2.000 a?os para el anestesista Maeso por contagiar hepatitis C a 275 personas
La Generalitat valenciana, responsable civil subsidiaria de indemnizaciones por 20,4 millones
La Audiencia de Valencia ha condenado al anestesista Juan Maeso a 1.933 a?os de c¨¢rcel por el contagio del virus de la hepatitis C a 275 pacientes en cuatro hospitales. La sentencia considera probado que el m¨¦dico se pinchaba parte de los anest¨¦sicos que deb¨ªa aplicar a los pacientes y con la misma jeringuilla y aguja pinchaba despu¨¦s al enfermo. El fallo fija en 20.374.065 euros las indemnizaciones. La Generalitat valenciana es responsable civil subsidiaria. La defensa de Maeso anunci¨® ayer un recurso ante el Tribunal Supremo. La acusaci¨®n estudia pedir el ingreso en prisi¨®n provisional del m¨¦dico.
La ponente del tribunal, Carolina Rius, puso ayer fin con la lectura de la sentencia a nueve a?os de proceso por el contagio masivo del virus de la hepatitis C a 275 pacientes en cuatro hospitales valencianos. El anestesista Juan Maeso, de 66 a?os, ha sido condenado a siete a?os por lesiones a cada uno de los 275 afectados incluidos en el sumario y a ocho a?os por homicidio imprudente en el caso de los cuatro enfermos que han fallecido. En total, 1.933 a?os de c¨¢rcel, de los que cumplir¨¢ como m¨¢ximo 20, tal como establec¨ªa el C¨®digo Penal de 1995, que se aplica en este caso, dado que los hechos ocurrieron entre 1988 y 1997.
Maeso queda inhabilitado para ejercer la profesi¨®n m¨¦dica y deber¨¢ indemnizar con 20,4 millones de euros a los afectados y pagar las costas del procedimiento, incluidas las correspondientes a los 170 abogados. La Generalitat valenciana es la responsable civil subsidiaria.
La Administraci¨®n auton¨®mica comparte esa responsabilidad con Casa de Salud, el hospital en el que se produjeron 228 contagios, y con el centro m¨¦dico Urotecno, una sociedad instalada en dependencias de Casa de Salud dedicada a pruebas de urolog¨ªa. La Generalitat valenciana es la responsable, y as¨ª lo recoge la ley, de velar por el sistema sanitario y establecer las inspecciones necesarias para garantizar el buen funcionamiento del mismo. La sentencia deja claro que la Administraci¨®n ser¨¢ en ¨²ltima instancia quien deba pagar en todos los casos, con independencia de que el contagio se produjera en un centro p¨²blico, como La Fe, o en uno privado, como Casa de Salud. Las v¨ªctmas estudiar¨¢n en breve solicitar el pago de las indemnizaciones, aunque la sentencia no sea firme.
Pruebas gen¨¦ticas
El fallo ha asumido las tesis de los afectados y del fiscal. Maeso contagi¨® a los 275 afectados porque se pinch¨® parte de los f¨¢rmacos que deb¨ªa aplicarles, y con la misma jeringuilla y aguja pinch¨® a los pacientes. Las pruebas realizadas durante quince meses de juicio, especialmente las gen¨¦ticas, epidemiol¨®gicas y biol¨®gicas, concluyen que el anestesista intervino en todos los casos.
"El procesado es el causante de los contagios, por cuanto que es la ¨²nica explicaci¨®n que cubre todos los hechos y, efectivamente, no hay contagios en esos hospitales, quir¨®fanos ni con esos equipos m¨¦dicos despu¨¦s del cese de actividad del acusado", afirma el tribunal. Y a?ade en otro pasaje de los 300 folios que "tales contagios s¨®lo pudieron producirse -puesto que la transmisi¨®n de la enfermedad exige contacto entre la sangre del portador del virus y la del sujeto a contagiar- porque Juan Maeso contaminara, con restos hem¨¢ticos propios, el material empleado para administrar por v¨ªa percut¨¢nea o parenteral la anestesia o sedaci¨®n, y del material a los propios f¨¢rmacos en s¨ª".
El tribunal considera que del relato de algunos de los m¨¢s de 600 testigos, queda claro que Maeso era consumidor de t¨®xicos. La sala explica que la relaci¨®n con el contagio es directa respecto de aquellos pacientes que fueron atendidos por Maeso y cuya actuaci¨®n m¨¦dica queda acreditada en la documentaci¨®n hospitalaria. Y no admite dudas respecto a 40 de los 275 afectados en cuyas historias cl¨ªnicas aparece la referencia de otro anestesista o de ninguno en concreto. Para los magistrados, "el acusado, en ocasiones, sustitu¨ªa a alguno de sus compa?eros aun cuando no se dejara constancia documental de la sustituci¨®n, o los auxiliaba durante el acto quir¨²rgico en todo o parte de ¨¦ste, por lo que no puede descartarse su intervenci¨®n en las que figura otro anestesista".
