Ida Vitale, la poeta n¨®mada
La autora uruguaya, de 95 a?os y con 11 libros publicados, es inagotable. Ahora recoge el Cervantes
A Ida Vitale le gusta el bacalao. Cocinarlo y comerlo. Su sola menci¨®n le produce un entusiasmo reservado a los frutos prohibidos. De hecho, lo estuvo durante su infancia por una raz¨®n peregrina: su abuelo paterno ¡ªsiciliano, garibaldino y mas¨®n¡ª lleg¨® a Am¨¦rica en un velero en el que durante semanas el ¨²nico alimento fue ese pescado y un pan salado y duro que llaman galleta marina. Los versos de Ida Vitale, que este martes recoger¨¢ el Premio Cervantes en Alcal¨¢ de Henares, se han ido decantando hacia la brevedad y eliminando la an¨¦cdota, pero en dos de sus poemas m¨¢s celebrados recuerda a sus abuelos. El dedicado a F¨¦lix Vitale D¡¯Amico recoge adem¨¢s el nombre de sus doce hijos, entre ellos el padre de la poeta ¨CPublio Decio- y de la t¨ªa bot¨¢nica que le prest¨® el suyo: Ida. El resto eran Pericles, Marc¡¯Antonio, Tito¡ Toda una apuesta.
Ida Vitale, que naci¨® en Montevideo el d¨ªa de difuntos de 1923, recuerda la suya como una casa de t¨ªos y t¨ªas solteras en la que unos y otras estudiaron sin discriminaci¨®n de sexo. Por eso su marido sol¨ªa bromear dici¨¦ndole que ella pensaba que en Uruguay no hab¨ªa machismo porque en su casa nunca lo hubo. Tampoco hab¨ªa libros de poes¨ªa en la nutrida biblioteca de la familia y con la necesidad de compensar ese vac¨ªo fantasea todav¨ªa la escritora cuando le preguntan por una vocaci¨®n traducida hasta ahora en 11 libros que no ocupan m¨¢s de 500 p¨¢ginas. Tratando de llenar otro vac¨ªo, con veinte a?os empez¨® Derecho hasta que se cre¨® en Uruguay la primera facultad de Letras. All¨ª conoci¨® a uno de sus grandes maestros: Jos¨¦ Bergam¨ªn. Exiliado de la Espa?a franquista, el poeta madrile?o ¡ªcat¨®lico y comunista en un ambiente laico de ¡°anarquistas l¨ªricos¡±¡ª se gan¨® a los estudiantes con tres virtudes que su disc¨ªpula resume as¨ª: ¡°Su respeto por la libertad ajena, su arte de aguzar las sensibilidades y su optimismo¡±. Ni la gratitud de Vitale hacia Juan Ram¨®n Jim¨¦nez ¡ªque elogi¨® sus primeros versos¡ª ni la rivalidad de este con su colega de exilio empa?aron aquella imagen. Cuando lleg¨® al Cono Sur, Bergam¨ªn no alcanzaba los 50 a?os pero su alumna lo recuerda como ¡°un viejito¡± que nunca se sinti¨® extranjero en un pa¨ªs que se hab¨ªa ganado el sobrenombre de Suiza de Am¨¦rica.
Todo cambi¨® en 1973 cuando un golpe militar acab¨® con aquella ¡°democracia perfecta¡±. Lo que empez¨® como una persecuci¨®n contra la guerrilla de los tupamaros termin¨® volvi¨¦ndose contra todo aquel que fuera sospechoso de liberal. Por ejemplo, por andar entre libros. Era el caso de Ida Vitale y de coet¨¢neos suyos como Mario Benedetti, Idea Vilari?o o Juan Carlos Onetti. Cuando la polic¨ªa entr¨® en su casa buscando a su hija Amparo ¡ªfruto, como su hijo, Claudio, del matrimonio con el cr¨ªtico ?ngel Rama, del que se hab¨ªa separado¡ª, la poeta tom¨® el camino de M¨¦xico. ¡°Se est¨¢ m¨¢s preparada para una operaci¨®n quir¨²rgica que para el exilio¡±, escribir¨ªa luego. En el Distrito Federal una ¡°cooperativa de ¨¢ngeles de la guarda¡± los acogi¨® a ella y a Enrique Fierro, su segundo marido. Pese a llegar ¡°desmantelada¡±, no tard¨® en encontrar trabajo como profesora en el Colegio de M¨¦xico, traductora para el Fondo de Cultura Econ¨®mica y colaboradora de diversas revistas, entre ellas la de Octavio Paz, contra cuya deriva conservadora la hab¨ªa prevenido Mario Benedetti. El resultado fue el mismo que cuando Le¨®n Felipe la previno contra Bergam¨ªn: devoci¨®n por el apestado.
