Haruki Murakami: ¡°El trabajo de un novelista es so?ar despierto¡±
Escritor superventas y favorito en las quinielas del Nobel, a sus 69 a?os el japon¨¦s Haruki Murakami calcula que su literatura le permitir¨¢ seguir persiguiendo ¡°vidas distintas¡± durante una d¨¦cada m¨¢s. Reacio a las entrevistas, recibe en exclusiva a El Pa¨ªs Semanal en Ecuador para hablar del poder de la imaginaci¨®n, los miedos, los maratones, el matrimonio y las ganas de probar cosas nuevas. Desde agosto conduce en Tokio un programa radiof¨®nico en el que cultiva otra de sus pasiones: la m¨²sica
TODOS VIVIMOS en una especie de jaula. Puede ser de oro y hermosa, pero es la jaula que supone ser solo uno mismo¡±, dir¨¢ ¨¦l, que vende libros por millones y cuyo nombre suena infaltablemente como candidato al Nobel desde hace una d¨¦cada. Haruki Murakami, autor de novelas como Tokio blues, Baila, baila, baila y 1Q84, y el escritor japon¨¦s que ha sido traducido a 50 idiomas, hizo de la literatura un salvoconducto para burlar ese encierro. Y de no conceder entrevistas, parte de su leyenda.
?Murakami, el que corre un marat¨®n por a?o desde hace 37, escribe improvisando como un jazzman y tiene una colecci¨®n de 10.000 vinilos? ?El que tachona sus historias de personajes sin nombre, canciones, t¨²neles, gatos, soledades, espectros, sue?os, crueldades y vuelve al amor y al desamor ¡ªuna y otra vez¡ª como si en verdad pudi¨¦ramos entenderlos?
Ese mismo Murakami (Kioto, 1949), fan¨¢tico de los Beatles y casado a lo Lennon desde hace 47 a?os con una mujer llamada Yoko, acaba de entrar al sal¨®n del cuarto piso del hotel que ocupa hoy el solar de la primera casa construida en el casco colonial de Quito, fundada por Francisco Pizarro en el siglo XVI. El narrador que imagina novelas por entregas con libros iniciales de 600 p¨¢ginas y tiene a los lectores colgados como yonquis esperando las siguientes 400 visita por primera vez ?Sudam¨¦rica a ra¨ªz de los festejos de un siglo de relaciones entre Ecuador y Jap¨®n. ¡°La altitud hace peligroso correr aqu¨ª, pero visit¨¦ Gal¨¢pagos, que es muy hermoso. Habl¨¦ tambi¨¦n en un teatro donde unas 2.000 personas me hicieron sentir como Bruce Springsteen¡±, bromea.
Lleva una barba entrecana de varios d¨ªas y calza deportivas negras con cordones color naranja rabioso que hacen temer que se dar¨¢ a la carrera si las preguntas lo incomodan. Confirma en la charla algo le¨ªdo: tiempo atr¨¢s compr¨® en Haw¨¢i la casa donde se film¨® Perdidos. ¡°Fue casualidad, no conoc¨ªa la serie; cuando la vi me gust¨®, pero eran otros los que dec¨ªan: ¡®?Esa es tu casa!¡¯. Yo no fui capaz de reconocerla¡±.
Cort¨¦s, al hablar en ingl¨¦s cultiva un tic: antes de responder estira los silencios como si los catara y desv¨ªa la vista hacia la derecha buscando palabras que lo expliquen en ese idioma ajeno. Su decimocuarta novela es la excusa de este encuentro: La muerte del comendador refiere a una escena de la ¨®pera Don Giovanni, de Mozart, y a una pintura que encuentra el protagonista, un retratista en plena crisis existencial. Se publica en dos vol¨²menes (Tusquets lanz¨® el segundo el 15 de enero) y solo en Jap¨®n ha vendido 1.800.000 ejemplares.
Eso alcanza y sobra para imaginar a toda la ciudad de Barcelona (beb¨¦s incluidos) leyendo al mismo tiempo al hombre que ahora sonr¨ªe, mientras recuerda su visita a Santiago de Compostela en 2009. ¡°Los alumnos de un instituto [el IES Rosal¨ªa de Castro] eligieron Kafka en la orilla como libro del a?o y viaj¨¦ a recibir el premio. Siempre lo recuerdo: eran chicos muy inteligentes. Me gust¨® Galicia; los mariscos y el vino son estupendos¡±.
