Nuevos muros en la Euroc¨¢mara
Miles de ciudadanos desubicados o desclasados se rinden a propuestas extremas. Las elecciones de mayo pueden confirmar esta tendencia, el mismo a?o que se conmemora el 30? aniversario de la ca¨ªda del Muro y la gran epifan¨ªa de Europa
Quiere la casualidad que 2019 sea un a?o doblemente europeo: por la celebraci¨®n de unas elecciones que pueden mudar la faz de la Uni¨®n, haci¨¦ndola m¨¢s parda y bronca, y por una efem¨¦ride como el 30? aniversario de la ca¨ªda del Muro. Un momento para reflexionar sobre las expectativas truncadas de una generaci¨®n nacida en libertad que hoy se rinde a propuestas col¨¦ricas. El cintur¨®n del Este constri?endo los valores de Europa: es el asalto a la raz¨®n de Polonia o Hungr¨ªa.
El muro de Berl¨ªn era el ¨²ltimo dique en el paseo triunfal de la globalizaci¨®n, esa tabula rasa ideol¨®gica que, al otro lado del Tel¨®n de Acero, se anunci¨® con la inocente apertura de un McDonald¡¯s en Budapest en 1988. Las colas de ciudadanos ante embajadas occidentales se multiplicaron como una epidemia de anhelos y en noviembre de 1989 ca¨ªa el muro, hoy replicado en una exposici¨®n itinerante de secciones autentificadas. Bajo los cascotes yacieron muchas expectativas de progreso.
Treinta a?os despu¨¦s, los dos grandes edificios ideol¨®gicos que han encarnado la etapa m¨¢s prolongada de paz y prosperidad en Europa, la socialdemocracia y el liberalismo, se han derrumbado como el Muro y, junto con la Gran Recesi¨®n, han dejado al albur a millones de personas para las que la promesa de un contrato social o la invocaci¨®n del bien com¨²n suena a ret¨®rica, porque siguen braceando en la penuria.
La del Este fue una transici¨®n corrompida; un alud de reformas que benefici¨® a unos pocos (la misma ¨¦lite, metamorfoseada, en la Ruman¨ªa poscomunista) y arras¨® a los de abajo. La privaci¨®n de derechos dio paso a una privaci¨®n material (Bulgaria, Ruman¨ªa) y el vendaval global se llev¨® puestos de trabajo y trajo a cambio decenas de miles de extranjeros. No es casualidad que tres de los cinco pa¨ªses que no han suscrito el pacto migratorio de la ONU (Hungr¨ªa, Polonia y Rep¨²blica Checa) pertenecieran al Tel¨®n de Acero; tampoco es fortuito su malestar inespec¨ªfico, que ni siquiera un desempe?o econ¨®mico boyante logra atenuar.
Estos europeos demediados se rinden hoy a liderazgos fuertes que ofrecen soluciones tajantes a un resquemor hist¨®rico. La ¨²nica fraternidad que experimentan no es el abrazo de la madre Europa, sino el de otros ciudadanos igual de desclasados, como los antiguos obreros comunistas que hoy votan a Le Pen en Francia.
La Europa de democracias sin conciliar; enferma de antisemitismo desde mucho antes del Holocausto o Dreyfuss (el odio a Soros, tumbas jud¨ªas execradas en Grecia, los gestos de algunos chalecos amarillos), puede cruzar el umbral en mayo. Ser¨¢ el precio de haber cre¨ªdo que aquel 9 de noviembre de 1989 fue el fin de la historia, y no la llave de la caja de los truenos.
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