Ni que decir tiene que ninguno de los cinco libros que hab¨ªa escrito hasta el momento ¡ªde La luz de esta memoria (1949) a Jard¨ªn de s¨ªlice (1980)¡ª le permit¨ªan vivir de la literatura, por eso mantuvo siempre un pie en la prensa. En ella vivi¨® momentos tan extravagantes como actuar de negra "autorizada" de Garc¨ªa M¨¢rquez. En 1981, cuando trabajaba como redactora de El Correo del Libro, recibi¨® el encargo de conseguir que el novelista colombiano, premio Nobel al a?o siguiente, redactara unos folios para presentar el libro que acababa de publicar: Cr¨®nica de una muerte anunciada. Consciente de la dificultad de la misi¨®n y del presupuesto con el que contaba ¡ªcero pesos¡ª, Vitale recurri¨® a un amigo com¨²n: ?lvaro Mutis. Conseguida la audiencia con el creador de Macondo, este tuvo una idea todav¨ªa m¨¢s descabellada que la de su jefe: ella escribir¨ªa el texto y ¨¦l lo firmar¨ªa despu¨¦s de aprobarlo. Y as¨ª fue.
¡°Se est¨¢ m¨¢s preparada para una operaci¨®n quir¨²rgica que para el exilio¡±, escribi¨®
Cuatro a?os despu¨¦s, la democracia volvi¨® a Uruguay y los Vitale-Fierro sintieron la obligaci¨®n de regresar a su pa¨ªs. ?l fue nombrado director de la Biblioteca Nacional y ella, responsable de la secci¨®n cultural del semanario Jaque. Meses antes, un Boeing de Avianca que se dispon¨ªa a aterrizar en Barajas se estrell¨® en Mejorada del campo. En ¨¦l viajaba ?ngel Rama, convertido por entonces en el gran cr¨ªtico literario de Am¨¦rica Latina. La vuelta de Ida Vitale a Montevideo no fue tr¨¢gica pero s¨ª accidentada: "Una ciudad no perdona a aquel que se aleja por largo tiempo¡±. Cansado de lidiar con los residuos de la dictadura, el matrimonio volvi¨® a hacer la maleta, esta vez para instalarse en la Universidad de Austin (Texas). Vitale ten¨ªa 66 a?os y la nueva aventura dur¨® casi 30. En oto?o pasado, tras la muerte de Enrique Fierro, decidi¨® retornar al Uruguay. Estaban tan unidos ¡ªpor el buen humor y por la buena poes¨ªa¡ª que ella acostumbra a recordar su pasado hablando en primera persona del plural. En noviembre cumplir¨¢ 96 a?os pero parece inagotable. El d¨ªa que le anunciaron que hab¨ªa ganado el Cervantes viaj¨® a Punta del Este para la feria del libro. A la semana siguiente estaba en otra feria, la de Guadalajara (M¨¦xico), a ocho mil kil¨®metros. Alguna vez ha dicho que las dos cosas que necesita para sentirse en casa son una biblioteca p¨²blica y un aeropuerto. En el libro L¨¦xico de afinidades, una suerte de diccionario personal, recoge una definici¨®n de poes¨ªa que parece un autorretrato: ¡°Las palabras son n¨®madas; la mala poes¨ªa las vuelve sedentarias¡±. Ella, por si acaso, no para.
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