Un partido en manos de estafadores
Los granujas seguir¨¢n dominando a los republicanos hasta que sean derrotados una y otra vez en las urnas
En 2010, una explosi¨®n en una mina de carb¨®n operada por Massey Energy mat¨® a 20 hombres. En 2015, Don Blankenship, ex consejero delegado de la empresa, fue condenado a prisi¨®n por conspirar para saltarse las normas de seguridad de la mina. En 2018, Blankenship parece tener verdaderas posibilidades de convertirse en candidato republicano al senado por Virginia Occidental.
Blankenship es uno de los cuatro republicanos con antecedentes penales que se presentan a primarias este a?o, varios de los cuales tienen posibilidades de conseguir la candidatura del partido. Y hay una lista mucho m¨¢s amplia de pol¨ªticos republicanos que afrontan acusaciones cre¨ªbles de enormes deslices ¨¦ticos y que, no obstante, han salido victoriosos en las primarias, desde Roy Moore hasta el mism¨ªsimo Donald Trump.
A buen seguro, ha habido muchos dem¨®cratas granujas. Pero por lo general, la revelaci¨®n de sus granujer¨ªas ha puesto fin a su carrera pol¨ªtica. Lo asombroso del panorama republicano actual es que tipos que son sin duda granujas, estafadores o cosas peores siguen obteniendo un fuerte apoyo de las bases del partido. Moore perdi¨® por muy poco en las elecciones especiales de Alabama, pero recibi¨® el 91% de los votos de los electores que se declaran republicanos.
Y Trump, aunque ins¨®litamente impopular para un presidente en esta fase de su mandato, sigue recibiendo un apoyo mayoritario de las bases republicanas. Algunos pol¨ªticos republicanos han reconocido abiertamente que esto hace que el ala del partido en el Congreso se muestre reacia a exigir a Trump que rinda cuentas, ni siquiera por la conducta delictiva m¨¢s espectacular, incluida la posible connivencia con una potencia extranjera hostil.
?Qu¨¦ est¨¢ pasando? No me parece que sea una casualidad que el Partido Republicano contenga tantos granujas y que estos granujas parezcan prosperar dentro del partido. Por el contrario, el ¨¦xito de gente como Blankenship ¨Co Trump¨C es una consecuencia inevitable de la estrategia pol¨ªtica seguida desde hace d¨¦cadas por los republicanos. Porque lo cierto es que desde Reagan los republicanos se han dedicado b¨¢sicamente a estafar a los votantes estadounidenses.
Su programa sostenido e invariable ha sido la redistribuci¨®n ascendente de la renta: reducir los impuestos a los ricos y al mismo tiempo debilitar el colch¨®n de seguridad social. Este programa es impopular: solo una peque?a minor¨ªa de estadounidenses quiere que se les bajen los impuestos a los ricos, y todav¨ªa son menos los que quieren que se recorten los principales programas sociales. Aun as¨ª, los republicanos han ganado elecciones en parte negando la realidad de su programa pol¨ªtico, pero principalmente present¨¢ndose como defensores de los valores sociales tradicionales, y sobre todo, de la mayor de las tradiciones estadounidenses: el racismo.
Y esta dependencia sostenida de la gran estafa ha tenido, con el tiempo, un fuerte efecto de selecci¨®n tanto en los dirigentes del partido como en sus bases. Una proporci¨®n desmedida de los pol¨ªticos del Partido Republicano tienden a ser timadores (y en algunos casos timadoras), porque para seguir el juego del partido hacen falta voluntad y talento para decir una cosa y hacer otra. Y una proporci¨®n desmedida de la base del partido est¨¢ compuesta por personas a las que es f¨¢cil timar, que se dejan enga?ar por afirmaciones de que ¡°Esa Gente¡± es el problema y no se dan cuenta de cu¨¢nto les perjudica el verdadero programa republicano.
El caso es que el trumpismo estaba m¨¢s o menos predestinado a existir. El racismo puro y duro y la descarada falta de honradez de Trump no son m¨¢s que versiones exageradas de lo que su partido lleva d¨¦cadas vendiendo, mientras que el programa pol¨ªtico real del presidente ¨Cbajar los impuestos a las grandes empresas y a los ricos, y retirar la atenci¨®n sanitaria a las familias de rentas bajas¨C es extremadamente ortodoxo.
Ni siquiera el proteccionismo de Trump se aleja tanto de las normas republicanas como se piensa. George W. Bush impuso aranceles al acero, mientras que Reagan limit¨® las importaciones de autom¨®viles japoneses. Bajarles los impuestos a los ricos es un principio fundamental de los republicanos; el libre comercio, no.
En cuanto uno cae en la cuenta de hasta qu¨¦ punto la pol¨ªtica republicana ha estado forjada por la gran estafa, se deducen tres cosas.
La primera, que no habr¨¢ redenci¨®n desde dentro. No habr¨¢ pol¨ªticos ¨¦ticos y de principios que salven al partido de las manos de Trump y similares, porque no son lo que las bases quieren: el Partido Republicano actual no es pa¨ªs para hombres honrados. Los artistas de la estafa seguir¨¢n gobernando a menos que o hasta que el partido pierda a lo grande, una vez detr¨¢s de otra, y pase a?os en el ostracismo pol¨ªtico.
Sin embargo, la segunda es que el partido es efectivamente vulnerable, porque siempre corre el riesgo de que los votantes descubran su falsedad. Parece que lo que m¨¢s ha contribuido a las victorias dem¨®cratas en las elecciones especiales no han sido los esc¨¢ndalos escabrosos, sino los ataques republicanos a la atenci¨®n sanitaria. Y en noviembre, esta reacci¨®n podr¨ªa dar a los dem¨®cratas no solo una o ambas c¨¢maras del Congreso, sino tambi¨¦n el control del Gobierno en muchos estados.
?Pero qu¨¦ pasa si eso no ocurre? Esta es la tercera deducci¨®n, que deber¨ªa asustarnos: la naturaleza del juego del actual Partido Republicano le da un sesgo antidemocr¨¢tico. Al fin y al cabo, una forma de protegerse contra los votantes que descubren lo que uno est¨¢ haciendo es impedir que voten. La supresi¨®n de votos y una manipulaci¨®n extrema de las circunscripciones son ya elementos clave de la estrategia republicana, pero lo que hemos visto hasta ahora quiz¨¢ no sea m¨¢s que el principio.
Y quien piense que los l¨ªderes republicanos protestar¨ªan contra una manipulaci¨®n electoral descarada es que no ha prestado atenci¨®n. Antes hab¨ªa republicanos de esos, pero hace tiempo que se fueron.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa.
? The New York Times Company, 2018.?
Traducci¨®n de News Clips.
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