Atrapados en el sistema
La acogida de migrantes en Italia mantiene el enfoque de emergencia, pese a que el flujo de llegadas se ha cronificado. La pesada burocracia contribuye a sembrar desesperaci¨®n entre los solicitantes de asilo
Son las 11 de la ma?ana pasadas y el centro de primera acogida para solicitantes de asilo Baglio Miceli parece un lugar fantasma. Hace un d¨ªa estupendo pese a ser invierno, uno m¨¢s en la isla italiana de Sicilia, pero no se ve a nadie en los alrededores del edificio de color rosa, ni asomado a las ventanas. Nadie ni nada. La ciudad m¨¢s cercana, Mazara del Vallo, se encuentra a unos 20 minutos de distancia.
Los Centros de Acogida Extraordinaria (CAS), como se denominan de manera oficial, son administrados por cooperativas que han ganado un concurso p¨²blico y que reciben del Estado alrededor de 30 euros por hu¨¦sped y d¨ªa. De esta suma, los migrantes obtienen 2,5 euros diarios para sus gastos cotidianos. ¡°Los fondos nunca llegan a tiempo y a veces nos tenemos que retrasar hasta tres o cinco d¨ªas en la entrega mensual del dinero¡±, admite Salvatore Pace, que, en el momento de la visita, llevaba apenas una semana como director de la instituci¨®n. ¡°Esta situaci¨®n ha llegado a provocar alg¨²n malestar, pero ha sido algo muy espor¨¢dico y se ha solucionado en el mismo d¨ªa. Por desgracia, el nivel de estr¨¦s aqu¨ª es muy elevado¡±. Pace achaca el nerviosismo a la lentitud de la burocracia a la que los solicitantes de asilo tienen que hacer frente. ¡°Se puede tardar semanas solo para que se les registre¡±, explica.
El centro de Baglio Miceli ha alcanzado su capacidad m¨¢xima. Un total de 50 migrantes, todos hombres y mayores de edad, esperan aqu¨ª una respuesta de las autoridades a su petici¨®n de protecci¨®n. La mayor¨ªa ronda los 30 a?os. Vienen de Senegal, Nigeria, Ghana, Guinea y hay dos personas que llegaron desde Banglad¨¦s. Pasan el tiempo tendidos en la cama, dormitando o con la mirada clavada en el m¨®vil, aunque la se?al wifi no llegue a sus dormitorios y cuando quieren comunicarse con sus familias tienen que salir al patio para pegarse a la pared del despacho del director, el ¨²nico sitio donde consiguen conectarse.
El edificio, en funcionamiento desde mayo de 2017, se construy¨® como un hotel rural, aunque nunca se utiliz¨® con este fin. Los hu¨¦spedes duermen en dormitorios de hasta 10 personas en la parte baja, mientras la de arriba permanece vac¨ªa. Andrea Di Malta, presidente de la ONG Essarya, la asociaci¨®n que administra el centro, asegura que esto se debe a que el piso superior tiene vigas de madera y no responde a la normativa anti incendio.
El sistema de acogida italiano bajo muchos puntos de vista consiste m¨¢s bien en una acogida de cuerpos, de n¨²meros m¨¢s que de personas
Dario Terenzi, psic¨®logo MSF
La monoton¨ªa reina en el lugar. Un sal¨®n muy grande y casi completamente vac¨ªo ¡ªa excepci¨®n de dos sillones y un televisor viejo, de los de tubo¡ª es el ¨²nico espacio com¨²n cubierto, junto al comedor, donde tambi¨¦n se imparten las clases de italiano dos veces por semana. Al pasar por delante de la cocina, el director se?ala el men¨² pegado en la puerta, que anuncia por cada d¨ªa de la semana un primer plato (casi siempre pasta), un segundo de carne o pescado acompa?ado por verduras y fruta. Sin embargo, no explica que en las ¨²ltimas semanas lo que se anunciaba hab¨ªa sido sustituido por algo distinto. Cuando se le transmiten las quejas de los j¨®venes del centro, se justifica diciendo que ¡°est¨¢n en marcha para solucionarlo¡±.
