?Adelante, MeToo!
Lo importante es que los delitos de violaci¨®n y los abusos quedan impunes en buena parte del mundo
Ser¨ªa una excelente noticia que el movimiento de reivindicaci¨®n feminista MeToo siguiera en pie hasta que cambien conductas muy extendidas entre la poblaci¨®n masculina, que suponen un abuso contra el principio democr¨¢tico de la igualdad. Y estar¨ªa muy bien que los hombres lo entendieran, sin escandalizarse tanto. MeToo es un gran avance democr¨¢tico, no una amenaza contra los derechos civiles. ?A qu¨¦ viene tanta indignaci¨®n? ?Se pueden producir algunos excesos? Seguramente. ?Es eso bueno? No. Intentemos, juntos, evitarlos. ?Quita eso valor al movimiento de denuncia de conductas abusivas, mantenidas en silencio o consideradas inevitables? En absoluto. Si el movimiento MeToo consigue acabar con esas conductas se habr¨¢ avanzado en la lucha por los derechos humanos y la igualdad.
El sensacionalismo consiste en distorsionar la realidad, colocando el acento no en lo importante, sino en aspectos secundarios que pueden despertar m¨¢s emociones. Lo importante es que los delitos de violaci¨®n y los abusos sexuales, que la mayor¨ªa de hombres y mujeres considera repugnantes, quedan, sin embargo, impunes en buena parte del mundo, bien porque no se denuncian, bien porque el sistema legal no le concede la atenci¨®n necesaria. Lo importante es que los sistemas legales, incluso en pa¨ªses avanzados democr¨¢ticamente, no prestan suficiente atenci¨®n al acoso sexual. Un hombre que se masturbe delante de una empleada o alumna, en el caso de que se denuncie y de poder probarse, est¨¢ castigado, en Espa?a, con 400 euros de multa, y eso si su conducta es "reiterada". Un estudio de Naciones Unidas entre mujeres parlamentarias de 39 pa¨ªses indica que el 82% de ellas se han sentido acosadas sexualmente a lo largo de su carrera. Una de cada cuatro mujeres que utiliza el transporte p¨²blico en Washington sufre alg¨²n tipo de acoso sexual.
As¨ª que el hecho de que estos casos se denuncien y originen una investigaci¨®n policial obligatoria ser¨ªa una excelente pr¨¢ctica democr¨¢tica que deber¨ªa universalizarse. Ning¨²n hombre ha ido a la c¨¢rcel exclusivamente por la acusaci¨®n de una mujer. Son los jueces o los jurados los que env¨ªan a los delincuentes a prisi¨®n. El temor a que la denuncia de abusos sexuales vaya a acabar con la carrera de decenas, centenares, miles de hombres talentosos y quiz¨¢s solo un poco brutos, v¨ªctimas de mujeres despechadas, es absurdo. Para empezar, no existe ninguna confusi¨®n entre abusos y hombres poco sensibles. Existe adem¨¢s en todo el mundo el delito de denuncia falsa que se castiga, en Espa?a, hasta con dos a?os de prisi¨®n. Por ¨²ltimo, no es casualidad que la inmensa mayor¨ªa de los hombres denunciados por MeToo hayan reconocido que mantuvieron esas conductas abusivas. Una cosa es que est¨¦n prescritas legalmente y otra, que se pretenda que no provoquen rechazo social. ?Con qu¨¦ argumentos?
La exigencia de favores sexuales a cambio de conservar el trabajo, de ayudar o de no paralizar tu carrera profesional, recurrente en el mundo del espect¨¢culo, pero tambi¨¦n en el de las criadas, como recordaba la escritora Beatriz Sarlo, en la oficina o la universidad, no es en ning¨²n caso una forma de prostituci¨®n, sino una coacci¨®n, que supone una grave violaci¨®n del principio democr¨¢tico de igualdad. No hay violencia, se alega, y las mujeres pueden decir "no". Sucede que en ese caso sacrifican sus carreras, sus expectativas, su vocaci¨®n. ?Si no hacen ese sacrificio son simplemente un poco putas? Eso es seguramente lo que piensan desde hace siglos muchos hombres e incluso algunas mujeres. Atreverse en una democracia a decir lo que la mayor¨ªa de la gente piensa, pero calla, no es un acto de coraje (depende de lo que piense esa mayor¨ªa, ?no?) ni de exigencia frente a los lugares comunes, sino precisamente darles p¨¢bulo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.