Un mundo sin trabajo para todos
El salario ciudadano como un debate pol¨ªtico que debe empezar
En 1995 Jeremy Rifkin profetizaba que "las tecnolog¨ªas de software m¨¢s sofisticadas van a llevar la civilizaci¨®n cada vez m¨¢s a un mundo casi sin trabajo. El proceso ya ha comenzado". El segundo semestre de 2018 Amazon abri¨® su tercer smart store, Amazon Go, donde cajeros y dependientes son substituidos por c¨¢maras infrarrojas, sensores electr¨®nicos y algoritmos de aprendizaje profundo y autom¨¢tico con capacidad para gestionar tanto el stock como el cobro a clientes.
Tan solo es un ejemplo de lo que Rifkin avanz¨® treinta a?os atr¨¢s. Probablemente uno de los m¨¢s recurrentes cuando se debate acerca de la cuarta revoluci¨®n industrial, la nueva e imparable revoluci¨®n digital visible ya en todo tipo de sectores como la movilidad (Uber vs Taxi; Blablacar/autobuses), el alojamiento (Airbnb/hoteles), el financiero (blockchain/bancos), el formativo (digital/presencial) o el de la producci¨®n y comercializaci¨®n cinematogr¨¢fica (plataformas digitales vs cine tradicional).
Entre un tercio y la mitad de los empleos son susceptibles de ser automatizados durante los pr¨®ximos 25 a?os.
En las sociedades econ¨®micamente m¨¢s pudientes se estima que entre un tercio y la mitad de los empleos son susceptibles de ser automatizados durante los pr¨®ximos 25 a?os, siendo en buena l¨®gica las ciudades con usos m¨¢s intensivos en mano de obra aquellas que notar¨¢n antes sus efectos, respecto a aquellas cuyo sector tecnol¨®gico est¨¦ mucho m¨¢s avanzado y cuente con un mercado laboral m¨¢s adaptado a los nuevos perfiles que exija el mercado.
Hay quien solo ve ventajas en ello (eficiencia, optimizaci¨®n, democratizaci¨®n, empoderamiento, autonom¨ªa, etc¡) pero parece indudable que tambi¨¦n plantea un futuro amenazador para la estabilidad y la cohesi¨®n social, especialmente si no se abordan y toman medidas con suficiente antelaci¨®n.
El salario ciudadano como alternativa a la sociedad asalariada
El salario ciudadano emerge como una soluci¨®n destinada a aportar los recursos b¨¢sicos que posibiliten el ejercicio pleno de la ciudadan¨ªa.
Desde la democracia cl¨¢sica, pasando por toda la tradici¨®n republicana, no puede considerarse ciudadano con plenos derechos aquel que no tenga unos medios de subsistencia suficientes. Es la disposici¨®n de recursos econ¨®micos propios lo que permite la libertad ciudadana: c¨ªvica, pol¨ªtica, social y econ¨®mica. Por ello el salario ciudadano emerge como una soluci¨®n destinada a aportar los recursos b¨¢sicos que posibiliten el ejercicio pleno de la ciudadan¨ªa en ausencia de un mercado laboral capaz de absorber toda la demanda.
Entre sus detractores, el salario ciudadano suele considerarse una suerte de igualitarismo a la baja.
Operativamente, el salario ciudadano se plantea habitualmente con car¨¢cter universal, individual, de modo que cualquiera lo percibir¨ªa por el mero hecho de ser ciudadano, sin condiciones ni requisitos previos, por la misma cuant¨ªa monetaria, independientemente de sus circunstancias personales, fuese rico o pobre, o de otras rentas que ya percibiese o de que se tenga o no un trabajo remunerado. Ser¨ªa simplemente exigible por el hecho de pertenecer a la comunidad pol¨ªtica que lo garantizase.
M¨¢s all¨¢ de facilitar el pleno ejercicio de la ciudadan¨ªa, el salario ciudadano podr¨ªa conllevar adem¨¢s otros aspectos positivos: respecto a la pobreza cr¨®nica y a sectores de econom¨ªa sumergida o bien respecto a una mayor eficiencia de la administraci¨®n p¨²blica simplificando, por ejemplo, los complejos modelos actuales de prestaci¨®n social. Igualmente, podr¨ªa contribuir positivamente a un mejor reparto del trabajo existente, incrementando las jornadas laborales parciales y complementarias o incluso, en sus perspectivas m¨¢s optimistas, influyendo en un aumento de la capacidad de emprendimiento.
