Dos estatutos cabales (1936-1979)
Tanto el Estatuto vasco de 1936 como el de 1979 fueron producto del talante pragm¨¢tico y constructivo del hermano sensato de Sabino Arana, Engracio Aranzadi, Kizkitza. (Por lo que se sabe, el insensato debi¨® ser su hermano Luis Arana: un punto corrupto y atrabiliario). Tambi¨¦n, de lo que ha dado en llamarse el "argumento carlista": la necesidad en Espa?a de contar en este territorio de aliados pr¨¢cticos ante sectores levantiscos -por motivos varios: el absolutismo en el XIX, tendencias fascistizantes-carlistas en 1936 y una ETA febril en 1979-, que, se supon¨ªa, atemperar¨ªan los ¨¢nimos de aqu¨¦llos ante una administraci¨®n vasca con fuertes competencias. (Ocurri¨® en 1979, en que, aun sin haber participado en la negociaci¨®n constituyente, y con la tan recurrida presi¨®n militar en aquel momento cr¨ªtico, el Pa¨ªs Vasco lograba un nivel de autogobierno superior a Catalu?a). Y, finalmente, de un talante pr¨¢ctico e integrador de sectores vascos socialistas y liberales.
Deb¨ªan elegir entre la democracia y el fascismo rampante, y deb¨ªan hacer frente al 'error de Estella'
El Estatuto de Gernika se hizo con una idea m¨¢s acabada de lo que es la democracia moderna que el del 36
Y hay otro elemento que los une: ambos estatutos contaron con la intervenci¨®n de la llamada generaci¨®n vasca del 36, aqu¨¦lla de la que formaron parte Jos¨¦ Antonio Aguirre, Indalecio Prieto, Manuel Irujo, Juan Astigarrab¨ªa, Alfredo Espinosa, Gonzalo N¨¢rdiz o Juan Ajuriaguerra; nacionalistas, socialistas y liberales en proporciones variadas. En el primer Estatuto, como protagonistas; en el segundo, como trasmisores de experiencia. Los nacionalistas de aquella generaci¨®n -la m¨¢s importante en la historia del PNV, con Aguirre, Irujo y Ajuriaguerra-, verdaderos motores del cambio institucional, sin haberse desprendido del tradicionalismo sabiniano hab¨ªan avanzado en la idea de un cierto liberalismo (de corte orteguiano), en la adhesi¨®n a la democracia (que se transform¨® en antifranquismo), en un claro europe¨ªsmo, en una idea de humanismo cristiano que inclu¨ªa, v¨ªa catolicismo-social, alguna aproximaci¨®n hacia la socialdemocracia, y, especialmente, en el estatutismo como reconocimiento del pluralismo vasco y la b¨²squeda del consenso del conjunto de esa sociedad.
Sus herederos (Garaikoetxea, Arzalluz, Guevara, Unzueta o, en las instituciones, despu¨¦s, gente como Rom¨¢n Sodupe) lo explicitaron en la Asamblea de Pamplona de 1977 y al respaldar el Estatuto vasco en Gernika (1979). Con ellos marcharon los herederos de ANV (ESEI) y del PSOE de Indalecio Prieto (Ram¨®n Rubial, Txiki Benegas, Carlos Solchaga, Enrique M¨²gica) en el llamado Frente Auton¨®mico.
Por lo dem¨¢s, el Estatuto de 1979, el de Gernika, fue mucho m¨¢s extenso en las competencias que asum¨ªa el territorio vasco, elaborado seg¨²n una t¨¦cnica m¨¢s depurada y con una idea m¨¢s acabada de lo que es la democracia moderna de lo que fue el de 1936. Aparte quedan las apelaciones a la f¨®rmula schmittiana de la garant¨ªa institucional procedente del constitucionalismo alem¨¢n de Weimar, que trataba de preservar una cierta continuaci¨®n hist¨®rica en los procesos de actualizaci¨®n institucional: provincias y foralidad.
