El final del ¡®impuesto¡¯ del terror de ETA
LA PRIMERA carta que recib¨ª de ETA fue hacia 1990. Me la mandaron a casa y la cogi¨® mi mujer. Eso complic¨® las cosas. Si la hubiera abierto yo, la habr¨ªa metido en un caj¨®n, pasado la procesi¨®n por dentro y no habr¨ªa molestado a nadie. A los tres o cuatro d¨ªas ella me dijo:
¡ªMiguel, ?qu¨¦ hacemos? ?Has estado con alguien?
¡ª?Con qui¨¦n voy a estar? No quiero pagar.
¡ª?Por qu¨¦ no quieres¡? ?Qu¨¦ te parece si¡?
¡ªNo quiero que otra persona sufra un atentado.Tuvimos discusiones internas hasta que creamos un consejo familiar para ponernos de acuerdo en nuestras actuaciones y evitar la soledad. ?ramos mi esposa, mi hija, mi yerno, mi hermano, mi cu?ada. Hicimos pi?a¡±.
La nave industrial de los Lazpiur se asienta junto al r¨ªo Deba, en Bergara (Gipuzkoa). Miguel Lazpiur, de 74 a?os y codirector de la compa?¨ªa junto a su hermano Agust¨ªn, abre la puerta de las oficinas. En lo alto del taller, un letrero: ¡°Kalitatea gure etorkizuna da¡± (la calidad es nuestro futuro). Es la m¨¢xima de una empresa que exporta a m¨¢s de 20 pa¨ªses sus piezas de mecanizado de alta precisi¨®n y las m¨¢quinas a medida que dise?an para otras compa?¨ªas.
Cuando recibes una carta de ETA es una losa. Es un trauma que convulsiona a la familia. Ya no te f¨ªas de nadie¡±, explica Miguel Lazpiur.
¡°Te pasan muchas cosas por la cabeza [al recibir la carta]¡±, inicia Lazpiur, con un marcado acento vasco. Y lanza un peque?o suspiro. ¡°Es una losa que tienes encima. Dicen que es como si te diagnosticasen un c¨¢ncer. Es un trauma enorme que convulsiona a la persona y a la familia. Ya no te f¨ªas de nadie. Cualquiera puede haber dado tu nombre. Pienso que no fue nadie de la empresa. Quiz¨¢ s¨ª de Bergara. Porque si vas a un bar a tomar un pote y al camarero lo detienen a los dos a?os¡ piensas en cosas, ?me entiendes?¡±.
ETA anunci¨® su ¨²ltimo alto el fuego en septiembre de 2010 y en noviembre envi¨® su ¨²ltima carta de extorsi¨®n. En octubre de 2011 declar¨® el ¡°cese definitivo¡± de su actividad armada. ¡°En otras treguas nunca par¨® el impuesto revolucionario. Es lo ¨²nico que sigui¨® funcionando. Los empresarios fueron v¨ªctimas desde el minuto cero hasta el ¨²ltimo¡±, se?ala Jon Ziarsolo, jefe de inteligencia de la Ertzaintza, en el cuartel general de la polic¨ªa vasca en Erandio (Bizkaia). ¡°Nos corresponde ensalzarlos. Han sido unos h¨¦roes. Muchos se podr¨ªan haber ido. Hubo mil ejemplos de fortaleza. Hubo quienes colocaron las cartas en el tabl¨®n de anuncios de la empresa¡±, afirma.
¡°No soy un h¨¦roe, hice lo que deb¨ªa¡±, sostiene Lazpiur, que termin¨® ocupando altos cargos en varias patronales. Fue vicepresidente de la guipuzcoana Adegi de 1999 a 2005, presidente de la vasca Confebask de 2005 a 2011 (a?os que vivi¨® con escolta) y vicepresidente de la CEOE de 2008 a 2011. ¡°Pensaba en c¨®mo ser¨ªa [el atentado contra ¨¦l]. Por d¨®nde vendr¨ªan. C¨®mo lo har¨ªan. Pero somos creyentes. No pagamos y no contactamos con ellos¡±, relata.
