Gravar a los millonarios es m¨¢s posible y m¨¢s necesario que nunca
La opini¨®n p¨²blica mundial apoya abrumadoramente una tributaci¨®n m¨¢s justa de los ultrarricos
Un pu?ado de s¨®lo 3.000 personas han amasado una riqueza de 14,4 billones de d¨®lares, equivalente al 13% del PIB mundial. La fortuna e influencia de los milmillonarios del mundo se ha acelerado vertiginosamente en los ¨²ltimos 30 a?os, si pensamos que en 1993 su riqueza acumulada equival¨ªa al 3% del PIB mundial.
Independientemente de su nacionalidad, los ultrarricos comparten dos sorprendentes similitudes: la gran mayor¨ªa son hombres; y suelen pagar muchos menos impuestos en proporci¨®n a sus ingresos que sus empleados y los trabajadores de clase media en general. La concentraci¨®n de riqueza extrema es, por tanto, un problema mundial. Tan alarmante que el G20 lo abord¨® formalmente el mes pasado.
La equidad fiscal sustenta la democracia. Sin ingresos fiscales suficientes, los gobiernos no pueden garantizar servicios p¨²blicos adecuados como la educaci¨®n, la salud y la protecci¨®n social, ni responder a problemas mayores como la crisis clim¨¢tica (que est¨¢ desestabilizando a muchos pa¨ªses de todo el mundo). Dadas las nefastas consecuencias de la inacci¨®n pol¨ªtica en estos ¨¢mbitos, es vital que los m¨¢s ricos paguen los impuestos que realmente les corresponden.
La Declaraci¨®n de R¨ªo, realizada por el G20 a finales de julio, es un hito importante. Por primera vez desde que se cre¨® el G20 en 1999, todos sus miembros coincidieron en que hay que resolver la forma en que se grava a los m¨¢s ricos, y se comprometieron a hacerlo. Pero este consenso no surgi¨® de la nada. Los defensores de la equidad fiscal recorrieron un largo trecho en los meses previos a la cumbre.
Brasil ocupa este a?o la presidencia rotatoria del G20. A finales de febrero, su ministro de Hacienda, Fernando Haddad, me invit¨® a intervenir en una reuni¨®n de alto nivel en S?o Paulo y me encarg¨® la redacci¨®n de un informe sobre la justicia fiscal y la tributaci¨®n de los superricos (tema central de mi trabajo como fundador y director del Observatorio de Impuestos de la UE en Par¨ªs) que present¨¦ a finales de junio, para que sirviera de base al debate de la cumbre de julio. En el informe, titulado A Blueprint for a Coordinated Minimum Effective Taxation Standard for Ultra-High-Net-Worth Individuals, propuse la adopci¨®n de un nuevo est¨¢ndar global de tributaci¨®n efectiva que incluye una coordinaci¨®n internacional para aplicar un nivel m¨ªnimo de tributaci¨®n equivalente al 2% de la riqueza de los 3.000 milmillonarios del mundo. Un est¨¢ndar como este no s¨®lo generar¨ªa importantes ingresos adicionales (entre 200.000 y 250.000 millones de d¨®lares por a?o), sino que tambi¨¦n corregir¨ªa la injusticia estructural de los sistemas fiscales actuales, que hace que las tasas efectivas de impuestos que pagan los milmillonarios sean inferiores a los de las personas de clase media.
La opini¨®n p¨²blica mundial apoya abrumadoramente un nivel de tributaci¨®n justa de los ultrarricos. Seg¨²n una encuesta de Ipsos realizada en los pa¨ªses del G20 y publicada en junio, el 67% de las personas consultadas est¨¢ de acuerdo en que hay demasiada desigualdad econ¨®mica, y el 70% apoya el principio de que los ricos deber¨ªan pagar tipos impositivos m¨¢s altos.
La Declaraci¨®n de R¨ªo marca un cambio significativo: los l¨ªderes mundiales no pueden seguir apoyando un sistema en el que los ultrarricos se salen con la suya pagando menos impuestos que el resto de nosotros. El acuerdo de los ministros de Hacienda incluye importantes medidas preliminares para mejorar la transparencia fiscal, aumentar la cooperaci¨®n fiscal y revisar las pr¨¢cticas fiscales perniciosas.
Es cierto que no hubo consenso pol¨ªtico para incluir en el texto final la propuesta de un est¨¢ndar global de tributaci¨®n m¨ªnima del 2% a los milmillonarios. La declaraci¨®n tuvo que ser aprobada por unanimidad y algunos pa¨ªses siguen teniendo reservas sobre aspectos de la propuesta. Por ejemplo, a pesar de que la Administraci¨®n del presidente Joe Biden apoya un impuesto m¨ªnimo para los multimillonarios a escala nacional en Estados Unidos, se ha mostrado reacia a impulsarla en el tablero internacional.
Pero no hay vuelta atr¨¢s. El impuesto m¨ªnimo ya est¨¢ en la agenda global; si nos fijamos en la historia de las negociaciones internacionales sobre tributaci¨®n, hay razones concretas para ser optimistas sobre el futuro de la propuesta. En 2013, el G20 reconoci¨® la elusi¨®n fiscal rampante de las empresas multinacionales, lo cual dio un impulso pol¨ªtico para abordar esa problem¨¢tica. Su plan de acci¨®n inicial inclu¨ªa la mejora de la transparencia fiscal, el refuerzo de la cooperaci¨®n fiscal y la revisi¨®n de las pr¨¢cticas fiscales perniciosas para grandes corporaciones, los mismos principios que conducen ahora la Declaraci¨®n de R¨ªo en cuanto a la tributaci¨®n de individuos superricos. Luego, en octubre de 2021, 136 pa¨ªses y jurisdicciones (ahora ya son 140) adoptaron la aplicaci¨®n de un impuesto m¨ªnimo efectivo del 15% para las grandes corporaciones.
Afortunadamente, no es necesario que todos los pa¨ªses adopten un est¨¢ndar de tributaci¨®n m¨ªnima del 2% sobre los milmillonarios si as¨ª lo deciden los responsables pol¨ªticos. Simplemente se necesita una masa cr¨ªtica de pa¨ªses que se pongan de acuerdo sobre un conjunto de normas para identificar y valorar la riqueza de los ultrarricos y adoptar instrumentos para consolidar un nivel de tributaci¨®n efectiva con independencia de la residencia fiscal de estos milmillonarios. De este modo podremos evitar un escenario en el que los ultrarricos huyan a para¨ªsos fiscales, y se pondr¨ªa fin a la carrera a la baja entre pa¨ªses que compiten para ofrecer a los ultrarricos condiciones de tributaci¨®n m¨¢s bajas.
En los ¨²ltimos 10 a?os aproximadamente, la cooperaci¨®n internacional en materia fiscal ha avanzado notablemente. La introducci¨®n del intercambio autom¨¢tico de informaci¨®n bancaria, por ejemplo, ha reducido enormemente la posibilidad de evasi¨®n fiscal. Ya disponemos de las herramientas necesarias para que los multimillonarios del mundo paguen los impuestos que les corresponden. Ahora depende de los gobiernos actuar con rapidez y eficacia.
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