Tormenta a la vista
No existe el temor a una nueva crisis pero s¨ª a un ajuste brusco que nos coja a medio camino, en pa¨ªses como Espa?a, de recuperarnos de la anterior
Las predicciones econ¨®micas de los ¨²ltimos a?os muestran hechos curiosos. Por ejemplo, que a largo plazo siempre se espera ¡ªtanto para Espa?a y la eurozona como para Estados Unidos¡ª un menor crecimiento que el actual. En parte, es la anticipaci¨®n de que el ciclo de recuperaci¨®n econ¨®mica se ha prolongado m¨¢s de lo habitual. En parte, tambi¨¦n, es la constataci¨®n de que los fundamentos del crecimiento en varias ¨¢reas econ¨®micas no est¨¢n bien definidos, que tiene que haber una correcci¨®n pero no se sabe cu¨¢ndo. Con las herramientas tradicionales no se puede explicar, a ciencia cierta, una evoluci¨®n econ¨®mica razonable pero con elementos at¨ªpicos como la ausencia de inflaci¨®n, de cr¨¦dito o de crecimiento de salarios. El problema es que, ahora que la desaceleraci¨®n econ¨®mica se confirma, nadie sabe con certeza qu¨¦ profundidad tendr¨¢ ese ajuste. Sucede lo mismo en los mercados financieros. Todos notamos que el viento cambia pero nadie sabe qu¨¦ hacer con las velas.
En Espa?a, casi todo parece perder fuerza en el cuadro macroecon¨®mico. Consumo y sobre todo inversi¨®n y empleo se desinflan revisi¨®n tras revisi¨®n. El sector exterior, que a¨²n mantiene el tipo, se ve amenazado por una guerra comercial que da m¨¢s pasos atr¨¢s que adelante y por un Brexit que oscilar¨¢ entre malo y cruento. Ni siquiera el turismo aporta como lo ven¨ªa haciendo. El PIB va a crecer menos y el parte meteorol¨®gico del oto?o apunta a tormenta. Que llover¨¢n bofetones del exterior parece una realidad contra la que poco se puede hacer pero los sopapos duelen m¨¢s sin presupuesto, sin Gobierno y con riesgo de acrecentar las tensiones territoriales internas. Para que las exportaciones y los flujos de inversi¨®n aguanten, el clima interno debe ofrecer m¨ªnimas garant¨ªas de estabilidad a medio plazo. Para hacer frente a una contracci¨®n m¨¢s dura, se precisa de una flexibilidad presupuestaria m¨¢s all¨¢ de lo que permiten los estabilizadores autom¨¢ticos.
La tentaci¨®n pol¨ªtica estar¨¢ servida: la posibilidad de aprovechar la coyuntura desfavorable para desgastar al rival. En realidad, Espa?a lleva, en gran medida, con el piloto autom¨¢tico bastantes a?os. S¨®lo se hicieron reformas de calado por la presi¨®n europea hace ya a?os. Y conviene reconocer, a falta de pol¨ªtica fiscal y de reformas suficientes, el papel del BCE para salvar la cara de la econom¨ªa europea en un momento en el que, a todas luces, se la iba a partir. Esa contribuci¨®n salvadora de la autoridad monetaria quiere ahora extenderse. Pero hay dudas de que eso pueda generar m¨¢s problemas que soluciones. No existe el temor a una nueva crisis pero s¨ª a un ajuste brusco que nos coja a medio camino, en pa¨ªses como Espa?a, de recuperarnos de la anterior. Una interrupci¨®n que podr¨ªa ser muy desafortunada porque, de no funcionar como se espera la aportaci¨®n monetaria del BCE, se generar¨ªa una situaci¨®n de desamparo. Una falta de referencias sobre qui¨¦n puede tirar del carro, con qu¨¦ orden y con qu¨¦ apoyo. Entre tanto, a cada nuevo indicador, surge un nuevo temor.
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