Resistir. Ser discretos. Eran las consignas policiales, explica Ziarsolo. ¡°Les dec¨ªamos: ¡®No hables con nadie. No te muevas. No se lo cuentes al del sindicato. No se lo digas ni a tu mujer. No des ning¨²n paso¡¯. Porque el impuesto revolucionario era como el bombo de Navidad. Hab¨ªa uno muy grande donde entraban todos. Pero si contactabas, pasabas a uno peque?ito. Si dabas un paso, todo se focalizaba en ti, estabas pringado¡±. Desde 1993, ETA introdujo en las cartas un c¨®digo alfanum¨¦rico. La polic¨ªa cont¨® m¨¢s de 10.000 extorsionados. Ziarsolo dice que ¡°pagaron muy pocos¡±. Seg¨²n un estudio del periodista y profesor de la Universidad de Navarra Javier Marrod¨¢n, cedieron un 13% de los que la banda contact¨® en Gipuzkoa y entre un 5% y un 6% en Bizkaia, ?lava y Navarra.
?Pero cu¨¢ntos pagaron antes de 1993? ¡°No se sabe. Hablamos de los a?os de plomo, cuando ETA desarrollaba la extorsi¨®n con impunidad a plena luz del d¨ªa en Iparralde [Pa¨ªs Vasco franc¨¦s]. ?Cu¨¢ntas personas? ?Cu¨¢ntas veces? ?Cu¨¢ntos negociaron en Francia?¡±, se pregunta Izaskun S¨¢ez de la Fuente, miembro del Centro de ?tica Aplicada de la Universidad de Deusto y autora de Misivas del terror, un libro con el testimonio an¨®nimo de m¨¢s de 200 empresarios que analiza el impacto del terrorismo sobre este colectivo, acosado por el chantaje, los secuestros y asesinatos, el estigma y la apat¨ªa social.
¡°Les dec¨ªamos: ¡®No hables con nadie. No des ning¨²n paso. Si lo haces, est¨¢s pringado¡±, recuerda Jon Ziarsolo, ¡®ertzaina¡¯.
¡°La soledad ha sido lo peor. Cuando iba con escolta llevaba la etiqueta. Dejas de ir al front¨®n, a la sociedad, a pasear¡±, explica Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Urchegui, ex secretario general de la patronal de Gipuzkoa, Adegi. En su casa en San Sebasti¨¢n, subraya emocionado el apoyo de su esposa: ¡°De vez en cuando me cog¨ªa del brazo: ¡®Jos¨¦ Mari, ?est¨¢s bien?¡¯. Yo dec¨ªa que s¨ª¡±. Pero la familia soport¨® lo indecible. ¡°Un d¨ªa sali¨® mi hijo de casa para ir al colegio. Se encontr¨® un charco de pintura roja en el portal. Hab¨ªan escrito ¡®Urchegui asesino¡¯. Imagina c¨®mo se puso¡±, recuerda.
¡°La v¨ªctima era hostigada, se le insultaba llam¨¢ndole espa?ol de mierda, empresario explotador o fascista. Se pintaba su nombre o una diana en su portal, se realizaban concentraciones frente a su despacho o domicilio. As¨ª hasta que en algunos casos era secuestrada o asesinada. Incluso, tras su muerte, se profanaba su tumba, se llamaba a los familiares por tel¨¦fono para escarnecerlos o se les gritaba en la calle¡±, relata S¨¢ez de la Fuente en Misivas del terror. Una ¡°violencia de persecuci¨®n¡± que ejerc¨ªa el entorno de ETA, que jaleaba a la banda y que inoculaba el miedo a la sociedad, especialmente en los pueblos, m¨¢s asfixiantes que las ciudades, como describe Fernando Aramburu en la novela Patria. Un empresario de Bizkaia que recibi¨® varias cartas y una llamada de ETA alaba la obra: ¡°Es la vida misma. Le¨ªa un cap¨ªtulo y ten¨ªa que parar. Me repateaba la reacci¨®n social, cuando se pudre la convivencia¡±.
