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Vivir con ansiedad, por Juan Jos¨¦ Mill¨¢s

Juan D¨ªaz-Faes
Juan Jos¨¦ Mill¨¢s

Una mirada de autor sobre uno de los males contempor¨¢neos m¨¢s frecuentes en las sociedades occidentales. El exceso de informaci¨®n. La competitividad sin freno. La autoexigencia exagerada. El perfeccionismo compulsivo. Sus causas son m¨²ltiples, y las soluciones, variadas. El escritor Juan Jos¨¦ Mill¨¢s aborda la vida de personas que afrontan la ansiedad

SOY UN COBARDE cr¨®nico, de modo que el miedo, aunque temporalmente desaparezca, siempre vuelve. Hoy, por ejemplo, me levant¨¦ bien, alegre, con la idea de acometer un proyecto al que vengo d¨¢ndole vueltas desde hace varios meses. Desayun¨¦ contento y sal¨ª a caminar plet¨®rico. Las piernas respond¨ªan, la respiraci¨®n funcionaba y la temperatura era perfecta. Todo en orden. Al regresar me di una ducha, me vest¨ª silbando jovialmente y mientras se encend¨ªa el ordenador ech¨¦ una ojeada a los titulares del peri¨®dico. Entonces, sin venir a qu¨¦, empec¨¦ a sentir un malestar corporal que dio al traste con la euforia anterior.

Abandon¨¦ a un lado el peri¨®dico y atraje hacia m¨ª el teclado del ordenador dispuesto a llevar a cabo mis prop¨®sitos. Pero no logr¨¦ hilar dos frases seguidas, inmovilizado como me hallaba por la inminencia de la cat¨¢strofe. Algo terrible estaba a punto de pasar. Sonar¨¢ el tel¨¦fono, pens¨¦, y recibir¨¦ una noticia insoportable. El m¨®vil no son¨®. Comprob¨¦ que no estaba en estado de silencio y luego me llam¨¦ desde el fijo para ver si funcionaba.

Funcionaba.

Pura sugesti¨®n, me dije estirando los brazos y las piernas, sacudi¨¦ndolos fuerte para expulsar el p¨¢nico por las extremidades. Pero el p¨¢nico continu¨® ah¨ª, en la zona del diafragma, empujando hacia abajo, hacia las v¨ªsceras, aunque extendi¨¦ndose tambi¨¦n en abanico hacia el pecho, como suele actuar en los ataques de ansiedad.

Se trata de un miedo vac¨ªo, me dije, de un horror sin contenido. No ha sucedido nada, no va a suceder nada, lo sabes por experiencia. Pero el ejercicio de racionalizaci¨®n tampoco funcion¨®. Cada vez me encontraba m¨¢s asustado.

Le coment¨¦ el suceso, como de pasada, al psiquiatra Diego Figuera, pues daba la coincidencia de que hab¨ªa quedado a comer con ¨¦l para hablar de la ansiedad, sobre la que me hab¨ªa propuesto escribir algo al objeto de entenderla. Figuera es director del Hospital de D¨ªa Ponzano y aparece como n¨²mero 3 en la lista de M¨¢s Madrid, encabezada por ??igo Errej¨®n, para las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas. Sab¨ªa de ¨¦l porque lo escuch¨¦ un d¨ªa por la radio y me llam¨® la atenci¨®n la perspectiva humanista desde la que se refer¨ªa a los problemas psicol¨®gicos.

¡ª?Recuerdas qu¨¦ fue lo que te trastorn¨® de esa ojeada que echaste al peri¨®dico mientras se encend¨ªa el ordenador? ¡ªme pregunt¨®.

¡ªNo s¨¦. Creo que tropec¨¦ con una noticia sobre el conflicto catal¨¢n y otra sobre la subida de los alquileres de los pisos y de la dificultad de los j¨®venes para independizarse. Los asuntos de todos los d¨ªas por otra parte.

¡ªAhora no se te ve muy angustiado.

¡ªBueno, me he tomado un Orfidal antes de salir de casa.

Juan D¨ªaz-Faes

¡ª?Lo tomas con frecuencia?

