La lucha sindical que Amazon quiere sofocar
Trabajadores de un almac¨¦n de Alabama intentan organizarse mientras la fiscal de Nueva York demanda a la firma por falta de seguridad frente al coronavirus
Sindicarse en algunos sectores de la econom¨ªa de Estados Unidos es una actividad de riesgo. Lo saben bien los casi 6.000 trabajadores de un centro de distribuci¨®n de Amazon en Bessemer (Alabama), que llevan semanas recibiendo presiones de la empresa para que desistan del revolucionario empe?o de formar un sindicato. Los empleados aducen condiciones de trabajo extremas: retirada de los m¨®viles durante los turnos; pausas exiguas para almorzar e ir al ba?o o carreras contrarreloj para recorrer una distancia equivalente a 14 campos de f¨²tbol americano desde la entrada del complejo y llegar a fichar a tiempo. Retrasarse puede costar un recorte del sueldo o un despido, denuncian los empleados.
El almac¨¦n de Alabama lleva solo un a?o abierto ¨Dse inaugur¨® para gestionar la gran demanda originada por la pandemia¨D, as¨ª que cabe imaginar lo mismo, o aun peor, en otros centros log¨ªsticos m¨¢s antiguos. Como los de Queens y Staten Island (Nueva York), cuyo presunto d¨¦ficit de seguridad durante la pandemia, y las represalias de la compa?¨ªa a quienes lo denunciaron, son objeto de una demanda de la fiscal del Estado, Laetitia James. ¡°No es mi intenci¨®n echar a Amazon de la ciudad, sino proteger la seguridad y la salud de los trabajadores¡±, ha declarado.
Est¨¢ en juego la autodefensa del trabajador frente a poderosos intereses econ¨®micos, en uno de los ¨¢mbitos m¨¢s punteros, por cifras de mercado y crecimiento exponencial; un sector casi intocable. Pero condiciones draconianas, amenazas e incluso despidos de quienes se atreven a asomar la cabeza por encima de la masa, han puesto el foco sobre el gigante tecnol¨®gico, el segundo mayor empleador de EE UU ¨Dcon 400.000 trabajadores solo en almacenes y puntos de entrega¨D, cuyas ganancias se han disparado gracias a la pandemia.
Si adem¨¢s las leyes del Estado no ayudan, como en Alabama, la lucha sindical se vuelve tit¨¢nica. El sure?o, uno de los 27 ¡°Estados con derecho al trabajo¡± donde los empleados no est¨¢n obligados a pagar cuotas a los sindicatos que los representan, alberga la ¨²nica planta de Mercedes-Benz en el mundo que no cuenta con uno. Un terreno propicio para Amazon, que insiste en que ya ofrece a sus trabajadores lo que los sindicatos exigen: prestaciones, oportunidad de desarrollo y un salario que parte de los 15 d¨®lares la hora.
Aunque el de las grandes tecnol¨®gicas es un terreno inclemente para la actividad sindical, por su cultura del trabajo individualista y el f¨¦rreo silencio corporativo, en enero trabajadores de Google dieron un paso al frente y se organizaron en el primer gremio del ramo. Tras un a?o de gestiones secretas, 225 ingenieros de Alphabet Inc, la empresa matriz de Google, formaron un sindicato que pretende velar por la igualdad en el trabajo y la observancia de principios ¨¦ticos en el modelo de negocio. La formaci¨®n es consecuencia directa de protestas sin precedentes en el seno de la compa?¨ªa.
La diferencia clave entre la avanzadilla de Google y la lucha de los empleados de Amazon estriba en la cualificaci¨®n de los mismos; en la distancia sideral que va de los trabajadores de cuello blanco de Google a los de mono azul: los mozos de almac¨¦n, carretilleros o empaquetadores de los centros log¨ªsticos. El de Alabama es el mayor intento sindical en la compa?¨ªa desde su fundaci¨®n en 1995, luego de haber silenciado iniciativas parejas en su cadena de supermercados Whole Foods; de ah¨ª el temor a que provoque una reacci¨®n en cadena.