Mirar hacia otro lado fue la t¨®nica. ¡°Cuando la violencia parece que forma parte del paisaje se le empieza a no dar importancia. Es muy pu?etero¡±, se?ala Ruiz Urchegui, que subraya ¡°el contexto socioecon¨®mico¡± en el que se lidi¨® con la violencia durante muchos a?os. ETA fue especialmente virulenta con el estreno de la democracia en Espa?a (uno de cada cuatro asesinatos se perpetr¨® entre 1978 y 1980); en un pa¨ªs con unas instituciones y estructuras pol¨ªticas nuevas, con una reconversi¨®n industrial acometida en los ochenta que dej¨® en la calle en el Pa¨ªs Vasco a m¨¢s de 100.000 personas, con una baja competitividad respecto a Europa. Un panorama al que se un¨ªan las amenazas. Ruiz Urchegui conserva una pegatina con su nombre junto a la palabra hiltzaile (asesino). Cientos salpicaron San Sebasti¨¢n. Un d¨ªa, sus hijos vieron la imagen de su padre en la Parte Vieja:
¡ªAita, ?por qu¨¦ est¨¢ tu nombre ah¨ª?
¡ªOye, que yo no soy un asesino, ?eh?
¡ª?Ya lo sabemos, aita! Pero¡
Urchegui denunci¨® p¨²blicamente la extorsi¨®n en sus a?os en Adegi (1977-2008) y pidi¨® a los empresarios que no pagaran. Unos 400 se acercaron a ¨¦l en privado, v¨ªctimas del chantaje: ¡°No te dar¨¦ el nombre de ni uno. Pero he visto a gente hundida en mi despacho¡±. ?Cu¨¢ntos se fueron? Los entrevistados, altos responsables en las patronales vascas y navarra, coinciden en que no demasiados. ¡°Muchos optaban por residir fuera pero manteniendo sus empresas¡±, dice Jos¨¦ Manuel Ayesa, presidente de la Confederaci¨®n de Empresarios de Navarra entre 1989 y 2010. Una tesis que personas como Mikel Buesa, expresidente del Foro de Ermua y fundador de UPyD, no comparten. ¡°Decenas de miles de personas han sido expulsadas¡±, declaraba a EL PA?S en 2005.
Blanca Soto es una de ellas. Esta galerista naci¨® en Palencia, pero vivi¨® en San Sebasti¨¢n, donde se cas¨® y tuvo dos hijos. Hoy residen en Madrid. Nunca ha compartido p¨²blicamente su historia. Hasta ahora. Con 22 a?os, mont¨® un centro cultural en San Sebasti¨¢n con un socio, con tan mala suerte, dice, de ubicarlo junto a una sede de Jarrai. Los j¨®venes radicales les exigieron dinero. Se negaron. Y les destrozaron el local. Durante los siguientes tres a?os, recibieron tres cartas de chantaje. Las abri¨® la secretaria y call¨®. Hasta que lleg¨® una cuarta, manchada de sangre, y se la ense?¨® a Soto. Y una quinta, esta vez a la Concejal¨ªa de Urbanismo de San Sebasti¨¢n, se?alando al Ayuntamiento por un supuesto trato de favor con la galerista. El concejal Gregorio Ord¨®?ez, del Partido Popular, y a quien ella no conoc¨ªa, la llam¨® para coment¨¢rselo.
¡ªMe van a matar.
¡ªBlanca, a m¨ª me pueden matar. Yo estoy dando la cara y soy pol¨ªtico. Pero a ti, ?de qu¨¦? Ni lo pienses.
¡°Lo peor ha sido la soledad, que se construye poco a poco, sin querer. Dejas de pasear, de ir al front¨®n o a la sociedad¡±, dice Ruiz Urchegui.
Pero ella ¡°era un flan¡±. Acudi¨® a la Polic¨ªa Nacional con las cinco cartas y habl¨® con el responsable de la Unidad Territorial Antiterrorista de Gipuzkoa, el inspector Enrique Nieto. Este la tranquiliz¨®. Puso vigilancia. En su casa y junto a su negocio. ¡°Nos cuid¨®¡±, recuerda.
