Ana Pastor, ni ¡®hooligan¡¯ ni institutriz
Indefectible marianista, se despide como presidenta del Congreso y sobrevive en el PP de Casado
Hooligan. As¨ª defin¨ªa Adriana Lastra, n¨²mero dos del PSOE, el comportamiento ¡°irresponsable¡± de Ana Pastor Juli¨¢n, que reprochaba a Pedro S¨¢nchez el abuso electoralista de los decretos. Cuesta trabajo identificar a Pastor con la exaltaci¨®n o el hooliganismo.
Acaso lo ha sufrido ella en las sesiones arbitrales m¨¢s calientes de la breve e intensa legislatura (julio de 2018-febrero de 2019). Por ejemplo, el pasado 21 de noviembre, cuando intervino desde su cargo de presidenta del Congreso para remediar la trifulca de los diputados de ERC contra Josep Borrell. Se le quebr¨® la voz entre los improperios ajenos. Amanecieron algunas emociones. Y no toler¨® que desde la bancada separatista la llamaran institutriz.
Ni institutriz, ni hooligan, se dir¨ªa que Ana Pastor (Cubillos del Pan, Zamora, 1957) es ep¨ªgono y ex¨¦gesis del marianismo, entendi¨¦ndose por marianismo la sensatez, el estajanovismo, la devoci¨®n por el color gris, la flema, la prudencia, cuando no las afinidades contemplativas. Asumir¨ªa Pastor el principio tao¨ªsta de la pasividad creativa. No hacer es la forma de hacer. Esperar que los acontecimientos se manifiesten por s¨ª solos. O mimetizarse en cualquier escenario.
Lo demuestra el m¨¦rito de haber sobrevivido al cambio de guardia en G¨¦nova 13. Pablo Casado ha expurgado el PP; ha discriminado a soyaristas, cospedalistas y marianistas, pero no ha discutido la idoneidad de Pastor como cabeza de lista en la circunscripci¨®n de Pontevedra.
Sensata, diplom¨¢tica, la falta de carisma conspir¨® contra su ambici¨®n de suceder a Rajoy
Tiene sentido la ubicaci¨®n territorial porque es el horizonte natural de Rajoy y porque la provincia gallega ha sido el espacio adoptivo de Ana Pastor. All¨ª ejerci¨® la medicina ¡ªse licenci¨® en Salamanca¡ª, all¨ª desarroll¨® su trabajo de funcionaria en la complejidad de la gesti¨®n sanitaria.
Se explica as¨ª que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar le diera todos los galones del Ministerio de Sanidad (2002-2004), aunque fue Mariano Rajoy, amigo de siempre, amigo de su esposo, marino mercante, quien la atrajo antes a Madrid como subsecretaria de Educaci¨®n y Cultura (1999-2000). Es el mismo rango gregario que desempe?¨® en las carteras de Interior y de Presidencia. Y el trampol¨ªn de una carrera paciente que la condujo a la titularidad de Fomento entre diciembre de 2011 y julio de 2016. Tuvo, por tanto, que bregar con la tragedia del accidente ferroviario del Alvia ¡ª79 muertos en Santiago de Compostela (2013)¡ª, del mismo modo que form¨® parte de los ministros m¨¢s implicados en las relaciones con la Generalitat. Pastor se llevaba bien con Artur Mas. Desempe?aba un papel diplom¨¢tico en la guerra fr¨ªa. Y perseveraba en su fama de terciadora. Otros adjetivos jalonan su reputaci¨®n de superviviente. Una mujer discreta, trabajadora. Meticulosa y habilidosa. Estricta y perseverante. Sus allegados y rivales le atribuyen el defecto o la virtud del tap¨®n de corcho que nunca naufraga. Ya lo dice un aforismo siciliano: cuando llega la riada, el junco se abre. Ana Pastor es una maestra en el arte de la amortiguaci¨®n.
Y un modelo de obstinaci¨®n cuyos hagi¨®grafos relacionan con los avatares de una infancia en la Espa?a vac¨ªa. Peque?a de tres hermanos en Cubillos (310 habitantes), estudiante ejemplar, Pastor quer¨ªa salir del pueblo, convertirse en cirujana, pero no sospechaba que iba a convertirse en la tercera m¨¢xima figura institucional del Estado, a dos pelda?os del Rey, a un escal¨®n de la jefatura del Gobierno. No le esperan a partir de ahora responsabilidades de envergadura ¡ªni en el eventual Gobierno, ni en la hipot¨¦tica oposici¨®n¡ª; tampoco es concebible que repita como presidenta de la C¨¢mara baja.
Su discurso de despedida, el 28 de febrero, fue sensible y sensiblero. M¨¢s personal que pol¨ªtico. Se conmovi¨®. Pidi¨® disculpas por los errores. Expres¨® el fervor constitucional. Remarc¨® su feminismo de perfil bajo. Y se concedi¨® cierto br¨ªo castrense en el desenlace del alegato: ¡°Vali¨® la pena, por ustedes, por Espa?a y por los espa?oles¡±.
Reaccionaron de pie, aplaudiendo, casi todas las se?or¨ªas del hemiciclo. Tambi¨¦n lo hicieron los ujieres. Una alegor¨ªa inequ¨ªvoca del papel conciliador que ha sido la virtud y el l¨ªmite de Ana Pastor. L¨ªmite porque la falta de ¨¦nfasis y de carisma han conspirado contra las ambiciones de suceder a Mariano Rajoy. Estuvo en las quinielas. Figur¨® en algunos pron¨®sticos voluntaristas, pero la ya expresidenta del Congreso, lectora inquieta ¡ªJuan Mars¨¦, Gil de Biedma, Eduardo Mendoza¡ª, propietaria de un Mini Cooper, pertenece a la categor¨ªa secundaria del gestor abnegado y del bur¨®crata impecable. No ten¨ªa sentido reanimar al PP con una versi¨®n femenina del marianismo. Pastor hubiera significado la continuidad. Y hubiera sido un escollo al relevo generacional, a la sonrisa afilada de los nuevos cachorros, al discurso reaccionario. Es la paradoja del nuevo PP. M¨¢s antiguo que el viejo, pero, al menos, sensible al prodigio homeost¨¢tico que representa Ana Pastor como paisaje de fondo de la pol¨ªtica nacional en el siglo XXI.
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