La muerte del comendador empieza con un sue?o inquietante: un artista debe pintar el retrato de un hombre sin rostro. ?Lleg¨® as¨ª la idea del libro? No, agregu¨¦ ese pr¨®logo. Lo primero que apareci¨® fue el paisaje. Una casa cerca del mar, en lo alto de una monta?a y en el l¨ªmite: hacia delante se ve despejado, y hacia atr¨¢s, siempre nubarrones. Escrib¨ª esos p¨¢rrafos iniciales y me pregunt¨¦ qu¨¦ pasar¨ªa porque no ten¨ªa idea. El protagonista cuenta la historia de su esposa, de quien se separa cuando le dice que no puede seguir viviendo con ¨¦l. Recorre Jap¨®n en coche, solo, aturdido, sin entender qu¨¦ sucede, hasta que varios meses despu¨¦s un amigo le presta esa casa.
Muchas de sus ficciones presentan protagonistas en crisis que atraviesan la treintena. ?Qu¨¦ significado tiene esa d¨¦cada para usted? En Cr¨®nica del p¨¢jaro que da cuerda al mundo, una novela larga de los noventa, narr¨¦ la vida de un treinta?ero cuya cotidianidad cambia cuando desaparecen primero su gato y luego su mujer. Empec¨¦ en tercera persona, pero volv¨ª a la primera porque sent¨ªa que lo que quer¨ªa contar requer¨ªa mayor intimidad. No s¨¦ por qu¨¦ elijo esos protagonistas. Tal vez sea ese sesgo personal, esa b¨²squeda de sentido en medio de la vacilaci¨®n, lo que me interesa. Es como si a esa edad nos di¨¦ramos cuenta de que esa vida es la nuestra. Ese proceso de apropiaci¨®n me intriga. Uno no es tan joven ya, pero tampoco viejo. Es libre y vulnerable a la vez.
Este personaje, sin embargo, no se siente tan libre, ?no? Su crisis es radical: pinta retratos, vive de eso, pero no sabe cu¨¢l es su obra. Lucha para entender lo que quiere expresar; es una b¨²squeda definitoria. La novela cuenta tambi¨¦n eso: su descubrimiento como artista, su estado mental como creador.
¡°Yo no sue?o. O no recuerdo los sue?os, pero mi literatura est¨¢ llena de ellos; los imagino. Un amigo psiquiatra me dec¨ªa: ¡®Escribes, no tienes que so?ar¡±
?Qu¨¦ colores usar¨ªa para pintar su propio retrato? ?Colores? Cuando escribo pienso en m¨²sica, no veo ning¨²n color. Quiz¨¢ sea una forma de poder usarlos todos. Me pasa algo similar con los sue?os. Yo no sue?o. O no los recuerdo, pero mi literatura est¨¢ llena de ellos; los imagino. Un amigo m¨ªo, psiquiatra, sol¨ªa decirme: ¡°Escribes, no tienes que so?ar¡±.
?Se ha psicoanalizado alguna vez? No, el psicoan¨¢lisis no me interesa, pero s¨ª deber¨ªa haberle preguntado por qu¨¦ no cre¨ªa necesario que yo so?ara. Lo lamento; muri¨® hace algunos a?os.
?Extra?a algo de su vida anterior a la literatura, la ¨¦poca en que su mujer y usted regentaban un club de jazz? Extra?o el mundillo, los m¨²sicos. Pero desde agosto conduzco un programa de radio en Tokio. Soy pinchadiscos y recuper¨¦ lo m¨¢s divertido de aquel tiempo. Elijo la m¨²sica ¡ªrock, pop, jazz¡ª y hablo sobre ella y sobre literatura. Ten¨ªa mis dudas, pero Yoko me alent¨®: ¡°Puedes hacerlo. Ser¨ªas un buen DJ¡±, me dijo. Y estoy disfrut¨¢ndolo. El sentimiento es de puro placer.
Public¨® su primera novela en 1979 y cambi¨® su rutina: dej¨® de trasnochar, comenz¨® a correr diariamente¡ ?Le gustar¨ªa que sus lectores lo leyeran tambi¨¦n con todo el cuerpo? [Se r¨ªe] No, escribir novelas largas como las m¨ªas requiere un esfuerzo sostenido y met¨®dico. No es un trabajo liviano; escribo con la sensaci¨®n f¨ªsica de darlo todo; administro mi energ¨ªa como el aire en los maratones e intento ofrecer siempre algo nuevo. Solo espero que el lector disfrute del libro. Esa es su parte.
Lo preguntaba por el modo en que sus relatos convocan todos los sentidos. Hay m¨²sica, sexo, comida¡ Me gustan las cosas f¨ªsicas. Si escribo sobre alguien que bebe una cerveza, espero que los lectores quieran una. Busco imprimirle a mi literatura esa dimensi¨®n porque conf¨ªo en la reacci¨®n corporal como algo ?aut¨¦ntico, inmanejable, y si aparece, creo que la historia est¨¢ funcionando. Si alguien en el libro enferma, me gustar¨ªa que el lector viviera sus s¨ªntomas. Ese es el prop¨®sito del relato.
