Ni?os con 13 a?os, ?maduros para usar solos las redes sociales?
Un proyecto de ley en Espa?a baja la edad para darse de alta sin control parental en estos sitios Web
Francia acaba de anunciar que cumplir¨¢ con su promesa electoral de prohibir el m¨®vil en las escuelas. Resulta curioso que una promesa as¨ª pueda llevar a un pol¨ªtico al poder en los tiempos que corren. Spain is different, desde luego. Aqu¨ª, acaba de proponerse un proyecto de ley que baja de 14 a 13 a?os la edad para consentir al tratamiento de los datos ¡ªy por lo tanto para darse de alta a una red social¡ª, a pesar de que el marco legislativo europeo recomendaba 16 a?os a sus Estados miembros. Unos hablan de ¡°una generaci¨®n p¨¦rdida¡±, mientras que otros aseguran que ¡°la tecnolog¨ªa es neutra y que el impacto depender¨¢ del uso que se haga de ella¡±.
?Es neutra la tecnolog¨ªa? Veamos el caso de una tecnolog¨ªa ¡°neutra¡±: una nevera. Supongamos que cada vez que abrimos la nevera, se enciende la luz. ?Volver¨ªamos a abrirla varias veces para ver si se ilumina? No hacemos eso, porque nos resulta previsible que ocurra -mientras la bombilla no se funda-. La luz no provoca fascinaci¨®n, ni adicci¨®n, porque no hay descarga de dopamina en el cerebro cuando abrimos neveras. Ahora bien, imagin¨¦monos que cada vez que abrimos una nevera ¡°inteligente¡±, nos da noticias en directo de la erupci¨®n de un volc¨¢n en una ciudad cercana, estad¨ªsticas de las personas que han pensado en nosotros en tiempo real, nos dice si esos pensamientos fueron positivos o no, y adem¨¢s nos ense?a comidas distintas de las que podemos escoger para com¨¦rnoslas inmediatamente con una presentaci¨®n impecable. ?Cu¨¢ntas veces abrir¨ªamos la nevera cada d¨ªa? ?Creemos que el uso de esa nevera no impactar¨ªa en nuestros h¨¢bitos alimenticios? ?En nuestro peso? ?En la cantidad de tiempo que pasamos en la cocina? ?En el tiempo que dejamos de dedicar a otras actividades?
Dec¨ªa Marshall McLuhan que ¡°la postura seg¨²n la cual la tecnolog¨ªa es neutra es la del adormecido idiota tecnol¨®gico¡±. Frase dura, pero de una curiosa vigencia, despu¨¦s de que Mark Zuckerberg haya confesado en uno de los eventos m¨¢s destacados de su interminable gira del perd¨®n, su comparecencia ante los representantes del Congreso de los Estados Unidos: ¡°hemos creado una herramienta neutra, pero no hemos pensado en como pod¨ªa ser usada para hacer el mal¡±. ?Soluci¨®n? La contrataci¨®n de 20.000 personas que revisar¨¢n nuestros muros al peine fino y eliminar¨¢n los contenidos considerados ¡°no seguros para la comunidad¡±. Y muy recientemente, Facebook sorprendi¨® una vez m¨¢s con el anuncio de la contrataci¨®n de ¡°especialistas en credibilidad de las noticias¡±, eufemismo divertido por ¡°editor de noticias de medios de comunicaci¨®n¡±. Un duro golpe para un medio que siempre se posicion¨® como ¡°neutro¡±. ?C¨®mo se decide si un contenido es seguro, o no? ?Cu¨¢l es el criterio? El de la neutralidad. La neutralidad todo poderosa de una empresa que se atribuy¨® a s¨ª misma la infalibilidad para emitir el sello del nihil obstat sobre el contenido emitido y consumido por sus 2.200 millones de usuarios, nada menos que una tercera parte de la poblaci¨®n mundial. Ninguna religi¨®n, ninguna organizaci¨®n en el mundo tiene actualmente tantos adeptos susceptibles de ser influidos por el incuestionable dogma de la ¡°neutralidad¡±. Un dogma con tantas fisuras, que se est¨¢ empezando a convertir en una pesadilla recurrente para Zuckerberg.
Si pens¨¢bamos que el impacto que tiene la tecnolog¨ªa depende del uso que se hace de ella, es que nos olvidamos de que, en la vida, no hay nada gratuito. Cuando usamos una herramienta, tenemos que pagar un precio por ella. Otra cosa es que no seamos conscientes de ello, por mucho consentimiento y acuerdo de uso con letra peque?a que hayamos firmado con el dedo. En el caso de las redes, lo que entregas, no es dinero, eres tu mismo. No solo por las horas y por la preciada atenci¨®n que le dedicas. Va mucho m¨¢s all¨¢ de eso. Las plataformas que ofrecen contenidos en las redes, o que permiten a los usuarios compartirlos, no est¨¢n en el negocio de entregar contenidos a cambio de nada. Est¨¢n en el negocio de entregar usuarios a los que patrocinan sus plataformas y esos contenidos, o incluso a terceros. Por lo tanto, la moneda de cambio por el uso de las redes, es el usuario. Eres t¨², o es tu hija o tu hijo. Y pronto podr¨¢ hacerlo sin tu consentimiento con tan solo 13 a?os.
Y si pensamos que el impacto no se aprecia, recordemos que 30 segundos de una publicidad en la Super Bowl valen m¨¢s de dos millones de d¨®lares. Las empresas no gastar¨ªan ese dinero si ello no tuviera un impacto directo e inmediato en el consumo o la apreciaci¨®n de sus productos o de sus marcas. La atenci¨®n del usuario y su informaci¨®n privada es un bien preciado que nunca hab¨ªa sido objeto de tanto poder econ¨®mico y pol¨ªtico. Tanto es as¨ª, que sabemos que una empresa de consultor¨ªa pol¨ªtica ¡ªCambridge Analytica¡ª, se hizo indebidamente con la informaci¨®n de m¨¢s de 50 millones de usuarios de Facebook, consigui¨® influir en el resultado de las elecciones americanas y cambiar el curso de la historia de la democracia.
Hace unos d¨ªas, Facebook confes¨® el intercambio de datos de usuarios con al menos 60 empresas, entre ellas Apple, Amazon, Samsung y Microsoft. ?Quiz¨¢s sea esa la explicaci¨®n por la que el joven fundador de Facebook tiene las entradas del audio y de la c¨¢mara de su dispositivo tapadas con un celo oscuro? ?Podemos, entonces, razonablemente asumir que un menor de 13 a?os tiene la madurez suficiente para dar su consentimiento a una actividad que tiene tantas implicaciones?
Algunos dicen que, si les quitamos el Internet a los j¨®venes, es como si les quit¨¢ramos la sangre. ?Es posible defender la neutralidad de una tecnolog¨ªa de la que hablamos en esos t¨¦rminos? La tecnolog¨ªa en una mente no preparada para usarla, dif¨ªcilmente ser¨¢ neutra. Y menos si est¨¢ dise?ada para la adicci¨®n. Nuestros hijos son hijos de su tiempo, y es cierto que su tiempo no es el nuestro. Pero si deseamos lo mejor para ellos, no podemos dejar que sean esclavos de su tiempo; para ello, necesitamos leyes que no dejen a los padres fuera de juego.
*Catherine L¡¯Ecuyer es autora de Educar en el asombro y de Educar en la realidad. Su blog: www.catherinelecuyer.com
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.