El legado del ritmo
El flamenco llega al Museo Reina Sof¨ªa de Madrid de la mano de las vanguardias del siglo XX. Pureza y modernidad son los ingredientes de un arte que la familia Amador ha renovado fusion¨¢ndolo con otros g¨¦neros de la m¨²sica popular.
Los m¨¢s j¨®venes de la familia tienen claro que el futuro del flamenco se encuentra en los instrumentos
"Lo m¨¢s dif¨ªcil es cantar para bailar porque tienes que amoldarte al bailaor mientras que la guitarra te lleva", dice Luis Amador
Ram¨®n, el patriarca de la dinast¨ªa Amador, se lleva cuatro a?os con su sobrino, el guitarrista Raimundo. Como sucede en muchas familias numerosas, t¨ªo y sobrino pertenecen a la misma generaci¨®n. As¨ª que no fue el t¨ªo Ram¨®n el que siguiendo la tradici¨®n se ocup¨® de ense?ar a los m¨¢s peque?os los secretos de la guitarra flamenca, pero ahora, en ausencia de los m¨¢s viejos, ejerce como patriarca. No responde al prototipo de gitano con bast¨®n y sombrero, pero hay respeto. Ram¨®n (Sevilla, 1955) dej¨® hace un a?o el tablao sevillano Los Gallos y es uno de los guitarristas m¨¢s s¨®lidos que acompa?an al cante y al baile. Su autoridad moral se hace evidente por la manera en que sus sobrinos le miran y le cuentan las novedades personales o profesionales. Las esencias de la dinast¨ªa Amador permanecen a salvo. No importa que dos de sus sobrinos (Raimundo y Rafael) abrieran la brecha del flamenco fusi¨®n en los a?os ochenta, con dos de los grupos m¨¢s innovadores, Veneno y Pata Negra, y que ahora, junto con Diego, el hermano peque?o, naveguen entre el blues y el rock, porque las ra¨ªces y la formaci¨®n son jondas. Camar¨®n dec¨ªa que lo importante es transmitir y eso no se ha perdido entre los Amador.
En la casa de Raimundo, un chal¨¦ de una urbanizaci¨®n situada en las afueras de Sevilla, la llegada de primos, hermanos y sobrinos se recibe con alborozo. En total se juntan diez m¨²sicos: guitarristas, cantaores y percusionistas. Faltan algunos primos que se encuentran de gira, acompa?ando a otras figuras del flamenco. Todos son hombres, con la excepci¨®n de Carmen, de 28 a?os, la primog¨¦nita de los seis hijos de Raimundo, que pone los coros en los conciertos de su padre. Entre galas, grabaciones y ensayos, los Amador apenas encuentran tiempo para la familia. El fallecimiento hace unos meses de uno de los hermanos les ha quitado las ganas de juerga. Lo cuenta Raimundo (Sevilla, 1959) que, ante la adversidad, siempre ha optado por refugiarse en el trabajo. Ahora anda enfrascado en la preparaci¨®n de un nuevo disco con su "compadre" Kiko Veneno. "No se trata de repetir lo que ya hicimos con Veneno, los dos hemos evolucionado mucho en todos estos a?os y seguro que sale algo bonito", asegura el m¨²sico, que ha colaborado, entre otros, con BB King, Bj?rk y Carlos Santana y toca con maestr¨ªa virtuosa y el¨¦ctrica temas de Allman Brothers o Cream.
Entre el ¨¢rbol de Navidad y el bel¨¦n, la casa luce repleta de instrumentos, especialmente guitarras y amplificadores. Hay tantas, y cada una con una historia diferente, que podr¨ªa montar una exposici¨®n. Guardadas en sus fundas reposan la que le regal¨® Jackson Browne y la Strauss que Raimundo usaba con Pata Negra, que ahora ha mandado pintar de blanco y en la que ha grabado la imagen de Jimi Hendrix en una de las esquinas para poder ver la cara del m¨²sico mientras toca.