En septiembre de 1936, tras los trabajos en comisi¨®n (presidida por Indalecio Prieto y cuyo secretario era Jos¨¦ Antonio Aguirre) sobre la base del Estatuto refrendado mayoritariamente en ?lava, Guip¨²zcoa y Vizcaya en noviembre de 1933, Aguirre, Basterrechea, Ajuriaguerra y Arcelus, del PNV, aceptaron la entrada de Manuel de Irujo en el Gobierno de la Rep¨²blica presidido por Largo Caballero y la aprobaci¨®n del Estatuto (refrendado en el Congreso el 1 de octubre de 1936). Lo hac¨ªan desde una experiencia corta pero muy densa. Deb¨ªan elegir entre la democracia y el fascismo rampante aquellos a?os en Europa, y deb¨ªan hacer frente al "error de Estella", en expresi¨®n de Jos¨¦ Luis de la Granja; un estatuto hecho con el carlismo para sabotear desde dentro a la Rep¨²blica. Ten¨ªan en frente al atrabiliario pero influyente Luis Arana y a las huestes movimentistas encabezadas por El¨ªas Gallastegui y el grupo Jagi-Jagi -modelo ideol¨®gico-sentimental de ETA-, por motivos diferentes pero convergentes. Se atrevieron (aunque lo cierto es que la oposici¨®n contaba menos de lo que aparentaba), y el 7 de octubre de 1936 formaron un Gobierno que resultar¨ªa internacionalmente reconocido.
Tambi¨¦n en 1979 hubo bravura. Se sac¨® adelante un Estatuto que contaba con la radical oposici¨®n del jagi-jagismo de Herri Batasuna. La gente, la ciudadan¨ªa, lo respald¨® en un duro refer¨¦ndum.
El de Gernika ha resultado un Estatuto de una gran eficacia y versatilidad. Ha permitido, a trav¨¦s de los Conciertos, una autonom¨ªa fiscal y presupuestaria que se hab¨ªa perdido en 1937 -no reconocida por la Rep¨²blica ni el Estatuto de 1936; con lo que se recuperaba algo anterior-. Se constitucionalizaba la garant¨ªa institucional (Carl Schmitt) en su Disposici¨®n adicional, que completaba disposici¨®n Adicional Primera de la Constituci¨®n espa?ola de 1978, y en la Ley de Territorios Hist¨®ricos (1983). Se reproduc¨ªa (con rectificaci¨®n historicista o territorial) la modificaci¨®n democr¨¢tica en la norma, de modo que la ciudadan¨ªa estuviera bien representada. Lo estrictamente propio (el euskara) se proteg¨ªa sin menoscabo de otras culturas. Y se daba paso a Navarra (una de las reivindicaciones fuertes del nacionalismo), cosa que fue desechada en 1936.
Los a?os han permitido un gran desarrollo de aquel Estatuto de 1979 en ense?anza, sanidad, infraestructuras, gesti¨®n local, etc., lo que no ocurri¨® sino enfermizamente con el del 36, inmerso en una atormentada guerra civil. Hasta el punto de que las propias juntas generales provinciales y las diputaciones van adquiriendo una presencia p¨²blica antes insospechada.
Estamos en el tiempo de las reformas estatutarias. Ya no es el tiempo del Estado integral (Segunda Rep¨²blica) sino del Estado de las autonom¨ªas, una especie de federaci¨®n inestable de territorios e instituciones. En lo que al Pa¨ªs Vasco toca, cabe mejorarlo. Quiz¨¢ de manera especial, creando un ¨®rgano parlamentario inter-foral que pueda dar la r¨¦plica a los ¨®rganos ejecutivos confederales vascos, como el Consejo Vasco de Finazas. (V¨¦ase el conflicto entre las Juntas Generales de ?lava y la Diputaci¨®n de esa provincia, que aduce un acuerdo interterritorial, sobre el pago a un letrado que les defendi¨® en un asunto de la fiscalidad.)
Y luego est¨¢ el plan Ibarretxe, incre¨ªblemente conectado, como antes nunca hab¨ªa ocurrido en el PNV, con el atrabiliario Luis Arana. So aires de verano que pasar¨¢n. Es la esperanza de ciudadanos cabales.
Javier Ugarte es profesor de Historia Contempor¨¢nea de la UPV-EHU.
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