¡ªPara dormir, desde hace a?os.

¡ª?Siempre la misma dosis?

¡ªS¨ª, no la subo por miedo a engancharme.

¡ªSi llevas varios a?os con la misma dosis, lo m¨¢s probable es que el Orfidal haya actuado como efecto placebo. El c¨ªrculo vicioso de los ansiol¨ªticos es ese: tolerancia y adicci¨®n. La tolerancia significa que el cuerpo se acostumbra y que para conseguir el mismo efecto tienes que subir la dosis. Al final puedes hacerte inmune a las cantidades a las que eres capaz de funcionar porque por encima de esas dosis aparecen efectos secundarios indeseables: problemas de memoria o de atenci¨®n, por ejemplo. As¨ª que llega un momento en el que la gente no sabe qu¨¦ hacer y con frecuencia acaba en la polimedicaci¨®n. As¨ª, a los ansiol¨ªticos a?aden los antidepresivos, por ejemplo.

¡ª?No deber¨ªa haberme tomado el Orfidal?

¡ªNo lo s¨¦, no te conozco, pero quiz¨¢ el ataque de ansiedad que has sufrido esta ma?ana era manejable por otros medios. Hay un grado de la ansiedad que es muy necesario porque es adaptativo y porque, si sabemos escucharlo, nos dice cosas interesantes sobre nosotros mismos y sobre el mundo en el que vivimos. Adem¨¢s, la ansiedad es un mecanismo de cohesi¨®n social, es un generador de solidaridad. Uno de los mejores ansiol¨ªticos es el tacto, que est¨¢ desapareciendo de nuestros h¨¢bitos comunicacionales. Yo jam¨¢s prescribo un ansiol¨ªtico si el paciente no se compromete a hacer una terapia conmigo o con otro profesional, porque con el ansiol¨ªtico se tapa el s¨ªntoma, pero no va a la causa de ese s¨ªntoma. Lo que pasa es que hemos patologizado enormemente la vida cotidiana. La ansiedad que te han provocado esos dos titulares del peri¨®dico te estaba transmitiendo una informaci¨®n importante sobre el mundo en el que vivimos y c¨®mo determinados problemas de ese mundo evocan cuestiones relacionadas con la vida personal de la gente. Nosotros decimos que el cuerpo nos habla y que adem¨¢s lleva la cuenta.

¡ª?La cuenta de qu¨¦?

¡ªDe lo que nos ha traumatizado y que permanece en nosotros como una memoria impl¨ªcita, inconsciente, y reacciona por familiaridad con la vivencia actual.

¡ª?Deber¨ªa haber escuchado mi ansiedad en vez de medicarla?

¡ªInsisto en que no te conozco y esto no es una consulta, estamos comiendo. Por cierto, ?c¨®mo est¨¢ tu pargo? Mi merluza, estupenda. Pero me da la impresi¨®n de que t¨² mismo has empezado a responderte.

¡ª?Las cuestiones de orden social o pol¨ªtico pueden tener una incidencia grande en la angustia individual?

¡°Hay ansiedades sanas que crean lazos sociales y te ayudan a ver tus l¨ªmites. Conviene favorecer y entender esas ansiedades en vez de frenarlas con ansiol¨ªticos¡±

¡ªSobre la ansiedad y el modo de abordarla hay muchos puntos de vista. Ahora nos encontramos en un cruce de paradigmas, aunque b¨¢sicamente se aprecian dos tendencias: la que la percibe como un problema m¨¦dico m¨¢s, que se medicaliza y punto, y la que trata de abordarla desde la complejidad. Se piensa adem¨¢s equivocadamente que la ansiedad puede tratarse desde la atenci¨®n primaria. De hecho, la ansiedad no suele llegar a la consulta del psiquiatra porque se considera algo menor que se soluciona con tratamiento farmacol¨®gico.

¡ª?Hay buenos f¨¢rmacos?

¡ªHay buenos ansiol¨ªticos, con los que triunf¨® la psiquiatr¨ªa en los inicios de los sesenta del pasado siglo. Y no se ha inventado nada mejor. La base de todos es la benzodiacepina, que en sus distintas variantes puede ser adem¨¢s relajante muscular o hipn¨®tico.