¡°La cantidad de comida que recibimos es suficiente, pero cada d¨ªa es lo mismo: pasta, arroz, at¨²n, pan. A veces con nuestro dinero compramos algo para agregarlo¡±, se queja el senegal¨¦s Modou Tour¨¦. Tiene 28 a?os y vive en Baglio Miceli desde el pasado 15 de mayo. Prefiere no hablar de las motivaciones que le llevaron a Italia, porque tiene miedo a exponerse a peligros si alguien le escucha en el dormitorio. ¡°En los ¨²ltimos tiempos han cambiado varias cosas, pero no muchas. Al principio no hab¨ªa calefacci¨®n. Protestamos y nos dieron. Nos duchamos con agua fr¨ªa hasta hace poco. Aqu¨ª no hay m¨¦dico, si pasa algo tenemos que ir al hosp¨¬tal. No hacemos nada. Estamos cansados de quejarnos¡±. Y a?ade: ¡°En general, soy una persona que se adapta a las circunstancias, sean buenas o malas. Pero esto no es un para¨ªso¡±.
Tour¨¦ sostiene que hasta hace poco no sab¨ªa ni que hab¨ªa una asistenta social en el centro. Esta, as¨ª como la psic¨®loga, solo trabaja seis horas por semana en la instituci¨®n. El personal de la limpieza y el de administraci¨®n, junto con un mediador cultural, completan el equipo de 12 personas del Centro de Acogida Extraordinaria. ¡°El m¨¦dico y la enfermera hace poco abandonaron¡±, cuenta Pace, el director. ¡°Sabemos que seis horas semanales para una asistenta social o una psic¨®loga son pocas, pero estos son los tiempos que fija la ley y nosotros intentamos paliar la escasez como mejor podemos. A veces hasta me toca dedicarme a tareas para las que no estoy preparado¡±.
Las llegadas se reducen a la mitad
Los migrantes que desembarcaron en las costas de los pa¨ªses mediterr¨¢neos a lo largo de 2017 fueron alrededor de 171.000, menos de la mitad que en el a?o anterior. Es la cifra m¨¢s baja desde 2014, tras el pico de m¨¢s de un mill¨®n registrado en 2015, seg¨²n la Fundaci¨®n Ismu, un centro de estudios independiente sobre multietnicidad.
La mayor¨ªa (unos 120.000, el 70% del total) se dirigi¨® a Italia, pero a partir del verano las llegadas se ralentizaron mientras crec¨ªa el flujo hacia Espa?a (donde desembarcaron m¨¢s de 21.000 personas, con un incremento del 160% frente a 2016). La Fundaci¨®n apunta como probable causa del desv¨ªo los acuerdos de cooperaci¨®n entre Italia y Libia.
Italia recibi¨® 130.000 nuevas peticiones de asilo. En el 60% de las solicitudes examinadas (que, en total, fueron m¨¢s de 80.000), el veredicto fue negativo. Se otorg¨® el estatus de refugiado en el 8,5% de los casos.
Gomon Raouf comparte dormitorio con otras ocho personas. Las ventanas no tienen cortinas y entra mucho aire por las esquinas, por lo que los chicos han colocado en el cristal una bolsa de basura que no para de ondear. Las baldosas est¨¢n manchadas y el suelo de los ba?os est¨¢ salpicado por charcos de agua.
Este togol¨¦s de 39 a?os tard¨® dos meses en llegar a Europa, despu¨¦s de tener un ¡°problema¡± en el trabajo que puso en peligro su vida. ¡°No fue f¨¢cil cruzar el desierto. Muchas dificultades y poca comida¡±, resume con palabras escuetas. La traves¨ªa del Mediterr¨¢neo no fue para menos. Pag¨® unos 380 euros por subirse a un bote hinchable en el que viajaban m¨¢s de 150 personas. Al menos nueve murieron. ¡°Vi los cad¨¢veres mezclados con las olas¡±, recuerda. ¡°Cuando est¨¢s a punto de subirte a un barco, no puedes pensar con la cabeza, porque ya no puedes cambiar de idea. Todos lloran y rezan. Yo tambi¨¦n pens¨¦ que iba a morir¡±.
Raouf lleva dos d¨ªas yendo a clase de italiano; hace algunas peque?as reparaciones de electrodom¨¦sticos para los otros hu¨¦spedes o sale a dar una vuelta en bici para matar el tiempo. Algunos chicos trabajan en negro a cambio de una retribuci¨®n m¨ªnima como jornaleros en los campos de alrededor, pero ¨¦l no. ¡°Aqu¨ª no se mueve nada, me aburro, el tiempo no pasa nunca. La espera a que se resuelva mi solicitud de protecci¨®n me hace sufrir. Aguardas una respuesta y la retrasan una y otra vez¡±, dice. La resoluci¨®n de su expediente est¨¢ prevista para abril, ¡°pero la volver¨¢n a aplazar¡±, contesta con resignaci¨®n. ¡°He venido aqu¨ª en busca de un lugar seguro. Si no me conceden los papeles, tendr¨¦ que esconderme. No puedo volver¡±.
Una emergencia que dura d¨¦cadas
La conversaci¨®n con Teo Di Piazza, coordinador de un proyecto de asistencia psicol¨®gica para personas migrantes de M¨¦dicos sin Fronteras (MSF) en Trapani, fluye constantemente de un tema a otro. De pelo canoso y enmara?ado, est¨¢ sentado en su despacho, de espaldas al Mediterr¨¢neo, un mar que solo en el primer mes de 2018 cruzaron 4.081 personas, una cifra muy por debajo (-22,61%) de la registrada en 2016, a?o r¨¦cord para las migraciones en Italia. En su mayor¨ªa provienen de Libia, seg¨²n el Departamento de Seguridad P¨²blica italiano. Ellos lo lograron, pero al menos 5.000 migrantes fueron tragados por el Mediterr¨¢neo en 2016, sin contar los que murieron atravesando el desierto, cuyo n¨²mero se desconoce.
Las palabras de Di Piazza viajan de Mauritania a Siria, pasando por Grecia y Serbia, pero, a final, siempre vuelven a Libia. En 2017, el Gobierno italiano firm¨® un memorando de entendimiento con el de Tr¨ªpoli para proporcionar con el respaldo de la Uni¨®n Europea formaci¨®n y apoyo log¨ªstico y econ¨®mico a la Guardia Costera libia y frenar as¨ª el flujo de migrantes y obligarlos a regresar. Muchas organizaciones, entre ellas MSF, consideran que el acuerdo lesiona los derechos humanos. ¡°No podemos aceptarlo, significa condenar a estas personas a violencia y tortura en las c¨¢rceles de Libia. Sabemos lo que ocurre all¨ª, lo vemos todos los d¨ªas¡±, sostiene Di Piazza.
¡°Italia gestiona la acogida como si se tratara de una emergencia, pese a que esta situaci¨®n se repita desde hace d¨¦cadas. Es un fen¨®meno regular que tendr¨ªamos que haber aprendido a gestionar como tal, en lugar de invertir de vez en cuando unos fondos provenientes de los presupuestos de emergencia. As¨ª no se pueden garantizar buenas condiciones de acogida¡±, resume el coordinador de MSF.
Las fuerzas de seguridad italianas toman los datos de los migrantes, una foto de registro y las huellas dactilares en el puerto de llegada. El solicitante ingresa entonces en un CAS y se fija una fecha para comparecer ante una comisi¨®n que decide si otorgarle protecci¨®n. La ley establece un plazo m¨¢ximo de 30 d¨ªas entre el registro y la audiencia, mientras que el resultado deber¨ªa tardar cinco d¨ªas, pero esto no ocurre casi.
¡°Los CAS suelen ser estructuras en ruinas que a veces cobran por ofrecer unos servicios que ni prestan, administradas por gente sin las competencias adecuadas¡±, explica Di Piazza. ¡°Hay personas que se quedan aparcadas en estos centros incluso tres o cuatro a?os. Hemos registrado casos en los que se ha tardado meses en tomar las huellas y las fotos, es decir que hasta ese momento esa persona no exist¨ªa para la burocracia italiana, aunque el CAS cobrara por ¨¦l¡±.
Aqu¨ª no hay nada que hacer. No se mueve nada, me aburro, el tiempo no pasa nunca. La espera a que se resuelva mi solicitud de protecci¨®n me hace sufrir. Te esperas una respuesta y la retrasan una y otra vez Gomon Raouf, 39 a?os
El personal de los centros deber¨ªa preparar al solicitante para que se enfrente a la comisi¨®n, integrada tambi¨¦n por miembros de Naciones Unidas. ¡°Que otorguen la protecci¨®n puede depender de c¨®mo cuentes tu historia. Sin embargo, muchos no saben ni c¨®mo funciona y pueden omitir partes importantes del relato¡±, lamenta Di Piazza.
