Entre el buen trabajo y el empleo basura en la era de los robots
La revoluci¨®n tecnol¨®gica est¨¢ trastocando muchos elementos del mundo laboral que precisan una revisi¨®n para asegurar la calidad del empleo
Jack Ma cree que en el futuro los humanos apenas trabajaremos 12 horas a la semana. Piensa que las m¨¢quinas nos liberar¨¢n de muchas horas de labor. El expresidente de la gran tecnol¨®gica china Alibaba lo dijo a finales de agosto en un congreso de inteligencia artificial en Shangh¨¢i. La idea no es nueva. Ma solo rest¨® algunas horas a la previsi¨®n que lanz¨® Keynes en Madrid en 1930, en una tarde de julio en la Residencia de Estudiantes. En su recordada conferencia Las posibilidades econ¨®micas de nuestros nietos, en la que tambi¨¦n habl¨® de c¨®mo los saqueos a barcos espa?oles del corsario Francis Drake est¨¢n en el origen del capital con el que los brit¨¢nicos crearon la Compa?¨ªa de las Indias Orientales, el c¨¦lebre economista ingl¨¦s pronostic¨® que en 2030 bastar¨ªa con que los humanos trabaj¨¢ramos en ¡°turnos de tres horas o semanas laborales de 15 horas¡±.
Ambos hablaban de uno de los temas m¨¢s antiguos de la era industrial. ?Destruir¨¢n las m¨¢quinas empleo? ?C¨®mo va a cambiar el mundo del trabajo? Las preguntas surgieron casi con la primera m¨¢quina. Pero esta d¨¦cada, a medida que la Gran Recesi¨®n se alejaba y dejaba hueco en el espacio p¨²blico, el debate ha vuelto a ganar espacio de la mano del desarrollo de los robots, la inteligencia artificial, el big data, el Internet de las cosas o las plataformas digitales.
Muchos estudios han tratado en los ¨²ltimos tiempos de responder a la primera pregunta, cuantificando el n¨²mero de empleos que est¨¢n en riesgo de desaparecer o transformarse en esta revoluci¨®n industrial. En 2013, los investigadores Carl B. Frey y Michael B. Osborne estudiaron el mercado estadounidense y concluyeron que un 47% de los empleos estaban en un peligro alto de automatizaci¨®n. Su metodolog¨ªa ha sido replicada para otros lugares; Javier Andr¨¦s y Rafael Dom¨¦nech lo hicieron para Espa?a, en un estudio publicado por BBVA Research, y concluyeron que ese alto riesgo era del 33%. Posteriormente ha habido otras investigaciones que se centran en las tareas automatizables m¨¢s que en el empleo y reducen ese riesgo. La OCDE, en su ¨²ltimo informe, lo deja en el 14% para el conjunto de pa¨ªses que la integran, el 21% en Espa?a.
Pero, como explica Manuel A. Hidalgo, profesor de Econom¨ªa en la Universidad Pablo Olavide de Sevilla y autor del libro El Empleo del Futuro, alto riesgo de automatizaci¨®n del empleo no es sin¨®nimo de menos empleo en el futuro. Hist¨®ricamente no ha sido as¨ª. Las m¨¢quinas hac¨ªan el trabajo de los hombres, pero aumentaban la producci¨®n y se generaban otros puestos de trabajo. Eso s¨ª, la jornada laboral ha ca¨ªdo mucho: de m¨¢s de 60 o 70 horas semanales en la segunda mitad del s. XIX a menos de 40.
En el Reino Unido, por ejemplo, al mismo tiempo que se desarrollaban las m¨¢quinas textiles y la m¨¢quina de vapor en el siglo XIX, el n¨²mero de empleos no dej¨® de crecer: de 4,8 millones de empleados en 1801 a 16,7 millones un siglo despu¨¦s. Y, por cierto, el n¨²mero de ocupados en la agricultura cay¨® poco en ese tiempo: de 1,7 millones a 1,5 millones, s¨ª que lo hizo el peso de su mano de obra en la econom¨ªa brit¨¢nica, del 36% al 8,7%, seg¨²n el cl¨¢sico libro de British Economic Growth 1688-1959, de Phyllis Deane y W. A. Cole.