Mediante SMS diarios y mensajes en una web creada ex profeso para desalentar la movilizaci¨®n, la compa?¨ªa intent¨® convencer a la plantilla de que un sindicato solo le quitar¨ªa dinero ¨Dpor las cuotas¨D sin reportarle beneficios; tambi¨¦n inst¨® a los trabajadores a ¡°no abandonar el equipo ganador¡±, pero fue en vano. Hasta el 29 de marzo, y por correo electr¨®nico ¨DTrabajo rechaz¨® la petici¨®n de la empresa de que el voto fuera presencial¨D, los casi 6.000 empleados del almac¨¦n de Bessemer podr¨¢n pronunciarse sobre su representaci¨®n.
La ¨²ltima vez que los trabajadores de Amazon intentaron organizarse fue en 2014, en una iniciativa residual que no tuvo ¨¦xito cuando 21 t¨¦cnicos de un almac¨¦n en Delaware votaron en contra de unirse a la Asociaci¨®n de Maquinistas frente a seis que estaban a favor. Amazon cuenta con 1,3 millones de empleados en todo el mundo.
As¨ª que, adem¨¢s de una reedici¨®n de la lucha de David contra Goliat, el germen sindical en una de las Big Five ¨Dlas cinco grandes tecnol¨®gicas¨D reviste un halo de pionerismo similar al que alent¨® la tarea mesi¨¢nica de forjar el pa¨ªs. Es decir: adentrarse en territorio desconocido, pero sin pertrechos, de ah¨ª que haya que lamentar v¨ªctimas.
En marzo pasado, Amazon despidi¨® a un trabajador por encabezar una huelga en el almac¨¦n de Staten Island en demanda de protecci¨®n contra el coronavirus. El personal que se sum¨® tambi¨¦n fue despedido, si bien Amazon arguye que por otros motivos. Incluso un vicepresidente, Tim Bray, renunci¨® la primavera pasada, alegando que no pod¨ªa seguir mientras los empleados fueran silenciados. En octubre, la compa?¨ªa confirm¨® que 20.000 de sus trabajadores hab¨ªan dado positivo en coronavirus. El despedido, de rango intermedio, hab¨ªa reclamado una cuarentena despu¨¦s de que un compa?ero de departamento se contagiara.
¡°Mi objetivo es proteger la seguridad y la salud de los trabajadores. Amazon tiene abierta la puerta de mi despacho, podemos arbitrar una conciliaci¨®n que implique la recontrataci¨®n de los despedidos, y la salvaguarda de la salud y la seguridad en el trabajo, y con eso habremos zanjado el problema¡±, dijo esta semana la fiscal James en un foro virtual organizado por The New York Times. ¡°Me gu¨ªa un concepto muy simple, el de la justicia; defender los derechos de los individuos, especialmente cuando empresas poderosas los pisotean¡±, subray¨®. La primera, y ¨²nica, voz que ha utilizado para plantear la cuesti¨®n la palabra ¡°derechos¡±.
Creciente frustraci¨®n
Aunque sin llegar al extremo de McDonald¡¯s, que lleg¨® a crear falsos perfiles de Facebook para rastrear a los empleados que organizan protestas en demanda de aumentos salariales, la creciente frustraci¨®n en un sector de salarios altos como el de las tecnol¨®gicas ¨Dsiempre que el perceptor sea un profesional de cuello blanco, no un mozo de almac¨¦n¨D ha puesto de relieve condiciones laborales malsanas en el seno de grandes corporaciones; una cultura de empresa que permea toda la estructura, y cala gravosamente la base.
La fiscal general del Estado de Nueva York aludi¨® a este clima el lunes as¨ª como al chorreo de demandas presentadas contra las grandes tecnol¨®gicas por vulnerar la legislaci¨®n antimonopolio. ¡°Durante la anterior Administraci¨®n el Gobierno federal brill¨® por su ausencia en muchas ¨¢reas, sobre todo en la relativa a las leyes antimonopolio. La cuesti¨®n es que estas grandes compa?¨ªas sofocan la competencia, la innovaci¨®n y la creatividad, y amenazan nuestra privacidad al monetizar nuestros datos. De ah¨ª la importancia de que yo misma y otros fiscales generales del pa¨ªs hayamos decidido emprender acciones legales contra las Big Tech¡±, subray¨® Laetitia James.
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