La desigualdad se ti?e de verde: la vida sostenible no es para todos los bolsillos
La transici¨®n energ¨¦tica, clave para combatir el cambio clim¨¢tico, amenaza con aumentar la brecha econ¨®mica y social. Los expertos piden pol¨ªticas p¨²blicas para que nadie se quede atr¨¢s
Francisco Valverde abre el documento de Excel y busca el dato: ¡°En nueve meses, con el coche el¨¦ctrico he evitado la emisi¨®n de casi 380 kilogramos de CO?¡±. Lo dice orgulloso y convencido de que el futuro ser¨¢ completamente enchufable. ¡°He recorrido casi 8.000 kil¨®metros desde que lo compramos y por la recarga he pagado unos 47 euros, unos 0,61 c¨¦ntimos el kil¨®metro¡±. La energ¨ªa que utiliza la produce a trav¨¦s de los paneles solares instalados en el tejado de su hogar en Madrid. ¡°Tambi¨¦n me he comprado una bater¨ªa. Pensaba que me iba a morir sin ver y tener estas cosas en casa¡±, comenta este consultor del mercado energ¨¦tico, en la vanguardia en cuanto a la adopci¨®n de tecnolog¨ªas verdes, que ser¨¢n el ma?ana en la nueva econom¨ªa y que demandar¨¢n de ajustes en nuestro estilo de vida con considerables inversiones para abandonar los combustibles f¨®siles en favor de fuentes de energ¨ªa m¨¢s respetuosas con el medio ambiente.
Porque alcanzar las metas clim¨¢ticas implicar¨¢ costes y apretones de cintur¨®n para muchas familias, amenazando con agrandar las desigualdades que ya existen. No solo se trata de la adopci¨®n de un coche el¨¦ctrico ¡ªcuyo valor actual en el mercado es superior al de gasolina o di¨¦sel entre un 30% y un 40%, seg¨²n la patronal espa?ola¡ª, sino tambi¨¦n de un cambio en el consumo de alimentos, ropa, la rehabilitaci¨®n de la vivienda, la forma de viajar y otro tipo de productos y servicios. ¡°Parte de la expansi¨®n renovable, como la electrificaci¨®n del transporte, debe llevarse a cabo en los hogares y puede haber dificultades para la adopci¨®n de estas tecnolog¨ªas en aquellos con baja capacidad econ¨®mica por su limitado acceso al capital y tambi¨¦n por problemas de falta de informaci¨®n¡±, comenta Xavier Labandeira, catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universidad de Vigo. Se trata de un giro de 180 grados en nuestro estilo de vida, ya que la transformaci¨®n est¨¢ propiciando la reconfiguraci¨®n del empleo, la relocalizaci¨®n de industrias y sectores, as¨ª como la implementaci¨®n de impuestos medioambientales e instrumentos regresivos que afectan a los contribuyentes de ingresos m¨¢s bajos. La revoluci¨®n verde ¡ªtan urgente como necesaria por los efectos adversos que est¨¢ provocando el calentamiento global¡ª evidencia las brechas ya existentes y produce algunas nuevas.
¡°La realidad es que todos los cambios de modelo productivo tienden a generar, por lo menos en el corto plazo, desigualdades¡±, resalta Luis Ayala, catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia (UNED). Y en este camino, se aprecia un efecto discriminatorio, que se suma a otras crisis que han ensanchado las brechas, como la financiera de 2008-2009, la de la covid-19 y la de la inflaci¨®n causada por los problemas geopol¨ªticos que han llevado al aumento en el precio de los combustibles y que en efecto domin¨® ha trastocado a toda la econom¨ªa. ¡°Nos enfrentamos a una nueva constelaci¨®n de desigualdades acumulativas¡±, afirma B¨¦la Galg¨®czi, investigador del European Trade Union Institute (ETUI).
