El crimen pasa factura
No le saldr¨¢ gratis al pr¨ªncipe. Y en la medida en que siga intentando esconderse, no le saldr¨¢ gratis a la familia real saud¨ª
A un mes del asesinato de Jamal Khashoggi, la credibilidad saud¨ª se halla bajo cero. Tres son hasta ahora las sucesivas versiones con las que la casa real ha intentado ocultar el espantoso crimen cometido en Estambul. Primero, las autoridades saud¨ªes intentaron escenificar una simple desaparici¨®n, con el video de la falsa salida de Khashoggi del consulado mediante uno de los secuaces disfrazado con su ropa. Luego ensayaron la versi¨®n de una desigual pelea entre un grupo de j¨®venes forzudos y el periodista sesent¨®n. Ahora la corona saud¨ª se amarra a la pel¨ªcula de unos funcionarios descontrolados que actuaron premeditadamente, pero por su cuenta o malinterpretando las instrucciones del pr¨ªncipe heredero Mohamed bin Salman (MBS).
Hasta ahora no ha colado y, si es por los datos incriminatorios que presumiblemente guarda Erdogan en el caj¨®n, no colar¨¢ nunca. La carga de la prueba en un r¨¦gimen autocr¨¢tico es de quien detenta el poder m¨¢ximo. No vale una investigaci¨®n interna, encabezada nada menos que por el fiscal del reino, de nula credibilidad y de horrible trayectoria represiva, ni una comisi¨®n real de investigaci¨®n presidida por el sospechoso MBS. Tampoco valen los procesamientos de quienes estrangularon y descuartizaron a Khashoggi en un edificio oficial saud¨ª gozando de la extraterritorialidad diplom¨¢tica. Todo lo que se ha visto hasta ahora es parte de un torpe encubrimiento, que no sirve para lavar la imagen de MBS, la m¨¢xima autoridad efectiva del pa¨ªs.
La dificultad es enorme, en un pa¨ªs tan opaco y autoritario, donde no es infrecuente el uso dom¨¦stico de la violencia ¡ªejecuciones, torturas y secuestros¡ª dentro de la extens¨ªsima familia principesca. MBS tiene todos los resortes del poder. Controla al anciano rey, de 83 a?os, probablemente incapaz de tomar decisiones por cuenta propia. Tambi¨¦n tiene a sus ¨®rdenes todas las instituciones militares y de espionaje del pa¨ªs, incluida la guardia real.
Los movimientos han empezado. Angela Merkel fue pionera a la hora de cortar la venta de armas. Estados Unidos ha anunciado, por boca de los secretarios de Defensa y de Estado, James Mattis y Mike Pompeo respectivamente, que deber¨¢n cesar los bombardeos sobre Yemen y empezar negociaciones de paz en 30 d¨ªas, exactamente en direcci¨®n contraria a los intereses de MBS, el pr¨ªncipe belicista que se meti¨® en esta guerra. La s¨²bita llegada a Riad de Ahmad bin Abdulaziz, hermano del rey Salman, t¨ªo de MBS y uno de los ¨²ltimos hijos de la camada del fundador Abdulaziz bin Saud, extra?ado hasta ahora en Londres, ha suscitado todos los rumores sobre una inminente desposesi¨®n del joven pr¨ªncipe, al menos de sus poderes militares.
Para Riad, esta crisis ya es peor que los atentados del 11-S, en los que participaron 15 de sus conciudadanos y levantaron serias sospechas de financiaci¨®n con dinero saud¨ª. Las consecuencias del crimen de Estado se perciben en los valores burs¨¢tiles y en las reticencias de inversionistas y socios comerciales, tal como se ha visto en el fracaso del Davos del desierto. Nadie conf¨ªa en los grandiosos planes de reforma que exhib¨ªa el pr¨ªncipe ahora sospechoso del asesinato. Es dudoso que en las actuales condiciones pueda producirse la salida a bolsa del 5 por ciento de la petrolera Aramco tal como se hab¨ªa preparado para 2019. No le saldr¨¢ gratis al pr¨ªncipe. Y en la medida en que siga intentando esconderse, no le saldr¨¢ gratis a la familia real saud¨ª.
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