¡°La educaci¨®n formal acaba con nuestra motivaci¨®n intr¨ªnseca por aprender¡±
Eric Mazur, experto en innovaci¨®n educativa, apuesta por un aprendizaje interactivo que se aleja de los modelos tradicionales basados en clases magistrales y memorizaci¨®n de datos
Escuchar, tomar notas, memorizar y reproducir informaci¨®n en ex¨¢menes que, m¨¢s all¨¢ de la pandemia, apenas han cambiado con el paso del tiempo: as¨ª son las l¨ªneas generales de muchos de los sistemas educativos actuales y pasados. Pero ?cu¨¢nto recordamos, a medio y largo plazo, de lo que aprendemos en una clase? La respuesta, en la mayor¨ªa de los casos, es que poco, y gran parte de la culpa tiene que ver con la manera en que se transmite ese conocimiento: ¡°La educaci¨®n es uno de los sectores que m¨¢s innovaci¨®n necesitan, porque b¨¢sicamente seguimos ense?ando de la misma manera en que lo hac¨ªamos hace cientos de a?os¡±, afirma Eric Mazur, catedr¨¢tico de F¨ªsica y F¨ªsica Aplicada en la Universidad de Harvard, y creador del m¨¦todo interactivo denominado Peer Instruction, o instrucci¨®n entre pares.
Un sistema perfeccionado a lo largo de 30 a?os que, ante todo, se aleja de las sempiternas lecciones magistrales que tienen al profesor como protagonista: aqu¨ª, los estudiantes se preparan el material antes de acudir a clase, y esta se articular¨¢ despu¨¦s a trav¨¦s de las preguntas del profesor y del debate de los propios estudiantes, de manera que se priorice la comprensi¨®n por encima de la memorizaci¨®n. Mazur, asesor del Simposio de Educaci¨®n del Programa Acad¨¦mico Internacional de la Universidad Aut¨®noma de Madrid, ha compartido ya su peer instruction en m¨¢s de un millar de charlas alrededor de todo el mundo.
Pregunta. ?De qu¨¦ manera se diferencia la instrucci¨®n entre pares de una clase tradicional?
Respuesta. Ense?o a trav¨¦s de las preguntas para ayudarles a desarrollar modelos mentales y a que extraigan informaci¨®n de ellos. Cuando empec¨¦ a implementar este m¨¦todo, no ten¨ªamos ning¨²n tipo de tecnolog¨ªa; yo solo hac¨ªa una pregunta y les ped¨ªa a mis alumnos que, usando sus dedos en el pecho (m¨¢s tarde empezamos a usar dispositivos contadores), escogieran de entre varias opciones la que ellos cre¨ªan que era la correcta. Ahora, con las clases virtuales, ellos escriben su respuesta en la plataforma.
Intentaba formular mi pregunta para que, aproximadamente, la mitad de los alumnos acertaran la respuesta. Luego les ped¨ªa que buscaran un compa?ero o compa?era cerca que tuviera una distinta, para intentar convencerle de que la suya era la buena. Por unos minutos, todo se volv¨ªa muy ca¨®tico, y despu¨¦s les ped¨ªa que votaran otra vez. Con el paso del tiempo, llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que deb¨ªamos alejarnos del auditorio; y en mis clases de ahora los estudiantes se sientan en grupos de cinco, alrededor de una mesa, y yo facilito sus debates.
P. Usted sostiene que la pandemia de coronavirus es tambi¨¦n una oportunidad. ?En qu¨¦ sentido?
R. Con respecto al cambio y a la innovaci¨®n. Al principio de mi carrera, me di cuenta de que los estudiantes no estaban aprendiendo realmente nada de mis clases, porque lo ¨²nico que sacaban de ellas eran unos apuntes que intentaban memorizar y luego regurgitar en los ex¨¢menes, pero que nunca pod¨ªan traducir en conocimientos en ning¨²n otro campo. Si les propon¨ªa un problema que no hab¨ªan visto antes, no eran capaces de resolverlo; y el motivo era que me hab¨ªa centrado exclusivamente en la transferencia de conocimiento, m¨¢s que en hacer que este tuviera sentido. Y la educaci¨®n ha de comprender ambos pasos.