El salario ciudadano cuenta tambi¨¦n con importantes cr¨ªticas. B¨¢sicamente se arguye el importante gasto p¨²blico que supondr¨ªa, incluso respecto al actual sistema de prestaciones condicionadas; el efecto desincentivador hacia el trabajo, especialmente cuando su cuant¨ªa fuese demasiado, de modo que la financiaci¨®n total del sistema podr¨ªa quedar comprometida en una nueva versi¨®n de la tragedia de los comunes. Hay quien enfatiza que dicha desincentivaci¨®n se producir¨ªa especialmente en los puestos de baja remuneraci¨®n penalizando aquellos con rentas m¨¢s altas o cuyo esfuerzo laboral fuera superior. Adem¨¢s podr¨ªa generar una tendencia inflacionista poniendo en riesgo los objetivos iniciales. En general, entre sus detractores,?el salario ciudadano suele considerarse una suerte de igualitarismo a la baja.
Del debate econ¨®mico al pol¨ªtico
"De todos los derechos, el primero es el de existir. Por lo tanto, la primera ley social es aquella que garantiza a todos los miembros de la sociedad los medios para existir; todas las dem¨¢s leyes est¨¢n subordinadas a esta ley social" (Robespierre, 1794).
Desde una perspectiva republicana, no hay, sin embargo, marcha atr¨¢s. La disposici¨®n de estos recursos econ¨®micos es lo que permite autogobierno, autonom¨ªa e independencia econ¨®mica que a su vez posibilita el pleno ejercicio de la libertad de pensamiento y de opini¨®n, liberarse de situaciones de dominaci¨®n o, simplemente, ser menos vulnerable a la coerci¨®n, presi¨®n o de coacci¨®n por parte de un empresario, de un partido pol¨ªtico, de un sindicato, de un determinado grupo de inter¨¦s o de cualquier persona o instituci¨®n social. No es casualidad que Robespierre dijera en 1794: "De todos los derechos, el primero es el de existir. Por lo tanto, la primera ley social es aquella que garantiza a todos los miembros de la sociedad los medios para existir; todas las dem¨¢s leyes est¨¢n subordinadas a esta ley social", respondiendo al clamor de una revoluci¨®n impulsada en gran medida por la hambruna de millones de s¨²bditos indignados ante la pasividad, arrogancia y desatenci¨®n de la ¨¦lite versallesca.
En un futuro cercano de ausencia estructural de trabajo es previsible que un laissez faire sin l¨ªmites, una prepotencia persistente de los grandes grupos econ¨®micos en connivencia con los estados, de acuerdo al modelo neoliberal, pudiera despertar nuevamente la ¨¦pica de la revoluci¨®n social. Por ello los grandes grupos econ¨®mico-financieros que dominan el mercado global deber¨ªan anticiparse y ser los primeros en estar interesados ¡ªen realidad muchos ya lo est¨¢n¡ª en construir un nuevo marco de juego relativamente estable que permita seguir reproduciendo los ingentes beneficios que ya generan en las condiciones del mercado actual.
Proliferan en todo el mundo infinidad de estudios y experiencias con evidencias econ¨®micas y cient¨ªficas sobre las bondades y defectos del salario ciudadano. Es incuestionable que deber¨¢n perfilarse muchos detalles, establecerse medidas correctoras, identificar potenciales usos fraudulentos o anticipar distintos escenarios econ¨®micos. Sin embargo, m¨¢s all¨¢ de su operatividad, de la cuesti¨®n t¨¦cnica, debe abordarse cuanto antes el n¨²cleo de la cuesti¨®n que es fundamentalmente pol¨ªtica. Lejos de la profec¨ªa del fin de las ideolog¨ªas, debemos confrontar visiones pol¨ªticas acerca de qu¨¦ sociedad queremos ser, del nivel de libertad al que aspiramos, respecto de la igualdad de oportunidades que consideramos exigible o del nivel de desigualdad que estamos dispuestos a aceptar.
Por todo ello, cuanto antes empiece el debate pol¨ªtico, mejor para todos.
Roger Sunyer Tacher. Polit¨®logo, M¨¢ster en Gesti¨®n P¨²blica (ESADE), autor de Hacia una econom¨ªa ciudadana y Profesor Colaborador del M¨¢ster universitario de Ciudad y urbanismo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC)
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