Y no parece que ahora est¨¦ cambiando la din¨¢mica hist¨®rica. El Foro Econ¨®mico Mundial (WEF, por sus siglas en ingl¨¦s) apunta que en 2022 se habr¨¢n creado 50 millones m¨¢s de empleos de los que se habr¨¢n destruido. ¡°Esta gran transformaci¨®n genera m¨¢s empleo y no parece tener un impacto sobre la productividad. Cada a?o se generan m¨¢s o menos, 30 millones de empleos netos en el mundo¡±, a?ade Raymond Torres, exdirector del departamento de Investigaciones de la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT) y director de Coyuntura y An¨¢lisis Internacional de Funcas. Y eso pese a que cada a?o, seg¨²n datos de la Federaci¨®n Internacional de Rob¨®tica, las ventas de robots aumentan en todo el mundo a un ritmo muy alto: los 400.000 que se instalaron en 2018 supon¨ªan un aumento del 30% sobre 2016 y para 2022 estiman 584.000 unidades. ¡°El propio proceso de transformaci¨®n va a requerir empleo. Veremos qu¨¦ pasa, pero temo m¨¢s al Brexit en volumen de empleo¡±, apunta Cecilia Casta?o, catedr¨¢tica de Econom¨ªa Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid.
Pero si las previsiones m¨¢s agoreras con el volumen de empleo no parecen cumplirse, lo que s¨ª parece innegable es que esta revoluci¨®n tecnol¨®gica y las disrupciones que traiga generar¨¢n damnificados, trabajadores que no podr¨¢n adaptarse. ¡°Si se quieren buscar problemas en el cambio tecnol¨®gico, que no se busquen en el volumen empleo¡±, advierte Hidalgo. De nuevo otra de esas cadencias hist¨®ricas que se repiten y que, como recuerda el catedr¨¢tico de Historia Econ¨®mica jubilado Jordi Palafox apoy¨¢ndose en su colega Robert C. Allen, tuvo como primeras v¨ªctimas en los? siglos XVIII y XIX a las mujeres brit¨¢nicas que hilaban a mano y a las que lo hac¨ªan en la India, entonces una gran potencia textil.
El informe que present¨® el grupo de alto nivel de la Uni¨®n Europea para la transformaci¨®n digital y su impacto en el mercado laboral este abril aclara cu¨¢l es ese punto que ¡°no tiene por qu¨¦ ser positivo¡±: ¡°La digitalizaci¨®n est¨¢ conduciendo hacia una polarizaci¨®n. Los trabajos de cualificaci¨®n media est¨¢n siendo computerizados, mientras la digitalizaci¨®n aumenta la productividad de muchos trabajos altamente cualificados y [hay] poco cualificados que sobreviven porque no pueden ser automatizados ni tienen grandes beneficios de las nuevas tecnolog¨ªas¡±.
