De basura a dinero: c¨®mo sacarle provecho a un vertedero
Ruanda es pionero mundial en la protecci¨®n del medio ambiente. Una visita al enorme basurero urbano de Nduba prueba c¨®mo el pl¨¢stico es reciclado y acaba reconvertido hasta en muebles de jard¨ªn
Manirakiza Emmanuel cambia a primera mientras conduce un cami¨®n de basura pendiente arriba por un tramo de terreno empinado y serpenteante. El asfalto se va estrechando hasta convertirse en una pista de tierra llena de baches, mientras la vegetaci¨®n circundante deja paso a largas acumulaciones de desechos en descomposici¨®n. Es el apocal¨ªptico final de un viaje que ha llevado al conductor desde la pintoresca serenidad del acaudalado barrio de Kimihurura, en Kigali, a trav¨¦s de la ondulante belleza del sector norte de la ciudad hasta el enorme basurero urbano de Nduba.
Kigali, capital de Ruanda, es una ciudad sorprendentemente limpia. El pa¨ªs ha sido pionero en la protecci¨®n del medio ambiente desde que en 2008 estableci¨® la prohibici¨®n total de las bolsas de pl¨¢stico. Esta medida, unida a la introducci¨®n de pr¨¢cticas como la Umuganda ¡ªuna convocatoria mensual en la que se invita a la ciudadan¨ªa a dedicar unas tres horas de trabajo f¨ªsico a limpiar sus comunidades locales¡ª, se suelen citar como las causas del impoluto aspecto de la urbe. Sin embargo, su limpieza tambi¨¦n da testimonio del compromiso y la eficiencia de las empresas de recogida de basuras.
Agruni LTD, la compa?¨ªa para la que trabaja Emmanuel, es la responsable de la recogida de la basura dom¨¦stica de 13 de los 35 sectores de Kigali. El Gobierno asigna contratos por sector, tras los cuales corresponde a los representantes de la empresa negociar acuerdos con cada unidad dom¨¦stica. La escala de precios var¨ªa en funci¨®n de los ingresos familiares, y va desde los 1.000 hasta los 5.000 francos ruandeses mensuales (entre uno y cinco euros).
La eficacia con la que el cami¨®n recorre su sector es asombrosa. Una cuadrilla de ocho trabajadores, cada uno de ellos con un cometido diferente, flanquea el veh¨ªculo mientras este circula a velocidad constante por las inmaculadas calles. Cuando el cami¨®n hace una parada, la actividad se dispara. Algunos basureros se apresuran a cargar sobre sus hombros las bolsas de desperdicios depositadas sobre el c¨¦sped podado con primor, otros cobran y extienden recibos, y se barre hasta el ¨²ltimo resto que haya quedado tirado. Con el cami¨®n lleno, el conductor pone rumbo al norte de Kigali en direcci¨®n al distrito de Gasabo y el vertedero.
Ruanda, un pa¨ªs de 12 millones de habitantes, se divide en cinco provincias: el sur, el norte, el oeste, el este y Kigali. Es uno de los m¨¢s densamente poblados del mundo y, seg¨²n el ¨²ltimo censo, de 2012, ha experimentado una importante urbanizaci¨®n en la ¨²ltima d¨¦cada, lo que ha puesto a prueba los centros urbanos, en particular la capital.
Una empresa pens¨® que el primer paso era poner a sus propios trabajadores a separar manualmente el pl¨¢stico y depositarlo en una zona privada alquilada en el vertedero
El crecimiento de la poblaci¨®n urbana ha ido en paralelo con el aumento de los residuos urbanos, incrementando la presi¨®n sobre el ¨²nico vertedero de Kigali. Richard Usengimana, gerente de Agruni Company LTD, explica: ¡°Nduba es el [vertedero] m¨¢s grande de Ruanda; en los dem¨¢s distritos, hay otros m¨¢s peque?os¡±. El problema es que el mayor vertedero del pa¨ªs est¨¢ operando casi su capacidad l¨ªmite.
Las ca¨®ticas escenas que tienen lugar en Nduba mientras cientos de trabajadores rastrean las monta?as de basura intentado poner orden en la confusi¨®n acaban de golpe con la perfecta eficacia de la recogida. En un principio, el basurero ten¨ªa que ser una soluci¨®n transitoria para el dep¨®sito de residuos de la capital despu¨¦s de que, en 2011, el Gobierno decidiese que el anterior vertedero de Nyanza no cumpl¨ªa los requisitos sanitarios. Sin embargo, han pasado ocho a?os sin atisbo de un nuevo espacio para los deshechos, y ahora Nduba padece muchos de los problemas ambientales y de salud p¨²blica que fueron la ruina de su predecesor.
