Vidas a la intemperie

Las continuadas deportaciones de refugiados rohiny¨¢s desde la India, Banglad¨¦s y Arabia Saud¨ª sirven de altavoz al silencio inicuo de la premio Nobel de la Paz birmana Aung San Suu Kyi. La que fuera icono de la democracia y la resistencia pac¨ªfica minimizaba hace poco, por en¨¦sima vez y sin dignarse nombrarlos, la tragedia de los rohiny¨¢s al lamentar que el mundo se haya centrado demasiado en los ¡°aspectos negativos¡± del Estado de Rajine, del que 730.000 miembros de esa minor¨ªa musulmana han huido desde 2017 perseguidos a sangre y fuego por el r¨¦gimen de corte budista-militar de Yangon.

Como tantos otros, el de los rohiny¨¢s es ya un conflicto olvidado, aunque desde diciembre hayan salido 5.000 de una tierra donde hoy se levantan casas para budistas. Ejemplo de manual de limpieza ¨¦tnica, fue calificado, con los pa?os calientes de la alta diplomacia, de ¡°intento de genocidio¡± por una misi¨®n de la ONU. Pero Suu Kyi, impert¨¦rrita, defiende incluso la condena a prisi¨®n de dos periodistas que documentaron las matanzas.

Al cinismo de La Dama, miembro del Gobierno birmano, se suma la impavidez del comit¨¦ noruego del Nobel ante los reiterados llamamientos de organizaciones de derechos humanos para que le sea retirado el premio. De la reliquia que en el orden mundial representa el galard¨®n, con una historia plagada de claroscuros (la precipitada concesi¨®n a Barack Obama) cuando no de baldones (la distinci¨®n del golpista Henry Kissinger), no puede esperarse, es cierto, una respuesta moderna y menos a¨²n efectiva.

Pero tampoco de otros actores de la comunidad internacional, empezando por la ONU y la costos¨ªsima burocracia de sus agencias, al margen del papel de notario global. Ni del Consejo de Seguridad, una herramienta gripada por la existencia del derecho de veto y donde se dirimen antagonismos de d¨¦cadas, ni de las misiones pretendidamente pacificadoras y en realidad maniatadas de los cascos azules ¡ªque tantas veces han mirado para otro lado, como en Srebrenica o Ruanda¡ª puede decirse que hayan contribuido a la resoluci¨®n pr¨¢ctica de conflictos inmisericordes.

La responsabilidad de proteger para detener el genocidio y los cr¨ªmenes contra la humanidad ¡ªel caso rohiny¨¢¡ª qued¨® en papel mojado tras el fiasco de Libia, y nadie est¨¢ dispuesto a implementarla por miedo a nuevos avisperos. Pero los dramas contin¨²an. Los afganos son deportados desde Europa a un pa¨ªs sumido en la violencia, y 30.000 refugiados nigerianos han sido obligados a regresar a casa, de nuevo ante el terror de Boko Haram, seg¨²n ha constatado la ONU.

Desde la crisis de los boat people en los setenta a los cada vez m¨¢s invisibilizados migrantes que arriban a Europa, qu¨¦ poco se ha avanzado en la protecci¨®n de millones de seres a la intemperie, sumidos en una incuria material y legal, pero tambi¨¦n moral.