Para evitar esa ¡°polarizaci¨®n¡±, ese crecimiento de la desigualdad y sus consecuencias sociales, se tendr¨¢n que generar buenos empleos. ¡°La respuesta no puede ser que la gente se adapte¡±, matiza Torres, en un planteamiento muy distinto al de otros momentos de cambios tecnol¨®gicos (¡°La ciencia descubre, el genio inventa, la industria aplica y el hombre se adapta o es moldeado por las cosas nuevas¡±, pod¨ªa leerse en una gu¨ªa de la Exposici¨®n Universal de Chicago en 1933). Esos buenos empleos pasar¨¢n por una serie de elementos sobre los que coinciden buena parte de estudios, organismos internacionales (OCDE, Uni¨®n Europea, OIT) y expertos consultados en los que las instituciones deben desempe?ar un papel clave, como apuntaba un informe del Ministerio de Trabajo federal alem¨¢n de 2015 sobre el futuro del trabajo, y que se desglosan a continuaci¨®n:
Formaci¨®n. Por aqu¨ª empiezan las recomendaciones sobre pol¨ªticas del citado informe de la UE, por la cualificaci¨®n de los trabajadores. Siguiendo el consejo, el presidente del Gobierno, Pedro S¨¢nchez, en la investidura fallida de julio habl¨® de "un derecho a la educaci¨®n a lo largo de toda la vida". La necesidad del reciclaje constante est¨¢ en los continuos cambios que se avecinan con el desarrollo tecnol¨®gico. La ley de Moore apunta que la capacidad de las computadoras se duplica cada dos a?os y, con ellas, crecen sus posibilidades, lo que pueden hacer. Para responder a esos cambios constantes, la formaci¨®n y el reciclaje continuo son defendidos como los elementos clave para lograr un buen empleo.
Los expertos de la UE proponen cuentas individuales de formaci¨®n, como ha hecho Francia, que garantiza el derecho fuera, incluso, de su Estatuto de los Trabajadores. Adri¨¢n Todol¨ª, profesor de Derecho de la Universitat de Val¨¨ncia, cree que, m¨¢s all¨¢ de c¨®mo se articule este derecho, esa formaci¨®n debe garantizarse en el seno de las propias empresas, como una forma de evitar la falta de formaci¨®n durante los periodos de desempleo. ¡°Si la formaci¨®n no la elige y la paga la empresa hay menos probabilidades de que sea valorada como una inversi¨®n por esta. El problema surge cuando a la empresa le sale m¨¢s barato despedir a un trabajador y contratar a otro ya formado que est¨¦ en el paro, que formar a sus propios trabajadores¡±.
Estabilidad y subempleo. Este elemento no es nuevo, sobre todo en un pa¨ªs como Espa?a, donde la temporalidad ¡ªy el alto desempleo¡ª es una se?a de identidad de su mercado laboral. Pero, como la propia OCDE se?ala, la inestabilidad, y con ella la precariedad, se incrementan. Formas de empleo ¡°no est¨¢ndar¡±, por seguir la terminolog¨ªa de la OIT, crecen: temporales, contratos de cero horas, falsos aut¨®nomos... Y con su auge tambi¨¦n se enardece el debate sobre si esos trabajadores son asalariados o aut¨®nomos, algo que se ha visto en todo el mundo con el desarrollo de las plataformas digitales pese a que todav¨ªa no emplean a una gran cantidad de mano de obra (entre el 2% y el 3%). Es dif¨ªcil encontrar un pa¨ªs occidental al que hayan llegado este tipo de empresas que no tenga pleitos en los tribunales y sentencias en diferentes sentidos.
El desarrollo tecnol¨®gico permite el de las plataformas, trampolines que impulsan la subcontrataci¨®n de servicios, incluso, a nivel individual bajo la forma de contratos mercantiles y no de relaciones laborales. Tambi¨¦n es cierto que, como se?alaba el investigador Gerard Valenduc en un informe de 2016 del Instituto de los Sindicatos Europeos y lo hacen otros autores en documentos posteriores, no solo arrastran consigo?la pol¨¦mica sobre la precariedad, sino que adem¨¢s permiten aumentar la empleabilidad en colectivos que ten¨ªan m¨¢s dif¨ªcil su integraci¨®n en el mercado laboral (j¨®venes, mujeres, discapacitados).
