El viaje de los refugiados alrededor de la mesa
El afgano Hamed Ahmadi gestiona en Venecia tres restaurantes cuyos platos plasman las duras experiencias de los asilados
Hamed Ahmadi (Afganist¨¢n, 1981) lleg¨® a Venecia con una mochila para presentar su trabajo en el Festival del Cine, pero los que ten¨ªan que haber sido unos d¨ªas en Italia se convirtieron en 11 a?os y nunca m¨¢s volvi¨® a pisar su pa¨ªs natal. Ni siquiera para recoger sus pertenencias. De repente se vio convertido en refugiado, pero decidi¨® reaccionar ante su nueva condici¨®n remang¨¢ndose la camisa. Desde entonces, ha trabajado como inform¨¢tico, jardinero, alba?il, mediador cultural, gu¨ªa para grupos de turistas cat¨®licos en peregrinaje que le apodaron ¡°el Jes¨²s de Kabul¡±. Hoy ha encontrado su sitio entre los fogones y ha fundado una cadena de restaurantes cuyo reto es convertir en platos los peligrosos periplos hacia Europa de otros asilados.
La del viaje es una dimensi¨®n que conoce muy bien. Lo cuenta sentado delante de una taza de t¨¦ en uno de los restaurantes en los que participa como socio, Orient experience II, cuyo men¨² ha sido perfilado por refugiados provenientes de Oriente Medio y de Asia central. El peque?o local, muy concurrido a la hora del almuerzo, se encuentra en uno de los lugares de reuni¨®n m¨¢s populares para los estudiantes. Casi todos los comensales, tanto en los dos restaurantes de comida oriental como en el reci¨¦n inaugurado establecimiento que ofrece platos africanos, son venecianos. Algo muy poco com¨²n en una ciudad que cada a?o visitan m¨¢s de 10 millones de turistas. La mayor¨ªa del personal, en cambio, est¨¢ compuesta por refugiados.
Con apenas dos a?os, la familia de Ahmadi, de la minor¨ªa chiita hazara, tuvo que huir de la violencia que asolaba Afganist¨¢n y busc¨® refugio en Ir¨¢n. ¡°La situaci¨®n de los refugiados en el pa¨ªs no era f¨¢cil: no nos otorgaban el asilo, el acceso a la educaci¨®n era muy complicado y costoso¡ No nos integraban¡±, recuerda. Pese a ser analfabeto, su padre siempre le empuj¨® a estudiar. ¡°Me cantaba una nana de peque?o en la que me dec¨ªa que ten¨ªa que esforzarme y que podr¨ªa llegar a ser el primer gobernador hazara de nuestra provincia de origen, algo imposible en esa ¨¦poca¡±.
En 2002, con la irrupci¨®n de la comunidad internacional en su pa¨ªs, se dej¨® contagiar por el entusiasmo que se propagaba entre sus connacionales y regres¨® a Kabul tras acabar los estudios universitarios en inform¨¢tica. ¡°Me sent¨ªa lleno de esperanza y cre¨ª en la promesa de democracia¡±. Muchos afganos, sin embargo, prefirieron dirigirse hacia Occidente. ¡°Yo m¨¢s bien pens¨¦ en lo que pod¨ªa recibir y en lo que pod¨ªa aportar a mi pa¨ªs para que volviera a nacer¡±.
Me tom¨¦ la condici¨®n de refugiado como una ocasi¨®n para empezar una vida nueva
Los cuatro a?os que pas¨® en Kabul fueron los ¡°mejores de las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas¡±, asegura. ¡°Estaba convencido de que el cambio era posible, que los talibanes eran algo del pasado¡±, explica. ¡°La gente sufr¨ªa mucho, hab¨ªa mucha pobreza, pero sus ojos brillaban por la ilusi¨®n de un futuro mejor. Si se organizaba alg¨²n curso de formaci¨®n, por ejemplo, ven¨ªan sin zapatos pero con unas incre¨ªbles ganas de aprender. Quer¨ªan ser parte de la revoluci¨®n¡±.
