Cascos azules: en tierra de nadie
Son casi 90.000 y componen el brazo armado de Naciones Unidas. Su misi¨®n es evitar la guerra. Unas veces lo consiguen. Otras no. Est¨¢n desplegados en diversos polvorines del planeta para intentar mantener la seguridad. Pero los cascos azules cumplen 70 a?os ante las dudas sobre su eficacia real. Viajamos tras sus pasos desde L¨ªbano hasta la sede de la ONU en Nueva York.
Hace un d¨ªa de perros en Marjayoun. La lluvia cae con fuerza en este valle rodeado de monta?as moteadas por la nieve. El viento azota las ramas de pinos y olivos que rodean la base militar Miguel de Cervantes. A media ma?ana, el capit¨¢n Sanch¨ªs se prepara para salir a patrullar por el sureste de L¨ªbano, un avispero en calma en el coraz¨®n de Oriente Pr¨®ximo. Se ajusta las botas, se pone el chaleco antibalas y se coloca el casco desconchado de color azul, uno de los s¨ªmbolos m¨¢s visibles de la ONU. El que indica que Sanch¨ªs no es un militar cualquiera: no ha sido enviado desde Badajoz hasta aqu¨ª para hacer la guerra, sino para evitarla. El capit¨¢n, de 31 a?os, pertenece a un ej¨¦rcito multinacional desplegado en los conflictos de medio mundo para garantizar la paz y la seguridad. Muchas veces lo consiguen. Otras no.
Los compa?eros de patrulla de Sanch¨ªs esperan en dos veh¨ªculos blindados que utilizar¨¢n para llegar hasta las estribaciones de los Altos del Gol¨¢n, en la frontera con Israel. Su misi¨®n ser¨¢ comprobar que se respeta el alto el fuego entre dos ej¨¦rcitos enemigos separados por una fina l¨ªnea de barriles y alambradas de poco m¨¢s de 100 kil¨®metros. La Blue Line. Los israel¨ªes vigilan desde sus posiciones. Las fuerzas libanesas, desde este lado, hacen lo mismo. Cualquier incidente puede provocar que salte por los aires la fr¨¢gil tregua que mantienen los 10.500 cascos azules de la Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para L¨ªbano (UNIFIL, por sus siglas en ingl¨¦s). ¡°Todo est¨¢ tranquilo, pero no hay que fiarse¡±, dice Sanch¨ªs antes de trepar sobre uno de los carros y ocupar su posici¨®n en la torreta. El pelot¨®n se abre paso por este territorio minado, herido por guerras e invasiones.?
Naciones Unidas sostiene 14 misiones de mantenimiento de paz repartidas por los puntos m¨¢s calientes del planeta. El brazo armado de la ONU est¨¢ formado por casi 90.000 militares y polic¨ªas, a los que se suman unos 15.000 civiles. La mitad est¨¢n en ?frica. El resto se reparten por Europa (Kosovo y Chipre), Am¨¦rica (Hait¨ª), Asia (India y Pakist¨¢n) y Oriente Pr¨®ximo: Israel, Siria y L¨ªbano. La m¨¢s antigua es la de Jerusal¨¦n. El 29 de mayo de 1948, dos semanas despu¨¦s de la creaci¨®n del nuevo Estado de Israel, el Consejo de Seguridad aprobaba el env¨ªo de observadores militares desarmados para mediar entre palestinos y jud¨ªos. La misi¨®n todav¨ªa permanece activa. Lo mismo sucede con la de L¨ªbano, que lleva ya cuatro d¨¦cadas pese a llamarse Fuerza Provisional. Algo no funciona cuando estos despliegues se convierten en parte del paisaje.
La ONU celebra en mayo el 70 aniversario de las misiones de mantenimiento de paz. Los cascos azules est¨¢n desplazados en algunos de los puntos m¨¢s calientes del planeta
La ONU conmemora este mes el 70? aniversario de la creaci¨®n de los cascos azules y el debate sobre su utilidad y su eficacia sigue abierto. ¡°Contin¨²an vigilando el alto el fuego, previenen el estallido de conflictos armados, protegen a los civiles y sostienen como pueden algunos procesos democr¨¢ticos¡±, explica Ramesh Thakur, asistente de la Secretar¨ªa General de la ONU entre 1998 y 2007. Durante estas siete d¨¦cadas, los cascos azules han contribuido a salvar a millones de personas, pero no pudieron evitar que otros tantos miles perdieran la vida, como sucedi¨® en los genocidios de Srebrenica (Bosnia-Herzegovina) y Ruanda. Su trayectoria est¨¢ salpicada por varios esc¨¢ndalos de abuso sexual. Y su capacidad de intervenci¨®n sigue siendo muy limitada. ¡°Nunca han podido mantener realmente la paz en el mundo por el poco margen de actuaci¨®n que tienen¡±, a?ade Thakur. Ese es su tal¨®n de Aquiles. Los cascos azules dependen del mandato que les otorgue el Consejo de Seguridad de la ONU, el ¨²nico organismo legitimado para crear una misi¨®n de paz. Un foro en el que se sientan las cinco potencias mundiales con derecho a veto (China, Rusia, Estados Unidos, Francia y Reino Unido). El choque de intereses y la falta de voluntad pol¨ªtica desdibujan con frecuencia el objetivo y la estrategia de las operaciones. Al final, los soldados de la paz se encuentran desplegados en tierra de nadie.
El territorio en el que operan los cascos azules en L¨ªbano es una olla a presi¨®n en la que viven unas 450.000 personas: cristianos maronitas, chi¨ªes, sun¨ªes, drusos, refugiados palestinos, sirios. Los primeros soldados llegaron a este rinc¨®n del Mediterr¨¢neo oriental en 1978 para mediar entre libaneses e israel¨ªes. Con su presencia han ayudado a estabilizar la regi¨®n. Tambi¨¦n han conseguido que militares israel¨ªes y libaneses se sienten de vez en cuando con ellos en la misma mesa de negociaciones. ¡°La mediaci¨®n del Tripartito es un ¨¦xito. Pero lo que tenemos que intentar es que el pa¨ªs asuma de una vez por todas el control de la frontera. Para ello hay que seguir ayudando al Ej¨¦rcito liban¨¦s, como se?ala nuestro mandato¡±, dice el general Francisco J. Romero Mar¨ª en uno de los pabellones de hormig¨®n y conglomerado de la base Miguel de Cervantes. Aqu¨ª residen los 600 militares que Espa?a env¨ªa semestralmente desde 2006. Comparten cuartel con militares nepal¨ªes, indios, serbios e indonesios. Espa?a lidera el sector este de la misi¨®n mientras Italia dirige la brigada occidental, pegada a la costa. En el pueblo de Marjayoun, cercano a los Altos del Gol¨¢n, en el interior, confluyen tres fronteras sin definir: la de Israel, Siria y L¨ªbano. La actual escalada b¨¦lica entre Israel y las fuerzas iran¨ªes desplegadas en Siria recrudece el conflicto. "Si la situaci¨®n empeora, la misi¨®n de la ONU peligra", asegura F¨¦lix Arteaga, experto en Seguridad del Real Instituto Elcano.?
Los cascos azules dependen del Consejo de Seguridad de la ONU, donde se sientan las cinco potencias mundiales con derecho a veto
Los primeros soldados de la ONU llegaron al pueblo de Nicolas Ibrahim cuando ten¨ªa siete a?os. Ahora ha cumplido 47 y es director de un colegio en Kleya, una localidad cercana a Marjayoun. ¡°Desde peque?o sab¨ªa que estaban aqu¨ª para ayudarme¡±, cuenta este hombre de religi¨®n maronita que chapurrea espa?ol gracias a las clases de castellano que los soldados imparten a los ni?os. ¡°Vamos a estrenar un laboratorio enviado por Espa?a¡±, dice. Mientras los cristianos se sienten a salvo con las tropas extranjeras, a otros libaneses no les hace tanta gracia su presencia. El sur del pa¨ªs ha sido hist¨®ricamente el feudo de la milicia pol¨ªtica chi¨ª de Hezbol¨¢. Hay carteles con fotograf¨ªas de sus m¨¢rtires y l¨ªderes por todos lados.
En 2007, seis militares espa?oles murieron en un atentado. Hace tres a?os falleci¨® el cabo Francisco Javier Soria, alcanzado por un proyectil israel¨ª lanzado en represalia a un ataque de Hezbol¨¢. ¡°La comunidad internacional y la ONU tendr¨¢n que ejercer una mayor presi¨®n sobre las partes para conseguir un alto el fuego permanente. Tambi¨¦n para que se terminen las violaciones sistem¨¢ticas del mandato, como la ocupaci¨®n por las fuerzas de Israel de la parte norte del pueblo de ?Gadhjar (es territorio liban¨¦s). Por su parte, L¨ªbano permite la presencia de Hezbol¨¢ como grupo armado, lo que da pie a Israel para sobrevolar casi a diario el espacio a¨¦reo liban¨¦s¡±, dice el general Alberto Asarta, que durante dos a?os fue jefe de esta misi¨®n.
En los ¨²ltimos cinco a?os han muerto m¨¢s cascos azules que nunca. "Debemos mejorar nuestra capacidad para afrontar los ataques", dice Jack Christofides, jefe de la divisi¨®n africana desde Nueva York?
Pero esta operaci¨®n no es la m¨¢s peligrosa. Peor suerte corren los cascos azules desplegados en Mal¨ª, un pa¨ªs azotado por el yihadismo. O los efectivos presentes en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, donde en diciembre fallecieron 15 soldados tanzanos de la ONU y otro medio centenar resultaron heridos tras el ataque de un grupo rebelde. El secretario general, Ant¨®nio Guterres, calific¨® el atentado como ¡°el peor contra las fuerzas de paz¡± en su historia reciente. M¨¢s de 3.700 soldados han fallecido en estos 70 a?os. Pero en el ¨²ltimo lustro han muerto m¨¢s que nunca. Los militares de la ONU est¨¢n acostumbrados a ser una fuerza de interposici¨®n entre dos bandos claros, pero no est¨¢n bien preparados para actuar en conflictos asim¨¦tricos. ¡°El casco azul opera hoy en contextos m¨¢s complejos, caracterizados por la criminalidad, la corrupci¨®n, la inestabilidad pol¨ªtica y las batallas entre grupos armados. Puede convertirse en un objetivo¡±, explica Ramesh Thakur, antiguo vicerrector de la Universidad de Naciones Unidas en Tokio. Tampoco tienen servicios de inteligencia. ¡°Una vez fuimos s¨ªmbolo de imparcialidad, un cuerpo que no deb¨ªa tocarse. Pero eso acab¨®¡±, dice Jack Christofides, jefe de la divisi¨®n africana de los cascos azules en Nueva York.
Las 14 misiones de paz se coordinan desde la sede de la ONU en Nueva York, un conjunto de cinco edificios enclavados entre el r¨ªo Este y la Primera Avenida de Manhattan?
El despacho de este funcionario sudafricano est¨¢ en el Secretariado de Naciones Unidas, el famoso rascacielos acristalado enclavado entre la ribera del r¨ªo Este y la Primera Avenida de Manhattan. Este es uno de los cinco edificios que conforman la sede de la ONU, que ocupa seis grandes manzanas de suelo neoyorquino. Todas las misiones se coordinan desde aqu¨ª. Cada d¨ªa miles de hombres y mujeres de todas las nacionalidades acuden a? estas oficinas para poner en marcha la maquinaria burocr¨¢tica de la organizaci¨®n. En el Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz (conocido como el DPKO) trabajan m¨¢s de 800 funcionarios. Christofides, de 54 a?os, est¨¢ en la planta 22?. Tiene decorado su despacho con un mapamundi y una alfombra roja siria en el suelo. Un par de botellas de whisky reposan al lado de la ventana. ¡°Los civiles buscan nuestra protecci¨®n. Lo que debemos mejorar es nuestra capacidad para afrontar los ataques¡±, dice.
"Las misiones de paz deben tener una estrategia clara, conocer bien el contexto pol¨ªtico del pa¨ªs", dice Ewan Lawson, experto del 'think tank' Royal United Services Institute
La ONU ha publicado este a?o un informe elaborado por el general brasile?o Carlos Alberto dos Santos Cruz sobre la seguridad de los cascos azules. En sus p¨¢ginas, el comandante se?ala la falta de recursos y de preparaci¨®n de estas fuerzas. La historia se repite: ya en el a?o 2000, el diplom¨¢tico Lakhdar ?Brahimi redact¨® otro memor¨¢ndum sobre la necesidad de redise?ar el concepto de las intervenciones de mantenimiento de la paz.¡°Las misiones deben tener una estrategia clara, conocer bien el contexto pol¨ªtico del pa¨ªs¡±, explica Ewan Lawson, experto en defensa del think tank brit¨¢nico Royal United Services Institute. En su opini¨®n, tambi¨¦n hay que estar m¨¢s con la poblaci¨®n local y menos encerrados en los cuarteles. ¡°Muchas veces los civiles ven a los cascos azules como una parte m¨¢s del conflicto¡±, explica. Entre las recomendaciones de los dos informes encargados por la ONU destaca la necesidad de una mayor contundencia en el uso de la fuerza. Los soldados de la paz solo pueden apretar el gatillo en defensa propia, de la misi¨®n o de los civiles. Seg¨²n los expertos, su tradicional neutralidad y su resistencia a enfrentarse abiertamente a quienes ponen en riesgo las operaciones deber¨ªan cambiar.?
Para el general Rom¨¦o Dallaire, jefe de la misi¨®n de Ruanda durante el genocidio de 1994, la comunidad internacional no ha aprendido de los errores del pasado. ¡°Los pa¨ªses no se toman en serio las operaciones de paz. Falta voluntad y consenso¡±, dice desde Canad¨¢. Tres meses antes de que comenzara la violencia en Ruanda, Dallaire advirti¨® a Nueva York del plan de exterminio de los tutsis por parte de la etnia hutu. Y pidi¨® m¨¢s tropas para prevenir la matanza. Pero no le hicieron caso. Cuando estall¨® el conflicto, el Consejo de Seguridad vot¨® de forma un¨¢nime no intervenir. Retir¨® los 2.500 cascos azules del pa¨ªs africano. Dallaire desobedeci¨® y se qued¨® all¨ª con 270 soldados. ¡°Me sent¨ª absolutamente abandonado¡±, recuerda el militar, que lleg¨® a ser senador en Canad¨¢. ¡°Pudimos salvar a unas 30.000 personas¡±. En tres meses murieron entre 800.000 y un mill¨®n de ruandeses. Ahora Dallaire tiene una organizaci¨®n para ayudar a los ni?os soldado africanos.
"Los pa¨ªses no se toman en serio las misiones de paz. Falta voluntad y consenso", dice Romeo Dallaire,? el general que lider¨® la misi¨®n de paz de Ruanda durante el genocidio de 1994
Un a?o despu¨¦s, otro genocidio hundi¨® la imagen de la ONU. Fue en la localidad de Srebrenica, durante el conflicto de los Balcanes. Los cascos azules holandeses permanecieron impasibles ante la matanza por parte de las fuerzas serbobosnias de unos 8.500 bosnios musulmanes. Srebrenica era una de las ¡°zonas seguras¡± protegidas por la ONU. En 2002, el Gobierno holand¨¦s dimiti¨® en bloque despu¨¦s de que un informe lo acusara de haber aceptado una misi¨®n imposible.Si durante los noventa las misiones de paz fueron el producto estrella de la seguridad internacional, despu¨¦s de estos esc¨¢ndalos cayeron en desgracia. ¡°Los cascos azules son el chivo expiatorio de los Estados. Se deposita en ellos unas expectativas muy altas. Cuando se despliegan, los vemos como si fueran h¨¦roes que van a solucionarlo todo. Luego se encuentran con la cruda realidad: les falta dinero, apoyo, estrategia¡±, sostiene F¨¦lix Arteaga, experto en defensa del Real Instituto Elcano.
A partir de entonces, otros actores han cobrado protagonismo. La OTAN acab¨® con la guerra en los Balcanes y las matanzas de albaneses en Kosovo. Tras los atentados del 11-S, con la irrupci¨®n de la guerra contra el terrorismo, Occidente dej¨® de engrosar las filas de los cascos azules. El Consejo de Seguridad cre¨® entonces otro tipo de intervenciones, como la de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF, por sus siglas en ingl¨¦s) en Afganist¨¢n, dirigida por la OTAN para la reconstrucci¨®n del pa¨ªs. La Uni¨®n Europea tambi¨¦n se ha ido desligando de las cl¨¢sicas misiones de paz. Actualmente tiene desplegada su propia operaci¨®n en Mal¨ª, que entrena a las Fuerzas Armadas del pa¨ªs africano. ¡°Si hay que disparar, estos actores internacionales no quieren pedirle autorizaci¨®n a la ONU¡±, explica Arteaga.
