Nosotros en el centro de todo, sin viejos mapas, ni puntos cardinales
Las aplicaciones GPS, el Pok¨¦mon Go y la superposici¨®n de capas virtuales sobre la realidad nos conducen al Mundo Espejo, el ¨²ltimo y cacareado grito tecnol¨®gico
Que un transe¨²nte aborde a otro para preguntarle una direcci¨®n se ha vuelto tan ex¨®tico que las pocas veces que me sucede creo que me van a atracar. Sobre todo si me hablan desde un coche. Qu¨¦ gente tan rara, pienso, despu¨¦s de indicarles que el restaurante que buscan est¨¢ en la segunda a la izquierda y luego la primera a la derecha. No recuerdo cu¨¢ndo fue la ¨²ltima vez que me sent¨ª perdido en una ciudad y me enternecen los anfitriones que quieren acompa?arme al hotel para que no me pierda. ¡°?Sabes llegar?¡±. Claro que s¨¦. Cualquiera que tenga un m¨®vil con Internet sabe llegar a cualquier sitio.
Las aplicaciones de mapas han cambiado la percepci¨®n de las ciudades y del territorio. Donde antes nos sent¨ªamos perdidos y vulnerables, ahora callejeamos como lugare?os. Moverse con un GPS no es moverse con un plano, sino moverse en un plano. El mapa y el territorio tienden a ser lo mismo, y lo que llevamos en los bolsillos y en los navegadores es solo el pr¨®logo de esa fusi¨®n, que los m¨¢s optimistas vaticinan para ma?ana mismo. Estamos a las puertas, proclaman, de caminar por Google Maps sin necesidad de mirar el tel¨¦fono. La portada de marzo de la revista Wired, la biblia de los tecn¨®filos, estaba impresa en espejo, con las letras al rev¨¦s. No era un error de imprenta, sino un juego con el titular: ¡®Welcome to Mirrorworld¡¯ (Bienvenidos a Mundo Espejo), la pen¨²ltima revoluci¨®n digital: ¡°El mundo espejo a¨²n no existe, pero est¨¢ llegando. Pronto, cada lugar y cada cosa del mundo real ¡ªcada calle, farola, edificio y habitaci¨®n¡ª tendr¨¢n su gemelo digital a tama?o natural. Hasta ahora, solo hay peque?os parches del mundo espejo, perceptibles mediante artilugios de realidad aumentada¡±, explica Kevin Kelly, que no es un cualquiera, sino el fundador de Wired y uno de los gur¨²s digitales m¨¢s conspicuos del planeta. La letra peque?a del art¨ªculo, sin embargo, es muy vaga. La tecnolog¨ªa que celebra parece estar en pa?ales, y lo m¨¢s cerca que tenemos de momento es el juego Pok¨¦mon Go, que es simp¨¢tico y entretenido, pero est¨¢ muy lejos de ser una distop¨ªa digna de un episodio de la serie Black Mirror.
En las pantallas, parece que ya no nos interesa tanto asomarnos al mundo como vernos reflejados en ¨¦l
Que Mirrorworld sea m¨¢s el sue?o de un entusiasta que un futuro plausible no quiere decir que no sean radicales los cambios en nuestra forma de orientarnos y movernos por calles y autopistas, ni tengan unas consecuencias filos¨®ficas profundas. Vayamos o no hacia una realidad aumentada ¡ªen la que las ciudades y sus planos sean la misma cosa¡ª las aplicaciones de la tecnolog¨ªa GPS han alterado tanto la percepci¨®n del mundo como el lugar que ocupamos en ¨¦l. ¡°Los mapas no siempre dicen la verdad y a menudo son tan subjetivos como cualquier narraci¨®n¡±, escribi¨® Robert D. Kaplan, uno de los autores que han explorado la relaci¨®n entre cartograf¨ªa y poder. La Tierra es redonda y no tiene arriba ni abajo: la mera elecci¨®n del norte y el sur es un punto de vista. El mapa es un sistema de valores y jerarqu¨ªas que indica qu¨¦ lugar simb¨®lico ocupa en el cosmos quien lo ha dise?ado y d¨®nde est¨¢ el que lo contempla, que sabe, al mirarlo, si vive en la periferia o en el centro. Si Ant¨®nio Lobo Antunes titul¨® uno de sus libros En el culo del mundo fue porque mirando un mapa desde Lisboa, Angola (donde transcurre la acci¨®n) quedaba precisamente en esa ubicaci¨®n. El GPS rompi¨® esa percepci¨®n con unas consecuencias que, como el supuesto Mirrorworld, solo podemos intuir. En Google Maps, la situaci¨®n relativa del sujeto no importa. En un navegador no estamos al norte o al sur, ni al este o al oeste: es el mundo entero el que est¨¢ al norte, al sur, al este y al oeste de nosotros. El observador es el centro y el mapa se despliega en torno a ¨¦l en todas las direcciones. Por mucho que se mueva, siempre est¨¢ en el centro. El m¨²sico y profesor de Harvard Damon Krukowski reflexion¨® sobre esto en su ensayo The New Analog (Alpha Decay).
Un an¨¢lisis superficial incidir¨¢ en que esto es un rasgo egoc¨¦ntrico m¨¢s de una ¨¦poca hipernarcisista. El propio abuso de la met¨¢fora del espejo para hablar de las pantallas, cuando no hace tanto se prefer¨ªa el s¨ªmil de la ventana (Windows), indica que ya no nos interesa tanto asomarnos al mundo como vernos reflejados en ¨¦l. Yendo un poco m¨¢s all¨¢, la demolici¨®n de la cartograf¨ªa convencional y social por los GPS individualistas puede leerse sin citar el Apocalipsis. Si los mapas son ¨²tiles para el individuo y dibujan un mundo a su medida, ese individuo ya no se siente tan subsumido en una comunidad nacional. Si en vez de movernos por el mapa de Espa?a lo hacemos por un mapa personal donde nuestra posici¨®n relativa no importa porque siempre somos el centro, tal vez asistamos a la escenificaci¨®n de una utop¨ªa ciudadana: un sujeto pol¨ªticamente consciente y responsable que se mueve por el mundo sin atender jerarqu¨ªas simb¨®licas ni lealtades tribales. ?Y si la tecnolog¨ªa nos vuelve conscientes y nos empodera como ciudadanos libres?
?Y si en lugar de sentirnos prisioneros de la tecnolog¨ªa, esta nos empodera como ciudadanos libres?
Para algunos, el terror no est¨¢ en las pantallas ni en la realidad aumentada, sino en la pol¨ªtica anal¨®gica, en todos esos proyectos y movimientos que aspiran a recuperar las cartograf¨ªas imperiales y que ans¨ªan delimitar el adentro y el afuera, el nosotros y el ellos. Mexicanos all¨ª y estadounidenses ac¨¢. Europeos aqu¨ª y africanos all¨¢. Catalanes aqu¨ª y espa?oles all¨¢. Esos proyectos necesitan mapas antiguos porque el GPS no refleja su idea tribal y estratificada de la sociedad.
En realidad, esto supone reavivar el debate eterno sobre la neutralidad de la tecnolog¨ªa. ?Es intr¨ªnseca a ella o solo depende de sus usos? Un cuchillo puede ser una herramienta socialmente ¨²til cuando lo usamos para cortar cebolla, pero algo terror¨ªfico cuando lo hundimos en el t¨®rax del pr¨®jimo. La energ¨ªa nuclear sirve tanto para dar energ¨ªa el¨¦ctrica a un hospital infantil como para destruir ese mismo hospital con un bombazo. Del mismo modo, esta nueva forma de movernos puede ser la expresi¨®n de un narcisismo decadente o el comienzo de una relaci¨®n pol¨ªtica m¨¢s libre y compleja entre ciudadanos. En el fondo, lo decidimos nosotros.
Sergio del Molino es escritor. Su ¨²ltimo libro es ¡®Lugares fuera de sitio¡¯ (premio Espasa de Ensayo 2018).
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