¡ªHablabas de dos grandes tendencias.

¡ªS¨ª, de c¨®mo se entiende la ansiedad en la psiquiatr¨ªa y en parte de la psicolog¨ªa y de c¨®mo se entiende desde la complejidad. En la psiquiatr¨ªa, por lo general, se piensa que hay un componente f¨ªsico o biol¨®gico que hace que unas personas sean m¨¢s propensas a padecer ansiedad que otras. Seg¨²n eso, lo importante ser¨ªa nuestra vulnerabilidad bioqu¨ªmica por factores que no se conocen bien y que se estudian por parte de las grandes corporaciones, sobre todo por parte de los laboratorios farmac¨¦uticos, que est¨¢n muy interesados en medicalizar la ansiedad como se medica cualquier enfermedad de car¨¢cter org¨¢nico.

¡ª?Y la otra corriente?

¡ªLa otra corriente est¨¢ representada por quienes pensamos que la ansiedad y la enfermedad mental en general hay que verlas, como se?alaba antes, a la luz de la complejidad. Decimos que la vulnerabilidad a la ansiedad est¨¢ constituida por la suma de factores, por acumulaci¨®n no lineal. Uno de esos factores, desde luego, es la atm¨®sfera social o pol¨ªtica.

¡ª?Vamos, pues, con esto y con lo otro sumando ?papeletas?

¡ªClaro. Yo se lo explico a los pacientes y a las familias poniendo como ejemplo un vaso en cuyo fondo hallamos un factor de vulnerabilidad debido a factores biol¨®gicos o de herencia. A ese factor le tienes que sumar el de la crianza, pues en funci¨®n de c¨®mo te han criado eres m¨¢s fr¨¢gil o m¨¢s resistente a la ansiedad. Una buena crianza puede reducir los factores de la herencia. A esta capa tienes que a?adir la del entorno social. La pobreza, por ejemplo, aumenta las probabilidades de padecer ansiedad porque en el entorno de la pobreza todo se vive con mayor estr¨¦s. Como ves, podr¨ªamos seguir abriendo el abanico y sumando factores, ninguno de los cuales, por s¨ª solo, explicar¨ªa un estado de ansiedad.

¡ª?La parte social cu¨¢ndo aparece?

¡ªSobre todo en la adolescencia, porque sales fuera de la familia y te pones a prueba con el resto de tus iguales en un mundo que es supercompetitivo dentro de una sociedad cada vez m¨¢s narcisista. Ah¨ª aparecen tambi¨¦n las hormonas sexuales, que al favorecer los cambios corporales de la pubertad constituyen asimismo un factor de ansiedad, haci¨¦ndonos vivir momentos de vulnerabilidad mayor. Pero cuando en la adolescencia no aparecen determinadas ansiedades, deber¨ªamos preocuparnos.

¡ª?Hay entonces ansiedades sanas?

¡ªHay ansiedades sanas que crean lazos sociales y te ayudan a ver tus l¨ªmites. Conviene favorecer y entender esas ansiedades en vez de frenarlas con ansiol¨ªticos.

¡ª?Y d¨®nde se encuentra la frontera entre una ansiedad sana y una patol¨®gica?

¡ªNo hay frontera, es un continuo. El l¨ªmite de la ansiedad patol¨®gica est¨¢ marcado con frecuencia por la subjetividad, est¨¢ muy influido por la cultura. En algunas culturas cualquier grado de ansiedad es vivido como malo. En otras tiene poca importancia. La frontera la marca el que la persona que padece esa ansiedad deje de ser funcional en su medio. Ah¨ª es donde aparece la necesidad de ayuda, que como te dec¨ªa es muy subjetiva. Si investigas entre los m¨¦dicos de atenci¨®n primaria, ver¨¢s que medican m¨¢s o menos en funci¨®n de su propia experiencia.

¡ª?No hay par¨¢metros objetivos?

