C¨®mo puede EE UU perder la nueva guerra fr¨ªa
Hasta que no hayamos demostrado que merecemos liderar, no podemos esperar que el resto de pa¨ªses nos sigan
Parece que Estados Unidos ha iniciado una nueva guerra fr¨ªa con China y Rusia a la vez. Y el Gobierno estadounidense la presenta como una confrontaci¨®n entre la democracia y el autoritarismo, lo cual resulta sospechoso, sobre todo cuando esos mismos l¨ªderes cortejan activamente a un violador sistem¨¢tico de los derechos humanos como Arabia Saud¨ª. Esta hipocres¨ªa hace pensar que, al menos en parte, lo que est¨¢ en juego aqu¨ª es la hegemon¨ªa global m¨¢s que una cuesti¨®n de valores.
Tras la ca¨ªda del tel¨®n de acero, Estados Unidos fue durante dos d¨¦cadas el n¨²mero uno indudable. Luego llegaron las desastrosas guerras en Oriente Pr¨®ximo, el derrumbe financiero de 2008, el aumento de la desigualdad, la epidemia de opioides y otras crisis que parecieron poner en duda la superioridad del modelo econ¨®mico estadounidense. Adem¨¢s, sumando la victoria electoral de Donald Trump, el intento de golpe en el Capitolio, las numerosas matanzas en tiroteos, los intentos de supresi¨®n de votantes por parte del Partido Republicano y el auge de cultos conspirativos como QAnon, hay pruebas m¨¢s que suficientes para pensar que algunos aspectos de la vida pol¨ªtica y social de Estados Unidos se han vuelto profundamente patol¨®gicos.
Por supuesto que Estados Unidos no quiere que lo destronen. Pero que China lo supere en lo econ¨®mico es sencillamente inevitable, cualquiera que sea el indicador oficial que se use. No s¨®lo su poblaci¨®n es cuatro veces mayor a la de Estados Unidos, sino que su econom¨ªa tambi¨¦n creci¨® al triple durante muchos a?os (de hecho, ya super¨® a Estados Unidos por paridad del poder de compra en 2015).
Aunque China no haya lanzado un cuestionamiento estrat¨¦gico directo a Estados Unidos, las se?ales son claras. En Washington hay consenso entre los dos partidos respecto de que China puede plantear una amenaza estrat¨¦gica, y que lo m¨ªnimo que debe hacer Estados Unidos para mitigar el riesgo es dejar de colaborar con el crecimiento de la econom¨ªa china. Seg¨²n esta visi¨®n, se justifica tomar medidas preventivas, aunque eso implique violar las normas de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio, en cuya redacci¨®n y promoci¨®n Estados Unidos tuvo una importante participaci¨®n. Este frente de la nueva guerra fr¨ªa ya estaba abierto mucho antes de la invasi¨®n rusa a Ucrania. De hecho, altos funcionarios estado?uni?denses exhortaron a que la guerra no debe desviar la atenci¨®n de la amenaza real a largo plazo: China. Puesto que la econom¨ªa de Rusia es m¨¢s o menos igual en tama?o a la de Espa?a, su alianza ¡°ilimitada¡± con China no parece tener mucha importancia econ¨®mica (aunque su rapidez para generar actividades disruptivas en todo el mundo puede resultarle ¨²til a su m¨¢s grande vecino del sur).
Pero un pa¨ªs en guerra necesita una estrategia, y Estados Unidos no puede ganar una nueva carrera entre grandes potencias solo; necesita amigos. Sus aliados naturales son Europa y las otras democracias desarrolladas de todo el mundo. Pero Trump hizo todo lo posible por alejarlas, y los republicanos (que todav¨ªa est¨¢n completamente atados a ¨¦l) han dado amplios motivos para dudar de que Estados Unidos sea un socio fiable. Adem¨¢s, Washington tambi¨¦n tiene que ganarse la buena voluntad de miles de millones de personas en los pa¨ªses en desarrollo y emergentes; no s¨®lo para tener los n¨²meros de su lado, sino tambi¨¦n para garantizarse acceso a recursos cr¨ªticos.