Corr¨ªa 1995. ETA asesin¨® a Ord¨®?ez en enero y tirote¨® mortalmente en junio a Nieto (qued¨® en coma y falleci¨® en octubre). ¡°Pens¨¦: ¡®Los siguientes somos nosotros¡±, asegura Soto. Para rematar, en febrero de 1996, la banda terrorista mat¨® tambi¨¦n a su suegro, el abogado y dirigente del PSOE Fernando M¨²gica Herzog. ¡°Entr¨¦ en una depresi¨®n horrorosa durante cuatro a?os. Me fui a un psiquiatra hasta que nos vinimos a Madrid en el a?o 2000¡±, dice llorando, recordando su exilio. ¡°Se han llevado por delante a tantos amigos, a tanta gente y tantas cosas¡¡±. La conversaci¨®n contin¨²a, cargada de odio y de dolor, hasta que pide quedarse sola.
Enfrentarse a ETA. Pasar miedo. ¡°El que diga que no lo ha sufrido [miente]¡ Porque es muy tangible. Sientes preocupaci¨®n y tienes prevenci¨®n¡±, asegura Ruiz Urchegui. Junio de 1996. Una bomba lapa aguarda en los bajos de su coche en el aparcamiento de Adegi, la patronal guipuzcoana. De viaje en Estocolmo, hab¨ªa pedido a su primo Santiago Leceta que llevara el veh¨ªculo al taller. La explosi¨®n le dej¨® sin piernas e hiri¨® a dos empleadas. ¡°Pensaba: ¡®Si hubiese vuelto un d¨ªa antes. Si no le hubiese dejado el coche¡ No es un sentimiento de culpa, pero pesa. Sientes una opresi¨®n¡¡±, dice. Tras el atentado ¡ªen 1978 hubo otro en Adegi: los Comandos Aut¨®nomos Anticapitalistas, una escisi¨®n de ETA, hicieron estallar una bomba¡ª, empez¨® a vivir con escolta, situaci¨®n que dur¨® 14 a?os, hasta que renunci¨® a ella.
En varias ocasiones, Urchegui trat¨® de convencer a Joxe Mari Korta, presidente de Adegi, de que tambi¨¦n utilizara escolta. Pero jam¨¢s quiso. En agosto de 2000, ETA lo asesin¨®, cuatro semanas despu¨¦s de dar una rueda de prensa junto a su amigo y diputado general de Gipuzkoa Rom¨¢n Sudupe, en la que emplazaron a los empresarios a no ceder al chantaje. Un coche bomba colocado en la entrada de su empresa en Zumaia (Gipuzkoa) le seg¨® la vida. ¡°Le tocaba dejar la presidencia y su familia no quer¨ªa que siguiera. Como amigo, le hab¨ªa presionado para continuar. Encaj¨¢bamos muy bien¡±, dice Urchegui.
El asesinato de Korta tuvo varios objetivos. El primero, ¡°tocar la fibra al PNV¡±, pues el empresario era af¨ªn a este partido (que hab¨ªa roto ese a?o el frente soberanista fruto del Pacto de Lizarra de 1998 tras varios atentados de ETA). El segundo, mat¨¢ndole se atacaba el di¨¢logo frente a las pistolas, que tanto Korta como Urchegui defend¨ªan (los dos apelaban a ¡°trabajar y colaborar en el proceso de paz¡±, incluso a riesgo de ¡°equivocarse¡±, una frase que despu¨¦s se convirti¨® en el llamado esp¨ªritu Korta). Y el tercero, presionaba a los que no quer¨ªan pagar a ETA. ¡°La banda no mataba empresarios por matarlos, sino para meter miedo¡±, razona Ziarsolo, el jefe de inteligencia de la Ertzaintza. Una maquinaria que permiti¨® a la organizaci¨®n recaudar m¨¢s de 100 millones de euros a lo largo de su historia gracias a los secuestros, unos 30 con las cartas de chantaje y unos 20 mediante atracos, seg¨²n Florencio Dom¨ªnguez, experto en terrorismo y doctor en Comunicaci¨®n P¨²blica por la Universidad de Navarra.
