Decid El Cid
Diario hablado de una ¨¦poca, historia oral en fasc¨ªculos, el romancero es una expresi¨®n cierta de lo que la cultura popular fue antes de transformarse en cultura de masas. Sus textos eran puro dominio p¨²blico: el paisaje hist¨®rico com¨²n de una naci¨®n construida sobre un amasijo de reinos a la gre?a. Corr¨ªan de boca en boca, se cantaban, se recitaban, se dramatizaban... Otra prueba de su popularidad es que los dramaturgos de la escuela de Calder¨®n, hicieron del romance el metro central de sus comedias. Est¨¢ bien tra¨ªda, pues, la idea de transformar un ciclo del romancero en espect¨¢culo.
Eduardo Vasco, director de la Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico, escogi¨® el ciclo del Cid, pues re¨²ne todos los ingredientes de un g¨¦nero cuya ¨¦pica corre pareja a las de las pel¨ªculas del Lejano Oeste. Su escenario tambi¨¦n es la frontera y Rodrigo D¨ªaz de Vivar combate ora con cristianos, ora con musulmanes, porque hab¨ªa alianzas entrecruzadas. La historia no es tan lineal como nos la cuentan.
Romances del Cid
Versi¨®n: Ignacio Garc¨ªa May. Con Jes¨²s Hier¨®nides, Muriel S¨¢nchez y Francisco Rojas. Escenograf¨ªa: Juan Sanz y Miguel ?. Coso. M¨²sica: Alicia L¨¢zaro. Direcci¨®n: Eduardo Vasco. CNTC. Madrid. Teatro Pav¨®n. Hasta el 23 de marzo
Romances del Cid constituye un buen espect¨¢culo de bolsillo, con tres actores, m¨²sica en vivo y una escenograf¨ªa sint¨¦tica que evoca el dosel de la c¨¢mara real, la tienda de campa?a de Alfonso VI o lo que la imaginaci¨®n de cada cual disponga. Ignacio Garc¨ªa May ha engarzado bien los poemas, y respetado su graf¨ªa y su sonoridad germinal. Sus int¨¦rpretes los dicen sin rengloneo, como si estuvieran diciendo una comedia ¨¢urea. Francisco Rojas (El Cid) recita de maravilla, y Muriel S¨¢nchez usa una variedad excepcional de tonos y de registros. Y canta como un ¨¢ngel. Al lado de ellos, Jes¨²s Hier¨®nides queda opacado.
El trabajo de la CNTC est¨¢ pidiendo a gritos sedes adecuadas. Una debiera ser un corral de comedias grande, el front¨®n Beti Jai de la calle madrile?a del Marqu¨¦s de Riscal, se prestar¨ªa a ello. La otra, un teatro de c¨¢mara con el p¨²blico a tres bandas, para montajes como ¨¦ste, que en el Pav¨®n encaja como un retablo barroco en Arco.
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