Pandilleros de la frontera
El ritual de iniciaci¨®n para entrar en las maras no exige mayor¨ªa de edad, incluye que los que van a ser tus hermanos te den una paliza brutal para demostrar tu entereza, tambi¨¦n eterna sumisi¨®n a los jefes, no cuestionarse jam¨¢s una orden, odiar al enemigo, fe ciega, sumisi¨®n y lealtad inquebrantables, los juramentos y c¨®digos verbales y gestuales que caracterizan a las sectas, tatuarse orgullosamente el organismo hasta la extenuaci¨®n. Es una mafia nacida del lumpen, de la miseria extrema. A cambio ofrece a los marginales el certificado de que nunca van a estar solos, de que poseen una enorme familia, que van a gozar de los privilegios ancestrales del guerrero, la seguridad de que cualquier afrenta ser¨¢ vengada. No se admite la deserci¨®n ni la renuncia. En el caso de que te entierren, algo absolutamente probable dedic¨¢ndose a una forma de vida regida por la violencia, va a haber mogoll¨®n de gente en tu entierro, lamento coral, esas cosas.
SIN NOMBRE
Direcci¨®n y gui¨®n: Cary Fukinaga.
Int¨¦rpretes: Marco Antonio Aguirre,
Leonardo Alonso, Karla Cecilia Alvarado, Juan Pablo Arias Barr¨®n. Duraci¨®n: 96 minutos.
Producci¨®n: EE UU y M¨¦xico.
Es una pel¨ªcula muy correcta, se consume bien y se olvida r¨¢pido
Estoy cansado de cine tan digno como bienintencionado
Esa temible realidad la describe compleja y rigurosamente el documental La vida loca. Era tan real que a su arriesgado autor, Christian Poveda, le cost¨® que los retratados le frieran a balazos. El director colombiano C¨¦sar Gaviria, que utiliz¨® la supuesta ficci¨®n para hablar de pandilleros en Rodrigo D. No Futuro, afortunadamente, sigue vivo. Pero la mayor¨ªa de los protagonistas hab¨ªan sido asesinados cuando se estren¨® la pel¨ªcula.
Sin nombre es una producci¨®n mexicana (esos actores tan potentes como inquietantes llamados Diego Luna y Gael Garc¨ªa Bernal ejercen de productores ejecutivos), dirigida por Cary Fukinaga, y combina la tem¨¢tica de las maras con la de la inmigraci¨®n clandestina a Estados Unidos. Existe en ella un notable af¨¢n de autenticidad, de que la gente que la habita, el lenguaje que utilizan (ser¨ªan agradecibles los subt¨ªtulos para enterarte del significado de ese argot que emplean, ya que aunque afiles el o¨ªdo y la intuici¨®n se te escapan mil cosas) y sus dolientes circunstancias vitales desprendan veracidad, sin rasgos de impostura, con vocaci¨®n documental. Pero resulta transparente que detr¨¢s de ella est¨¢ la estructura, los medios y el dinero de una producci¨®n media del cine norteamericano, que se ha dedicado el tiempo suficiente para pillar el tono y la luz exacta de un crep¨²sculo o de un amanecer de lujo, que las secuencias de masas est¨¢n convenientemente planificadas, que existen leg¨ªtimas ambiciones de lograr un producto s¨®lidamente facturado y con repercusi¨®n internacional. Tiene el esp¨ªritu del cine independiente pero tambi¨¦n algunas de las convenciones que exige un producto caro.
Narra el dur¨ªsimo viaje en trenes de carga de gente presumiblemente acorralada que se ha empe?ado en llegar a Estados Unidos y la huida paralela del soldado de una mara que le ha condenado a muerte. Viendo a los machacados viajeros que se suben clandestinamente a los trenes, recuerdo aventuras similares de los vagabundos de la Depresi¨®n en El emperador del Norte, aquella vibrante historia que dirigi¨® Robert Aldrich, y la comparaci¨®n me abruma. En cuanto al funcionamiento del universo de los pandilleros, tiene bastante m¨¢s fuerza y dramatismo la indagaci¨®n y los testimonios que consigui¨® Poveda en La vida loca que el gui¨®n que desarrolla Sin nombre. Es una pel¨ªcula muy correcta, f¨¢cil de ver y complicada de o¨ªr, que se consume bien y se olvida r¨¢pido.
Y estoy cansado de cine tan digno como bienintencionado. Necesito historias que me remuevan algo, que me hagan salir con buen o mal cuerpo de la sala. Lo segundo lo ha logrado la espa?ola After, perturbadora descripci¨®n del mal rollo que desata el gran pasote cuando la existencia anda ¨ªntimamente a la deriva, cuando la noche desbocada hace aflorar las miserias, la soledad, la angustia o la desolaci¨®n que intentan disfrazar las apariencias.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.