?La peque?a infancia como bien com¨²n?
En nuestra sociedad patriarcal y adultoc¨¦ntrica el bienestar y la igualdad de oportunidades de la peque?a infancia (a¨²n) no es un asunto p¨²blico de primer orden
La realidad es tozuda. Sabemos bien y con suficientes evidencias que las pol¨ªticas para la peque?a infancia son claves para afrontar uno de los principales retos de la humanidad: reducir las desigualdades sociales, de g¨¦nero, educativas¡ A pesar de ello, la educaci¨®n y la crianza de las ni?as y ni?os hasta los seis a?os y, en especial, los primeros 1000 d¨ªas de vida sigue siendo materia, b¨¢sicamente, de la esfera privada, de las familias. Sobre todo e injustamente, un tema ¡°de las mujeres¡± que hacen lo que buenamente pueden en sus hogares y con sus redes de apoyo.
Si medimos la peque?a infancia por su peso en la agenda p¨²blica, esta etapa vital tan estrat¨¦gica personal y socialmente, es tambi¨¦n una pol¨ªtica peque?a. Genera un debate p¨²blico escaso y tambi¨¦n estrecho que, por lo general, se reduce a las escuelas infantiles y raramente se ensancha para discutir a fondo c¨®mo universalizar y c¨®mo diversificar los servicios p¨²blicos educativos y de cuidados para apoyar a las familias con unas necesidades cada vez m¨¢s diversas, desiguales y aisladas socialmente.
En la que se esperaba que fuera la nueva Ley de familias (ahora pendiente de nueva legislatura) se avanza en reconocimientos important¨ªsimos: en los derechos de la infancia a ser cuidada, en asumir que las familias no pueden solas y que todas merecen y necesitan apoyos diversos y de calidad en esta tarea de vital importancia, y que hay que priorizar con equidad. Sin embargo, en nuestra sociedad patriarcal y adultoc¨¦ntrica el bienestar y la igualdad de oportunidades de la peque?a infancia (a¨²n) no es un asunto p¨²blico de primer orden. Parece que s¨®lo interesa si tienes hijos o hijas peque?as, como un bien particular. En otras palabras, la peque?a infancia no se entiende como un bien com¨²n: todav¨ªa pensamos en ¡°mi ni?o¡± en lugar de ¡°nuestra infancia¡±.
Hoy en Espa?a es tres veces m¨¢s probable ser pobre si eres un ni?o o ni?a que una persona adulta y llevamos d¨¦cadas con esta realidad invisibilizada de la pobreza infantil. En este escenario de empobrecimiento y desigualdad es urgente movilizar y enfocar los recursos p¨²blicos con justicia social y asegurar que lleguen, prioritariamente, a la infancia m¨¢s desfavorecida y hacer posible su derecho a unas vidas dignas. Se trata de materializar aquella sabidur¨ªa popular de ¡°los ni?os y ni?as primero¡± o lo que el Nobel de Econom¨ªa James Heckman acu?¨® con ¡°la ecuaci¨®n de inversi¨®n en infancia¡± cuando mostr¨® que, si queremos reducir la pobreza y adem¨¢s ahorrar, hay que invertir dinero p¨²blico en la infancia y, mejor a¨²n, en la peque?a infancia. Es justo, inteligente y eficiente. Pero Espa?a sigue con una inversi¨®n en infancia por debajo de la mitad de la media europea. Y, por ello, est¨¢ en la cola de Europa en bienestar infantil con 1 de cada 3 ni?os y ni?as en situaci¨®n de pobreza. Una verg¨¹enza colectiva.
Ante esta realidad necesitamos dar m¨¢s peso (y recursos) a las pol¨ªticas que garanticen que nuestra peque?a infancia pueda crecer y convivir con bienestar material y emocional, para que puedan vivir unas vidas dignas de ser vividas, con palabras ecofeministas de Yayo Herrero. Para avanzar en ello, las familias necesitan suficientes apoyos para hacer de familias y situar la sostenibilidad de la vida y la democratizaci¨®n de los cuidados de la peque?a infancia entre las cuestiones centrales de inter¨¦s p¨²blico, m¨¢s a¨²n en el escenario de reto demogr¨¢fico y descenso de la poblaci¨®n infantil. Avanzar usando distintas herramientas de las pol¨ªticas p¨²blicas, como m¨ªnimo, en cuatro terrenos que implican a las diferentes administraciones, incluyendo las locales, como demuestran varias experiencias de Barcelona que pueden resultar ¨²tiles e inspiradoras.
En primer lugar, reforzar y desburocratizar las prestaciones econ¨®micas con la ayuda estatal de crianza ampliada y el ingreso m¨ªnimo vital con complemento de infancia, as¨ª como la renda garantida ciudadana (renta garantizada ciudadana) en el caso de Catalunya. Se trata de asegurar que, efectivamente, son pol¨ªticas de rentas robustas, que llegan a todas las familias que m¨¢s lo necesitan y que logran los efectos deseados, en especial, en la peque?a infancia.
