Un nuevo orgullo nacional impulsa a Obama
El ¨¦xito militar acrecienta la posibilidad de reelecci¨®n del presidente
El 24 de abril de 1980 tres de los helic¨®pteros destinados a una operaci¨®n para liberar a los rehenes norteamericanos en Ir¨¢n sufrieron problemas t¨¦cnicos que obligaron a abortar la misi¨®n, lo que provoc¨® un fiasco que, en ¨²ltima instancia, condujo a la derrota de Jimmy Carter en las elecciones presidenciales de ese a?o. Treinta y un a?os despu¨¦s, otro helic¨®ptero se averi¨® durante el ataque a la mansi¨®n de Bin Laden en Pakist¨¢n, pero esta vez la operaci¨®n sigui¨® adelante y le permiti¨® a Barack Obama anunciar su ¨¦xito final. Ambos acontecimientos pueden sellar los destinos distintos de los dos presidentes.
Obama ser¨¢ ya siempre recordado, no solo como el primer presidente negro, sino como el que consigui¨® matar a Bin Laden y hacer justicia por los cr¨ªmenes del 11 de septiembre de 2001. Su presidencia adquiere as¨ª una nueva dimensi¨®n y sus posibilidades de reelecci¨®n, todav¨ªa en dudas, crecen considerablemente como consecuencia de este episodio extraordinario.
EE UU fue a Afganist¨¢n a capturar a Bin Laden y este ya no existe
La ca¨ªda de Bin Laden refuerza, precisamente, el ¨¢ngulo en el que su figura era m¨¢s puesta en duda entre un sector del electorado: el de su supuesta debilidad en el combate al enemigo, el de su excesiva complacencia con el extremismo isl¨¢mico. Este ¨¦xito valida, adem¨¢s, de forma autom¨¢tica la estrategia que Obama, como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, hab¨ªa impuesto en la guerra contra el terrorismo.
Es sabido que las elecciones norteamericanas se ganan por la pol¨ªtica interior, algo en lo que Obama a¨²n tiene muchas respuestas que dar para satisfacer a los votantes. Pero la muerte de Bin Laden es mucho m¨¢s que otro punto de la agenda internacional. La desaparici¨®n del l¨ªder de Al Qaeda, como se pudo comprobar inmediatamente por el estallido espont¨¢neo de alegr¨ªa popular, es una gran oportunidad de recuperar el orgullo nacional herido en los atentados del 11-S.
Desde aquel suceso, los norteamericanos han atravesado por momentos dif¨ªciles que han generado dudas sobre su papel en el mundo y su futuro como naci¨®n. La incomprensible guerra de Irak, que desat¨® una gigantesca ola de antiamericanismo en muchos pa¨ªses, y las dificultades encontradas en Afganist¨¢n, donde, despu¨¦s de casi 10 a?os, Estados Unidos se ha visto incapaz de derrotar a un enemigo muy inferior en medios, hicieron sentir a los estadounidenses que su guerra contra el terrorismo era un error y una causa perdida. Eso, unido a la crisis econ¨®mica y al surgimiento de nuevas potencias que discuten la autoridad de Washington, especialmente China, llevaron a la conciencia de este pueblo la convicci¨®n de que sus mejores d¨ªas hab¨ªan pasado.
En las caras de quienes se han manifestado en las ¨²ltimas horas frente a la Casa Blanca o en la zona cero de Nueva York se pod¨ªa leer que este ¨²ltimo ¨¦xito militar permite afrontar la realidad con una nueva mirada de optimismo. EE UU ha demostrado, despu¨¦s de todo, el poder de su maquinaria militar, ¨²nica en cuanto a recursos y preparaci¨®n, el valor de sus servicios de inteligencia, que perseveraron en una labor que parec¨ªa in¨²til, y, m¨¢s importante a¨²n, la consistencia de un pa¨ªs que no renuncia jam¨¢s a derrotar a sus enemigos. "Hemos demostrado que no hay nada que no podamos conseguir como naci¨®n", dijo ayer Obama.
Gran parte de esos valores se ver¨¢n ahora representados por el propio Obama. El presidente de EE UU siempre es, para bien y para mal, el s¨ªmbolo ¨²ltimo y supremo del momento hist¨®rico que vive el pa¨ªs. Su figura es, por razones hist¨®ricas y pol¨ªticas, la concentraci¨®n del sentimiento nacional. En esta era de veloces medios de comunicaci¨®n, ese sentimiento fluct¨²a de forma vertiginosa y se ve afectado de manera instant¨¢nea por cualquier acontecimiento mayor o menor. Es pronto, por tanto, para vaticinar que el electorado norteamericano llegar¨¢ a noviembre de 2012 dominado la confianza en el futuro. Pero es indudable que con la eliminaci¨®n de Bin Laden, Obama obtiene un argumento de much¨ªsimo peso para apelar al optimismo.
En el orden m¨¢s pr¨¢ctico e inmediato, con la muerte de Bin Laden, Obama est¨¢ en mejor posici¨®n para presionar por una r¨¢pida retirada de Afganist¨¢n. Hace tiempo que los norteamericanos ya no creen en esa guerra, y su final ser¨ªa la mejor noticia que se podr¨ªa recibir desde el frente. Est¨¢ fijado el inicio de la retirada para el pr¨®ximo julio, pero los militares han recomendado hacerla de forma muy lenta, puesto que va a ser dif¨ªcil consolidar los progresos hechos hasta ahora. Esa valoraci¨®n cambia desde hoy. EE UU fue a Afganist¨¢n a capturar a Bin Laden, y este ya no existe.
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