La Audiencia de Valencia ha considerado que Maeso sab¨ªa lo que hac¨ªa. "Es innegable que el acusado, dada su condici¨®n de m¨¦dico, era perfectamente consciente de la posibilidad de transmitir cualquier enfermedad infecciosa que padeciese y fuese susceptible de contagio por inoculaci¨®n percut¨¢nea o parenteral a los pacientes a quienes, ignor¨¢ndolo estos, impon¨ªa el compartir el instrumental y f¨¢rmacos anest¨¦sicos o de uso en la UCI", recoge la sentencia. Y a?ade: "Es irrelevante el que el acusado efectivamente conociera -como alegan las acusaciones- o no, el ser portador en concreto del virus de la hepatitis C, por cuanto s¨ª era sabedor del peligro de contagio de enfermedad hemo-transmisible que entra?aba su acci¨®n".
El tribunal ha establecido las siguientes indemnizaciones: para hepatitis leve asintom¨¢tica, 60.000 euros; para afectaci¨®n hep¨¢tica leve con sintomatolog¨ªa, 75.000 euros; para afectaci¨®n moderada, 90.000 euros; para afectaci¨®n o perjuicio grave, 120.000 euros; y por fallecimiento causado por hepatitis C, 150.000 euros. Las v¨ªctimas a¨²n no han cobrado nada.
"Por fin se ha hecho justicia"
El silencio se rompi¨® en cuanto el presidente del tribunal pidi¨® a los presentes que abandonaran la sala. "Por fin se ha hecho justicia. Tarde, pero se ha hecho". Lo repet¨ªan los afectados, una treintena, que asistieron a la lectura del fallo. Ana Mar¨ªa Toril, viuda de Vicente Chaves, un paciente que muri¨® el 11 de septiembre de 2005, un d¨ªa antes de que se iniciara el juicio, hablaba y lloraba a la vez. Buscaba a Maeso. Pero el m¨¦dico, ayer, no acudi¨® al tribunal. "Me gustar¨ªa tenerle cara a cara, preguntarle por qu¨¦. Para m¨ª ya es tarde. Nada me devolver¨¢ a mi marido. Pero hemos pasado tanto... y ni un perd¨®n. ?Si al menos hubiera pedido perd¨®n!". Ana Mar¨ªa se abraz¨® a otras v¨ªctimas. Le pudo la tensi¨®n. Una ambulancia se la llev¨® de la Ciudad de la Justicia de Valencia, presa de una crisis nerviosa.
Tras ella, quedaron decenas de historias. Vicente Valls expres¨® su satisfacci¨®n y, sobre todo, se acord¨® de sus hijos. "Cuando te enteras de esto, cuando sabes que tienes esta enfermedad y lo tienes que decir, es muy dif¨ªcil. Mis hijos me dijeron aquel d¨ªa que me quer¨ªan m¨¢s a¨²n que antes. Y eso es muy importante. Yo, afortunadamente, estoy bien. Pero s¨¦ que la tengo. Y no s¨¦ c¨®mo estar¨¦ dentro de cinco a?os o de diez. ?Qu¨¦ pasar¨¢ entonces? No lo s¨¦. Hoy s¨ª s¨¦ que se puede confiar en la justicia", dijo.
Carmen Bonaf¨¦, una de las afectadas que m¨¢s ha seguido el juicio, repet¨ªa tambi¨¦n entre l¨¢grimas: "Por fin nos han cre¨ªdo, por fin se ha hecho justicia. Que pague esto, que lo pague, que vaya a la c¨¢rcel, porque a nosotros nos ha dejado una condena de por vida. Yo me qued¨¦ est¨¦ril y lo perd¨ª todo, la vida que ten¨ªa no me la van a poder devolver. Se merece esta condena".
Las historias, los abrazos, la b¨²squeda inmediata del abogado que durante nueve a?os ha sido su voz en el caso, el recuerdo de los que ya no est¨¢n, fueron durante m¨¢s de una hora el murmullo en un sal¨®n de actos que fue excepcionalmente sala de vistas. La mayor¨ªa no asisti¨® a la lectura del fallo, pero los tel¨¦fonos dieron cuenta de lo que la presidenta de la asociaci¨®n de afectados, Amparo Gonz¨¢lez, calific¨® de "felicidad dolorosa".
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