Adem¨¢s de utilizar sus conocimientos de inform¨¢tica para abrir el primer Internet point de la ciudad, Ahmadi trabaj¨® como cooperante e int¨¦rprete, actividades que compaginaba con la realizaci¨®n de cortometrajes. Una de estas pel¨ªculas fue responsable de su exilio a Italia en 2006. ¡°Relataba la historia de una ni?a que viv¨ªa en un orfanato en Afganist¨¢n. Cuando su abuela enferm¨®, sus tutores le aconsejaron que rezara para que se curara, pero finalmente muri¨®. La obra acaba con una imagen de la peque?a que se niega a volver a entrar en la escuela cor¨¢nica¡±, indica el director. Despu¨¦s de la presentaci¨®n de la obra en el Festival del Cine de Venecia, aparecieron algunas cr¨ªticas en la prensa que, en su opini¨®n, ofrec¨ªan una lectura distorsionada del mensaje subyacente de la pel¨ªcula. ¡°Nuestra intenci¨®n era ir m¨¢s all¨¢ de la religi¨®n, pero nos acusaron de negar el islam¡±. Ya no hab¨ªa vuelta atr¨¢s: su vida estaba en peligro y regresar a Kabul no era una opci¨®n.
¡°Me tom¨¦ la condici¨®n de refugiado como una ocasi¨®n para empezar una vida nueva¡±, se?ala. ¡°Al principio, no hab¨ªa muchos afganos aqu¨ª y mi nacionalidad despertaba curiosidad. Pero, afortunadamente, nunca he sido v¨ªctima de racismo¡±. Sin embargo, admite, esta experiencia le ha cambiado. ¡°Antes hablaba mucho, pero ahora me cuesta m¨¢s. He perdido este aspecto de mi personalidad y no s¨¦ si voy a recuperarlo alg¨²n d¨ªa¡±.
La primera frase que vio impresa en el libro para estudiar el idioma del pa¨ªs de acogida fue: ¡°Italia es una rep¨²blica que fundada sobre el trabajo¡±. Tom¨® la ense?anza del primer art¨ªculo de la Constituci¨®n al pie de letra y empez¨® a aceptar una serie de empleos que poco o nada ten¨ªan que ver con su formaci¨®n. Hasta distribuy¨® folletos de propaganda electoral de partidos xen¨®fobos.
El objetivo de Ahmadi es abrir 10 nuevos restaurantes en toda Italia a lo largo de este a?o
A medida que la esperanza ced¨ªa el paso a la violencia en Afganist¨¢n, se intensificaron las llegadas de refugiados desde ese pa¨ªs, sobre todo menores de edad. Ahmadi les ayudaba trabajando como mediador, aunque en esa ¨¦poca a¨²n no hablaba muy bien italiano. Visitaba los centros de acogida y organizaba actividades de todo tipo con ellos. ¡°Prepar¨¢bamos muchas fiestas, hasta que un d¨ªa nos preguntamos: ?Y por qu¨¦ no nos encargamos nosotros mismos de la comida?¡±. Se reuni¨® con unos 40 chavales de distintas nacionalidades y cada uno propuso un plato relacionado con sus recuerdos, con sus ra¨ªces o con los pa¨ªses de tr¨¢nsito cruzados para llegar a Europa. ¡°Todos ten¨ªan en com¨²n la experiencia del viaje. Una traves¨ªa larga, llena de obst¨¢culos y cara y esto qued¨® reflejado en un men¨² variado¡±.
Los cocineros aficionados pasaban con ¨¦xito de un centro de acogida a otro para presentar sus creaciones y Ahmadi entendi¨® que esta idea pod¨ªa convertirse en un trabajo real para los j¨®venes. Llam¨® a todas las puertas para conseguir el dinero necesario hasta que logr¨® una peque?a suma para arrancar con el negocio.
Antes de abrir el ¨²ltimo restaurante, dedicado a la comida africana, el afgano y sus socios ¡ªun grupo que ha crecido hasta alcanzar actualmente 14 personas¡ª organizaron el pasado oto?o una especie de Masterchef, un concurso para que los refugiados propusieran sus ideas para el men¨². Algunos de los ganadores se han sumado a su equipo.
Ahora Ahmedi mira hacia el sur y est¨¢ a punto de exportar su modelo a Catania, en Sicilia. Su objetivo para este 2018 es abrir 10 nuevos restaurantes en todo el pa¨ªs. ¡°Queremos crear puestos de trabajo para que los j¨®venes refugiados puedan ser aut¨®nomos. Tienen muchas ganas de actuar y encontrar su lugar en esta sociedad. Sitios como este, adem¨¢s, propician el di¨¢logo y el conocimiento mutuo. La comida es un lenguaje universal¡±.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.