La ayuda hormonada
Los pa¨ªses donantes contabilizan como cooperaci¨®n para el desarrollo partidas dudosas
Hace un par de semanas la ministra brit¨¢nica de desarrollo, Penny Mordaunt, recibi¨® un chaparr¨®n de cr¨ªticas por defender que la cooperaci¨®n de su pa¨ªs deb¨ªa reflejar ¡°el inter¨¦s nacional¡±. ¡°Francamente ¡ªle reproch¨® Kate Osamor, ministra laborista en la sombra¡ª la idea tory de que deber¨ªamos dejar de usar la ayuda para reducir la pobreza y orientarla a los miopes intereses nacionales es un insulto a la generosidad e inteligencia de los millones de brit¨¢nicos que cada a?o donan su tiempo y dinero para hacer el mundo m¨¢s justo¡±.
Dif¨ªcil discrepar con la Sra. Osamor. La realidad, sin embargo, el algo menos l¨ªrica. Casi 50 a?os despu¨¦s de que la comunidad internacional acordase el objetivo del 0,7% del PIB para la ayuda al desarrollo, los pa¨ªses donantes han hecho suya la idea de que la caridad bien entendida empieza por uno mismo. Como se?ala el informe Concord-Aidwatch 2017, presentado ayer en Madrid por la Coordinadora Espa?ola de ONG, ¡°el ¨¦nfasis creciente en objetivos dom¨¦sticos (¡) diluye la relevancia de los objetivos de desarrollo de la Uni¨®n Europea (UE) y debilita los principios de eficacia de la ayuda que tanto cost¨® introducir¡±.
Dicho de otro modo, Europa ha perdido el pudor y ha comenzado a mezclar groseramente los fondos de la ayuda al desarrollo con gastos locales que cumplen una funci¨®n diferente. De acuerdo con los c¨¢lculos realizados por el equipo de CIECODE ¡ªel think tank espa?ol responsable de esta investigaci¨®n¡ª uno de cada cinco euros de la ayuda europea se destin¨® en 2016 a partidas como la atenci¨®n de refugiados y estudiantes en los propios pa¨ªses de la UE, la cancelaci¨®n de deudas o la provisi¨®n de ayuda ligada a la venta de bienes y servicios europeos. De continuar a este ritmo, la proporci¨®n entre la ayuda genuina y la inflada ser¨¢ de 1,5 a 1 en 2030 y equivalente en 2052 (ver gr¨¢fico). Incluso antes, si se acepta la relajaci¨®n de criterios que proponen algunos donantes.
Cierto que el debate acerca de la ayuda inflada no es evidente, como demuestra la polvareda generada esta semana por el art¨ªculo de Angus Deaton en The New York Times. Pero las organizaciones que critican estos gastos no lo hacen por su naturaleza ¡ª?qui¨¦n puede cuestionar la atenci¨®n de los refugiados en destino o el alivio de una deuda asfixiante?¡ª, sino por el modo en que magnifican artificialmente el compromiso de los donantes y por el coste de oportunidad de no invertir en otros programas. Aunque la ayuda juega hoy un papel mucho m¨¢s complementario y matizado de lo que lo hac¨ªa en el pasado, la realidad es que la buena cooperaci¨®n para el desarrollo nunca ha estado sobrada de recursos y que las necesidades de gasto no han hecho m¨¢s que multiplicarse con fen¨®menos como el del cambio clim¨¢tico.
Espa?a ofrece un buen ejemplo de este espejismo. Si se fijan en el a?o 2016 del gr¨¢fico adjunto y le retiran la ayuda ligada, el reembolso de intereses, el gasto dom¨¦stico en refugiados y (muy especialmente) la condonaci¨®n extraordinaria de deuda cubana, ver¨¢n que el sufl¨¦ de la cooperaci¨®n nacional se desploma a menos de la mitad. Al tama?o de una magdalena, en concreto.
Para los autores de Aidwatch la soluci¨®n es simple: diferenciar gastos que son diferentes y sostener ambos de acuerdo a las necesidades existentes. Los pa¨ªses europeos deben invertir m¨¢s, no menos, en la atenci¨®n de refugiados en su propio territorio. Tambi¨¦n deben aliviar la carga injusta e insoportable de la deuda en pa¨ªses como Somalia. Pero este esfuerzo debe ser a?adido y no sustitutivo del de la ayuda al desarrollo que paga escuelas, hospitales y graneros. Porque perpetuar este juego perverso de vasos comunicantes es reducir la presi¨®n sobre los donantes y firmar la condena a muerte de la ayuda en el largo plazo.
[Descarga aqu¨ª el informe completo Aidwatch 2017 en ingl¨¦s.]
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