En este sentido, es importante destacar la apuesta de la ciudad de Barcelona con el Fondo 0-16 a?os con una ayuda de 100€/mes dirigida directamente a la infancia. Sus impactos se han evaluado y muestran su capacidad para mitigar efectos de la pobreza; y por ello, el Fondo 0-16 se ha consolidado y ampliado para alcanzar a 20.000 ni?os y ni?as. Esta ayuda se suma a otras que son tambi¨¦n claves en las pol¨ªticas p¨²blicas para el bienestar y la equidad educativa en toda la etapa de la infancia como son las becas comedor (que en Barcelona ya llegan a uno de cada cuatro alumnos hasta los 16 a?os), as¨ª como las becas de actividades de verano o las becas de tardes para extraescolares tanto deportivas (que ya alcanzan a m¨¢s de 15.000 ni?os y ni?as) como tambi¨¦n art¨ªsticas (que se estrenan este curso).
Un segundo paquete de apoyos vertebral es el de los servicios p¨²blicos de calidad sobre todo en educaci¨®n, salud y cultura, empezando con escuelas infantiles p¨²blicas suficientes y de calidad que, al mismo tiempo, sean equipamientos comunitarios abiertos al barrio como ¡°casas de la peque?a infancia¡±. En el caso de Barcelona se cuenta con la mayor red municipal con 105 escuelas infantiles que crece en cantidad y calidad y que ya da servicio educativo p¨²blico al 25% de los ni?os y ni?as menores de tres a?os de la ciudad, m¨¢s del doble que otras grandes ciudades como Madrid con 11% o Valencia con 8%. Pero no va s¨®lo de escuelas infantiles, como dec¨ªa Phillipe Meirieu en un reciente art¨ªculo en EL PA?S, ¡°hay que velar porque la crianza no siga siendo el ¨¢ngulo muerto de las pol¨ªticas p¨²blicas¡± y pon¨ªa en valor los espacios familiares de crianza municipales donde romper la soledad, reforzar v¨ªnculos y hacer comunidad. Tambi¨¦n Barcelona puede aportar su trabajo en este campo con una nueva red que ha doblado los espacios familiares de crianza municipales en la ciudad o con el nuevo servicio p¨²blico de canguro municipal en los barrios m¨¢s desfavorecidos, como recog¨ªa un reportaje en este mismo peri¨®dico. Recursos cada vez m¨¢s diversos, abiertos y conectados entre s¨ª y con un papel esencial de atenci¨®n primaria de salud pedi¨¢trica por donde pasa pr¨¢cticamente toda la peque?a infancia. Sin olvidar que los servicios y los derechos culturales que van ganando terreno tambi¨¦n pasan por reducir brechas y que toda la infancia participe de la vida cultural desde los primeros a?os de vida (en bibliotecas, teatros, museos¡) con propuestas tambi¨¦n para la ciudadan¨ªa de talla XXS.
En tercer lugar, m¨¢s all¨¢ de dinero y servicios, cabe seguir avanzando en las pol¨ªticas de tiempo en todos los niveles de gobierno y agentes sociales con permisos para conciliar y que la corresponsabilidad de los cuidados se d¨¦ con justicia de g¨¦nero y con una reorganizaci¨®n de horarios y usos del tiempo, como las iniciativas y pactos iniciadas en Barcelona.
Y, finalmente, el espacio: tanto el acceso a una vivienda en condiciones dignas como el disfrute de un espacio p¨²blico amable y saludable, con naturaleza urbana donde crecer, vivir y compartir juegos al aire libre. Cuando en la nueva agenda urbana se reivindica el derecho a la ciudad, quiz¨¢ toca preguntarnos c¨®mo lo hacemos realidad de manera m¨¢s democr¨¢tica, teniendo en cuenta tambi¨¦n los derechos espec¨ªficos de la infancia.
En esta direcci¨®n cabe subrayar, por un lado, el derecho al juego que en Barcelona ha dado lugar al Plan de juego en el espacio p¨²blico para crear una ciudad jugable. Y, por el otro, el derecho a crecer en un entorno saludable, con acciones concretas como las de la ciudad condal: con la estrategia Bressols pel Clima implicando la comunidad educativa desde la peque?a infancia y con la pacificaci¨®n y naturalizaci¨®n de patios y entornos escolares y la transformaci¨®n en el conjunto de la ciudad con superilles (supermanzanas) para que sea m¨¢s habitable y menos contaminada. Exactamente en el sentido que reclama el Comit¨¦ de Derechos de la infancia de Naciones Unidas que, en su reciente Observaci¨®n General (n¨²mero 26, agosto 2023), pone negro sobre blanco en las obligaciones de los gobiernos de corregir los da?os ambientales y el cambio clim¨¢tico, tambi¨¦n como un derecho de la infancia.
Los mandatos pol¨ªticos que empiezan lejos de invisibilizar los intereses de la peque?a infancia y sus familias (poco articulados y poco ruidosos) tienen la oportunidad de retomar pasos decididos e imprescindibles para que la odisea de sostener la vida durante los primeros a?os, y en especial los 1.000 primeros d¨ªas de vida, sea una tarea m¨¢s compartida, m¨¢s apoyada, m¨¢s p¨²blica. Nos jugamos mucho donde todo empieza. Tenemos pendiente un pacto social para que la peque?a infancia, tanto en el imaginario colectivo como en las pol¨ªticas p¨²blicas, sea tratada aut¨¦nticamente como un bien com¨²n.
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