Su hermano Diego llega con su mujer, Mar¨ªa, y sus dos hijos, El Churri, de 14 a?os, y la peque?a Mar¨ªa, de 5. Diego ha puesto la nota final a su nuevo disco, R¨ªo de los Canasteros, en el que adem¨¢s de cantar, toca el piano y la guitarra. Entre las colaboraciones especiales se escucha una rumba de Raimundo y una buler¨ªa de Tomatito. "Desde siempre me ha gustado el jazz", dice Diego. "M¨²sicos como Jaco Pastorius, Miles Davis o Chick Corea cambiaron mi vida. Pon¨ªa sus discos, cog¨ªa la guitarra e interpretaba lo que escuchaba". As¨ª de f¨¢cil. El parecido de Diego con su hijo es asombroso. El ni?o, un adolescente de melena sobre los hombros, viste de negro, incluidas las zapatillas Converse; estudia segundo de ESO y va aprobando las asignaturas del curso bajo la atent¨ªsima mirada de su madre, una abogada argentina que dej¨® todo por amor y que se desenvuelve sin problemas entre una familia en la que es la ¨²nica paya. El Churri quiere ser m¨²sico, como su padre, sus t¨ªos y sus abuelos. Domina la percusi¨®n, est¨¢ empezando con la guitarra y aporrea el piano. Todo aprendido de o¨ªdo y practicado en juergas y fiestas familiares, como manda la tradici¨®n gitana.
En la dinast¨ªa Amador han mandado siempre las guitarras, aunque entre sus miembros se cuenten cantaores con pellizco, como Juanjos¨¦ y Luis, o percusionistas de buen nivel, como Luis (hijo de Rafael y acompa?ante de Joaqu¨ªn Cort¨¦s) o el hijo de Raimundo, que ya toca en un grupo. "Lo normal para aprender los palos y seguir el comp¨¢s es empezar con el caj¨®n y seguir con la guitarra". Lo cuenta Luis, cantaor en El Patio Sevillano, un tablao pegado a la Maestranza donde cada noche desgrana una doble sesi¨®n en la que hacen todos los palos ante un p¨²blico integrado en su mayor parte por turistas de pa¨ªses lejanos, m¨¢s ocupados en grabar el espect¨¢culo en sus m¨®viles que en seguir la actuaci¨®n en directo. "Lo m¨¢s dif¨ªcil es cantar para bailar porque tienes que llevar la base y amoldarte al bailaor mientras que la guitarra te va llevando", dice. Personalmente, considera m¨¢s complicado poner voz a una buler¨ªa que a una sole¨¢ o una siguiriya. Los j¨®venes tienen claro que el futuro del flamenco se encuentra en los instrumentos. Antes, en un tablao, todo era bailar y cantar, pero ahora, con la fusi¨®n, han entrado el bajo y la bater¨ªa gitana, que suenan con una t¨ªmbrica especial.
En el s¨®tano, donde ensayan y se encuentra el ordenador en el que escuchan y graban m¨²sica, se han reunido los m¨¢s peque?os para jugar a la PlayStation. Hay que llamarles a gritos para que acudan a comer, pero no hacen ni caso. Subir¨¢n cuando el hambre apriete y hayan acabado la partida, pero en la barbacoa ya empiezan a humear los primeros cortes de cerdo. Carlos Lencero, escritor y uno de los grandes letristas del flamenco, dec¨ªa que "no hay dos cochinos con el mismo sabor ni dos fiestas iguales". Esta tarde, en Sevilla, la candela prende en el jard¨ªn y los Amador, entre los que se encuentran miembros de tres generaciones, se han juntado para rememorar la historia de una dinast¨ªa. Hasta hace un par de d¨¦cadas t¨ªos y primos viv¨ªan juntos en diferentes poblados chabolistas. Su infancia transcurri¨® en Triana, de donde pasaron al Pol¨ªgono San Pablo, tambi¨¦n en casas bajas —"ten¨ªamos que salir fuera a lavarnos", cuenta Ram¨®n—, luego al Pol¨ªgono Sur y despu¨¦s realojados en pisos en las 3.000 viviendas sevillanas.