En el siglo XXI, cuando la informaci¨®n es abundante y ubicua, ?por qu¨¦ no dar a los estudiantes la responsabilidad sobre la parte f¨¢cil, que es la transferencia de informaci¨®n, y en clase ense?ar por medio de preguntas y proyectos, trabajando para que tenga sentido, con la gu¨ªa del profesor? La pandemia ha dejado claro que este es el mejor momento para el cambio: cuando los profesores empezaron a dar clase con programas como Zoom, vieron que solo un 40 % de los estudiantes las sigue en directo, porque pueden verla en otro momento que quiz¨¢ sea m¨¢s conveniente para ellos. Ello demuestra que la interacci¨®n entre el profesor y el alumno no necesita ser s¨ªncrona, porque el profesor puede dar la clase y mandar despu¨¦s el enlace; si no est¨¢s muy interesado en algo, puedes avanzar en la grabaci¨®n o reproducirla m¨¢s r¨¢pido; o verla de nuevo si, por el contrario, te interesa mucho. Y no puedes hacer nada de esto en directo.
La pandemia proporcion¨® el momento perfecto para pensar en tres cosas: una, si el foco ha de situarse en el educador o en el estudiante; dos, si deber¨ªamos trasladar todo lo que podamos del proceso educativo a actividades as¨ªncronas, para hacer un mejor uso del tiempo s¨ªncrono; y tres, si el instructor ha de fijar el ritmo de las actividades, o si cada alumno deber¨ªa marcar su propio ritmo, y decidir si quieren hacer algo m¨¢s despacio o m¨¢s r¨¢pido. Lo que hemos visto en estas circunstancias es que cuando m¨¢s nos movamos hacia lo as¨ªncrono, hacia un enfoque centrado en el alumno en el que este marque su propio ritmo, m¨¢s mejoramos la educaci¨®n.
P. ?Qu¨¦ tiene de malo la memorizaci¨®n?
R. Memorizar nunca funciona del todo, porque tendemos a recordar las cosas que usamos, no las que memorizamos. Hay muchas investigaciones que muestran que, si optamos por memorizar algo, usando flashcards o cualquier otra t¨¦cnica, acabamos por recordarlo bien durante unos pocos d¨ªas, pero al dejar de usarlas y de reciclar esa informaci¨®n, esta desaparece. En mi opini¨®n, no solo debemos cambiar la forma de ense?ar, sino tambi¨¦n la de evaluar los contenidos. La mayor¨ªa de las evaluaciones ¨C ex¨¢menes en particular ¨C fuerzan a los estudiantes a memorizar y regurgitar, lo que no sirve para absolutamente nada. Y aqu¨ª es donde tenemos otra oportunidad, porque con todos los estudiantes online, es muy dif¨ªcil dar un examen, porque lo hacen en sus ordenadores, y tienen acceso a Google.
Piensa en ello: cualquier pregunta para la que puedas encontrar la respuesta en Internet no es una pregunta aut¨¦ntica de evaluaci¨®n, porque no est¨¢s midiendo si un estudiante puede resolver un problema real; solo mides si el estudiante puede memorizar algo. Por otro lado, m¨¢s que esforzarnos en que la gente no copie, habr¨ªa que hacerlo por conseguir que los ex¨¢menes sean m¨¢s significativos, de manera que reflejen el tipo de habilidades que nosotros queremos que los estudiantes desarrollen para el siglo XXI.
P. ?Qu¨¦ papel debe jugar la tecnolog¨ªa?
R. Me encanta la tecnolog¨ªa, pero, cuando se trata de la educaci¨®n, me vuelvo muy esc¨¦ptico, porque muchos de sus usos en educaci¨®n son como poner vino viejo en odres nuevos; nuevas formas de hacer lo de siempre. Muchas compa?¨ªas que desarrollan tecnolog¨ªa educativa estudian primero lo que hace t¨ªpicamente un profesor y se preguntan si pueden hacer lo mismo digitalmente. En mi opini¨®n, m¨¢s que de tecnolog¨ªa, se trata de pedagog¨ªa, de si hay una aproximaci¨®n al aprendizaje que no se haya dado antes.
