La aportaci¨®n de la econom¨ªa en la era de #NiUnaMenos
La violencia de g¨¦nero en Latinoam¨¦rica cuesta a los pa¨ªses entre el 1,6% y el 2% del PIB, solo contando bajas y p¨¦rdidas de productividad
Hace poco m¨¢s de 20 a?os, ayud¨¦ a producir algunas de las primeras estimaciones del costo de la violencia de la pareja ¨ªntima contra las mujeres para las econom¨ªas de Am¨¦rica Latina. Las cifras fueron impactantes: cost¨® a los pa¨ªses entre el 1,6% y el 2% del Producto Interior Bruto (PIB), solo por las p¨¦rdidas en salarios y productividad.
Si bien los datos han suscitado un interesante debate sobre pol¨ªticas p¨²blicas, el aumento del financiamiento para la prevenci¨®n de la violencia contra la mujer en Am¨¦rica Latina, y especialmente en servicios para mujeres sobrevivientes, tiene otra fuente: los movimientos de mujeres de todo el hemisferio, quienes han desafiado a sus gobiernos a abordar este problema m¨¢s seriamente.
En particular, la aparici¨®n de los movimientos #NiUnaMenos y #MeToo han generado un cambio s¨ªsmico. #NiUnaMenos naci¨® en Argentina en 2015 como una protesta masiva contra un femicidio particularmente espantoso. Posteriormente se ha extendido a Chile, Uruguay y Per¨², y ahora se describe a s¨ª mismo como un "grito colectivo contra la violencia machista". El gobierno de Argentina hoy tiene la eliminaci¨®n de la violencia contra las mujeres como una de sus prioridades de pol¨ªtica de desarrollo. Algunas fuentes estiman que la protesta inicial de #NiUnaMenos en Per¨² en 2016 fue la protesta c¨ªvica m¨¢s grande en la historia del pa¨ªs. As¨ª, los recursos destinados a combatir la violencia contra las mujeres se han incrementado en pa¨ªses en desarrollo y, especialmente, en Am¨¦rica Latina.
Per¨², por ejemplo, ahora tiene 322 Centros Emergencia Mujer operativos y cada provincia del pa¨ªs, sin importar cu¨¢n lejos, tiene al menos uno. Las l¨ªneas directas para sobrevivientes son omnipresentes en la regi¨®n e incluso hay evidencia de que una atenci¨®n r¨¢pida y de calidad por parte de las l¨ªneas de atenci¨®n a las v¨ªctimas reduce la victimizaci¨®n futura. De igual forma, las fuerzas policiales en la regi¨®n est¨¢n mejor equipadas para brindar servicios a las sobrevivientes, ya sea a trav¨¦s de comisar¨ªas de polic¨ªa dedicadas a las mujeres, o mediante iniciativas de reforma policial que, en varios pa¨ªses, han dado prioridad a la prestaci¨®n de servicios de calidad para las v¨ªctimas.
Los movimientos de mujeres de todo el hemisferio han desafiado a sus gobiernos a abordar el problema m¨¢s seriamente
Las noticias sobre los esfuerzos de prevenci¨®n, desafortunadamente, son mucho menos alentadoras: siguen siendo insuficientes, a peque?a escala y sabemos relativamente poco sobre lo que funciona. Entonces, si los economistas, los pol¨ªticos y las instituciones financieras internacionales no podemos reclamar cr¨¦dito por la expansi¨®n de los recursos para abordar la violencia contra la mujer, ?cu¨¢l es nuestro papel?
Primero, podemos ayudar a generar evidencia sobre lo que funciona para prevenir la violencia contra las mujeres, de manera que los responsables de las pol¨ªticas puedan saber d¨®nde invertir mejor los recursos p¨²blicos. Segundo, podemos ayudar a estimular la innovaci¨®n en los programas. Un enfoque prometedor que se est¨¢ explorando actualmente es el uso de la ciencia del comportamiento ¡ªlos empujones de comportamiento hechos famosos por los Premios Nobel Kahneman y Thaler¡ª para alentar a las mujeres a buscar ayuda antes de que sean v¨ªctimas de violencia grave y motivar a los proveedores de servicios para que presten servicios de mejor calidad a las mujeres sobrevivientes.
Finalmente, las instituciones financieras internacionales pueden proporcionar un considerable financiamiento para promover una mejor pol¨ªtica p¨²blica en esta ¨¢rea, como lo hizo recientemente el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Argentina y Ecuador. Y pueden garantizar que sus proyectos no generen efectos no deseados que permitan la explotaci¨®n y el abuso sexual, una iniciativa que comenz¨® en el Banco Mundial el a?o pasado y se est¨¢ extendiendo a otros bancos de desarrollo. En las casi dos d¨¦cadas transcurridas desde mis estimaciones sobre el impacto de la violencia en la econom¨ªa, los pa¨ªses de la regi¨®n han logrado considerables avances.
Esta nueva ola de concienciaci¨®n es, sin embargo, un llamado a incrementar los esfuerzos y buscar nuevos enfoques para este viejo problema. Queda mucho por hacer y el desaf¨ªo es may¨²sculo. Hoy, m¨¢s que nunca, el aporte de cada uno vale.
Andrew Morrison es jefe de la divisi¨®n de g¨¦nero y diversidad del Banco Interamericano de Desarrollo.
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