?La escritura o los hijos?
Desde Natalia Ginzburg hasta Zadie Smith, un buen n¨²mero de autoras han reflexionado sobre las tensiones entre maternidad y creaci¨®n literaria
Natalia Ginzburg (1916-1991) cont¨® que, al principio, cuando fue madre, no entend¨ªa c¨®mo se pod¨ªa escribir teniendo hijos. ¡°No entend¨ªa c¨®mo conseguir¨ªa separarme de ellos para seguir al personaje de un cuento¡±, escribe en el ensayo ¡®Mi oficio¡¯, incluido en Las peque?as virtudes (Acantilado). Ginzburg tuvo cinco hijos y public¨® novelas, ensayos y obras de teatro, as¨ª que encontr¨® la manera. Pero la ambivalencia en torno a la maternidad sigue siendo objeto de reflexiones, y la relaci¨®n entre escribir y criar va ganando espacio en las librer¨ªas.
Es el motor de la crisis existencial que aborda en Maternidad (Lumen, 2019) Sheila Heti, quien trata de averiguar si quiere tener hijos. Tambi¨¦n en La mejor madre del mundo (Literatura Random House, 2019), de Nuria Labari, la narradora cree que no es posible ser madre y escritora. ¡°Soy una madre amateur y ya estoy acabada: escribo a espaldas de mis hijas, como si ellas no fueran suficiente¡±, confiesa. Y un poco m¨¢s adelante: ¡°Las artistas con talento son hijas, siempre hijas de sus madres por mucho que tengan descendencia. Las buenas escritoras escriben sobre la hijidad o sobre cualquier asunto donde su punto de vista pueda ser el centro del mundo (¡). En cambio, una madre es el sat¨¦lite de otro ser m¨¢s importante. Una madre es la ant¨ªtesis del yo creador¡±.
Una postura intermedia fue la que adopt¨® Laura Sandler en un provocador art¨ªculo publicado en 2013 por The Atlantic. Titulado ¡®El secreto de ser una escritora de ¨¦xito y madre: tener solo un hijo¡¯, aquel texto desat¨® una pol¨¦mica en la que particip¨®, entre otras, Zadie Smith. