La cloaca m¨¢s s¨®rdida
Las pulsiones m¨¢s obscenas y los objetivos m¨¢s aut¨¦nticos e inconfesables de una sociedad est¨¢n en los servicios secretos del Estado
Otto Skorzeny fue uno de los m¨¢s grandes soldados de la Segunda Guerra Mundial. Nazi de la primera hora, teniente despiadado en las SS, capit¨¢n en la Oficina Central de Seguridad del Reich, jefe de comandos, rescatador de Benito Mussolini en una extraordinaria operaci¨®n alpina, infiltrado en las tropas aliadas durante la contraofensiva desesperada de las Ardenas, ejecutor de las ¨²ltimas operaciones para frenar el avance sovi¨¦tico en Hungr¨ªa y los Balcanes, jefe virtual del Ej¨¦rcito en las horas ca¨®ticas que siguieron al atentado contra Hitler¡
Fue juzgado en N¨²remberg y declarado inocente. Afincado en Espa?a, colabor¨® con la red Odessa, que ayudaba a antiguos miembros de las SS a escapar y construirse una nueva vida lejos del escenario de sus cr¨ªmenes. El gran soldado acab¨® siendo un pintoresco jubilado en Mallorca, reverenciado a¨²n por los nost¨¢lgicos del nazismo, relativamente abundantes en la Espa?a de Franco, y admirado incluso por sus enemigos.
Durante los a?os sesenta, ya muy mayor (naci¨® en 1908), parec¨ªa un h¨¦roe amortizado. Alto, fuerte, sarc¨¢stico, continuamente envuelto en el humo de sus cigarrillos y en conspiraciones de opereta para preparar una inminente Tercera Guerra Mundial contra el comunismo, hab¨ªa degenerado en su propia caricatura. Nadie, salvo tres o cuatro personas, sab¨ªa que continuaba en activo. Mientras alzaba el brazo y lanzaba proclamas en aquelarres nazis cada vez m¨¢s nost¨¢lgicos y rid¨ªculos, trabajaba para el Mosad, el servicio secreto israel¨ª. Se encarg¨® personalmente de acabar con el programa nuclear del presidente egipcio, Gamal Abdel Nasser, por la v¨ªa de aterrorizar a los t¨¦cnicos alemanes que se ocupaban de desarrollar la bomba. Probablemente fue Skorzeny quien hizo desaparecer a Heinz Krug, antiguo cerebro armament¨ªstico del Reich y coordinador del plan at¨®mico en Egipto. Gracias a Skorzeny, Israel evit¨® que su peor enemigo en esa ¨¦poca dispusiera de un arsenal nuclear. Pocos habr¨¢n prestado un servicio tan grande a Israel como el que prest¨® el viejo soldado nazi.
Otto Skorzeny no pidi¨® dinero al Mosad. Solo pidi¨® que se respetara su vida y la de su familia. Probablemente se divirti¨® volviendo a jugarse la vida como agente doble en Egipto.
Si la torpe atrocidad de los GAL fue lamentable, no s¨¦ qu¨¦ puede decirse de esa cosa llamada polic¨ªa patri¨®tica nacida en el despacho de Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz al amparo de v¨ªrgenes y angelitos
El gran John le Carr¨¦ tiene raz¨®n: en los servicios secretos se esconde el subconsciente colectivo. Las pulsiones m¨¢s obscenas, las ansias incontenibles y los objetivos m¨¢s aut¨¦nticos e inconfesables de una sociedad est¨¢n ah¨ª, en las cloacas, en la zona de oscuridad. En un documental sobre el Mosad, varios antiguos agentes confiesan que vomitaban o sent¨ªan necesidad de lavarse tras reclutar, con oro o con chantaje, a un agente enemigo. Les resultaba m¨¢s dif¨ªcil eso que cometer un simple asesinato. Es un mundo repulsivo y, sin embargo, provisto de una cierta grandeza. Hay riesgo, violencia, imaginaci¨®n, incertidumbre, crueldad y sacrificio.
Nada de eso se encuentra, por supuesto, en las cloaquitas m¨¢s mezquinas y s¨®rdidas. Si la torpe atrocidad de los GAL fue lamentable, no s¨¦ qu¨¦ puede decirse de esa cosa llamada polic¨ªa patri¨®tica nacida en el despacho de Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz al amparo de v¨ªrgenes y angelitos. Qu¨¦ miseria de submundo. Qu¨¦ triste elenco de polic¨ªas corruptos y periodistas de pacotilla. Cu¨¢nta distancia entre un p¨ªcaro como Villarejo y un malvado grandioso como Skorzeny. Qu¨¦ cosita cutre.
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