Comadronas mayas contra el Estado de Guatemala
Una organizaci¨®n de parteras demanda al Gobierno por la discriminaci¨®n y la falta de reconocimiento de su trabajo
El interior del tuj, o temascal, la sauna maya, es completamente oscuro. Rebeca Us, de 21 a?os, est¨¢ tendida en el suelo, casi desnuda, con una tripa menuda, que esconde un embarazo de ocho meses. Sobre ella, una comadrona le masajea el vientre, con firmeza y decisi¨®n, buscando facilitar el momento del parto. A continuaci¨®n, Rebeca se da la vuelta y la comadrona le masajea la baja espalda, vuelve a darse la vuelta y presiona sus piernas. Unos troncos arden y, en un cubo, agua mezclada con las hierbas medicinales llenan todo el espacio de vapor.
Nos encontramos en Momostenango, Totonicap¨¢n, en el altiplano de Guatemala, en uno de los ba?os quincenales que Estela Ajt¨²n Ralac, una mujer maya k¡¯iche¡¯, realiza a Rebeca en su tercer embarazo. Estela es una de las de las 22.000 comadronas que, seg¨²n la cifra de la Pol¨ªtica Nacional de Comadronas, atiende la mitad de partos del pa¨ªs centroamericano.
El pasado septiembre de 2016, un estimado de 12.000 comadronas, congregadas en la organizaci¨®n Nim Alaxic Mayab¡¯, y otros consejos del altiplano del pa¨ªs, presentaron un amparo en la Corte Suprema de Justicia. En este, demandaban al Ministerio de Salud por falta de reconocimiento, respeto y promoci¨®n de su trabajo. Y, como segundo argumento, por no facilitar los insumos b¨¢sicos para atender los partos.
Desde hace varios a?os, con el fin de dar cumplimiento a los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas, de disminuir la mortalidad materna en tres cuartas partes, y de seguir los lineamientos de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud que busca, para ello, institucionalizar los partos; el Ministerio de Salud de Guatemala ha emprendido pol¨ªticas dirigidas a acercar a la poblaci¨®n al sistema oficial de sanidad.
Se estima que 22.000 parteras atienden la mitad de los alumbramientos de todo el pa¨ªs
Hasta la fecha, sin embargo, la realidad del pa¨ªs se ha impuesto a los intentos de institucionalizar la maternidad. Un Ministerio de Salud con el presupuesto m¨¢s bajo de Latinoam¨¦rica (Guatemala dedica un 3,9% de su PIB), una cobertura hospitalaria escasa y acceso a las comunidades muy complicado. A lo que se suma la desconfianza de los ind¨ªgenas al sistema oficial, el impedimento del idioma, la discriminaci¨®n y el racismo.
La mortalidad materna sigue siendo alta. En 2015, Guatemala cont¨® con 431 muertes derivadas del parto, 88 por cada 100.000 habitantes, seg¨²n registros del Ministerio de Salud. Unas cifras 7,5 veces m¨¢s altas a las de muertes maternas en pa¨ªses desarrollados.
¡°Sabemos que el Ministerio no tienen la cobertura para poder llegar a todas las comunidades del pa¨ªs. Viendo esa necesidad, y reconociendo que la abuela comadrona ejerce un trabajo muy importante, consideramos que las mujeres tienen el derecho de poder optar por ir al servicio de salud o ser atendidas por parteras¡±, explica Marcela P¨¦rez, coordinadora de la Unidad de Atenci¨®n de la Salud de los pueblos Ind¨ªgenas e Interculturalidad del Ministerio de Salud.
Pobreza y falta de acceso siguen cargando las comadronas
Ahora estamos en uno de esos lugares donde el acceso es reducido, en una casa en mitad de un camino, rodeado de campos de ma¨ªz. La comadrona Estela, y Graciela Vel¨¢squez, representante legal en el amparo presentado, comienzan la siguiente visita. Se trata de Marta Calem, tiene 23 a?os y hace solo un d¨ªa dio a luz a su segundo hijo. Este se encuentra envuelto en mantas, recostado en la cama al lado de su madre. Todav¨ªa no tiene nombre.