¡ªNo suelen utilizarlos. El profesional de atenci¨®n primaria est¨¢ influido por su cultura m¨¦dica. Depende de que sea m¨¢s o menos biologicista. Esa subjetividad es un problema en un momento en el que, debido a la abundancia de las soluciones farmacol¨®gicas, hemos patologizado conductas que son normales. Damos ansiol¨ªticos para ansiedades que conviene tratar de otra manera para hacerte m¨¢s fuerte. Si tomas un ansiol¨ªtico, no trabajas tu parte psicol¨®gica, tu resiliencia ante la adversidad.

¡ªPara la sanidad p¨²blica, supongo, es m¨¢s barato un ansiol¨ªtico que un tratamiento psicol¨®gico. La caja de Orfidal cuesta poco m¨¢s de un euro y tiene 50 pastillas.

¡ªClaro. Lo curioso, como te se?alaba hace un momento, es que desde la aparici¨®n de las benzodiacepinas, hace ya m¨¢s de medio siglo, no haya aparecido nada mejor.

¡ª?En Espa?a consumimos muchos ansiol¨ªticos?

¡ªEspa?a es el pa¨ªs de Europa que m¨¢s ansiol¨ªticos consume y el segundo del mundo.

¡ª?M¨¢s las mujeres que los hombres o los hombres que las mujeres?

¡ªMucho m¨¢s las mujeres, en parte porque las mujeres reconocen mejor su ansiedad y su tristeza. Tambi¨¦n porque consultan m¨¢s al m¨¦dico, est¨¢n m¨¢s acostumbradas a pedir ayuda. Y se f¨ªan m¨¢s. Los hombres reconocemos peor nuestros problemas mentales y somos menos disciplinados con la medicaci¨®n. Las mujeres aceptan tambi¨¦n hacer terapia mejor que los hombres.

¡ªEmpiezo a sospechar que no deber¨ªa haberme tomado el Orfidal.

¡ªNo lo s¨¦. Si quieres, te doy hora ¡ªconcluye en tono de broma¡ª. De momento, vamos a pedir el caf¨¦, que tengo consulta dentro de un rato.

El 4 de enero, unos d¨ªas despu¨¦s del encuentro con Diego Figuera, mientras desayunaba, encend¨ª la radio en el momento en el que daban cuenta de la situaci¨®n del tr¨¢fico en Madrid y alrededores. Por lo general no presto atenci¨®n a estos avisos porque trabajo en casa y no me afectan los atascos. Pero esa ma?ana, por razones incomprensibles, me enganch¨¦ al relato completo de lo que ocurr¨ªa en las diferentes carreteras de circunvalaci¨®n y calles principales de la ciudad en la que vivo y me qued¨¦ espantado. No parec¨ªa una informaci¨®n, parec¨ªa un parte de guerra en el que los soldados eran los automovilistas. Me vinieron a la cabeza im¨¢genes de El desembarco de Normand¨ªa y de Salvar al soldado Ryan. Ve¨ªa a los conductores tomando posiciones estrat¨¦gicas en los diferentes carriles de la M-30, donde a veces vuelcan camiones que transportan cerdos o gallinas que invaden la carretera. Mi receptor transmit¨ªa ansiedad como la Radio triste, en el cuento de Cheever, emit¨ªa pena.

Hab¨ªa quedado a media tarde con Ricardo y M¨®nica (nombres supuestos) para completar este trabajo con sus testimonios, pues me dijeron que eran dos j¨®venes ansiosos. Aunque supuse que los atascos habr¨ªan desaparecido a las 17.30, me maldije por haber programado la cita un d¨ªa antes de la noche de Reyes, con la calle y los establecimientos repletos de ciudadanos ansiosos. Por si fuera poco, quedamos en la cafeter¨ªa de El Corte Ingl¨¦s de Princesa con Alberto Aguilera, adonde llegu¨¦ media hora antes, seg¨²n mi costumbre, para inspeccionar los alrededores. Y aunque he visto mil veces ese edificio gigantesco, nunca hab¨ªa reparado en su aspecto de caja. Una caja enorme, del tama?o de una o dos manzanas de edificios, sin ventanas u otra clase de vanos por los que asomarse al exterior. Me hab¨ªa despertado ese 4 de enero con la percepci¨®n desatada, de modo que no s¨¦ si ve¨ªa la realidad como era o como no era, pero la ve¨ªa en todo caso excesiva y agobiante.