Efectos perversos
El resultado de no hacer una transici¨®n justa, seg¨²n los expertos consultados, puede conducir a un escenario de mayor crispaci¨®n social, pues ante la falta de incentivos adecuados, ayudas eficientes y suficientes, as¨ª como medidas progresivas (que compensen a aquellos hogares de menores ingresos), la lucha contra el cambio clim¨¢tico se aprecia como una restricci¨®n a ciertas libertades o la suma de privilegios para unos pocos. ¡°Las reformas pol¨ªticas que no tienen en cuenta adecuadamente el grado de desigualdad en un pa¨ªs, dif¨ªcilmente recibir¨¢n respaldo p¨²blico y es probable que fracasen porque generan desconfianza y parecen injustas¡±, advierte Lucas Chancel, profesor en Sciences Po y codirector del World Inequality Lab de la ?cole d¡¯¨¦conomie de Paris. El malestar ciudadano da pie a mayores protestas, un mayor apoyo a partidos populistas y una creciente desafecci¨®n y desinter¨¦s por los esfuerzos para frenar el cambio clim¨¢tico. Los movimientos sociales en los pa¨ªses ricos y emergentes ¡ªincluidas las manifestaciones contra los aumentos de los precios del combustible y el transporte en Ecuador o Chile en 2019, y los chalecos amarillos en Francia, en 2018¡ª son muestra de ello.
¡°En Europa ha surgido una creciente geograf¨ªa del descontento¡±, dice Andr¨¦s Rodr¨ªguez-Pose, catedr¨¢tico Princesa de Asturias y de Geograf¨ªa Econ¨®mica en la London School of Economics (LSE). Los ciudadanos, sobre todo aquellos en zonas m¨¢s vulnerables, se sienten cada vez m¨¢s privados de sus derechos y desconectados de la gobernanza. ¡°Son personas que viven en zonas que est¨¢n econ¨®micamente estancadas, y tienen la certeza o la percepci¨®n de que cualquier tipo de transici¨®n, en este caso la ecol¨®gica, pero tambi¨¦n la digital, son medidas de car¨¢cter pol¨ªtico que benefician a una ¨¦lite¡±, resalta. Los chalecos amarillos han sido un ejemplo, pero no el ¨²nico. En los ¨²ltimos a?os, el sector agrario europeo, principalmente, ha liderado las protestas. La m¨¢s reciente se ha dado en Alemania, donde los agricultores denuncian la supresi¨®n de subsidios al di¨¦sel. Pero tambi¨¦n las demostraciones de hartazgo se han dado en B¨¦lgica, Portugal, Francia y Espa?a, donde se reclama un mayor apoyo gubernamental ante el aumento de los combustibles, una mayor acci¨®n por los efectos del cambio clim¨¢tico (como las sequ¨ªas, heladas o inundaciones) y m¨¢s y mejores ayudas ante la introducci¨®n de pol¨ªticas verdes, englobadas en la nueva Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n (PAC). A ello se ha a?adido una creciente resistencia por la instalaci¨®n de parques fotovoltaicos y e¨®licos terrestres, lo que ha puesto en relieve el fen¨®meno Not In My Backyard (NIMBY). Por ejemplo, en Noruega ¡ªcuya econom¨ªa se ha cimentado en la extracci¨®n de combustibles f¨®siles¡ª ha ganado popularidad la lucha por salvar las ¨¢reas naturales locales.
