦s de Enron", reflexiona Juan Pablo Soriano, director general de Moody's en Espa?a, "mucha gente se pregunt¨® si las calificaciones segu¨ªan teniendo sentido. Se plante¨® modificar el proceso, e incluso eliminar las perspectivas [v¨¦ase p¨¢gina 6]. Pero los inversores esperan estabilidad, no volatilidad. ?ste es uno de los principales indicadores del mercado. Lo que tenemos que hacer", concluye, "es ser m¨¢s transparentes".
El Senado estadounidense ha puesto en marcha una investigaci¨®n, en la que han participado los presidentes de las tres grandes compa?¨ªas, para "analizar el papel de las agencias de rating en los mercados financieros". La investigaci¨®n trata de penetrar en los principios mismos de este negocio, es decir, responder a las preguntas que cualquier persona ajena al mundo del rating se podr¨ªa hacer: ?c¨®mo trabaja un analista? ?Qu¨¦ tipo de datos estudia? ?Cu¨¢l es el efecto de sus calificaciones? ?Qu¨¦ hay, en fin, detr¨¢s de noticias como "Moody's rebaja la calificaci¨®n de Ford"?
Un negocio de cien a?os
El modelo de funcionamiento del rating tiene unos cien a?os, y es muy simple de explicar, ya que las agencias se dedican a una sola cosa, muy concreta: analizan la probabilidad de que una empresa o un organismo p¨²blico pague sus deudas, en un determinado plazo de tiempo. Su trabajo comenz¨® cuando, a principios del siglo pasado, las compa?¨ªas de ferrocarril estadounidenses empezaron a buscar financiaci¨®n. Sus necesidades de dinero eran tantas que ya no pod¨ªan contar s¨®lo con sus bancos de toda la vida, y empezaron a buscar ese dinero a lo largo y ancho del territorio. El problema era que la mayor parte de los posibles inversores no sab¨ªa nada de estas compa?¨ªas. As¨ª que necesitaban una opini¨®n independiente sobre si esa empresa, en la que se planteaban invertir, podr¨ªa devolverles el dinero.
Cien a?os despu¨¦s, hay tres agencias -Standard & Poor's (S&P), Moody's y FitchRatings- que se reparten pr¨¢cticamente el 100% de este mercado. S&P califica unos 30 billones de d¨®lares en deuda de emisores de m¨¢s de 100 pa¨ªses. Moody's califica unos 270.000 organismos y 100 naciones soberanas, por un total de 35 billones de d¨®lares. Fitch, por su parte, cubre 4.400 corporaciones y 86 pa¨ªses. En cada una de ellas trabajan unos mil analistas. Los m¨¢rgenes de su negocio rozan el 50%, de los alrededor de 1.000 millones que factura al a?o cada una de ellas. Pero la esencia de su tarea es la misma que entonces: "Nuestro trabajo consiste en analizar la solidez financiera de una empresa hacia el futuro", explica Juan de la Mota, consejero delegado de Standard & Poor's en Espa?a.
El proceso es simple (v¨¦ase p¨¢gina 6), y tambi¨¦n lo es la nota que otorgan las agencias. Una compa?¨ªa o administraci¨®n puede acudir a los mercados financieros europeos, asi¨¢ticos o americanos con un AAA o un CCC, y los inversores, de cualquier lugar del mundo, comprender¨¢n instant¨¢neamente si deben o no prestarle dinero y, sobre todo, a qu¨¦ precio hacerlo.
Pero, aunque el proceso es simple, sus consecuencias son complej¨ªsimas. Las calificaciones de una agencia de rating determinan la capacidad de la compa?¨ªa examinada para endeudarse. En Estados Unidos no hay empresa ni administraci¨®n p¨²blica que se plantee emitir deuda sin que su capacidad de solvencia sea analizada primero por una de estas agencias. De la nota recibida depende el precio a pagar. Y si esa calificaci¨®n sube o baja, el precio tambi¨¦n lo har¨¢, con la presi¨®n que todo ello implica para el analista, el inversor y la compa?¨ªa.
Las agencias insisten: lo que hacen no es una auditor¨ªa, ni una recomendaci¨®n de compra o venta, ni una certificaci¨®n, ni una forma de catalogar compa?¨ªas buenas o malas. Es una opini¨®n sobre las posibilidades que tiene una empresa de cumplir sus obligaciones financieras. Ni m¨¢s, ni menos.
Pero el proceso est¨¢ lastrado por un permanente -y, seg¨²n los cr¨ªticos, mal resuelto- conflicto de inter¨¦s: el alumno que debe ser examinado es el mismo que paga las facturas. En los tiempos del ferrocarril, quien compraba la informaci¨®n del rating era el mayor interesado en que ¨¦ste fuera independiente y adecuado: el inversor. Ahora, el que paga es el mayor interesado en que esa informaci¨®n sea positiva: el emisor. Las compa?¨ªas no desvelan precios pero, seg¨²n fuentes del sector, ¨¦stos oscilan entre los 20.000 y 30.000 euros por emisor y a?o. "No es extra?o que los clientes est¨¦n en desacuerdo con los ratings [la ¨²ltima en hacerlo, Italia]", explica De la Mota, "lo que prueba que no hay conflicto de inter¨¦s por el hecho de que sean ellos quienes pagan", dice. En el caso de Moody's, defiende Soriano, "ning¨²n cliente supone m¨¢s del 0,3% de la facturaci¨®n".