¡°Ir al hospital cuesta demasiado, est¨¢ muy lejos¡±, explica la joven, de cara adolescente, silenciosa y sonriente. Marta cuenta que durante su embarazo fue al hospital debido un dolor fuerte en el est¨®mago. All¨ª le aconsejaron hacerse una ecograf¨ªa. ¡°Pero no tuve la posibilidad de pagarla, vale 350 quetzales (unos 50 euros)¡±. Tambi¨¦n le recomendaron una ces¨¢rea. Sin embargo, afirma, con el apoyo de Estela, dio a luz de forma natural. El ni?o naci¨® bien.
El presupuesto sanitario de Guatemala es el m¨¢s bajo de Latinoam¨¦rica: un 3,9% de su PIB
Al abandonar la casa, su madre sale detr¨¢s a despedirse y ofrece una bebida a base de ma¨ªz. Explica que el marido de su hija ingiere mucho alcohol y que, en realidad, se gast¨® el dinero para la ecograf¨ªa en emborracharse. A?ade que tambi¨¦n le golpea, mucho. Graciela le recomienda que lo denuncie y le explica que puede recibir apoyo econ¨®mico y financiero gratuito.
Al regresar al veh¨ªculo, siguiendo la conversaci¨®n de la violencia, Graciela comienza a hablar de casos escalofriantes: incestos, violaciones a ni?os, maltratos. Este tema ser¨¢ una constante en las visitas que acompa?aremos, casos que nunca llegan al sistema oficial de salud: mujeres golpeadas por sus esposos, hombres que han matado a fetos a pu?etazos. Conocemos a una ni?a, de 16 a?os, que vive con su esposo, de 19, y que al enterarse que est¨¢ embarazada, comenz¨® golpear su est¨®mago.
40 a?os sin avances
La relaci¨®n de la medicina occidental con las comadronas y sus conocimientos mayas no es sencilla de comprender. Tampoco es uniforme. Los conocimientos ancestrales se han ido modificando y transformando con las generaciones. En el altiplano, ¨¦stas cuentan con una espiritualidad a¨²n muy vinculada al mundo maya, mezclada con el sincretismo religioso. En el ¨¢rea norte, donde la poblaci¨®n es maya q¡¯eqchi, las parteras son designadas por la comunidad.
Existe desconfianza de los pueblos ind¨ªgenas al sistema oficial, impedimento por el idioma, discriminaci¨®n y racismo
Su relaci¨®n con el Estado tampoco ha sido constante. Los primeros intentos de asimilar a las comadronas datan de 1969, cuando se cre¨® la Divisi¨®n de Salud Materno-Infantil y se comenz¨® un programa de capacitaci¨®n. La formaci¨®n, desde entonces, ha sido apoyada por organizaciones internacionales, y termina cuando concluyen el proyecto y los fondos para ejecutarlos.
Desde que las capacitaciones comenzaron, solo las comadronas que acuden reciben un carnet, y solo con carnet pueden atender partos e inscribir a los reci¨¦n nacidos en el Registro Nacional de Personas. En algunos municipios, estas capacitaciones han ido mejorando y se imparten en las lenguas mayas. En otros, sigue imperando el racismo y una visi¨®n vertical de la salud. As¨ª, aunque, seg¨²n la Pol¨ªtica Nacional de Comadronas, el Estado est¨¢ obligado a permitir que las comadronas realicen su trabajo; la discriminaci¨®n, el racismo y el machismo, siguen presentes como un punto nodal para la relaci¨®n del Estado y las parteras. Y ese sentimiento, de infravaloraci¨®n de su trabajo, es la clave para comprender la demanda interpuesta ante el Estado.
La constante del racismo
El hospital de Santa Catalina La Tienta, en Alta Verapaz, est¨¢ en obras, lleno de polvo, y con el ruido insoportable de taladros. El director del hospital, Douglas Ovalle, nos espera en su despacho. Se le pregunta por la relaci¨®n de este hospital con las comadronas.
¡ªEn realidad, nosotros estamos tratando de institucionalizar todos los partos, porque, en el campo, y m¨¢s en ¨¢reas alejadas, las emergencias en el parto pueden ser muy complicadas.
¡ª?Entonces, proh¨ªben a las comadronas trabajar?