Los Estados que m¨¢s tropas aportan a las misiones de paz son Etiop¨ªa (8.300 soldados), Banglad¨¦s, India y Ruanda. La ONU paga a los pa¨ªses que prestan a sus hombres aproximadamente 1.200 euros por soldado. Varios expertos consideran que el env¨ªo de cascos azules se ha convertido en un negocio para muchos Estados. Que muchos soldados no tienen ni la formaci¨®n ni el compromiso necesario. ?Y qui¨¦n paga las operaciones? Principalmente, Estados Unidos, China y Jap¨®n, aunque todos los pa¨ªses miembros est¨¢n obligados a contribuir al fondo de las operaciones de paz. El ¨²ltimo presupuesto aprobado por la Asamblea General para los cascos azules ascendi¨® a casi 6.000 millones de euros. Una cantidad que no llega ni al 0,5% de los gastos militares mundiales. ¡°Con este modesto desem?bolso, los resultados son bastante buenos¡±, sostiene el experto en relaciones internacionales Ramesh Thakur.
Aun as¨ª, el fondo se ha recortado algo m¨¢s del 7% con respecto al a?o anterior por expreso deseo de EE UU, el principal financiador de Naciones Unidas. Washington lleva a?os cuestionando la excesiva burocratizaci¨®n de la instituci¨®n. Desde que lleg¨® a la secretar¨ªa general, en enero de 2017, Ant¨®nio Guterres est¨¢ llevando a cabo una serie de reformas para hacer m¨¢s eficaz la compleja organizaci¨®n. El portugu¨¦s ha pedido a los funcionarios del DPKO (el departamento que gestiona las operaciones de paz desde Nueva York) que revisen los mandatos de las 14 misiones para ver c¨®mo pueden mejorar su eficiencia. ¡°Una de las conclusiones a las que hemos llegado es que la ONU debe ser m¨¢s proactiva, tenemos que anticiparnos a las crisis¡±, reconoce Ana Mar¨ªa Men¨¦ndez, asesora para asuntos pol¨ªticos del secretario general, sentada en uno de los sillones de la Delegates Lounge, una elegante sala vip de la sede neoyorquina de Naciones Unidas.
Son las tres de la tarde y una pantalla de televisi¨®n emite la reuni¨®n que tiene lugar en el Consejo de Seguridad, que se encuentra justo al lado, sobre la renovaci¨®n de la misi¨®n de paz en Sud¨¢n del Sur (?UNMISS). Los m¨¢s de 12.000 cascos azules desplazados en el pa¨ªs africano desde su independencia, en 2011, no han logrado frenar la violencia ni proteger a la poblaci¨®n. Y a ello no son ajenos los poderosos intereses econ¨®micos que China tiene en la regi¨®n. El gigante asi¨¢tico es el pa¨ªs del Consejo de Seguridad con derecho a veto que m¨¢s efectivos aporta a los cascos azules. Casi la mitad de ellos est¨¢n en Sud¨¢n del Sur. Si durante d¨¦cadas las operaciones de paz han servido a los intereses de seguridad de Estados Unidos, ahora China hace lo propio para extender su influencia en el tablero mundial. ¡°En Liberia o Costa de Marfil han tenido un ¨¦xito razonable: estabilizaron la regi¨®n, pudieron celebrarse elecciones y se marcharon¡±, cuenta Ja?r van der Lijn, del Instituto Internacional de Paz de Estocolmo. ¡°En el caso de Hait¨ª han creado una misi¨®n diferente¡±, a?ade. Despu¨¦s de 13 a?os en el pa¨ªs caribe?o, y con una actuaci¨®n ensombrecida por el esc¨¢ndalo de la epidemia de c¨®lera provocada por soldados nepal¨ªes, el verano pasado las tropas se fueron de Puerto Pr¨ªncipe. Ahora una operaci¨®n de polic¨ªas y civiles asiste y forma a la polic¨ªa nacional haitiana.
Desde su despacho con vistas al distrito de Queens, David Haeri se encarga de revisar los mandatos de todas las misiones. ¡°Hay operaciones que no pueden garantizar la protecci¨®n a los civiles, otras que no tienen un proceso pol¨ªtico claro¡±, explica. ¡°Luego tenemos las misiones en las que la soluci¨®n pol¨ªtica no se vislumbra¡±. Como sucede en L¨ªbano. Tambi¨¦n en Chipre, donde casi 800 cascos azules custodian la frontera que separa a griegos y turcos en una isla dividida desde 1964. ¡°Si nos vamos, ?qu¨¦ suceder¨ªa? Al menos as¨ª mantenemos el statu quo¡±.