Por otro lado, algunos partidos pol¨ªticos han aprovechado el malestar causado por la suma de desigualdades para avivar sus ideas populistas, como la defensa del voto euroesc¨¦ptico ¡ªque caus¨® la salida del Reino Unido de la Uni¨®n Europea¡ª o el engrandecimiento de los nacionalismos, como en el caso de Donald Trump, expresidente de Estados Unidos y negacionista del calentamiento global. En Espa?a, por su parte, los l¨ªderes de Vox ¡ªque en varias ocasiones han calificado los informes del IPCC, el panel de expertos sobre calentamiento global, como ¡°la mayor alerta de p¨¢nico clim¨¢tico¡±¡ª, han tratado de sacar provecho del descontento agrario que se ha dado en el ¨²ltimo a?o ante los precios disparados de la energ¨ªa. Hoy, explica Rodr¨ªguez-Pose, los partidos de extrema derecha en Europa han visto una oportunidad y ya est¨¢n capitalizando el enfado al promover pol¨ªticas contra la transici¨®n ecol¨®gica. ¡°Marie Le Pen, del partido de extrema derecha Rassemblement National, se postul¨® para la presidencia [francesa] con una plataforma que propon¨ªa una moratoria sobre la energ¨ªa e¨®lica y la instalaci¨®n de nuevas turbinas. Giorgia Meloni, de Fratelli d¡¯Italia, sali¨® victoriosa de las elecciones legislativas [italianas] de septiembre de 2022 prometiendo diversificar las fuentes de energ¨ªa, construir plantas de regasificaci¨®n, promover el fracking e invertir en energ¨ªa nuclear¡±, resalta este experto en un reciente informe titulado La transici¨®n verde y sus potenciales descontentos territoriales.
En el documento indica que, si bien la UE est¨¢ liderando el camino global en esta transici¨®n, a trav¨¦s de medidas como el Pacto Verde Europeo, los beneficios del nuevo modelo se distribuyen territorialmente de manera desigual. Algunas zonas de Europa central y oriental, el sur de Italia y la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica emergen como mucho m¨¢s vulnerables a la transici¨®n verde. ¡°Se trata de regiones con una dependencia considerable de sectores que se ver¨¢n perturbados por la implementaci¨®n de pol¨ªticas de mitigaci¨®n del cambio clim¨¢tico, como el turismo o la industria pesada, incluida la miner¨ªa y la producci¨®n de energ¨ªa marr¨®n¡±, destaca. En Espa?a, unos tres millones de personas, principalmente dedicadas a actividades como la construcci¨®n, la agricultura, la automoci¨®n y la energ¨ªa, podr¨ªan estar afectadas directamente por la transici¨®n, afirma el economista y consultor Jos¨¦ Mois¨¦s Mart¨ªn. ¡°No significa que vayan a perder su empleo, sino que requerir¨¢n de nuevas habilidades para adaptarse al contexto¡±, resalta. ¡°La transici¨®n va a significar una recualificaci¨®n¡±, corrobora Laura Mart¨ªn Murillo, directora del Instituto para la Transici¨®n Justa (ITJ). La responsable de la instituci¨®n, creada en 2020, indica que desde el Gobierno ya se ayuda al desarrollo de actividades alternativas en las zonas afectadas por el cierre de minas de carb¨®n, centrales t¨¦rmicas y nucleares. Hasta el momento han detectado unos 5.000 puestos de trabajo que requerir¨¢n una transformaci¨®n. ¡°Una parte importante de los impactos se concentra en Teruel, Le¨®n, Palencia y Asturias¡±, asevera.
Gentrificaci¨®n
Frente a esta realidad, las ¨¢reas metropolitanas y las capitales son las que tienden a ser, en general, menos fr¨¢giles y m¨¢s adaptables a los cambios impulsados por la transici¨®n. ¡°Dubl¨ªn, Bratislava, Copenhague, Madrid, Par¨ªs, Berl¨ªn, Bucarest, Praga, entre otras, parecen sustancialmente menos vulnerables¡±, agrega el informe que ha realizado Rodr¨ªguez-Pose. Pero tampoco tienen un elixir frente a la desigualdad. En algunas de ellas se cocina lo que Isabelle Anguelovski, profesora de investigaci¨®n de la fundaci¨®n ICREA que trabaja en el Instituto de Ciencia y Tecnolog¨ªa Ambientales (Universidad Aut¨®noma de Barcelona), llama la gentrificaci¨®n verde. Este fen¨®meno consiste en mejoras ambientales y urban¨ªsticas (zonas verdes) que terminan expulsando de sus vecindarios a los residentes de clase media-baja o baja, los cuales son sustituidos por personas con mayores ingresos, atra¨ªdos por la creaci¨®n de nuevos parques, as¨ª como por la disponibilidad de viviendas m¨¢s atractivas. Anguelovski, junto a su equipo, examin¨® el mercado inmobiliario y las caracter¨ªsticas sociodemogr¨¢ficas de 28 ciudades de nueve pa¨ªses de Europa y Norteam¨¦rica, y encontr¨® que en 17 de ellas la estrategia de planificaci¨®n de espacios verdes ha desencadenado procesos de gentrificaci¨®n.