¡°Lo que se pretende es compartir el riesgo, que es algo inherente a toda actividad econ¨®mica, pero que no puede pesar exclusivamente sobre el individuo¡±, se?ala Torres. ¡°Esto pasa por una normativa laboral que reconozca la diversidad de situaciones, pero con protecci¨®n ante los riesgos de la relaci¨®n de trabajo¡±. El economista hispanofranc¨¦s cita a pa¨ªses como Austria, Holanda o Italia. Casi al mismo tiempo que Jack Ma hablaba en Shangh¨¢i, en EE UU el Estado de California, donde est¨¢ Silicon Valley (cuna de grandes tecnol¨®gicas), el que ha legislado buscando reducir los falsos aut¨®nomos y este fraude laboral.
Datos y algoritmos. Las herramientas tecnol¨®gicas ya permiten la evaluaci¨®n constante a trav¨¦s de los datos que se generan en Internet (por ejemplo, las calificaciones de servicios que hacen los clientes) y eso puede llevar a la toma de decisiones como la contrataci¨®n o el despido. Adem¨¢s, el big data se convierte en la materia prima para el desarrollo de la inteligencia artificial y los robots. En un mundo laboral as¨ª, los datos y los algoritmos tendr¨¢n un papel clave. Pero ?son propiedad de la empresa o del trabajador? ?C¨®mo puede trasladar esos datos de una empresa a otra? La regulaci¨®n de estos elementos ya ha comenzado, aunque no falta quien piensa que hay que ir m¨¢s all¨¢. Ahora en Espa?a, explica Todol¨ª, esos datos ya son del trabajador, ¡°el problema es que [el empleador] lo da con un formato incompatible con otras empresas. La norma deber¨ªa obligar a la estandarizaci¨®n para permitir la movilidad entre plataformas¡±.
Adem¨¢s, los datos son materia prima en esta revoluci¨®n. ?Habr¨¢ que cobrar por la generaci¨®n de datos? Esta es la propuesta del catedr¨¢tico de Derecho de la Universidad de Chicago Eric. A. Posner y del investigador de Microsoft Glen Weyl en su reciente libro Mercados radicales.
Jornada. La conexi¨®n permanente y la posibilidad de trabajar casi desde cualquier parte en determinados trabajos ha tra¨ªdo un debate que ya est¨¢ presente: la desconexi¨®n laboral. Espa?a lo regul¨®, como otros aspectos laborales del mundo digital, en la ley de protecci¨®n de datos y casi de forma desapercibida. La norma deja mucho margen a la negociaci¨®n colectiva, como en Francia, pa¨ªs del que casi se transcribi¨® su texto legal. Pero tampoco aqu¨ª acaba el debate con esta norma.
En un congreso sobre automatizaci¨®n y control de los trabajadores en Valencia a comienzos de septiembre, el catedr¨¢tico de Derecho Francisco Alem¨¢n suger¨ªa que la posibilidad de desconectar deber¨ªa ser un contenido obligatorio de los convenios colectivos. Aclarar ese punto puede servir para que aclarar en el futuro las fronteras entre el tiempo de trabajo y el tiempo libre, cada vez m¨¢s difuminadas.
Salud. Pluvio Coronado,?cirujano ginecol¨®gico del Hospital Cl¨ªnico San Carlos, suele operar con el robot Da Vinci. Desde su experiencia, explica que la m¨¢quina con la que ahora opera ha mejorado su capacidad y tambi¨¦n la ergonom¨ªa en su trabajo. La opini¨®n de Carlos R., operario hasta hace unos meses de una f¨¢brica de azulejos en Castell¨®n, tiene sin embargo, matices: ¡°Se utiliza menos fuerza f¨ªsica: ?claro! Pero la intensidad es muy alta. Seguirle el ritmo a los robots no es f¨¢cil, no se cansan, no paran¡±.
El an¨¢lisis de la profesora de Econom¨ªa la Universidad Complutense Cecilia Casta?o se acerca a este ¨²ltimo: ¡°Desaparece el esfuerzo f¨ªsico, pero aumenta el estr¨¦s por la intensidad del trabajo". "Hay que repartir mejor las responsabilidades, organizar y programar mejor el trabajo¡±, apunta Casta?o.
