La verdad imaginada
Ainhoa se?al¨® como objetivo de ETA a su primo y su madre se encarg¨® de escribir las cartas para pedirle el ¡°impuesto revolucionario¡±. La obra 'Los otros Gondra' habla de olvido y memoria
Ainhoa est¨¢ arrodillada, la ilumina una luz tenue, su cuerpo se retuerce, su espina dorsal se arquea, su voz se convierte en palabras inconexas. Ainhoa quiere articular una explicaci¨®n, una justificaci¨®n que haga m¨¢s llevadera la tarea que sabe que tiene pendiente, pronunciar esa palabra que su t¨ªa quiso escuchar en vida y que nunca lleg¨®: perd¨®n. Est¨¢ arrodillada ante su t¨ªa, ya muerta, que sujeta la urna de sus propias cenizas en la mano, pero el cuerpo de Ainhoa no tiene una actitud suplicante. Es puro dolor. Y el dolor de Ainhoa es tan real como el dolor de su t¨ªa, aunque est¨¢ provocado por motivos exactamente opuestos. Ainhoa se?al¨® como objetivo de ETA a su primo y su madre se encarg¨® de escribir cada una de las 34 cartas en las que se le ped¨ªa el ¡°impuesto revolucionario¡±; la t¨ªa de Ainhoa es la madre de Juan Manuel, la v¨ªctima de esa extorsi¨®n. La escena intenta reconstruir un encuentro que nunca ocurri¨®. Una palabra que nunca se dijo.
La escena pertenece a Los otros Gondra (relato vasco), de Borja Ortiz de Gondra, que se representa estos d¨ªas en el Teatro Espa?ol de Madrid y en la que el propio dramaturgo da vida a su personaje (Borja, hermano de Jos¨¦ Manuel). Esta obra se articula en torno a dos cuestiones fundamentales relacionadas con los a?os de la violencia en Euskadi: por una parte, la reflexi¨®n sobre lo que se ha venido a llamar ¡°el relato¡±, es decir, c¨®mo (nos) contamos todo esto que nos ha pasado y/o hemos causado; y por otra, c¨®mo sanamos las heridas ocasionadas por la violencia, sobre todo cuando ¨¦stas enfrentan a personas con una relaci¨®n muy cercana, como la familiar. Ambas cuestiones (el relato y la reparaci¨®n) se ponen en relaci¨®n a trav¨¦s de la tensi¨®n entre olvido y memoria. Qui¨¦n quiere olvidar y por qu¨¦, con qu¨¦ derecho se impone el olvido y, de la misma forma, qui¨¦n tiene derecho a exigir que se recuerde. Ninguna de estas cuestiones se plantea de forma dogm¨¢tica, sino que, por el contrario, se deja espacio a los diferentes personajes para que defiendan el silencio ante el dolor (la madre), el rencor (Juan Manuel), el derecho al olvido (la prima Ainhoa), el derecho a la verdad y a la memoria del propio Borja, o a vivir sin polarizaci¨®n, sin memorias traum¨¢ticas (la hija de Ainhoa). El personaje de Borja elige, a pesar de la oposici¨®n del resto de los personajes, el camino de la memoria, planteando as¨ª una pregunta ¨¦tica: c¨®mo rellenamos todos los silencios vividos y heredados cuando nadie nos da las respuestas que buscamos, qu¨¦ herramientas de representaci¨®n usamos para ser fieles a eso que se llama ¡°verdad hist¨®rica¡± pero permiti¨¦ndonos adentrarnos en el dif¨ªcil terreno de los afectos, las contradicciones, las zonas grises de la complejidad de las relaciones humanas. Ortiz de Gondra lo hace a trav¨¦s de una imaginaci¨®n ¨¦tica, que es aquella que nos arranca de la interpretaci¨®n maniquea de la historia y nos invita a imaginar al otro, que antes cre¨ªamos radicalmente diferente, como a un semejante y, con ello, imaginar su dolor.
No es f¨¢cil plasmar la complejidad de la historia de Euskadi en una representaci¨®n de 90 minutos. Pero?Los otros Gondra, as¨ª como la trilog¨ªa de Euskadi de la dramaturga Mar¨ªa San Miguel que volver¨¢ a representarse en marzo en el Teatro de La Abad¨ªa, nos sit¨²a breve e intensamente en un espacio donde reconocernos y, m¨¢s importante todav¨ªa, desde el cual reflexionar sobre el trabajo que nos queda pendiente.
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