En el origen del urbanismo salvaje
Hay que excavar un poco entre la prosa a veces pedregosa, pero enseguida aparece el hilo conductor de La gallina de los huevos cemento. El ensayo toma como motivo la distorsi¨®n econ¨®mico-pol¨ªtica que, entre otros desmanes, ha pavimentado gran parte del litoral mediterr¨¢neo y ha empollado casos graves de corrupci¨®n municipal y auton¨®mica. Mart¨ªn Mateo dibuja con precisi¨®n las causas de tan descomunal desprop¨®sito, hoy ya muy conocidas, y lo hace sin dramatizar el alcance de la corrupci¨®n urban¨ªstica del litoral, aunque no se oculte la importancia del fen¨®meno.
Salvo mejor interpretaci¨®n, el hilo conductor mencionado que est¨¢ en la ra¨ªz institucional del caos urban¨ªstico empieza por el monopolio municipal de las decisiones de recalificaci¨®n del suelo, fuente de inagotables plusval¨ªas, contin¨²a por la destrucci¨®n de la estructura funcionarial independiente de los ayuntamientos, sustituida por cuadrillas de pol¨ªticos, y casi termina en la incapacidad de instancias pol¨ªticas superiores para enfrentarse a la tumescencia del urbanismo salvaje. Las dos primeras causas parecen muy acertadas y cualquier autoridad dispuesta a contener la escalada imparable del cemento deber¨ªa tenerlas en cuenta.
La gallina de los huevos de cemento
Ram¨®n Mart¨ªn Mateo
Editorial Thomson
ISBN 84-470-2715-6
El mal, seg¨²n esta tesis, radica en el modelo seg¨²n el cual los municipios disponen de impunidad para calificar los destinos del suelo. Durante quinquenios los pol¨ªticos electos en los municipios se han dedicado a neutralizar cualquier atisbo de control que pudiera impon¨¦rseles desde las, por otra parte, muy d¨¦biles barreras erigidas por secretarios e interventores de Ayuntamiento. No es que los cuerpos burocr¨¢ticos hayan presentado gran resistencia al progreso de la corrupci¨®n, el soborno y la arbitrariedad de alcaldes y concejales. Pero cuando lo han hecho han recibido una sentencia fulminante. A este respecto se cita en el libro la espeluznante declaraci¨®n del celebrado Jes¨²s Gil, cuando anunci¨® que iba a destituir al secretario de Marbella "porque est¨¢ parando el Ayuntamiento".
As¨ª que uno de los procedimientos para recuperar el buen orden urban¨ªstico consiste en restaurar a toda prisa el poder de los funcionarios locales independientes. A todos los efectos la independencia debe entenderse en este caso como la imposibilidad de que los secretarios o los interventores sean destituidos por los gestores pol¨ªticos del concejo. En apariencia, y por el momento es mejor dejarlo ah¨ª, ese criterio de independencia deber¨ªa implicar necesariamente que secretarios e interventores dependiesen de una instancia nacional. De esta forma, quedar¨ªa garantizado al menos un equilibrio nominal de poderes.
Ram¨®n Mart¨ªn Mateo, con indudable audacia, propone que los ciudadanos participen activamente en la definici¨®n del urbanismo de su localidad; y el procedimiento de participaci¨®n que menciona es el refer¨¦ndum. No es una mala idea, aunque pueda parecer liosa y segregue en los cuerpos de pol¨ªticos encallecidos las consabidas protestas de desorden, carest¨ªa, alboroto o desinformaci¨®n. La argumentaci¨®n del autor es de peso; los votantes no encuentran los planes urban¨ªsticos reales en los programas electorales. As¨ª que la forma m¨¢s segura de evitar las tropel¨ªas del cemento en forma de hechos consumados es la consulta popular. Es decir, que los pol¨ªticos electos abandonen las c¨®modas exposiciones en c¨ªrculos reducidos de profesionales del ramo y est¨¦n obligados a defender sus planes en el ¨¢gora, directamente ante los ciudadanos.
La lectura del ensayo tiene inter¨¦s porque enumera sin pasi¨®n las causas legales y burocr¨¢ticas del abuso del cemento y, por lo tanto, de la corrupci¨®n. Hay otras causas importantes que el texto sugiere, pero que son igualmente importantes y que deber¨ªan ser atajadas desde un cambio legal de cierta envergadura. Las m¨¢s importantes son los imperfectos, por no decir desdichados, sistemas reconocidos de financiaci¨®n de los ayuntamientos y de los partidos pol¨ªticos. Los no reconocidos, por supuesto, lindan con el soborno y la corrupci¨®n descarada.
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