Ingres¨¦ en la mole fingiendo naturalidad y evit¨¦ los ascensores, muy cargados, por precauci¨®n. Las escaleras mec¨¢nicas iban tambi¨¦n llenas de gente, pero te permit¨ªan contemplar el panorama interior y dise?ar mentalmente v¨ªas de escape para el caso de incendio. Lo curioso es que aunque ascend¨ªa, pues la cafeter¨ªa se encontraba en la s¨¦ptima planta, yo ten¨ªa la impresi¨®n de viajar hacia las entra?as de la mole. Me hund¨ªa al elevarme. El roce con los otros cuerpos me recordaba al de las hormigas cuando intercambian feromonas en el borde del hormiguero.

Me vino a la cabeza la imagen de un terrario en el que los reptiles hubiesen sido sustituidos por seres humanos que se mov¨ªan nerviosamente por aquellos recintos perfectamente acondicionados desde el punto de vista de la calidad del ox¨ªgeno, de la intensidad de la luz y del control de la temperatura. Pero si observabas con atenci¨®n los rostros de la gente, ve¨ªas la ansiedad en sus ojos, en su aliento, en el modo de sujetar los paquetes que con frecuencia les ocupaban las dos manos. Todo el mundo estaba haciendo las ¨²ltimas compras de Reyes, compras apresuradas, de ¨²ltima hora, y quiz¨¢ con un presupuesto muy mermado ya por la Nochebuena, la Navidad, la Nochevieja, el Black Friday y todo eso. Por si fuera poco, las rebajas hab¨ªan comenzado o estaban a punto de hacerlo.

Por fortuna, una parte de la cafeter¨ªa estaba acristalada, como el techo o la parte frontal de los terrarios, y se observaba desde ella un buen pedazo del cielo de Madrid. Oscurec¨ªa ya, pero las luces de los edificios proporcionaban esperanza y calor. Eleg¨ª una mesa alejada de la barra, a la que no llegaran los jadeos intermitentes de la cafetera, y me sent¨¦ a esperar. Eran las 17.20 y a las 17.30, la hora de la cita, Ricardo y M¨®nica no hab¨ªan llegado. Temi¨¦ndome lo peor, saqu¨¦ el tel¨¦fono para llamar, pero me contuve. Pens¨¦ que deb¨ªa darles al menos 10 o 15 minutos de cortes¨ªa.

Mi ansiedad solo fue capaz de darles 5.

A las 17.35 marqu¨¦ el n¨²mero de Ricardo y me respondi¨® el contestador: apagado o fuera de cobertura.

No vendr¨¢n, me dije.

Justo en ese momento aparecieron disculp¨¢ndose por el retraso y tomaron asiento. Pedimos agua con gas y sin gas y fuimos directamente al grano. Ten¨ªan 28 a?os, me dijeron. Ricardo estaba preparando un m¨¢ster en t¨¦cnicas cognitivas despu¨¦s de haber acabado Filosof¨ªa. M¨®nica estaba terminando Medicina y pensaba especializarse en psiquiatr¨ªa. ?l era alto, fuerte, expansivo; ella, menuda, t¨ªmida, reflexiva.

¡ªYo ¡ªdijo Ricardo¡ª solo he tenido dos ataques de ansiedad, o de p¨¢nico, o dos crisis nerviosas, depende de la terminolog¨ªa que utilicemos. Fue un domingo y un jueves, el siguiente a ese domingo, aunque la crisis del jueves fue m¨¢s floja, ahora te explico. Si tuviera que puntuarlas de 0 a 10, a la del domingo le dar¨ªa un 10 y a la del jueves un 8.

¡ª?C¨®mo fue?