En Barcelona, una de las ciudades que se incluyen en el estudio, la gentrificaci¨®n verde m¨¢s reciente ha tenido lugar en Sant Mart¨ª, una zona postindustrial parcialmente rebautizada como el distrito 22@, orientado a la tecnolog¨ªa y la innovaci¨®n. La ecologizaci¨®n y la gentrificaci¨®n tambi¨¦n se produjeron en la d¨¦cada de 2010 en el casco antiguo regenerado (Ciutat Vella) y se intensificaron a¨²n m¨¢s en el distrito de ingresos altos de Sarri¨¤-Sant Gervasi. ¡°El verde contribuye y acelerar la producci¨®n de largos y grandes complejos inmobiliarios. Esta atracci¨®n es muy desigual porque al final son grupos inmobiliarios, digamos, de alto nivel los que se instalan y los precios en general tienden a subir muy r¨¢pidamente¡±, resalta la experta. ¡°Se est¨¢ creando una especulaci¨®n bestial entre los fondos buitres, entre los fondos de inversi¨®n que compran edificios enteros, y los venden a precios de lujo al lado de espacios verdes¡±, a?ade. La mejor manera de evitar este fen¨®meno, dice la especialista, es con m¨¢s pisos sociales. ¡°Las ciudades mejor preparadas para evitar la gentrificaci¨®n verde son aquellas con m¨¢s vivienda p¨²blica¡±, resalta Anguelovski. Entre ellas, Copenhague o Berl¨ªn, con una vivienda p¨²blica alrededor del 20% del parque, o Viena, con una cifra que va entre un 35% y 40%. ¡°Aqu¨ª, en Espa?a, solo hay un 2%, y claro, la especulaci¨®n inmobiliaria te echa fuera del barrio¡±, destaca.
Es tambi¨¦n en las grandes urbes donde se observa una mayor disponibilidad en la adopci¨®n de las nuevas tecnolog¨ªas. Por ejemplo, en Espa?a, Madrid y Barcelona ¡ªque tambi¨¦n tienen las mayores rentas medias per c¨¢pita del pa¨ªs¡ª, las personas est¨¢n mucho m¨¢s dispuestas a la compra un coche h¨ªbrido o el¨¦ctrico frente a otras partes (un 78% frente al 69% de media), seg¨²n el Observatorio de la Transici¨®n Justa. De igual forma, en estos sitios sus habitantes est¨¢n m¨¢s abiertos a hacer cambios en su dieta para reducir el consumo de carne (66% frente al 58% de la media nacional) o pagar m¨¢s impuestos relacionados con el medioambiente. El contrapunto est¨¢ en los entornos rurales de menos de 5.000 habitantes, que son quienes presentan menor disposici¨®n a adoptar la mayor parte de estos comportamientos, seg¨²n la encuesta realizada entre m¨¢s de 3.000 personas de todo el pa¨ªs.