¡°El asesinato de Korta marc¨® el punto de inflexi¨®n en Azkoyen¡±, reconoce Eduardo Ruiz de Erenchun, abogado de Pamplona que defendi¨® a cinco antiguos miembros del consejo de administraci¨®n de esa empresa navarra, acusados de pagar a ETA. Jes¨²s Marcos Calahorra, director financiero, llev¨® 37 millones de pesetas a los terroristas. En solitario, siguiendo un mapa que le hab¨ªan hecho llegar, condujo hasta la localidad francesa de Vert, en las Landas. Hoy no quiere hablar. ¡°Para m¨ª han sido muchos a?os soportando la presi¨®n de esta losa: antes de, en su momento y despu¨¦s de. Intento pasar p¨¢gina y no me resulta f¨¢cil¡±, responde por correo electr¨®nico. Su abogado relata: ¡°Pag¨® a finales de 2001. Estuvo tres d¨ªas en cama porque no se pod¨ªa mover de la contractura que ten¨ªa. Pens¨® que lo matar¨ªan. Estaban all¨ª, con una pistola. Le preguntaron si le hab¨ªan seguido¡±.
¡°Te acojonas con la transformaci¨®n de ETA en movimiento pol¨ªtico. Tenemos a los mismos en las instituciones, financiados con dinero p¨²blico¡±.
Vert es un lugar muy discreto. Se llega por una solitaria carretera comarcal. En el t¨¦rmino municipal, de 40 kil¨®metros cuadrados, viven unos 200 habitantes. Ninguno pasea por la calle una tarde del pasado junio. Hay un completo silencio que invita a reflexionar sobre las instrucciones que le dio ETA por escrito a Marcos Calahorra hace 16 a?os y que ¨¦l cumpli¨® a rajatabla en este mismo lugar: ¡°Aparcar¨¢ junto a la iglesia a la hora indicada [las tres de la tarde], se bajar¨¢ de su veh¨ªculo y se quedar¨¢ mirando la arquitectura del templo con un ejemplar del diario Gara, otro de la revista El Mundo de los Pirineos y el libro Lucio, el anarquista irreductible entre las manos. La persona que se le acercar¨¢ le har¨¢ la siguiente pregunta: ¡®Gurekin egoteko etorri zara?¡¯ [?Vienes para estar con nosotros?]. Su respuesta: ¡®Bai, eskatutakoa ekartzeko eta hitzegiteko¡¯ [S¨ª, para traer lo pedido y para hablar]¡±.
¡°Hablar con ETA supon¨ªa un proceso largu¨ªsimo¡±, asegura el abogado. Las misivas ped¨ªan ¡°contactar con los medios habituales vascos¡±. Eso llevaba a los extorsionados a preguntar a un concejal de Batasuna, o a un sindicalista de LAB, o a un amigo de la izquierda abertzale¡ ¡°A los empresarios les dec¨ªamos que, si decid¨ªan pagar, iban a dar mil vueltas hasta contactar con la persona que transmitiese la informaci¨®n¡±, relata el ertzaina Ziarsolo. ¡°Despu¨¦s tendr¨ªan que ir a Francia, pasando mucho miedo, encontr¨¢ndose con personas que les tratar¨ªan de mala manera. Les advert¨ªamos que pagar no significaba que nunca m¨¢s les iban a extorsionar. Y les dec¨ªamos que la documentaci¨®n pod¨ªa caer en manos de la polic¨ªa y que terminar¨ªan en la Audiencia Nacional¡±, enumera.
Fue lo que sucedi¨® con Azkoyen. Una operaci¨®n antiterrorista destap¨® el pago. En 2004, el juez Baltasar Garz¨®n orden¨® la detenci¨®n de Marcos Calahorra. Pas¨® un d¨ªa en el calabozo. Ruiz de Erenchun se muestra cr¨ªtico con la justicia por no haber aplicado la figura del ¡°miedo insuperable¡±, un eximente de responsabilidad penal por haber facilitado dinero a una organizaci¨®n terrorista bajo coacci¨®n y riesgo para la vida. ¡°Finalmente los acusaron de un delito societario por haber pagado con dinero de Azkoyen. Dej¨® de ser competencia de la Audiencia Nacional y en los juzgados de Pamplona se declar¨® prescrito¡±, resume. Aunque para Marcos Calahorra el drama fue m¨¢s lejos: marcado por lo sucedido, Azkoyen le despidi¨®.