Escribir sobre la soledad, la violencia, la locura, ?qu¨¦ es lo m¨¢s desafiante? Lograr que los lectores r¨ªan. No sonre¨ªr; hablo de re¨ªr a carcajadas. Muchos japoneses leen mis libros de pie en el metro o en el tren, cuando van al trabajo; la gente alrededor los mira, puede resultar hasta vergonzoso para ellos. Pero yo siento que logr¨¦ lo que buscaba.
?Por qu¨¦ es tan importante para usted? Re¨ªr y llorar son las emociones m¨¢s transparentes. Pero hacer llorar es m¨¢s sencillo. Cuando r¨ªes es porque tu atenci¨®n se ha relajado; est¨¢s all¨ª, hay entre lo que el libro cuenta y lo que sientes un punto de encuentro, una humanidad corp¨®rea. Me gusta llegar a ese espacio com¨²n. Soy escritor y, por supuesto, tengo opiniones e ideas que expresar, pero sin ese nivel f¨ªsico esencial, risa y llanto, creo que ser¨ªa muy dif¨ªcil transmitir lo que quiero contar.
Menshiki, el millonario solitario que homenajea a Gatsby en esta novela, no piensa en la paternidad hasta que sabe que Marie puede ser su hija. ?C¨®mo fue su vivencia de ese tema? ?Perdone?
Usted no tiene hijos¡ No.
?Se arrepiente? [Se toma 30 segundos antes de contestar]. No, no me arrepiento mucho de eso. Pero cuando escrib¨ª la novela pensaba en la posibilidad de haber tenido un hijo. Quise imaginar qu¨¦ hubiera pasado si, como le sucede al personaje, mi ¨²ltima novia hubiera tenido una ni?a y yo no hubiera sabido nada durante a?os. Hay una posibilidad muy remota, pero existe. Escribir novelas es perseguir posibilidades. Elegiste algo cuando ten¨ªas, digamos, 31 a?os y te trajo hasta aqu¨ª. Es lo que eres. Pero si hubieras tomado otra v¨ªa, tendr¨ªas una distinta. Tirar de esa probabilidad es el juego de la ficci¨®n. Veo mi literatura como la persecuci¨®n de esas vidas diferentes. Todos vivimos en una especie de jaula, la que supone ser solo uno mismo. Como escritor de ficci¨®n, puedes salir y ser diferente. Eso es lo que estoy haciendo la mayor¨ªa de las veces.
?Escapar? Vivir mis yos alternativos. ?Soy yo mi protagonista o ese otro personaje, Menshiki? Podr¨ªa haber sido yo; uso cosas m¨ªas para componerlo, pero es apenas una posibilidad de m¨ª. El trabajo de un novelista es so?ar despierto. Es maravilloso; lo disfruto hace 40 a?os y creo que voy a poder hacerlo otra d¨¦cada. Cuando no escribo relatos, escribo ensayos o hago traducciones. De alguna forma, escribo todos los d¨ªas. Si no escribo, no es un buen d¨ªa.
?Tiene un sentido especial para usted cumplir 70 a?os? No siento nada especial, pero tampoco me arrepiento. Comet¨ª errores, como todos, pero lo que pas¨®, pas¨®. La inocencia es inevitable; en eso soy una especie de fatalista. Me ha preguntado si lamento no haber tenido hijos. Simplemente sucedi¨®. No puedo hacer nada. Acepto lo que sucede. Quiz¨¢s en esto sea diferente de otras personas. Vivo y escribo mis novelas desde esa aceptaci¨®n. Es importante para m¨ª.
?Acepta tambi¨¦n sus miedos? ?A qu¨¦ le teme? Me estoy haciendo viejo. No s¨¦ c¨®mo es ni qu¨¦ se siente porque es mi primera experiencia [se r¨ªe]. Pero tengo curiosidad y es m¨¢s fuerte que el miedo. Me gustar¨ªa ver qu¨¦ me va a pasar. He corrido maratones durante 36 o 37 a?os. Pero como estoy envejeciendo, empeoro; soy m¨¢s lento cada vez. No importa. Quiero saber durante cu¨¢nto tiempo m¨¢s podr¨¦ correr y disfrutarlo. Muchos amigos lo dejaron porque les deprime. A m¨ª no. Es la vida y quiero saber c¨®mo sigue, qu¨¦ va a pasar conmigo. Me entusiasma.
Algunas ficciones suyas se han llevado al cine. ?Qu¨¦ piensa cuando otros le cuentan historias que usted imagin¨®? Ya no son m¨ªas y me hacen sentir inc¨®modo. Me gusta el cine, pero trato de mantenerme al margen de lo que se hace a partir de mis relatos.