Los expertos del Observatorio indican que tocar comportamientos arraigados conlleva desaf¨ªos significativos debido a la inercia y las resistencias al cambio. Muchos de estos est¨¢n vinculados a costes diversos, no solo de ¨ªndole econ¨®mica, que implica el encarecimiento de los bienes y servicios, sino de renuncia a ciertas comodidades, que incluso puede llegar a percibirse como un menoscabo en el nivel de bienestar. La regulaci¨®n ambiental, por el momento, no obliga a ninguna familia a adoptar nuevas tecnolog¨ªas en el hogar. ¡°Es un proceso a¨²n voluntario¡±, explica Diego Rodr¨ªguez, investigador asociado de Fedea. Sobre todo porque vivir de forma sostenible a¨²n no es viable para todos los bolsillos.
En materia de alimentaci¨®n, por ejemplo, comprar un producto con etiqueta ecol¨®gica (que en origen respeta el cuidado del medio ambiente y la biodiversidad) cuesta de media un 54% m¨¢s que los convencionales de marcas l¨ªderes y en ocasiones su coste en el mercado es de tres veces m¨¢s que los productos de marca blanca no ecol¨®gica, seg¨²n un estudio de la OCU de 2022. Una cesta eco (con 109 productos) cuesta unos 280 euros frente a su hom¨®loga convencional que asciende a 140 euros, seg¨²n la Asociaci¨®n de Usuarios Financieros. Las diferencias van desde galletas de avena bio con un coste de 5,47 euros frente a los 1,32 euros que valen las convencionales; el pan de molde (3,99 euros contra los 1,02 euros), hasta una menor brecha en el aceite de oliva (11,75 euros el ecol¨®gico, versus los 8,99 euros del convencional) y los filetes de ternera (18,83 euros, frente 14,79 euros). ¡°El alimento ecol¨®gico no tiene que ser para los privilegiados, sino un producto democr¨¢tico, tendr¨ªa que llegar a toda la poblaci¨®n¡±, afirma Dolores Raig¨®n, presidenta de la Sociedad Espa?ola de Agricultura Ecol¨®gica SEAE.
Fen¨®meno regresivo
Actualmente, los alimentos con etiqueta ecol¨®gica llegan a casi todas las clases sociales, pero el perfil intensivo de estos productos est¨¢ en un nivel sociodemogr¨¢fico de clase media, alta y media alta. Estos ¨²ltimos son los de mayor consumo per c¨¢pita con una ingesta promedio de 16,5 kilos por persona, frente a los 13,9 kilos de la media nacional, seg¨²n datos del ministerio. ¡°A d¨ªa de hoy, el incremento de consumo ecol¨®gico se da m¨¢s en la franja de edades m¨¢s j¨®venes, donde el nivel adquisitivo es menor, por lo tanto, estamos viendo que es una cuesti¨®n de prioridades, no de poder econ¨®mico¡±, acent¨²a ?lvaro Barrera, presidente de Ecovalia, la asociaci¨®n profesional espa?ola de la producci¨®n ecol¨®gica.
El reto es c¨®mo combatir el cambio clim¨¢tico y las desigualdades, los dos grandes desaf¨ªos m¨¢s apremiantes de nuestros tiempos, a la vez y sin dejar a nadie atr¨¢s. Lo que no podemos olvidar, dice Isabel Blanco, economista del Banco Europeo de Reconstrucci¨®n y Desarrollo, es que el fen¨®meno del calentamiento global es profundamente regresivo desde el punto de vista econ¨®mico y social. ¡°Porque a mayor renta, mayor emisi¨®n de carbono, por lo tanto, t¨² eres el que m¨¢s contribuye a ese problema. Y cuando menos renta existe, menos capacidad tienes para adaptarte a los efectos del cambio clim¨¢tico que, por cierto, t¨² no has provocado¡±, asegura.
