Aliviar el dolor de la inflaci¨®n
Combatir el alza de los precios solo con subidas de tipos es como practicar cirug¨ªa sin anest¨¦sicos
?No es posible luchar contra la inflaci¨®n sin infligir dolor? Esta pregunta surge de la preocupaci¨®n que me produce escuchar a las autoridades monetarias de uno y otro lado del Atl¨¢ntico decir que la lucha contra la inflaci¨®n inevitablemente producir¨¢ ¡°dolor¡±. En su lenguaje subliminal eso significa recesi¨®n, paro, pobreza y cierre de empresas.
La justificaci¨®n de esta terapia de choque se apoya en la idea de que ¡°una inflaci¨®n se cura con una recesi¨®n¡±. Los economistas somos proclives a la idea de que la curaci¨®n implica dolor. El soporte moral de esta premisa, basado en el utilitarismo, es cuestionable.
Confieso tener un cierto temor a que, para recobrar la credibilidad antiinflacionista, cuestionada al haber considerado inicialmente que la inflaci¨®n era un ¡°fen¨®meno pasajero¡± (enfoque que compart¨ª), las autoridades monetarias quieran compensar ese error con subidas m¨¢s r¨¢pidas y prolongadas de tipos de inter¨¦s. Pero no tengo motivos para pensar que vayan a comportarse as¨ª. En la explicaci¨®n de su ¨²ltima e inesperada subida de 0,75 puntos, el BCE afirma que monitorizar¨¢ permanentemente los datos de la inflaci¨®n para actuar de forma pragm¨¢tica.
En todo caso, por lo que ahora dir¨¦, es probable que la medicina del dolor aceptada en inflaciones pasadas no lo sea ahora, en las nuevas circunstancias. Antes de ver por qu¨¦, perm¨ªtanme un comentario sobre los nuevos dilemas de pol¨ªticas que trae la nueva era.
Venimos de una ¨¦poca de excesivo optimismo. La ca¨ªda del muro de Berl¨ªn en 1989, el desplome de los tipos de inter¨¦s y de la inflaci¨®n o la glorificaci¨®n de la hiperglobalizaci¨®n, alimentaron la idea de que el ¡°mundo era plano¡± y que el objetivo prioritario y ¨²nico de los gobiernos y las empresas resid¨ªa en la maximizaci¨®n de la eficiencia (el PIB y los beneficios empresariales). Lo dem¨¢s, el progreso social y la democracia, se dec¨ªa, vendr¨ªa por a?adidura. Gobernamos la econom¨ªa y la empresa como lo har¨ªa un tuerto, mirando ¨²nicamente un reto. Estamos descubriendo con desgarro que el progreso y la democracia tienen marcha atr¨¢s.
La concatenaci¨®n de calamidades que estamos sufriendo ha puesto en primer plano un nuevo objetivo prioritario: la ¡°seguridad¡± (probablemente la palabra del a?o). Ahora tenemos que gobernar la cosa p¨²blica y las empresas buscando equilibrios entre objetivos igualmente deseables pero en conflicto: eficiencia versus seguridad en los aprovisionamientos; descarbonizaci¨®n versus seguridad energ¨¦tica; estabilidad de precios versus estabilidad econ¨®mica y de empleo. Para orientarnos en la b¨²squeda de equilibrios ante estos dilemas quiz¨¢ debamos recordar la petici¨®n de San Agust¨ªn en sus Confesiones: ¡°Se?or, conc¨¦deme la castidad, pero no ahora mismo¡±. En este sentido, los ecologistas alemanes en el Gobierno est¨¢n practicando ahora la econom¨ªa seg¨²n San Agust¨ªn.
Vuelvo a la cuesti¨®n de la lucha contra la inflaci¨®n. Los episodios que hemos padecido en d¨¦cadas pasadas surgieron, utilizando la jerga de los economistas, de una ¡°econom¨ªa recalentada¡±, resultado de un exceso de demanda enfrentada a una oferta r¨ªgida. Para cortar ese recalentamiento, las autoridades monetarias utilizaron la medicina de la recesi¨®n autoinfligida mediante las subidas de tipos de inter¨¦s. Hubo ¡°dolor¡±, que fue soportable en unas circunstancias de abundancia, relativa paz social y legitimidad y confianza en el sistema pol¨ªtico.