P. ?D¨®nde queda la pasi¨®n por aprender?
R. En el pr¨®logo de su libro Who Owns the Learning?, el autor Alan November escribe lo que le ocurri¨® al inicio de los a?os 80, cuando ense?aba en Secundaria. ?l estaba a cargo del aula de inform¨¢tica, que por aquel entonces era una novedad, y recibi¨® una llamada un domingo por la ma?ana, dici¨¦ndole que alguien se hab¨ªa colado en el aula, y que si pod¨ªa ir a la escuela. Cuando lleg¨®, vio que las ventanas no estaban rotas, las puertas no estaban forzadas y que no faltaba ning¨²n equipo. Solo hab¨ªa una cosa extra?a: un alumno sentado frente a uno de los ordenadores. Se dirigi¨® a ¨¦l: ¡°?Gary! ?Qu¨¦ haces aqu¨ª?¡±, y este le respondi¨®: ¡°Quiero aprender a programar un ordenador¡±. Y en ese momento se dio cuenta de que, si alguien quiere aprender algo de verdad, har¨¢ lo que sea necesario, incluso incumpliendo la ley. Y que, m¨¢s que castigar al alumno, deb¨ªa recompensarlo.
Cuando los ni?os tienen dos, tres o cuatro a?os, se mueren por conocer el porqu¨¦ de las cosas. El cerebro humano ans¨ªa esos momentos de aprendizaje; hay una necesidad intr¨ªnseca, en la manera en que nuestros genes est¨¢n programados para entender el mundo que nos rodea... Si acaso, la educaci¨®n formal acaba con nuestra motivaci¨®n intr¨ªnseca por aprender. Y en vez de responder con el porqu¨¦, decimos: ¡°Tienes que aprender esto porque, si no, te voy a castigar¡±. Solo cuando finalizamos la educaci¨®n formal, redescubrimos la belleza del aprendizaje, y lo que aprendemos lo hacemos porque queremos, ya sea sobre historia, cocina o fot¨®nica. Y aprendemos mucho mejor.
P. ?C¨®mo hacer que los estudiantes redescubran esa pasi¨®n por aprender?
R. Yo tengo alumnos de Ingenier¨ªa, Medicina o Ciencias Biol¨®gicas, y muchos de ellos no quieren realmente aprender F¨ªsica; solo la cursan porque es un requisito [de sus grados]. Sol¨ªa intentar motivarles dici¨¦ndoles que esas habilidades les ser¨ªan ¨²tiles en sus carreras profesionales. Pero decidir dejar el libro aparte, y en su lugar trabajar en proyectos realmente interesantes, en los que incluir alg¨²n componente de empat¨ªa o bien social y que, en alg¨²n momento, requieren de la f¨ªsica.
Por ejemplo, uno de los proyectos en mi clase tiene que ver con El Sistema (un movimiento que empez¨® en Venezuela en 1965 con el economista Jos¨¦ Abreu, para dar educaci¨®n musical a los ni?os de barrios pobres, despu¨¦s de la escuela, y mantenerles alejados de las actividades delictivas; Gustavo Dudamel es un ejemplo de este programa). En grupos de cuatro o cinco, los estudiantes tienen que construir para ellos instrumentos musicales a partir de componentes reciclados, y usar su conocimiento de la f¨ªsica para mejorarlos. Cuando est¨¢n realmente enganchados con el proyecto, entonces s¨ª les digo: ¡°Quiz¨¢ os vendr¨ªa bien mirar este libro; puede que os ayude con el proyecto¡±.
M¨¢s que hacer que el contenido sea el principal objetivo del curso, lo convierto en un veh¨ªculo con el cual los estudiantes podr¨¢n llegar a un objetivo que tenga un significado mayor para ellos. Y eso ha transformado radicalmente mi clase, porque ahora los alumnos est¨¢n involucrados en proyectos que les gustan, y para hacerlo bien en esos proyectos, para conseguir instrumentos baratos para esos ni?os pobres de Venezuela, necesitan aprender la f¨ªsica, y saber c¨®mo se genera el sonido. Al final, tendr¨¢n que presentar el instrumento a un panel de jueces, y explicar c¨®mo usaron la f¨ªsica para que el instrumento sonara bien. Es incre¨ªble c¨®mo aprenden los estudiantes de esta manera, sin las evaluaciones tradicionales.