En su historia, ETA mat¨® a 40 empresarios y secuestr¨® a 49. El ¨²ltimo asesinado fue Ignacio Uria, en Azpeitia (Gipuzkoa), en 2008. Consejero de Altuna & Uria, su empresa era una de las 40 adjudicatarias del tren de alta velocidad (TAV) en el Pa¨ªs Vasco. Los terroristas justificaron la muerte ¡°por su responsabilidad en la construcci¨®n de un proyecto impuesto a Euskal Herria y por negarse a pagar el impuesto revolucionario¡±. Jos¨¦ Mar¨ªa Pascual, ex consejero delegado de Balzola, otra de las constructoras del TAV, recuerda las dificultades. ¡°No pod¨ªas dejar las m¨¢quinas en el monte al terminar el d¨ªa. Te las ten¨ªas que llevar para que no las quemaran. Adem¨¢s, hab¨ªa que vallar y contratar vigilancia¡±, relata. El TAV, una obra de 4.000 millones de euros, pudo tener un 4% de sobrecostes, estima Pascual, aunque reconoce que es muy dif¨ªcil calcular una cifra. ¡°A ETA le importaba tres pepinos la alta velocidad. Solo quer¨ªan demostrar su fuerza¡±, incide.
No era la primera vez que atentaban contra una gran infraestructura para presionar al Estado. La banda tambi¨¦n dej¨® su sello en la autov¨ªa de Leizar¨¢n y en la central nuclear de Lem¨®niz. Asesin¨® a tres personas relacionadas con la carretera y a dos vinculadas a la infraestructura el¨¦ctrica. Pero si en el caso del TAV las obras continuaron (a¨²n siguen) sin ceder a las presiones, en el de la autov¨ªa la banda logr¨® algunas modificaciones del trazado y en el de Lem¨®niz consigui¨® cancelar la obra. Federico San Sebasti¨¢n era entonces el secretario general de Iberduero, hoy Iberdrola, due?a de la central. En su casa en el barrio de Neguri, en Getxo (Bizkaia), repasa unos acontecimientos que acabaron con la vida del ingeniero del proyecto, Jos¨¦ Mar¨ªa Ryan, y su sustituto, ?ngel Pascual. La banda tambi¨¦n mat¨® a su hermano en 1990, Rafael San Sebasti¨¢n. ¡°Fue muy extra?o. A los 15 d¨ªas, ETA public¨® un manifiesto diciendo que se hab¨ªa confundido de persona. No dec¨ªa con qui¨¦n, pero c¨ªnicamente formulaba su ¡®m¨¢s exigente autocr¨ªtica¡±. Su asesinato es uno de los alrededor de 300 (de 829) que a¨²n quedan sin resolver. ¡°?Crees que ahora le importa a alguien?¡±, pregunta. La equivocaci¨®n, dice, fue probablemente con ¨¦l.
ETA se meti¨® en el ecologismo, pero tambi¨¦n en las luchas laborales, sobre todo en los a?os setenta y ochenta. ¡°La banda penetraba donde pod¨ªa captar clientes¡±, resume un empresario guipuzcoano. Luis Abaitua, director de la factor¨ªa de Michelin en Vitoria en 1979, fue secuestrado y liberado tras 10 d¨ªas, en un contexto de pelea sindical. Su hijo Joseba recuerda la reacci¨®n de sus compa?eros de universidad: ¡°Me dijeron: ¡®Eres una persona adulta y tienes que disociar entre lo que sucede a tu familiar y la situaci¨®n de conflicto que vive el Pa¨ªs Vasco. Tu padre representa a los enemigos del pueblo¡±. El problema que hoy afronta Euskadi es la lucha por el relato: ¡°Quiero ser una voz cr¨ªtica, impedir que todo se olvide y que se pase p¨¢gina, que es lo que muchos quieren. Los terroristas est¨¢n aqu¨ª, entre nosotros¡±. Por el caso de su padre se juzg¨® al hoy l¨ªder de EH Bildu, Arnaldo Otegi, condenado a seis a?os de c¨¢rcel por participar en el secuestro.
