Belleza y estrellato: Ella
Ojos color violeta (tal vez exacta la descripci¨®n, pero inevitablemente cursi), personalidad excesiva y siempre morbosa, anhelada para encabezar la portada del papel cuch¨¦ con afanes de sofisticaci¨®n o amado por la clase media, musa ancestral entre homosexuales de cualquier ¨¦poca, al igual que otras diosas s¨®lidas o provisionales como Judy Garland, Edith Piaf, Marilyn Monroe, Madonna, Kylie Minogue y Lady Gaga, todas ellas volc¨¢nicas folladoras de t¨ªos, supervivientes algunas de ellas por cerebro, determinaci¨®n o suerte a un mill¨®n de desastres afectivos, al peso brutal de simbolizar eternamente a diosas medi¨¢ticas (qu¨¦ grima me provoca ese concepto presuntamente intelectual en boca de tanto hortera y analfabeto triunfador), carnales y et¨¦reas.
Ha muerto una mujer a la que nunca deseaste imaginar vieja
Elizabeth Taylor no necesitaba ser buena actriz; ella era otra cosa
Ha muerto Liz Taylor, una mujer a la que nunca deseaste imaginar vieja, encarnaci¨®n de la belleza absoluta que jam¨¢s precisar¨¢ maquillaje, imagen junto a la de Ava Gardner de la actriz m¨¢s guapa que ha filmado una c¨¢mara. Por razones viscerales siempre estar¨¦ enamorado de la que volvi¨® loco a Sinatra y a cualquier hombre con buen gusto. Cuentan que ambas abusaron de una personalidad muy golfa, que transgredieron todo aquello a lo que las obligaba su estatus y una conveniente moral. Pero creo posible, seg¨²n certifica la leyenda, que Ava Gardner, la hembra m¨¢s deseada universalmente, se buscara macarras an¨®nimos o joveznos sensuales cuando se lo ped¨ªa su vitalista, sensual y alcoholizado organismo. A Liz Taylor, tan pasota ella pero siempre tan estrat¨¦gica, solo la imagino apare¨¢ndose con individuos famosos o an¨®nimos, pero todos ellos en posesi¨®n de millones de d¨®lares.
C¨®mo no enamorarse de ese rostro incre¨ªble, de ese cuerpo armonioso y sensual durante tanto tiempo aunque perteneciera a una mujer bajita, de esa chica que podr¨ªa simbolizar a la so?ada hembra que supones a tu lado mirando la luna. Y no s¨¦ si era buena o mala actriz, pero era imposible escapar de su campo magn¨¦tico. Consinti¨® a los 34 a?os que Mike Nichols la filmara gorda y borracha, desgarrada y ad¨²ltera, haciendo m¨¦ritos al lado de Richard Burton, su sadomasoquista y shakespeariano marido, para que el p¨²blico se olvidara de su belleza y descubriera su talento en ?Qui¨¦n teme a Virginia Woolf? Lo hizo muy bien, pero no era lo suyo, no necesitaba afearse y ser ordinaria para demostrar que los mitos son vulnerables y tienen coraz¨®n. Estaba fant¨¢stica sufriendo e intentando provocar el deseo de su psicoanalizable y desde?oso marido, ese impresionantemente guapo y castigador Paul Newman, treinta?ero y en camiseta, en La gata sobre el tejado de zinc. No era un problema de padre dominante, sino de atormentados gustos sexuales. Que resucite Tennessee Williams y lo jure. Tampoco pod¨ªa retener al turbio Brando, obsesionado con caballistas desnudos en Reflejos en un ojo dorado. Y sufr¨ªa con mucho estilo amando sin futuro al tr¨¢gico Montgomery Clift en Un lugar en el sol. Tambi¨¦n era la pareja ideal del viril Rock Hudson en Gigante, aunque ese insoportable ni?ato que siempre ten¨ªa que rascarse algo y poner ojitos en plano y contraplano llamado James Dean la amara en vano.
Con Joseph Losey, ese director tan artista, intelectual, perseguido y sobrevalorado (de acuerdo, El sirviente es perversa y magn¨ªfica), Taylor y su alcoh¨®lico marido, ese Richard Burton de voz prodigiosa y seductores ojos, intentaron encontrar su lugar en el sol mediante el cine de autor, que los cr¨ªticos como Dios y la academia mandan reconocieran la infinita sensibilidad, los matices, la capacidad camale¨®nica dando vida a personajes nada convencionales de esa pareja tan guapa, fr¨ªvola, inestable y hollywoodiense. En vano. El cine que interpretaron a las ¨®rdenes de Losey era cargante y hueco, antes y ahora. Liz Taylor no necesitaba ser una gran actriz. Era otra cosa. Esa persona a la que siempre te apetece mirar. Incluso cuando habla. Cosas del estrellato. El de verdad.
Filmograf¨ªa selecta
- La cadena invisible (1942).
- Fuego de juventud (1944).
- El coraje de Lassie (1946).
- Recursos de mujer (1947).
- Mujercitas (1949).
- Un lugar en el sol (1951).
- La ¨²ltima vez que vi Par¨ªs (1954).
- Gigante (1956).
- El ¨¢rbol de la vida (1957).
- La gata sobre el tejado de zinc (1958).
- De repente, el ¨²ltimo verano (1959).
- Una mujer marcada (1960). Primer oscar.
- Cleopatra (1963).
- ?Qui¨¦n teme a Virginia Woolf? (1966). Segundo oscar.
- La mujer indomable (1967).
- Reflejos en un ojo dorado (1967).
- La mujer maldita (1968).
- Bajo el b¨®sque l¨¢cteo (1972).
- Los Picapiedra (1997).
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