Sobre la m¨¢s reciente, Burning, de Lee Chang-dong, se ha dicho que transmite cierta ¡°rabia millennial¡±. ?Lo comparte? No vi la pel¨ªcula. Cuando escrib¨ª el cuento, Quemar graneros, lo que surgi¨® en mi cabeza fue el t¨ªtulo. Imagin¨¦ qu¨¦ clase de historia pod¨ªa escribir para ese t¨ªtulo que me persegu¨ªa, y apareci¨® un joven con coche importado que cada dos meses quema un granero ajeno y se lo cuenta a un escritor mientras fuman un porro. Invent¨¦ una historia capaz de llenar esa imagen. No me propuse interpretar rabia ni violencia. Para m¨ª fueron solo palabras. Siempre es as¨ª.
Ese cuento integra El elefante desaparece, un libro pr¨®digo en desconciertos. ?Lo raro fascina? La vida es misteriosa y quiz¨¢ ciertas cosas que cuento resulten extra?as para otros, pero son naturales para m¨ª. Que un esp¨ªritu tome la forma de la figura de un cuadro o que haya personajes cuyas sombras se desdoblen son ideas habituales en mi vida, metaf¨®ricamente hablando. Como narrador pienso a nivel del relato; todo puede pasar. Los ni?os lo viven con m¨¢s sencillez. Cuando eres ni?o y en un libro alguien atraviesa la pared, es natural. Los adultos dicen: ¡°Es extra?o¡±. Soy casi un viejo, pero todav¨ªa creo que puedes atravesar la pared y espero que el lector tambi¨¦n lo crea.
¡°No me interesan los v¨ªnculos familiares, pero s¨ª explorar todo lo que pasa entre un hombre y una mujer. Es una relaci¨®n especial, quiz¨¢ la m¨¢s importante¡±
Vuelve al amor y al matrimonio en sus historias. ?Qu¨¦ los hace inextinguibles? No me interesan los v¨ªnculos familiares, pero s¨ª explorar todo lo que pasa entre un hombre y una mujer. Es una relaci¨®n especial; quiz¨¢ la m¨¢s importante. No puedes elegir a tus padres o a tus hijos, pero puedes elegir a tu pareja y tienes que ser responsable con la elecci¨®n. Llevo casado 47 a?os con Yoko; es adem¨¢s la primera lectora de mis libros. ?Por qu¨¦ la eleg¨ª? No lo s¨¦. Pienso en ello a menudo y no tengo una respuesta todav¨ªa.
La cultura estadounidense fue decisiva para su generaci¨®n. ?Qu¨¦ opina del proyecto que lidera Trump? Fui adolescente en los sesenta. La cultura estadounidense era excitante, salvaje: en esa d¨¦cada pas¨® de todo; jazz, rock, literatura, pop. Absorb¨ª eso y le estoy agradecido. Pero la cultura de Estados Unidos ya no es tan estimulante. Me interesa la pol¨ªtica, pero escribo ficci¨®n. No hago declaraciones de otro tipo.
?Le sorprende su ¨¦xito global? ?Me gustar¨ªa que me lo explicaran! Sucedi¨® en los ¨²ltimos 20 a?os. Gratifica, pero es algo que pas¨® en los dem¨¢s. Yo sigo igual: escribo por la ma?ana, cuatro o cinco horas, la misma cantidad de p¨¢ginas, y cuando me levanto de la silla, solo quiero saber ad¨®nde me llevar¨¢ la historia. Por eso vuelvo al d¨ªa siguiente.
Un amigo japon¨¦s dice que en su pa¨ªs lo consideran una ¡°leyenda viva¡±. ?C¨®mo se siente eso? [Se r¨ªe] Bueno, no soy tan viejo. Cuando me convert¨ª en escritor, durante d¨¦cadas no hice nada m¨¢s. No suelo aparecer en p¨²blico; no doy entrevistas ni salgo en la televisi¨®n o en la radio. Solo escribo. Dej¨¦ mi pa¨ªs durante muchos a?os; viv¨ª en Estados Unidos y Europa. La gente casi no me conoce en Jap¨®n. A los 69 a?os sent¨ª que era una buena edad para empezar algo nuevo y decid¨ª ser pinchadiscos. Supongo que todo eso debe resultar curioso. Enigm¨¢tico, incluso. Pero legendario me parece demasiado.
?Sabe que aparece cada a?o en las loter¨ªas del Nobel? La Academia no publica finalistas. Son especulaciones de los editores y no me interesan. Pero me alegraron los premios a Dylan e Ishiguro porque valoro sus obras. Escribir es como el aire para m¨ª. Disfruto del puro placer y la alegr¨ªa de escribir; ese es el prop¨®sito de mi vida. Soy feliz con eso. Lo dem¨¢s no es tan importante.?
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