¡ªAquel domingo por la tarde estaba en casa, con toda mi familia. Yo estaba en mi cuarto, intentando terminar un trabajo para la universidad. Ese era un factor de estr¨¦s, quiz¨¢ el principal, aunque hab¨ªa otros de orden familiar. Creo que se junt¨® tambi¨¦n el hecho de que yo hago kick boxing y ten¨ªa a la vista una competici¨®n.

¡ª?Pero el principal era el del trabajo de la universidad?

¡ªCreo que s¨ª, por los est¨¢ndares de calidad que me pongo, por hacer las cosas bien. El caso es que tuve una sensaci¨®n nerviosa dif¨ªcil de explicar, una tensi¨®n enorme en la cabeza. Llam¨¦ a M¨®nica, lo que no mejor¨® las cosas pues se asust¨® un poco y me puse a¨²n m¨¢s nervioso hablando con ella. Como no hab¨ªa tenido experiencias similares, tampoco sab¨ªa c¨®mo catalogar aquellas sensaciones. Yo siempre he tenido un temperamento nervioso, pero esto era otra cosa. Hice ejercicios de respiraci¨®n, me tom¨¦ dos tilas. Me ayud¨® mucho el decirme a m¨ª mismo: ¡°Bueno, he llegado hasta el l¨ªmite, este es el l¨ªmite. Abandono el trabajo de la universidad y punto¡±. La idea de abandonar el trabajo me dio tranquilidad. ¡°No termino la carrera, me quedo en casa y ya est¨¢¡±, segu¨ª dici¨¦ndome. Pero a las dos semanas de no hacer nada me puse otra vez a trabajar. Termin¨¦ el trabajo y la carrera y voy cumpliendo las metas que me propongo. En aquel momento necesitaba quitarme de la cabeza una presi¨®n que nadie me hab¨ªa impuesto, solo yo.

¡ª?Cu¨¢ndo fue esa crisis?

¡ªHar¨¢ dos a?os en abril.

¡ª?Y el jueves siguiente qu¨¦ pas¨®?

¡ªPues lo mismo, pero con menos intensidad. Entonces me fui a urgencias y fing¨ª que estaba peor de lo que estaba para que me dieran ansiol¨ªticos.

¡ª?Te los dieron?

¡ªS¨ª.

¡ª?Y te los tomaste?

¡ªNo, los guard¨¦ en la mesilla, pero el hecho de saber que los ten¨ªa me tranquiliz¨®.

¡ªDec¨ªas que ten¨ªas, de siempre, un temperamento nervioso.

¡ªBueno, me bloqueaba en los estudios. No llegaban a ser ataques de p¨¢nico, pero me bloqueaba por un exceso de exigencia. ?Qu¨¦ empec¨¦ a hacer? Evitar los ex¨¢menes. Los preparaba y luego no me presentaba para evitar la situaci¨®n, que me resultaba estresante.

¡ª?Y tus padres qu¨¦ dec¨ªan?

¡ªBueno, yo en casa dec¨ªa que todo iba bien, que sacaba notables, hac¨ªa ver que era un buen estudiante. Todo era perfecto. Pero claro, llega un momento en el que ten¨ªas que haber terminado la carrera y no la has terminado. Bueno, se revel¨® todo y comenc¨¦ a hacer una terapia para ver por qu¨¦ me ocurr¨ªan esas cosas y ah¨ª fui aprendiendo cosas de m¨ª y a adquirir herramientas para manejar el estr¨¦s. La cuesti¨®n es averiguar d¨®nde est¨¢ el tigre.

¡ª?Y d¨®nde estaba el tigre?

¡ªVoy averigu¨¢ndolo poco a poco.

¡ª?Y no has tomado nunca ansiol¨ªticos?

¡ªPues no.

¡ªPero los tienes en la mesilla de noche.

¡ªS¨ª.

¡ªTu terapeuta es Diego Figuera. ?C¨®mo llegaste a ¨¦l?

¡ªCa¨ª con Diego por recomendaci¨®n del terapeuta de M¨®nica, que se llama F¨¦lix Blanco. Quer¨ªamos un terapeuta de la misma l¨ªnea, pues M¨®nica, hasta dar con ¨¦l, hab¨ªa tenido unos tratamientos sucesivos de salud mental desastrosos.