"Mi padre trabajaba en Radio Sevilla en el programa Conozca usted a su vecino y de ah¨ª pas¨® a la base americana de Rota, donde tocaba acompa?ando a la gran bailaora Matilde Coral", recuerda Raimundo. "Mi padre era muy cortito, pero cuando cog¨ªa la guitarra ninguno quer¨ªa tocar detr¨¢s de ¨¦l. Tocaba muy flamenco". Los d¨ªas de Rota, donde vivieron una temporada, no fue una mala ¨¦poca para la familia Amador. Los americanos, cuentan, fueron "los ¨²ltimos se?oritos". Cayeron seducidos por una m¨²sica que les remit¨ªa a sonidos cercanos al blues. En los a?os sesenta, muy pocos espa?oles dispon¨ªan de un casete —"llamaban la atenci¨®n porque iban a las fiestas con bolsos"—; es m¨¢s, muchos ni conoc¨ªan la existencia de esos artefactos que permit¨ªan grabar los conciertos. Las bases americanas de Rota y de Mor¨®n se convirtieron en centros neur¨¢lgicos del flamenco. Por all¨ª pasaron artistas como Juan Talega, Diego del Castor, Fernanda de Utrera, Chocolate o Pansequito y algunas de las grabaciones hist¨®ricas que hoy se conservan de sus voces en directo corresponden a aquellos a?os.
Cuando acab¨® el contrato, los Amador regresaron a Sevilla. En las 3.000 viviendas, un barrio marginal donde residen m¨¢s de 40.000 personas, empezaron a principios de los setenta su carrera Raimundo y Rafael, primog¨¦nitos de una familia de ocho hermanos. Adem¨¢s de n¨²meros callejeros, en los que Raimundo se gan¨® a pulso el apodo de Sargento Platillo, hac¨ªan bolos nocturnos. Raimundo ten¨ªa 12 a?os, Rafael acababa de cumplir los 11 y formaban un grupo con su primo Juan Jos¨¦, El Bobote, El El¨¦ctrico y El Mazao. Juntos actuaban en Los Gitanillos, un local situado en el pueblo de Camas. El nombre del tablao fue un homenaje a los ni?os que pasaban por el escenario, aunque cuando llegaba la polic¨ªa los peque?os ten¨ªan que esconderse. Entre risas, Juanjos¨¦, otro de los cantaores de la familia, rememora el d¨ªa que acudi¨® a verles Paco de Luc¨ªa y, como el de Algeciras andaba m¨¢s suelto de mano que ellos, le dejaron la guitarra, "llena de esparadrapos", para que les diera una clase magistral. Aquello era el no va m¨¢s. Los anticuarios, un negocio en el que los gitanos siempre han mandado bastante, ven¨ªan desde Madrid para escucharlos despu¨¦s de pasar Despe?aperros y aguantar m¨¢s de seis horas de carretera. Los chicos ganaban 20 duros —"el sueldo base"— m¨¢s el platillo y con lo que sacaban compraban cu?as (pasteles de hojaldre y merengue) para sus hermanos peque?os. "Con ese dinero, sobre todo, pag¨¢bamos nuestros gastos. Me acuerdo que mi madre me dec¨ªa: 'Mundi, tienes la cabeza como una escoba', y yo me iba a la peluquer¨ªa y como ten¨ªa dinero me pagaba el corte. Nos est¨¢bamos labrando un futuro como artistas y hab¨ªa que invertir en ropa. ?bamos a La Meca de los Pantalones a comprar vestuario".
El grupo, del que no se conservan m¨¢s que testimonios orales, acab¨® por disgregarse. Raimundo empez¨® a trabajar con la familia Montoya o tocaba para que La Paquera calentara la voz antes de actuar en El Cante de las Minas de La Uni¨®n. Su primer disco lo grab¨® con Columbia y en el repertorio figuraba la canci¨®n Dame veneno, que luego popularizar¨ªan Los Chunguitos y de la que extrajo el nombre para el grupo en el que se embarc¨® poco despu¨¦s con su hermano Rafael y Kiko Veneno. Su padre se llev¨® un disgusto tremendo cuando se enter¨® de que dejaba a los Montoya para meterse en una aventura relacionada con los hippies —los jipos, como les llamaba su madre, la se?ora Encarna—. El grupo grab¨® un solo disco del mismo nombre y apenas vendi¨® unas pocas copias, pero hoy se conserva como uno de los m¨¢s importantes de la historia del pop en espa?ol. Veneno (1977), junto con La leyenda del tiempo (1979), de Camar¨®n, otro estrepitoso fracaso comercial, son dos de los ¨¢lbumes de concepto m¨¢s importantes del siglo pasado porque abrieron las puertas a innovaciones expresivas desconocidas hasta ese momento en el flamenco. Ricardo Pach¨®n, productor de ambos, recuerda el momento como "m¨¢gico", y todav¨ªa no alcanza a comprender c¨®mo algo que era tan bueno se vend¨ªa tan poco. Claro que entonces nadie sab¨ªa una palabra de marketing, empezando por las discogr¨¢ficas. Se estaba inventando un sonido nuevo, pero nadie pensaba en lanzarlo fuera de nuestras fronteras.
