?Sue?an los p¨¢jaros con guitarras el¨¦ctricas?
La luz del conocimiento se adentra en todo lo relativo a los sue?os de los animales, tal y como en su d¨ªa apuntase Arist¨®teles, cuando dedujo que los animales sue?an
En la obra de ficci¨®n radiof¨®nica titulada Bajo el bosque de leche, el poeta gal¨¦s Dylan Thomas nos invita a escuchar los sue?os de los habitantes de un pueblo pesquero mientras duermen. Siguiendo su ejemplo, la naturalista Sy Montgomery nos introduce en las esferas on¨ªricas de la vida animal en uno de los cap¨ªtulos de su libro?El alma de los pulpos (Seix Barral).
Abri¨¦ndose paso a trav¨¦s del misterio que envuelve las aguas m¨¢s profundas del inconsciente, Sy Montgomery presenta a una anguila el¨¦ctrica durmiendo. Se trata de un pez que nos resulta familiar a los lectores de Julio Verne por haber aparecido en su novela?El soberbio Orinoco, donde nos cuenta que estos gimnotos tembladores pueblan por millones los r¨ªos de Venezuela. El novelista los compara con botellas de Leyden capaces de almacenar cargas el¨¦ctricas de un extraordinario poder que llega a ser mortal. Al entrar en contacto con ellas, los bueyes del relato de Verne experimentan calambres de alto voltaje, siendo v¨ªctimas de conmociones sucesivas, ¡°quedando paralizados, reducidos al estado inerte¡±.
Volviendo a la historia que nos cuenta Sy Montgomery, podemos ver a una de estas anguilas sumergida en un tanque de agua dulce, dando luz a una bombilla que parpadea en un panel. De esta manera, se nos muestra al animal emitiendo impulsos el¨¦ctricos a la hora de detectar posibles presas. Suspendido sobre el tanque de agua se ha dispuesto un ventilador giratorio del que, a su vez, cuelga un embudo por donde los empleados del acuario van a esparcir lombrices. Una ma?ana, despu¨¦s de echar en el tanque una raci¨®n de lombrices para la comida diaria, Sy Montgomery pudo comprobar c¨®mo la anguila permanec¨ªa inmutable a pesar de que el volt¨ªmetro se iluminaba. Era asombroso. La anguila dorm¨ªa y, en esos momentos, lo que se?alaba el volt¨ªmetro era que la anguila estaba so?ando.
Con esto, la luz del conocimiento se adentra en todo lo relativo a los sue?os de los animales, tal y como en su d¨ªa apuntase Arist¨®teles, cuando dedujo que los peces duermen, ya que, se agitan cuando algo o alguien turba su reposo. ¡°Se lanzan como arrancados de un sue?o¡±, dej¨® escrito el estagirita en su?Historia de los animales.
Arist¨®teles estaba en lo cierto, los animales sue?an, tal y como quedar¨ªa demostrado en el experimento que se realiz¨® en el Instituto de Tecnolog¨ªa de Massachusetts (MIT), a principios de este siglo, cuando el cient¨ªfico Matthew Wilson, junto a su equipo de investigadores, descubri¨® que los ratones, al recorrer un laberinto y ser premiados con un dulce, reproduc¨ªan en sus sue?os los mismos patrones de actividad cerebral que si estuviesen recorriendo el laberinto de nuevo. De esta manera, al igual que los humanos, los ratones almacenan en el hipocampo los eventos sucedidos durante el tiempo que est¨¢n despiertos.
El proceso on¨ªrico que los ratones experimentaban era tan preciso y detallado que los investigadores pudieron se?alar con qu¨¦ parte del laberinto los ratones estar¨ªan so?ando. De esta manera, tal y como apunta Sy Montgomery, no s¨®lo se supo que los ratones sue?an, ¡°sino lo que sue?an¡±. Gracias a este experimento se descubrir¨ªa que, al igual que los seres humanos, los ratones pasan por diferentes etapas, llegando a presentar fases REM -fase de sue?o r¨¢pido- cada cierto tiempo.
Otro experimento, esta vez con pinzones cebra, vendr¨ªa a demostrar que los p¨¢jaros tambi¨¦n sue?an. Los investigadores Amish S.Dave y Daniel Margoliash, de la Universidad de Chicago, descubrieron que estas aves no nacen sabiendo las melod¨ªas de las canciones que emiten, sino que las aprenden durante el sue?o. Las ensayan mientras duermen por ser el momento en el cual las neuronas se activan para practicar sus c¨¢nticos.
Al d¨ªa de hoy, la intuici¨®n de Arist¨®teles queda convertida en certeza cuando escribi¨®: "Parecer¨ªa que no solo sue?an los hombres, sino tambi¨¦n los caballos y los perros y los bueyes; s¨ª, y las ovejas, las cabras y los cuadr¨²pedos viv¨ªparos; y los perros muestran su sue?o ladrando mientras duermen". Porque al igual que les ocurr¨ªa a Dylan Thomas y a Shakespeare y, por extensi¨®n, al igual que nos ocurre a todos los seres humanos, la materia de la que est¨¢n hechos los sue?os de los animales no es otra que la realidad.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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