¡ªA m¨ª ¡ªinterviene M¨®nica¡ª me salv¨® la vida dar con F¨¦lix porque el ¨²nico tratamiento que hab¨ªa recibido hasta entonces era farmacol¨®gico. No quer¨ªamos que Ricardo empezara a hacer un recorrido por terapias que al final no se hacen cargo del sujeto. Quer¨ªamos un abordaje del problema que estuviera m¨¢s centrado en la persona.

¡ª?T¨² has tenido malas experiencias?

¡ªYo estuve yendo a terapias varias desde los siete u ocho a?os porque ten¨ªa compulsiones.

¡ª?Por ejemplo?

¡ªBueno, me lavaba mucho las manos y por la noche me cortaba la goma de la ropa interior, de las bragas, porque cre¨ªa que me iba a asfixiar. A los 18 a?os, cuando conoc¨ª a Ricardo, tuve un episodio m¨¢s fuerte coincidiendo con la muerte de mi abuela.

¡ª?En qu¨¦ consisti¨®?

¡ªFue un episodio melanc¨®lico de larga duraci¨®n por el que volv¨ª a acudir a la Seguridad Social. Despu¨¦s de un a?o de medicaci¨®n, con siete pastillas diarias, incluidos antipsic¨®ticos, mi madre pens¨® que una persona de 18 a?os no pod¨ªa estar con la baba colgando y se inform¨® sobre si exist¨ªan terapias diferentes. Entonces dimos con F¨¦lix.

¡ª?Y ya no te medicas?

¡ªNo, ni voy a terapia, estoy dada de alta desde hace cuatro o cinco a?os.

¡ªQu¨¦ ¨¦xito, ?no?

¡ªEl problema con estos asuntos es la falta de informaci¨®n. Si no est¨¢s en una familia informada, has de tener suerte adem¨¢s de recursos econ¨®micos. Las corrientes biologicistas anulan bastante al sujeto. Un problema mental no es un tumor en el h¨ªgado.

¡ªTodos los DSM (manual de diagn¨®stico y estad¨ªstico de los trastornos mentales) ¡ªa?ade Ricardo¡ª son un desastre porque son gratuitos, interesados, autoritarios y corporativistas. Eres calificado en funci¨®n de los intereses del que te califica.

¡ªLa medicaci¨®n ¡ªinterviene M¨®nica¡ª es a veces necesaria, lo que no puede ser es que uno solo vaya al psiquiatra para que le revisen la medicaci¨®n. Si yo no hubiera dado con otro tipo de terapia, ahora mismo estar¨ªa con la baba colgando. La pastilla nunca debe sustituir a la terapia. Y el horizonte es que llegues a vivir sin medicaci¨®n, del mismo modo que el romperte una pierna no implica que vayas a ir el resto de tu vida con muletas.

¡ª?Se acaba incorporando el m¨¦todo terap¨¦utico? ¡ªpregunto.

¡ªS¨ª ¡ªdice ella¡ª, el final de una terapia te genera cierta angustia, pero el m¨¦todo te lo llevas incorporado. El objetivo de la terapia es que te lleves contigo las herramientas que has adquirido, incluso que incorpores herramientas nuevas.

Para finalizar les pregunto si creen que vivimos en un mundo ansioso y los dos est¨¢n de acuerdo en que s¨ª.

¡ªMira la gente que est¨¢ aqu¨ª comprando ¡ªdice Ricardo.

La miro. Han hecho un alto en la cafeter¨ªa, pero hablan deprisa, en voz muy alta y no cesan de gesticular. Parecen hombres y mujeres y ni?os el¨¦ctricos.

Al abandonar el establecimiento, tropiezo con una amiga que corre, angustiada, hacia el interior. Me dice que al pagar un perfume ha olvidado el m¨®vil sobre el mostrador.

¡ªQue tengas suerte ¡ªle digo palp¨¢ndome la ropa, para comprobar con alivio que el m¨ªo contin¨²a en su sitio.?

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Sobre la firma

Juan Jos¨¦ Mill¨¢s
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, adem¨¢s del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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