Las palabras tambi¨¦n importan: de ¡®alimentar¡¯ a ¡®nutrir¡¯ al mundo
El director de la FAO sostiene que debemos recuperar el valor cultural, social y econ¨®mico de lo que comemos, y asumir su impacto sobre nuestra salud
Las palabras importan. Al elegir los t¨¦rminos concretos que usamos mostramos, aun de forma inconsciente, nuestra visi¨®n de las cosas. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, hemos hablado mucho de la necesidad de alimentar al mundo, pero bastante menos de la nutrici¨®n de sus habitantes. Y en este tiempo hemos sido testigos de la aparici¨®n y expansi¨®n de nuevas formas de malnutrici¨®n, como la obesidad y las enfermedades relacionadas con nuestras dietas. Esto nos obliga a revisar el significado que damos a las palabras alimentos y comer.
Los alimentos, la comida, no son simples materias primas u objetos de comercio. La comida tambi¨¦n es sabor, cultura, historia e identidad. Igualmente, comer no consiste solo en ingerir calor¨ªas o nutrientes. Comer implica reunirse con otros, trabajar juntos, disfrutar, descubrir nuevos alimentos e ingredientes o aprender sobre qu¨¦ nos sienta bien. En resumen, comer es vivir.
De hecho, nuestra salud y bienestar dependen en gran medida de lo que comemos. Por eso, mientras continuamos con nuestras ajetreadas vidas, ninguno de nosotros deber¨ªa olvidar ni infravalorar su importancia. Ese nosotros, por supuesto, no se limita a nuestras decisiones individuales, sino que se refiere tambi¨¦n ¡ªespecialmente¡ª a los Gobiernos y sus pol¨ªticas p¨²blicas, as¨ª como a la actuaci¨®n de un sector privado cuya influencia no deja de crecer.
Absorbidos por los interminables horarios y el estr¨¦s de la vida urbana moderna, y predispuestos por los cambios que ha habido en los sistemas alimentarios globales, nuestras dietas han cambiado bastante radicalmente. En el ¨²ltimo medio siglo hemos pasado de platos ricos en fibra y principalmente integrados por vegetales y frutas a una alimentaci¨®n muy cal¨®rica dominada por productos ultraprocesados con altos valores en almidones refinados, az¨²cares, grasas o sales.
No solo hemos cambiado el contenido de nuestros platos (o de nuestros tuppers o tarteras de usar y tirar), sino tambi¨¦n la idea misma de lo que los alimentos y la comida significan para nosotros como seres humanos. Cada vez confiamos m¨¢s en preparaciones para llevar, listas para comer o congeladas, que suelen ser m¨¢s baratas y accesibles. A veces, la ¨²nica actividad que hacemos en la cocina es configurar el temporizador del microondas, y ya estamos m¨¢s que acostumbrados a almorzar de pie, de camino a alguna parte, o delante del ordenador.
Tal y como funcionan nuestros sistemas alimentarios, el espacio que queda para la comida fresca y producida localmente es muy limitado
Tal y como funcionan nuestros sistemas alimentarios, desde la producci¨®n agr¨ªcola hasta el procesamiento o la distribuci¨®n, el espacio que queda para la comida fresca y producida localmente es muy limitado. Y esto es algo que tambi¨¦n afecta al microbioma ¡ªla comunidad bacteriana que habita en nuestros cuerpos¡ª que desempe?a un papel importante en el metabolismo del cuerpo e influye en nuestro peso corporal. Tambi¨¦n nos hemos alejado de cultivos y alimentos tradicionales para dejar paso a variedades m¨¢s productivas y comerciales, perjudicando as¨ª a la biodiversidad, que es a su vez crucial para garantizar la seguridad alimentaria global y sostener dietas saludables y nutritivas. Adem¨¢s, estamos perdiendo conocimientos muy valiosos sobre c¨®mo cocinar y conservar los alimentos y capacidad de comprensi¨®n sobre su valor nutricional.
Sin duda, todos estos cambios est¨¢n relacionados con el auge de la obesidad y otras enfermedades no transmisibles vinculadas con nuestra dieta (como la diabetes, los accidentes cardiovasculares o algunos tipos de c¨¢ncer), un fen¨®meno que se est¨¢ dando tanto en pa¨ªses desarrollados como en desarrollo. La prevalencia de la obesidad en el mundo casi se ha triplicado desde 1975, y ya la sufren m¨¢s de 672 millones de adultos. Si no actuamos de forma urgente, pronto habr¨¢ m¨¢s obesos que hambrientos en el mundo (en 2017, eran 821 millones de personas las que no com¨ªan lo suficiente).
Mientras muchos urbanitas se van alejando de sus propias tradiciones culinarias y conocimientos gastron¨®micos, cada vez m¨¢s cocineros y chefs de todo el mundo se esfuerzan por recordarnos el valor de mantener dietas ricas, estacionales y variadas, conectadas con el territorio y producidas por peque?os agricultores de nuestro entorno. Eventos como el Madrid Fusi¨®n del pasado enero o el Gusto de Francia que se celebra estos d¨ªas en Par¨ªs, y la actividad y exposici¨®n p¨²blica de tantos grandes cocineros espa?oles son grandes ejemplos de c¨®mo deber¨ªamos volver la vista hacia nuestras tradiciones para superar esa idea de alimentarnos y centrarnos en nutrirnos y disfrutar todo lo que rodea el hecho de comer. Como expresi¨®n de la cultura humana, la gastronom¨ªa aporta la comida su verdadera dimensi¨®n social, econ¨®mica y de salud.
Por eso, la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Alimentaci¨®n y la Agricultura (FAO) y la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Educaci¨®n, la Ciencia y la Cultura (Unesco), trabajan conjuntamente para destacar todo el valor de la comida y animar a las autoridades de todo el mundo ¡ªy, especialmente, a las de las ciudades a trav¨¦s de la Agenda Alimentaria Urbana¡ª a que pongan en marcha pol¨ªticas p¨²blicas que aseguren que llevar una alimentaci¨®n saludable y festejar la comida y lo que la rodea no sea un privilegio al alcance de unos pocos, sino un derecho de todos.
Jos¨¦ Graziano da Silva es director general de FAO, la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Alimentaci¨®n y la Agricultura.
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