Hay un segundo problema, relacionado con ¨¦ste: la informaci¨®n que utilizan las agencias es la proporcionada por la compa?¨ªa emisora, y la agencia presupone la buena fe de ¨¦sta al otorgarla. De ah¨ª que no se consideren responsables de las ca¨ªdas de Enron, Worldcom o Parmalat, donde los gestores se dedicaban a la contabilidad creativa. "No podemos detectar los fraudes; no somos investigadores privados", dice Fernando Mayorga, director de FitchRatings en Espa?a. "Establecemos una relaci¨®n de confianza con la empresa, y esperamos que la informaci¨®n que nos ofrezca sea verdadera", a?ade Soriano.
El conflicto 'p¨²blico'
Hay un tercer problema. Un inversor pueden pedir a una agencia que califique a una compa?¨ªa a la que se plantean prestar dinero, y ¨¦sta puede negarse a ser examinada. La agencia lo har¨¢, entonces, con la informaci¨®n p¨²blica disponible, sin que la compa?¨ªa pueda replicarla, ya que no es un cliente. Algunos empresarios y legisladores consideran esta pr¨¢ctica poco higi¨¦nica, ya que puede interpretarse como un chantaje encubierto: si eres cliente, la informaci¨®n ser¨¢ m¨¢s adecuada. Moody's, de hecho, ya no hace informes p¨²blicos.
Las agencias defienden la fiabilidad de sus an¨¢lisis. S&P explica que, en los ¨²ltimos 15 a?os, menos del 1% de los emisores de la categor¨ªa AAA ha suspendido pagos, mientras que el 60% de los CCC s¨ª lo ha hecho. Y las calificaciones no cambian bruscamente; es decir, es normal pasar de un AAA a un AA, pero no de la m¨¢xima a la m¨ªnima calificaci¨®n (v¨¦ase gr¨¢fico).
Las compa?¨ªas intentan combatir las dudas respecto a su negocio con la autorregulaci¨®n. Las tres grandes empresas explican que los analistas no cobran por informe emitido, est¨¢n realizando constantes cursos y, adem¨¢s, su vida est¨¢ "fiscalizada" en cuestiones como comprar acciones o aceptar regalos.
Aunque la ley ha tratado de endurecer las condiciones de trabajo de auditores y analistas, lo ¨²nico que el regulador del mercado estadounidense (la SEC) hace respecto al rating es controlar el n¨²mero de agencias en el pa¨ªs, lo que, ir¨®nicamente, ha servido para limitar la competencia y aumentar las dudas sobre el oligopolio de facto de las grandes agencias. ?Debe alguien controlar a las agencias de rating? "S¨ª, el mercado. Si nuestro trabajo no funcionara, los inversores no nos utilizar¨ªan", dice Soriano. "Desde hace m¨¢s de 140 a?os, todo nuestro trabajo se basa en dos cosas: credibilidad e independencia", dice De la Mota. "Nunca arriesgar¨ªamos por conseguir m¨¢s negocio". El Senado debe decidir si acepta esta autorregulaci¨®n, o si busca una manera de controlar a los controladores.
Una veintena de 'notas' para un proceso de ocho semanas
El proceso de calificaci¨®n de una empresa u organismo p¨²blico var¨ªa seg¨²n la agencia que lo realice, y puede ser consultado al detalle en la p¨¢gina web de cada una de ellas. Pero, en esencia, es similar. Cuando una compa?¨ªa solicita una calificaci¨®n, los analistas se re¨²nen con ella y solicitan todos los datos "cuantitativos y cualitativos que influyen en la solvencia de una empresa", explica Fernando Mayorga, director general de FitchRatings en Espa?a. Entre otras cosas, se analiza el entorno que rodea a la compa?¨ªa -la econom¨ªa del pa¨ªs, la industria en la que trabaja, su posici¨®n competitiva-, los resultados financieros -rentabilidad, cash-flow, estructura de capital- y la gesti¨®n -equipo, credibilidad, plan de negocio, experiencia-.
Despu¨¦s se redacta un informe preliminar, que se pasa a un comit¨¦ con analistas de varios pa¨ªses. M¨¢s tarde, se comunica a la compa?¨ªa [emisor] la decisi¨®n. Si no est¨¢ de acuerdo con ella, puede apelarla, y la agencia estudia modificar el informe. Si lo hace y, esta segunda vez, el emisor est¨¢ conforme, la agencia publicar¨¢ su decisi¨®n. Si no lo est¨¢, el informe no se hace p¨²blico. El proceso entero lleva entre cuatro y ocho semanas, dependiendo de la agencia y de la compa?¨ªa.
M¨¢s que el contenido de los informes, lo que buscan los inversores es el titular. Es decir, la calificaci¨®n. Las agencias otorgan una veintena de ellas. En general, las notas oscilan entre el AAA, que indica que es muy alta la posibilidad de que el emisor cumpla sus obligaciones financieras, y la D, que expresa default o incumplimiento de los compromisos. Adem¨¢s, se a?ade "+" o "-" para indicar posiciones relativas en cada categor¨ªa, y el outlook o perspectiva de esa calificaci¨®n, que puede ser positiva, estable o negativa. Como dice Juan de la Mota, el rating es "en el mundo financiero, el editorial m¨¢s corto que existe" y, por eso, las agencias recomiendan al inversor analizar cuidadosamente los informes que apoyan esa calificaci¨®n.
?Cu¨¢ndo y c¨®mo se modifica una nota? Los analistas, dicen las agencias, est¨¢n continuamente pendientes de los emisores, y revisan sus notas, al menos, una vez al a?o. Entre las razones m¨¢s frecuentes para modificar una calificaci¨®n est¨¢n las fusiones, notas de resultados o cambios en el accionariado.
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