Y en este escenario, lo suyo ser¨ªa ayudar a los hogares de renta m¨¢s baja para que no se queden rezagados. ¡°La transici¨®n energ¨¦tica no puede suponer una disminuci¨®n del nivel de vida de nadie¡±, agrega Natalia Collado Van-Baumberghen, economista investigadora en EsadeEcPol. Pero, ?c¨®mo hacerlo? La soluci¨®n pasa por resolver de forma selectiva estos problemas, concentrando y reforzando las medidas de apoyo e informaci¨®n en los segmentos que realmente precisan el capital para hacer la inversi¨®n, afirma Labandeira. En su opini¨®n, los subsidios destinados a promover los veh¨ªculos el¨¦ctricos o la instalaci¨®n de energ¨ªas renovables en casa suelen perder efectividad al aplicarse de manera generalizada. ¡°Esto afecta desproporcionadamente a quienes tienen menos recursos y realmente necesitan ayuda. Y adem¨¢s, aquellos con m¨¢s recursos econ¨®micos no se benefician tanto de estos programas, ya que podr¨ªan realizar estas inversiones incluso sin el apoyo¡±.
A esto se suma que el usuario tiene que hacer una inversi¨®n inicial y luego sumergirse en un mar burocr¨¢tico para obtener el subsidio, que en el caso de la instalaci¨®n de paneles fotovoltaicos puede tardar hasta dos a?os desde que se inicia el tr¨¢mite, seg¨²n Jos¨¦ Donoso, director general de la Uni¨®n Espa?ola Fotovoltaica (UNEF). Para el caso de la compra de los coches el¨¦ctricos, puede ir de 12 a 30 meses, seg¨²n la Comunidad Aut¨®noma donde se solicite, explican fuentes de Anfac. ¡°Lo que es preciso es dise?ar un plan de incentivos adecuado, como Portugal, que nos supera en matriculaciones de el¨¦ctricos, con ciudadanos con menor poder adquisitivo y una menor intensidad en las ayudas, pero que las perciben en el momento de la compra¡±, reclama Arturo P¨¦rez de Lucia, director general de la Asociaci¨®n Empresarial para el Desarrollo e Impulso de la Movilidad El¨¦ctrica.
Por otra parte, algunos incentivos est¨¢n mal dise?ados y dejan fuera las diferencias de ingreso. ¡°Al final del d¨ªa, la pol¨ªtica de mitigaci¨®n clim¨¢tica, es decir, de reducci¨®n de emisiones, tiene que pasar por la pol¨ªtica fiscal y considerar los efectos regresivos por nivel de renta¡±, argumenta Juli¨¢n Cubero, economista l¨ªder del cl¨²ster de Econom¨ªa del Cambio Clim¨¢tico de BBVA Research. Por ejemplo, los 20 c¨¦ntimos por litro de descuento de la gasolina en la ¨¦poca de la crisis de la guerra de Ucrania, se aplic¨® por igual a todos los niveles de consumo de renta. ¡°Y fue regresiva, porque beneficiaba m¨¢s a los niveles m¨¢s altos de consumo¡±, agrega el experto.
M¨¢s all¨¢ de las ayudas, el debate se ampl¨ªa a la fiscalidad medioambiental, una tarea pendiente de Espa?a, de acuerdo con distintos organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, la OCDE y la Comisi¨®n Europea. Estos tributos buscan desincentivar el uso de los combustibles f¨®siles e impactan sobre los que menos tienen, as¨ª que su aplicaci¨®n tendr¨ªa que acompa?arse de un esquema redistributivo para compensar a los hogares m¨¢s vulnerables, seg¨²n los expertos. ¡°Es esencial implementar pol¨ªticas que alivien la carga financiera de las familias durante la transici¨®n¡±, recalca Collado. Una opci¨®n viable, dice, ser¨ªa establecer transferencias de dinero como lo ha hecho Canad¨¢ con el Climate Action Incentive Payment.