¡ªLo respetamos en la medida de lo posible. Tenemos que tratar de convencer a la gente de cambiar su estilo de vida. Sus creencias van en contra de la salud. No tienen ni sexto de primaria y no tienen mayor concepto de fisiolog¨ªa o anatom¨ªa, manejan mucha desinformaci¨®n; su concepci¨®n del mundo est¨¢ dentro de un marco m¨¢gico. Ellas explican muchos eventos derivados de la naturaleza.
A unos kil¨®metros, el hospital nacional de Cob¨¢n inici¨® en 2011 una pol¨ªtica de integraci¨®n cultural, algo que en un inicio supon¨ªa una apertura al respecto, y contrataron a cinco comadronas para que apoyaran a los doctores. Este programa concluy¨® a los tres a?os. Los m¨¦dicos no dejaban a las comadronas apoyarles y les pon¨ªan a hacer otras cosas, como limpiar el hospital. Finalmente, tres de ellas fueron despedidas y solo dos siguieron trabajando all¨ª, aunque ya no como parteras: una pas¨® a formar parte del personal de la limpieza y la otra de cocina. Ahora ya solo apoyan a los m¨¦dicos cuando las necesitan como traductoras para las pacientes monoling¨¹es maya q¡¯eqchi¡¯ o poqomchi¡¯.
¡°Ya no nos quieren¡±
En San Juan Comalapa, en el departamento de Chimaltenango, est¨¢ la cl¨ªnica donde atiende los partos Mar¨ªa Celedonia Sucuc, de 68 a?os. A un lado hay un catre, y al otro un altar maya, con velas y hierbas medicinales, presidido por la virgen de Guadalupe. Su primer parto lo atendi¨® en el terremoto de 1976, en una carpa montada en el parque para todas las personas que hab¨ªan perdido sus casas.
¡°Yo le preguntaba al promotor de salud c¨®mo hacer, porque yo no s¨¦ leer ni escribir. ?l me dijo que ten¨ªa que usar un delantal, una mantita blanca en mi cabello, hervir la tijera... Desde ah¨ª estuve diez a?os trabajando bajo de agua [de manera informal, sin el carnet de comadrona]¡±, cuenta. Despu¨¦s, empez¨® con las capacitaciones, obtuvo su carn¨¦ y le dieron su material.
Desde entonces lleva otros 20 a?os atendiendo partos. Ella sabe, tal como ha ido aprendiendo en este tiempo, que si un parto llega complicado, con el ni?o atravesado o de pies, debe referirlo al hospital. Cuando es as¨ª, acompa?a a las embarazadas. Una vez, cuenta, un polic¨ªa que vigilaba el hospital le empuj¨® para impedir su entrada.
Al no saber ni leer ni escribir, para inscribir a los ni?os, se ayudaba de su hijo. Pero ahora se est¨¢ alfabetizando. Sale de la habitaci¨®n y regresa con un cuaderno de l¨ªneas, en el que muestra sus avances en la escritura. En los ¨²ltimos meses ha estado triste, llora por momentos de la entrevista, cuando habla de c¨®mo su marido le pegaba, de que se acaba de morir su hijo, o del desplazamiento de las comadronas del sistema de salud. ¡°Ahora ya no nos quieren, nos dijeron que las comadronas ya no vamos a atender¡±.
Mar¨ªa Celedonia no sabe que hay un amparo interpuesto, ni una Ley que busca reconocerlas. Tampoco que el Ministerio de Salud apel¨® el amparo por considerarlo muy general y que darles material supon¨ªa ir en contra de los conocimientos ancestrales. Tampoco que las organizaciones de comadronas lo apelaron frente a la Corte de Constitucionalidad. Mientras se seca las l¨¢grimas, va mostrando el material de su kit. Se pone su delantal, ense?a el bote de agua oxigenada, las tijeras, la cinta que utiliza para cortar el cord¨®n umbilical.
Aparece una mujer y llama al timbre de su casa, tiene 40 a?os, llega de una aldea, no sabe hablar en espa?ol y le explica que en el centro de salud no le entienden. Cree que est¨¢ embarazada. Mar¨ªa le acuesta sobre su camilla y empieza a tocar su vientre.
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