Despu¨¦s de la audici¨®n, la comisi¨®n tarda dos o tres meses en emitir un veredicto. Si es positivo, la persona extranjera recibir¨¢ un permiso electr¨®nico (de duraci¨®n variable, seg¨²n la protecci¨®n otorgada) y puede acceder a una instituci¨®n de acogida de segundo nivel (Sistema de protecci¨®n para solicitantes de asilo y refugiados, SPRAR por sus siglas en italiano). Estas acogen como mucho a una docena de personas y en ellas se ofrece durante al menos cinco a?os formaci¨®n profesional y herramientas para la integraci¨®n en la sociedad. ¡°Pero obtener un permiso se puede convertir en un problema¡±, matiza el coordinador de MSF. Desde que recibe la comunicaci¨®n, el hu¨¦sped dispone de 15 d¨ªas para dejar el centro. Sin embargo, se puede producir un desfase para acceder a la nueva instituci¨®n. ¡°Muchos acaban con un permiso entre las manos, pero se encuentran literalmente en la calle si a¨²n no ha llegado la aceptaci¨®n del SPRAR. El CAS deja de cobrar por ¨¦l y recibir¨ªa una multa si se quedara m¨¢s all¨¢ del plazo de dos semanas. La ley est¨¢ mal hecha, este sistema est¨¢ favoreciendo la vulnerabilidad¡±.
Si la comisi¨®n emite un veredicto negativo, en cambio, los solicitantes pod¨ªan apelar la decisi¨®n, pero en abril de 2017 el Parlamento aprob¨® entre pol¨¦micas una nueva ley que ha anulado este derecho y que a¨²n no ha entrado en vigor. Di Piazza entrechoca las manos para decir que ah¨ª se acaba todo. ¡°El migrante no consigue contar bien su historia en la primera audiencia y la apelaci¨®n representaba una segunda oportunidad. El decreto denota falta de conocimiento de la situaci¨®n. Es cierto que hay que reducir los tiempos de permanencia en los CAS, pero de otra manera¡±. Una vez que el migrante recibe la hoja de salida, tiene que dejar el territorio italiano, aunque no est¨¢ claro con qu¨¦ recursos.
¡°Bajo muchos puntos de vista, el sistema de acogida italiano consiste m¨¢s bien en una recepci¨®n de cuerpos m¨¢s que de personas¡±, asegura Dario Terenzi, psic¨®logo de MSF en Trapani. ¡°Acoger a una persona, desde mi punto de vista, significa darle voz y asegurarle dignidad. Un sistema que no es capaz de garantizar la capacidad de estas personas de imaginarse viviendo all¨ª en el futuro es un sistema fallido desde el principio. Dar un techo y algo de comer no es suficiente. Tenemos que empezar a dirigirles una mirada m¨¢s libre: son hombres y mujeres que tienen derechos y que pueden desarrollarse plenamente junto con nosotros¡±.
A los m¨¢rgenes del sistema
Les llaman los "ilocalizables". Son solicitantes de asilo y titulares del derecho de protecci¨®n internacional y humanitaria que viven excluidos del sistema de acogida italiano. Las ¨²ltimas estimaciones de M¨¦dicos sin Fronteras (MSF) les cifran en 10.000, como se documenta en el informe En el ¨¢ngulo muerto: migrantes y refugiados en Italia, publicado este jueves.
Las razones que llevan estas personas a desaparecer del circuito oficial son m¨²ltiples. Algunos solicitantes de asilo no llegan ni a entrar en el sistema de acogida, al no obtener una plaza en un centro de recepci¨®n como dicta la ley o se la revoca de modo sumario. Tambi¨¦n puede darse el caso de refugiados que salen de los centros gubernamentales al final del procedimiento de asilo, pero su ingreso en un nuevo centro se retrasa o no dispone de herramientas para su integraci¨®n social.
MSF visit¨® 47 emplazamientos informales repartidos en todo el pa¨ªs entre 2016 y 2017. M¨¢s de la mitad de los asentamientos (edificios abandonados u ocupados, espacios al aire libre, tiendas de campa?a, chabolas, casas en el campo e incluso contenedores) no tienen ni agua ni electricidad.
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