Arrasate-Mondrag¨®n. Barrio de San Andr¨¦s. Nada recuerda lo que hizo ETA en una nave industrial de dos pisos junto al r¨ªo Deba. Desde una ventana rota se ve un bote de pintura amarilla fresca y unos objetos reci¨¦n pintados. All¨ª, en 1993, el industrial Julio Iglesias Zamora estuvo secuestrado durante 117 d¨ªas en un zulo excavado en el suelo, oculto bajo una m¨¢quina de tres toneladas. El mismo agujero h¨²medo de 2,5 metros de ancho, 3 de largo y 1,80 de alto que se utiliz¨® para encerrar durante 532 d¨ªas al funcionario de prisiones Jos¨¦ Antonio Ortega Lara, liberado por la Guardia Civil hace ahora 20 a?os, el 1 de julio de 1997. Un golpe contra la banda de la que esta se veng¨®, d¨ªas m¨¢s tarde, secuestrando y asesinando al concejal del PP de Ermua (Bizkaia) Miguel ?ngel Blanco.
En la lucha contra ETA son varios los hitos que, poco a poco, la desgastaron. Blanco fue uno de ellos. Antes estuvieron la Operaci¨®n Sokoa en 1986 (una cooperativa francesa tapadera de la extorsi¨®n) o la desarticulaci¨®n de la c¨²pula etarra en Bidart en 1992. Un s¨ªmbolo, el lazo azul, surgido tras el secuestro de Iglesias Zamora en 1993, y una organizaci¨®n, Gesto por la Paz, cimentaron la respuesta ciudadana. En Misivas del terror, S¨¢ez de la Fuente recuerda a los empleados de Ikusi, la empresa de la familia Iglesias, y sus concentraciones en contra del secuestro: ¡°Semejante reacci¨®n y su fuerte impacto medi¨¢tico y social pillaron al entorno de ETA con el pie cambiado. Le sorprendi¨® y le preocup¨® porque su h¨¢bitat privilegiado siempre hab¨ªa sido la calle¡±. La izquierda abertzale reaccion¨® dise?ando una nueva ofensiva, la ponencia pol¨ªtica Oldartzen (¡°atacando¡±), una estrategia llamada a ¡°socializar el sufrimiento¡±. Es decir, a arremeter contra todo y todos quienes estuvieran en contra de ETA.
Rufi Etxeberria, hoy l¨ªder de Sortu, fue el ide¨®logo de Oldartzen en 1993. Pero en 2011 su visi¨®n era otra: ¡°La violencia es incompatible con la estrategia independentista. El ciclo de la lucha armada se ha cerrado¡±. Para un empresario de Bizkaia que vivi¨® amenazado y al que le resulta ¡°casi imposible¡± dar p¨²blicamente la cara, le cuesta asimilar el cambio: ¡°Te acojonas con la transformaci¨®n de ETA en movimiento pol¨ªtico. Tenemos a los mismos t¨ªos, con los mismos ayudantes y los mismos movimientos sociales en las instituciones, financiados con dinero p¨²blico¡±. A pesar de ello, dice, conf¨ªa en el final del terrorismo.
¡°ETA ha terminado. Definitivamente y para siempre. Sin el apoyo popular no es nada. La sociedad ha evolucionado, tambi¨¦n su mundo¡±, asegura Ziarsolo.
¡°ETA ha terminado. Definitivamente y para siempre. Sin el apoyo popular no es nada. La sociedad ha evolucionado, tambi¨¦n su mundo¡±, asegura Ziarsolo, que cuando se pone delante de la c¨¢mara susurra: ¡°Si me dicen hace unos a?os que me dejo fotografiar, alucino¡±. Este ertzaina recuerda los asesinatos de su superior, Joseba Goikoetxea, sargento mayor de la Ertzaintza, en 1993, y el de su amigo ¨ªntimo en el cuerpo, Montxo Doral, tres a?os m¨¢s tarde. ¡°Me tuve que ir de mi casa en cinco horas. Me alertaron de que el Comando Bizkaia iba detr¨¢s de m¨ª¡±, arranca. Durante unos a?os vivi¨® de manera oculta. Hoy mira hacia el futuro: ¡°Esto es como un viaje. Ves el cat¨¢logo, unas playas paradisiacas¡, pero llegas all¨ª y hay 40 grados, coges una diarrea, te comen los chinches¡ Y luego vuelves. Y lo cuentas. A los dos meses solo te acuerdas de lo bueno. Pues esto es un poco as¨ª¡±.