Ingresos. Sostiene la OCDE que entre los motivos por los que crece la desigualdad est¨¢ ¡°el progreso tecnol¨®gico¡±. Lo ilustra con datos: hace una generaci¨®n el 10% m¨¢s rico de la sociedad en los pa¨ªses que componen el club de pa¨ªses industrializados ten¨ªa siete veces la riqueza que posee el 10% m¨¢s pobre; ahora la relaci¨®n ha crecido a 9,4 veces m¨¢s. Y no parece que esto vaya a parar.
Augura Manuel Hidalgo: ¡°Hay gente que va a ser desplazada [...], donde se requer¨ªan ciertas especializaciones, ya no. Podr¨ªas trabajar a un precio menor¡¡±. Tambi¨¦n habr¨¢ quien perder¨¢ su trabajo y, para evitar el impacto, el investigador del Real Instituto Elcano Andr¨¦s Ortega apunta en La imparable marcha de los robots que una ¡°renta b¨¢sica, que no universal, se har¨¢ probablemente indispensable [¡] para los que pierdan su trabajo y no sepan adaptarse a las nuevas circunstancias¡±. M¨¢s lejos llegan otros autores, como el economista y periodista de The Economist Ryan Avent, que s¨ª hablan de una renta universal.
Protecci¨®n social y Estado del bienestar. La idea de que el desarrollo tecnol¨®gico va a requerir un nuevo Contrato Social se abre paso. El viejo, el que emergi¨® tras la Segunda Guerra Mundial, se asentaba en gran medida en la protecci¨®n social: seguro de desempleo, de accidente, pensi¨®n, formaci¨®n, atenci¨®n sanitaria... Y todo esto, en Europa, se ha basado en el trabajo, tanto para financiarla (con cotizaciones), como para tener acceso a ella. El impacto de la revoluci¨®n tecnol¨®gica sobre el mercado laboral apunta a la necesidad de un cambio profundo en los mecanismos de protecci¨®n.
El crecimiento de formas de trabajo no est¨¢ndar plantea, apuntan los expertos del grupo de alto nivel de la Uni¨®n Europea, una redefinici¨®n de esa protecci¨®n en la que no sea determinante la situaci¨®n laboral. Se trata, entre otras cosas, de ¡°minimizar el impacto de las fluctuaciones en los ingresos de la gig economy¡±, caracterizada por los trabajos y remuneraciones espor¨¢dicas.
No obstante, esto supone tambi¨¦n cambios en la forma de financiaci¨®n. Primero porque estos trabajos con menores remuneraciones tambi¨¦n implican menos recaudaci¨®n por cotizaciones y segundo, porque la ca¨ªda de las rentas salariales de los ¨²ltimos a?os ¡ªque se acent¨²a con el desarrollo tecnol¨®gico¡ª?tambi¨¦n supone menos cuotas sociales. El resultado es que los recursos necesarios tendr¨¢n que salir de otras fuentes: impuestos. ¡°Hay pa¨ªses n¨®rdicos [Dinamarca] que ya lo hacen y se distancian de las cotizaciones, otros han creado un impuesto finalista [Francia], algo que parece atractivo por la tendencia del reparto del empleo y la diversificaci¨®n de las formas de empleo¡±, apunta Torres.
CR?DITOS:
Redacci¨®n:?Manuel V. G¨®mez
Coordinaci¨®n y formato:?J. A. Auni¨®n, Guiomar de Ser
Dise?o: Ana Fern¨¢ndez, Fernando Hern¨¢ndez
Frontend: Bel¨¦n Polo, Alejandro Gallardo
V¨ªdeo: Virginia Mart¨ªnez, ?lvaro de la R¨²a
Grafismo:?Eduardo Ortiz
Infograf¨ªa y datos:?Carmen Ayuso y Daniele Grasso
Archivo fotogr¨¢fico:?Gabriel Bravo, Gema Garc¨ªa