En la localidad libanesa de Naqoura, la presencia de los cascos azules contribuye, adem¨¢s, a la econom¨ªa de la regi¨®n. En esta ciudad que mira al Mediterr¨¢neo se encuentra el cuartel general en el sur de L¨ªbano, donde residen un millar de efectivos. Una ma?ana de enero, el sargento nepal¨ª Kamal Pariyar, de 34 a?os, ha pedido permiso a su superior para ir a la barber¨ªa. El local es un chamizo enano con techo de chapa que Hassan Hashim, de 25 a?os, compr¨® a su t¨ªo. Mientras corta el pelo de un soldado serbio, Hashim cuenta que ¡°estos extranjeros¡± son sus principales clientes. ¡°Media ciudad vive gracias a ellos. No quiero que se vayan¡±.
Es la hora del almuerzo y Pakiyar, con el pelo reci¨¦n cortado, vuelve al cuartel. En las paredes del comedor hay carteles sobre la campa?a de tolerancia cero con respecto a las agresiones sexuales. Desde 2010, la ONU ha registrado casi 600 denuncias. La mayor¨ªa son del personal uniformado. Los ej¨¦rcitos m¨¢s involucrados son los de Rep¨²blica del Congo, Sud¨¢frica y Marruecos. Las acusaciones hablan de sucesos espeluznantes: soldados que obligan a las v¨ªctimas a mantener relaciones a cambio de comida o violaciones sistem¨¢ticas. Naciones Unidas lleva a?os intentando erradicar el problema sin demasiado ¨¦xito. ¡°La ONU se ha resistido a combatir esto argumentando que son unas pocas manzanas podridas, que no es todo el ¨¢rbol¡±, apunta Jane Holl Lute, consejera especial para el abuso sexual de la ONU. ¡°Pero nada lo excusa¡±, zanja la estadounidense.
Los soldados y polic¨ªas solo pueden ser juzgados en su pa¨ªs de origen, lo que les da cierta impunidad. Suelen ser repatriados, pero la mayor¨ªa de casos est¨¢n pendientes de resolverse. De los 412 cascos azules acusados desde 2010, 41 han acabado en la c¨¢rcel. La ONU solo tiene responsabilidad sobre su personal civil. Si se demuestra el delito, se les expulsa de la organizaci¨®n. La ONG estadounidense AIDS-Free World, a trav¨¦s de la campa?a C¨®digo Azul, solicita que se eliminen ciertas inmunidades que tiene este personal en el caso de que sean acusados por abuso sexual. ¡°Estamos intentando que los pa¨ªses manden pruebas de ADN de los acusados para ayudar a la investigaci¨®n. Tambi¨¦n hemos creado la figura de una abogada para los derechos de las v¨ªctimas. Se est¨¢ haciendo un esfuerzo. Si no, no hay manera de creerte esto¡±, dice Ana Mar¨ªa Men¨¦ndez, la diplom¨¢tica m¨¢s cercana al c¨ªrculo de Guterres.
Tambi¨¦n ayudar¨ªa si aumentara el n¨²mero de mujeres uniformadas. En 2014, el 3% del personal militar y el 10% de la polic¨ªa era femenino. La sargento Syazwani, natural de Malasia, es una de ellas. Est¨¢ destinada en el sector este de la UNIFIL. ¡°Con nosotras, las libanesas se sienten m¨¢s seguras¡±, afirma esta militar de 30 a?os. ¡°Soy musulmana y sun¨ª¡±. Debajo de la boina azul lleva el hiyab. Esta es su segunda misi¨®n de paz. Mientras, en la parte oriental, pegada a las monta?as, el pelot¨®n del capit¨¢n Sanch¨ªs regresa a la base Miguel de Cervantes. Unos soldados de las islas Fiyi, encargados de la seguridad del recinto, les abren las puertas. Los militares dejan los fusiles en la entrada. Unas armas que, un d¨ªa m¨¢s, no han tenido que utilizar. ¡°Esperemos que la situaci¨®n siga as¨ª de tranquila por mucho tiempo¡±, dice el capit¨¢n antes de dirigirse a almorzar. La cuesti¨®n es hasta cu¨¢ndo. A m¨¢s de 9.000 kil¨®metros de all¨ª, amanece en Nueva York. Los funcionarios y diplom¨¢ticos de Naciones Unidas van llegando a la sede. En este laberinto de oficinas, salas de conferencias y pasillos sin fin se deciden los pasos que tendr¨¢ que dar el capit¨¢n Sanch¨ªs mientras lleve en su cabeza el casco azul.?
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