Pero ahora es diferente. Por varias razones. Primera: la inflaci¨®n europea no viene de un exceso de demanda, sino de una contracci¨®n de la oferta provocada por las roturas de las cadenas globales y por el corte del suministro de materias primas esenciales energ¨¦ticas, industriales y alimentarias provocado por la guerra en Ucrania. Segunda: hay una grave crisis de coste de vida, acentuada por la inflaci¨®n. Tercera: un clima social pre?ado de resentimiento e ira por el aumento de la desigualdad y la pobreza. Cuarta: desconfianza en la democracia y apoyo al populismo autoritario. Quinta: guerra en Europa.
?Se imaginan las consecuencias que, en estas circunstancias, provocar¨ªa el dolor de una recesi¨®n econ¨®mica y un aumento del paro?
As¨ª las cosas, ?no podemos luchar contra la inflaci¨®n sin provocar m¨¢s dolor? Mi experiencia como paciente me dice que es posible aprender de los m¨¦dicos. No quieren dolor posquir¨²rgico, porque estresa e impide que los tejidos da?ados cicatricen. Por eso lo alivian (el dolor) con analg¨¦sicos. Luchar contra la inflaci¨®n solo con subidas de tipos de inter¨¦s es como practicar cirug¨ªa sin anest¨¦sicos. Por eso necesitamos un nuevo contrato social que permita construir una econom¨ªa vibrante y una sociedad justa.
Imaginemos algunos de sus mimbres. 1) Pol¨ªtica monetaria pragm¨¢tica, con credibilidad para anclar las expectativas de inflaci¨®n a medio plazo alrededor del objetivo del 2% del BCE. 2) Un nuevo modelo de formaci¨®n de precios el¨¦ctricos. 3) Pol¨ªtica de inversiones para aumentar la oferta y lograr autonom¨ªa estrat¨¦gica. 4) Aliviar el impacto de los precios de los alimentos y la electricidad con medidas selectivas en favor de los m¨¢s fr¨¢giles. 5) Acuerdo de rentas amplio complementado con la provisi¨®n p¨²blica de bienes y servicios que aumenten tanto el salario no monetario como la productividad de las pymes (ense?anza preescolar gratuita, rebajas del precio del transporte p¨²blico y otros servicios b¨¢sicos como libros escolares, formaci¨®n dual efectiva, universidad y m¨¢ster a precios asequibles, planes de pensiones de empresa, provisi¨®n de servicios tecnol¨®gicos a las empresas, etc¨¦tera).
?C¨®mo se construye ese nuevo contrato social? No es f¨¢cil, pero lo hicimos con los Pactos de La Moncloa del a?o 1977, que lograron luchar contra la inflaci¨®n mediante un acuerdo de rentas amplio y la provisi¨®n p¨²blica de bienes y servicios (educaci¨®n, sanidad, desempleo, pensiones) que permitieron mejorar el salario real y las condiciones de vida, a la vez que la competitividad de las empresas. Lo hemos vuelto a hacer, de forma parcial, durante la pandemia, con una capacidad de di¨¢logo y acuerdo social sin igual, como pone de manifiesto la Memoria Socioecon¨®mica y Laboral 2021 del Consejo Econ¨®mico y Social de Espa?a (CES).
?Qu¨¦ circunstancias lo hacen factible? Aunque resulte parad¨®jico, cuando hay peligro surge un espacio para el posibilismo. Utilizando el t¨¦rmino del fil¨®sofo John Rawls, la inflaci¨®n crea un ¡°velo de ignorancia¡± acerca de nuestra situaci¨®n futura que nos hace m¨¢s proclives al acuerdo. Tambi¨¦n la teor¨ªa de la pol¨ªtica econ¨®mica democr¨¢tica recomienda avanzar juntos cuando la niebla de la incertidumbre oscurece el futuro. Es inspirador el verso del poeta alem¨¢n Friedrich H?lderlin: ¡°M¨¢s donde hay peligro, crece tambi¨¦n lo salvador¡±. La inflaci¨®n es el tipo de peligro que crea impulsos para construir un nuevo contrato social.
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