Para congraciarse con el mundo, Estados Unidos tendr¨¢ que recuperar mucho terreno perdido. Su larga historia de explotar a otros pa¨ªses no ayuda, como tampoco su profundamente arraigado racismo (una fuerza que Trump canaliza con pericia y con cinismo). El ¨²ltimo ejemplo es la contribuci¨®n de las autoridades estadounidenses al ¡°apartheid vacunal¡± global, por el que los pa¨ªses ricos consiguieron todas las dosis que necesitaban, mientras la gente de los pa¨ªses pobres qued¨® librada a su suerte. Mientras tanto, los adversarios en la nueva guerra fr¨ªa estado?unidense pusieron sus vacunas a disposici¨®n de otros pa¨ªses a precio de coste o por debajo y los ayudaron a desarrollar capacidad de producirlas por s¨ª mismos.
La falta de credibilidad se magnifica en lo relacionado con el cambio clim¨¢tico, que afecta en forma desproporcionada a los pa¨ªses del sur, que son los menos preparados para hacerle frente. Aunque los principales mercados emergentes hoy son la fuente principal de gases de efecto invernadero, la emisi¨®n acumulada por Estados Unidos sigue siendo la mayor con diferencia. El mundo desarrollado no deja de sumar emisiones, y lo que es peor, ni siquiera ha cumplido sus exiguas promesas de ayudar a los pa¨ªses pobres a manejar los efectos de una crisis clim¨¢tica que causaron las naciones ricas. Por el contrario, los bancos estadounidenses contribuyen al riesgo de crisis de deuda en muchos pa¨ªses, exhibiendo a menudo una perversa indiferencia respecto del sufrimiento resultante.
Europa y Estados Unidos son muy buenos para dar lecciones a otros sobre lo que es moralmente correcto y econ¨®micamente razonable. Pero el mensaje termina siendo ¡°haz lo que yo digo y no lo que yo hago¡± (algo que la persistencia de los subsidios agr¨ªcolas de Estados Unidos y Europa pone de manifiesto). Es m¨¢s, despu¨¦s de Trump, Estados Unidos ya no tiene ning¨²n derecho a la superioridad moral, ni credibilidad para dar consejos. El neoliberalismo y la econom¨ªa por goteo jam¨¢s gozaron de mucha aceptaci¨®n en los pa¨ªses del sur, y ahora est¨¢n perdi¨¦ndola en todas partes.
Al mismo tiempo, China se ha destacado por su capacidad para proveer infraestructuras f¨ªsicas a los pa¨ªses pobres en vez de dar lecciones. Es verdad que a menudo esos pa¨ªses terminan muy endeudados, pero viendo c¨®mo se han portado los bancos occidentales como acreedores en el mundo en desarrollo, Estados Unidos y otros no est¨¢n en posici¨®n para lanzar acusaciones.
Podr¨ªa seguir, pero creo que mi argumento ya est¨¢ claro: si Estados Unidos se va a embarcar en una nueva guerra fr¨ªa, tiene que comprender qu¨¦ necesita para ganarla. Las guerras fr¨ªas se ganan en ¨²ltima instancia con el poder blando de la atracci¨®n y la persuasi¨®n. Para salir airosos, tenemos que convencer al resto del mundo de que nos compre no solamente nuestros productos, sino tambi¨¦n el sistema social, pol¨ªtico y econ¨®mico que vendemos.
Estados Unidos sabr¨¢ hacer los mejores bombarderos y sistemas misil¨ªsticos del mundo, pero en este pulso no nos servir¨¢n de nada. Por el contrario, tenemos que ofrecer a los pa¨ªses en desarrollo y emergentes ayuda concreta; comenzando con la suspensi¨®n de derechos de propiedad intelectual sobre todo lo relacionado con la covid-19, para que esos pa¨ªses puedan fabricar vacunas y tratamientos por s¨ª mismos. Igual de importante, Occidente debe lograr que su sistema econ¨®mico, social y pol¨ªtico vuelva a ser la envidia del mundo. En Estados Unidos, el primer paso es reducir la violencia con armas de fuego, mejorar la regulaci¨®n ambiental, combatir la desigualdad y el racismo y proteger los derechos reproductivos de las mujeres. Hasta que no hayamos demostrado que merecemos liderar, no podemos esperar que otros nos sigan.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Econom¨ªa, es profesor distinguido en la Universidad de Columbia e integrante de la Comisi¨®n Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional.
? Project Syndicate 1995-2022.
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