Este sistema consiste en una contraprestaci¨®n, libre de impuestos, que el Gobierno da a sus residentes ¡ªseg¨²n su situaci¨®n personal (estado civil, n¨²mero de hijos) y la provincia en la que viven (las personas en zonas rurales reciben un 10% m¨¢s)¡ª, para compensar el coste de desincentivar el uso de los combustibles f¨®siles seg¨²n la m¨¢xima quien contamina paga. ¡°Creo que debemos emplear impuestos energ¨¦tico-ambientales que introduzcan incentivos al cambio y adem¨¢s recojan las responsabilidades de los contaminadores¡±, agrega Labandeira. ¡°Si se emplean adecuadamente, estos tributos llevar¨¢n a mayores pagos por parte de los que m¨¢s contaminan¡±, concluye.
Ricos, caprichosos y contaminantes
Los ultrarricos del planeta no conocen l¨ªmites. En 2021, mientras el mundo se recuperaba de la pandemia, dos multimillonarios, el brit¨¢nico Richard Branson ¡ªcuyo imperio inici¨® con Virgin Records, una discogr¨¢fica que grab¨® a la banda de punk Sex Pistols¡ª y Jeff Bezos, fundador de Amazon, protagonizaron una carrera por ser el primer magnate en ir, con su propia nave, m¨¢s all¨¢ de la atm¨®sfera terrestre. Branson, que sue?a con tener un hotel en la Luna, se adelant¨® a Bezos por nueve d¨ªas. Pero ambos se hicieron con la medalla de grandes emisores de gases contaminantes en el planeta.
En un viaje como el de Bezos, de casi once minutos, se han emitido unas 75 toneladas de carbono por pasajero, es decir, la misma huella que deja una persona de bajos ingresos en toda su vida, seg¨²n un informe del World Inequality Lab (WIL). Houston, tenemos un problema: los ultrarricos est¨¢n contribuyendo con mayor ah¨ªnco a la destrucci¨®n del planeta. El 0,01% m¨¢s pudiente (unos 770.000 millones de personas) producen, en promedio, 2.531 toneladas de CO? al a?o, frente a las 1,6 toneladas del 50% m¨¢s pobre del planeta, seg¨²n los datos de WIL. Estas emisiones provienen tanto del consumo individual como de las inversiones que realizan. Hay variaciones, pero el resultado es claro, dicen los expertos de la instituci¨®n: ¡°La riqueza extrema conlleva una contaminaci¨®n extrema¡±.
¡°Los ultrarricos vuelan mucho, a menudo en aviones privados, o usan grandes barcos. No hay combustibles sostenibles disponibles para estas formas de transporte¡±, afirma Stefan G?ssling, de la Universidad Linnaeus en Suecia. A esa selecta cuadrilla de grandes contaminantes, le sigue otra: los 7,7 millones de personas con un ingreso promedio anual de 1,2 millones de d¨®lares, que solo son el 0,1% de la poblaci¨®n mundial. Este grupo emite 10 veces m¨¢s que el 10% m¨¢s rico combinado, seg¨²n el Instituto de Medio Ambiente de Estocolmo. Detr¨¢s le sigue un 1% de la poblaci¨®n que produce el 16% de las emisiones de carbono a nivel global. ¡°Esta ¨¦lite emite tanto como el 66% m¨¢s pobre [unos 5.000 millones de personas]¡±, comenta Jacobo Ocharan, global lead en Oxfam Climate Initiative (OCI).
¡°Las econom¨ªas avanzadas tienen m¨¢s personas, como proporci¨®n de su poblaci¨®n en este grupo, porque tienen ingresos per c¨¢pita m¨¢s altos¡±, explica Laura Cozzi, directora de Tecnolog¨ªa y Perspectivas de Sostenibilidad en la Agencia Internacional de Energ¨ªa (AIE). El 1% m¨¢s rico de Espa?a ingresa por encima de 378.000 euros al a?o o tiene un patrimonio superior a 2,5 millones de euros, seg¨²n los datos de WIL. ¡°Pero no debemos olvidar que hay cada vez m¨¢s individuos de altos ingresos dentro de pa¨ªses que todav¨ªa tienen bajas emisiones per c¨¢pita en promedio, como India o China¡±, resalta.