Diogene Mitali, director gerente de Agruni LTD, est¨¢ sentado en su despacho tan impecablemente vestido como siempre. Sin dejarse perturbar por el vocer¨ªo que sube desde el abarrotado mercado de Nyabugogo, el ejecutivo rezuma calma mientras recibe un flujo continuo de llamadas telef¨®nicas. Hace pocos a?os que la empresa se dio cuenta de que la separaci¨®n selectiva de residuos era el principal problema de Nduba, donde los desechos biodegradables se mezclaban con los dem¨¢s. Despu¨¦s de ver c¨®mo los expertos extranjeros llegaban y se iban sin que las cosas cambiasen mucho, la direcci¨®n de Agruni decidi¨® tomar las riendas del asunto. "Pensamos que, como ruandeses, ten¨ªamos que encontrar una soluci¨®n al problema", explica Mitali. Decidieron que el primer paso era poner a sus propios trabajadores a separar manualmente el pl¨¢stico y depositarlo en una zona privada alquilada en el vertedero de Nduba.
Para ahorrar espacio empezaron a comprimir y clasificar los pl¨¢sticos en el mismo basurero. Cuando corri¨® la voz, se hizo evidente que hab¨ªa una demanda real de pl¨¢stico seleccionado
Para ahorrar espacio empezaron a comprimir y clasificar los pl¨¢sticos en el mismo basurero. Cuando se corri¨® la voz, se hizo evidente que hab¨ªa una demanda real de pl¨¢stico seleccionado, y poco despu¨¦s empezaron a venderlo a empresas que lo volv¨ªan a procesar y comercializar. Agruni LTD acababa de descubrir la manera de liberar espacio y mejorar las condiciones en Nduba, un vertedero que se calcula que recibe 300 millones de toneladas de basura diarios, utilizando un m¨¦todo rentable.
Gad Samuel Habarurema trabaja para Jardin Meuble, una empresa ruandesa que actualmente utiliza pl¨¢sticos de Agruni para fabricar tuber¨ªas y mobiliario de jard¨ªn. Sentado en una de sus sillas junto a la entrada principal de la tienda, mira en direcci¨®n al Wakanda Villa Bar, situado al otro lado de una ajetreada calle y detr¨¢s del cual se encuentra el aeropuerto internacional de Kigali. Como comerciante que es, valora la posibilidad de vender pl¨¢stico a precios asequibles, ya que puede reportar ventajas a?adidas a los clientes. "Ahora nuestros productos pueden tener garant¨ªa de por vida. Si una mesa se estropea, basta con que nos la traigan y la sustituimos por otra".
A Jardin Meuble le van bien los negocios desde que empez¨® a utilizar pl¨¢stico reciclado, y actualmente vende unas 300 sillas al d¨ªa. El producto del dinero ahorrado en el proceso han sido unos muebles m¨¢s asequibles. Las sillas m¨¢s peque?as cuestan 4.500 francos ruandeses (unos 4,60 euros). Sus principales clientes son las iglesias y los bares, pero ¨²ltimamente ha empezado a vender a empresas de la vecina Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo.
Adem¨¢s, ahora compra pl¨¢stico a la comunidad local, a la que ofrece 250 francos ruandeses (alrededor de 0,25 euros) por kilo. Seg¨²n Gad Samuel Habarurema, el reciclaje de pl¨¢stico comunitario en Ruanda ha llamado la atenci¨®n del sector p¨²blico. "El Gobierno est¨¢ intentando colaborar con empresas como la nuestra para aprender y crear foros".
Agruni LTD tambi¨¦n ha advertido el inter¨¦s creciente del proceso de transformaci¨®n de basura en energ¨ªa en el que interviene la incineraci¨®n de residuos, y en la actualidad lo aprovecha en forma de vapor que, a su vez, alimenta una turbina que genera electricidad. El proceso tiene adem¨¢s la ventaja adicional de liberar el tan necesario espacio en el vertedero de Nduba. Actualmente la compa?¨ªa est¨¢ en conversaciones con las empresas cafeteras y las destiler¨ªas del pa¨ªs.
Diogene Mitali reconoce que todav¨ªa queda un largo camino por recorrer. Agruni LTD proyecta comprar a B¨¦lgica maquinaria que le ayudar¨¢ a incrementar su actividad empresarial, si bien hasta entonces "no nos queda m¨¢s remedio que separar la basura a mano", concluye.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.