P. Trabajando en com¨²n, alcanzar¨¢n un objetivo significativo para los propios estudiantes.
R. S¨ª, bajo la orientaci¨®n del profesor. Mi papel como educador no es el del hombre sabio que est¨¢ al frente de la clase, sino m¨¢s bien el de un entrenador que les orienta acerca de c¨®mo mejorar. Pi¨¦nsalo: un entrenador escolar de f¨²tbol, por ejemplo, no se pondr¨ªa a jugar haciendo que los estudiantes vieran c¨®mo juega; son los alumnos que quieren aprender los que practican el deporte, bajo la gu¨ªa del entrenador. De la misma manera, no aprendes a tocar el piano yendo a un auditorio y escuchando a un concertista; tienes que tocarlo t¨² mismo.
P. ?Qu¨¦ otras ventajas presenta la instrucci¨®n entre pares?
R. En Estados Unidos y otros muchos pa¨ªses ha habido, durante bastante tiempo, un estereotipo que dice que las ciencias son para los hombres, y no para las mujeres, y por tanto estas tienden a estar menos seguras y a tener menos confianza, lo que al final redunda en un menor rendimiento. La instrucci¨®n entre pares aumenta el rendimiento de ambos g¨¦neros, aunque el de ellas crece mucho m¨¢s, hasta el punto de anular cualquier diferencia hacia el final del semestre.
Ello, en parte, se debe a que las mujeres tienden a ser mucho m¨¢s verbales que los hombres, y a que suelen rendir peor en un entorno normalmente competitivo como el de las asignaturas de ciencias, donde los estudiantes quieren sacar las mejores notas y poder as¨ª acudir a las mejores facultades de Ingenier¨ªa o Medicina, por ejemplo. Pero con la instrucci¨®n entre pares, los estudiantes hablan, trabajan y se ense?an unos a otros, ya sean hombres o mujeres, y eso elimina la competitividad. Por otro lado, al centrarse en la comprensi¨®n m¨¢s que en la memorizaci¨®n, se facilita la retenci¨®n del conocimiento a medio y largo plazo.
P. ?De qu¨¦ manera puede esta forma de aprender impactar el bienestar personal de la persona, a lo largo de su vida?
R. Estoy convencido de que la sociedad mejorar¨ªa considerablemente si ense?¨¢ramos a las personas a ser mejores pensadores. De hecho, uno de los objetivos del peer instruction es ense?ar a la gente a pensar, no a recordar y regurgitar algo que alguien m¨¢s dijo. En el fondo de mi coraz¨®n, creo que una mejor manera de pensar nos llevar¨ªa a una sociedad mejor y a unos seres humanos mejores.
Adem¨¢s, la educaci¨®n est¨¢ completamente enfocada en el individuo. Vas a la escuela, te sientas y miras al profesor, y aunque hay otros sentados alrededor tuyo, no interact¨²as con ellos; as¨ª que, en esencia, est¨¢s solo. Te vas a casa y haces tus tareas (a menudo solo), y finalmente, en el examen, te sientas, y est¨¢s completamente aislado de los dem¨¢s. Tambi¨¦n se te eval¨²a individualmente: rendimiento individual, comportamiento individual, evaluaci¨®n individual. Y, si luego vas a la universidad, todo esto contin¨²a. Pero cuando las personas se incorporan a la sociedad, descubrimos que lo que de verdad importa no es el rendimiento de cada uno, sino el c¨®mo se trabaja con los dem¨¢s. Eso provoca grandes problemas, porque la gente nunca ha aprendido a trabajar con otros que tienen opiniones distintas, piensan o creen de diferente manera, o tienen una apariencia distinta. Y en esto debe cambiar tambi¨¦n la educaci¨®n.
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