¡°La vida no es negra ni blanca. Hay cuestiones justas e injustas¡±, contin¨²a Ziarsolo cuando se le pregunta por la dispersi¨®n de los presos de ETA. Este asunto centra el debate en torno al fin del terrorismo. Mientras que para algunos, como Blanca Soto, la galerista exiliada en Madrid, ser¨ªa inconcebible cualquier modificaci¨®n de la pol¨ªtica penitenciaria, para otros hay que cambiar un rumbo iniciado en 1989. ¡°La dispersi¨®n tuvo un efecto en una ¨¦poca muy concreta, cuando ETA mandaba desde las c¨¢rceles, en Carabanchel y Alcal¨¢-Meco, donde se juntaban 200 etarras y ten¨ªan m¨¢s poder que la c¨²pula. La dispersi¨®n trat¨® de disolver aquello¡±, explica Ziarsolo, que no ve positivo que hoy las familias recorran cientos de kil¨®metros para visitar a los reclusos.
El sentir de la ciudadan¨ªa sobre el futuro de los presos etarras difiere seg¨²n donde se pregunte: mientras que un 30% de la sociedad espa?ola considera positivo su acercamiento a Euskadi, la cifra sube a un 74% si se le pregunta solo a los vascos, seg¨²n el CIS y el Euskobar¨®metro. ¡°Un preso no es un preso. Es su familia. Son sus amigos¡±, se?ala Ruiz Urchegui, cr¨ªtico con el Gobierno de Rajoy, preocupado por el futuro y la convivencia en Euskadi, y convencido de que har¨¢ falta ¡°al menos una generaci¨®n¡± para curar las heridas. ¡°La ley permite tener a los presos cerca de sus casas. A los de ETA y a todos. Pero la estrategia del Gobierno es no hacer nada. Yo entiendo que ha costado sangre, sudor y l¨¢grimas. Pero no podemos esperar que vengan de rodillas¡±.
Uno de los presos que se ha beneficiado de la pol¨ªtica de reinserci¨®n y acercamiento fue Ibon Etxezarreta. Tras acogerse a la llamada v¨ªa Nanclares, que acercaba a esta c¨¢rcel alavesa a los presos arrepentidos, Etxezarreta se vio cara a cara en 2011 con Maixabel Lasa, viuda de una de sus v¨ªctimas, el ex gobernador civil de Gipuzkoa Juan Mar¨ªa J¨¢uregui, asesinado en 2000. Le pidi¨® perd¨®n y Lasa lo acept¨®. Dijo que Etxezarreta ¡°era otra persona¡±.
Pocos d¨ªas despu¨¦s del asesinato de J¨¢uregui, Etxezarreta y su compa?ero Francisco Javier Makazaga (hoy encarcelado en Pontevedra) aguardaban escondidos al presidente de Adegi, Joxe Mari Korta, en Zumaia. Este estaba dentro de su empresa, al tel¨¦fono. ¡°Me ech¨® la bronca. Me dijo: ¡®Jos¨¦ Mari, que estamos en agosto, ?qu¨¦ haces trabajando?¡¯. Le respond¨ª: ¡®Oye, y t¨² ?de d¨®nde me llamas? ?Si est¨¢s haciendo lo mismo!¡±, recuerda Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Urchegui. ¡°Me cont¨® que el d¨ªa anterior hab¨ªa estado en la playa de Itzurun, en Zumaia. Quer¨ªa ver el atardecer. Joxe Mari era un poco berritsu [hablador]. Hablaba y te quer¨ªa convencer: ¡®?No sabes c¨®mo es una puesta de sol de esas!¡¯. Estuvimos 45 minutos al tel¨¦fono. De repente me dijo que era tarde, que ten¨ªa una comida en Getaria. Nos despedimos diciendo que ten¨ªamos que ir al monte¡±. Cinco minutos despu¨¦s, el cuerpo inerte de su amigo yac¨ªa sobre el aparcamiento de su empresa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.