Como ejemplo del ambiente que se viv¨ªa a finales de los setenta, Pach¨®n rememora una an¨¦cdota que le cont¨® Tom¨¢s Mu?oz, entonces director de CBS. Con el disco de Veneno reci¨¦n grabado reuni¨® a toda la plantilla de la discogr¨¢fica, incluidas las limpiadoras, y les puso canciones como Los delincuentes o La muchachita. Cuando acab¨® el disco se escuch¨® un silencio general que s¨®lo un vendedor se atrevi¨® a romper: "Esto o es una mierda o es lo m¨¢s grande que he escuchado en mi vida". Un a?o despu¨¦s de aquello el grupo se disolv¨ªa y los hermanos Amador lanzaban Pata Negra, rock gitano en estado puro, seguido de un comportamiento m¨¢s punk que los Sex Pistols. Lo de Pata Negra fue una pasada tan fuerte que acab¨® con la relaci¨®n de los hermanos. "Si somos responsables de lo que se hace ahora bajo la etiqueta de flamenquito y de algunas de las canciones que se escuchan en las radiof¨®rmulas, me arrepiento", dice Raimundo con mucha sorna.
En 1988, tras grabar el bell¨ªsimo Blues de la frontera, los hermanos se separaron. Raimundo empez¨® su exitosa carrera en solitario y Rafael sigui¨® con el testigo de Pata Negra. Rafael, que declin¨® la invitaci¨®n de EL PA?S para hablar de la dinast¨ªa, sigue viviendo en las 3.000 viviendas y en estos d¨ªas presenta su nuevo trabajo en distintas ciudades. El barrio, que formaba parte de muchas de las canciones del grupo, se encuentra en obras de rehabilitaci¨®n, pero la presencia de las gr¨²as y los escombros no disuaden a la gente de salir a tomar el fresco. A medida que avanza la tarde aumenta el p¨²blico. A la vuelta del colegio, los ni?os juegan al pilla-pilla en pijama y zapatillas y los m¨¢s lanzados hacen carreras de motos. En una de las plazoletas se ven dos gallinas en una jaula, las paredes lucen repletas de firmas o de amenazas dirigidas a los chivatos y entre las muchas furgonetas aparcadas en la calle, un hombre, acompa?ado de su esposa y los ni?os, descarga naranjas. B¨¢sicamente, pocas cosas han cambiado en el barrio de como lo vio Carlos Lencero en 1984, con ocasi¨®n de la grabaci¨®n del documental Rock gitano: "Uno entra en las Tres Mil, se pierde, encuentra lo que busca, se vuelve a perder, acierta con la salida, y se larga de all¨ª. Es el barrio con menos tiendas de alta costura del mundo. Y tambi¨¦n puede que sea el barrio con mayor n¨²mero de artistas por metro cuadrado de Europa. Todos m¨²sicos. Un barrio muy musical. Y los que no son m¨²sicos son aficionados. El n¨²mero de casetes port¨¢tiles que hay en las Tres Mil debe andar tambi¨¦n cerca del r¨¦cord". Las Vegas, como se conoce popularmente la zona m¨¢s deprimida del barrio, sigue siendo un supermercado de drogas y de armas, en el que los camiones de limpieza entran protegidos por la polic¨ªa y los carteros no se acercan. Una lecci¨®n de m¨²sica y vida.
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