Aviones privados
Por ejemplo, una d¨¦cima parte de todos los vuelos que salieron de Francia en 2019 se realizaron en aviones privados, indica Bloomberg. En solo cuatro horas, esos aviones generan tanto di¨®xido de carbono como el que emite una persona promedio en la Uni¨®n Europea durante todo el a?o, dice la agencia. Considerando, por otra parte, las necesidades de espacio de los asientos de los aviones, los pasajeros de las clases premium consumen tres veces m¨¢s combustible que los pasajeros de la clase econ¨®mica, afirma la AIE en un informe. Hasta hace no mucho, el debate sobre la lucha contra el cambio clim¨¢tico sol¨ªa centrarse principalmente en las diferencias de emisiones de gases contaminantes entre pa¨ªses ricos y en desarrollo. Pero despu¨¦s de casi tres d¨¦cadas de desigualdad creciente, ahora se agrega otro elemento al debate: la distribuci¨®n de ingresos y su impacto contaminante.
Y si bien las emisiones de la ¨¦lite mundial son importantes, tambi¨¦n lo son las del 10% de la poblaci¨®n (770 millones de personas) y en donde se incluye a la mayor¨ªa de las clases medias de las naciones desarrolladas (con un ingreso de m¨¢s de 41.000 euros al a?o). Este grupo genera la mitad de las emisiones totales de carbono y est¨¢ bajo el yugo de un sistema econ¨®mico orientado al consumo continuo y desenfrenado. ¡°La voz de este grupo es importante a la hora de garantizar el cambio¡±, dicen los expertos de Oxfam. Casi dos tercios habitan en naciones avanzadas, pero tambi¨¦n en China, Oriente Medio, Rusia y Sud¨¢frica, donde hay una desigualdad de ingresos y riqueza alta.
Si este 10% mantiene sus niveles de emisiones actuales, superar¨¢n la totalidad de gases permitida en el Escenario de Emisiones Netas Cero para 2050, es decir, exceder¨¢ con creces la meta, seg¨²n la informaci¨®n de la AIE. En este contexto, surge un nuevo debate: ?c¨®mo asegurar que las clases medias puedan surgir en el sur global sin reproducir el estilo de vida insostenible del norte? La transformaci¨®n del modelo depender¨¢, en gran medida, de cu¨¢nto aporten las personas que est¨¢n en lo alto de la pir¨¢mide, coinciden los expertos.
G?ssling sugiere la implementaci¨®n de sistemas progresivos de impuestos al carbono, complementados con transferencias de efectivo destinadas a ciertas categor¨ªas de la poblaci¨®n. Para ello, destaca, es necesario contar con la posibilidad de que las tasas de impuesto al carbono aumenten proporcionalmente a los niveles de emisi¨®n, mediante la combinaci¨®n de diversos instrumentos fiscales dirigidos tanto a los consumidores como a los inversores involucrados en actividades intensivas en emisiones. Lucas Chancel, profesor en Sciences Po y codirector del World Inequality Lab de la ?cole d¡¯¨¦conomie de Paris, dice que deber¨ªa de haber limitaciones claras, como el uso de jets privados y villas de lujo.
¡°Para las emisiones asociadas a la propiedad de empresas por parte de las personas, emisiones financieras, necesitamos desarrollar r¨¢pidamente indicadores que ayuden a las personas a invertir en los productos financieros correctos. Podemos ayudar a este cambio con incentivos: tasas impositivas m¨¢s bajas para inversiones verdes y tasas impositivas m¨¢s altas para inversiones contaminantes, y regulaciones estrictas o prohibiciones de nuevas inversiones en sectores que no cumplan con ciertos est¨¢ndares medioambientales¡±. Y adem¨¢s, a?ade que son necesarios m¨¢s recursos p¨²blicos para asegurar que toda la poblaci¨®n pueda acceder a los servicios que precisa. ¡°Lo que la gente necesita es un buen transporte p¨²blico, no necesariamente un autom¨®vil¡±.
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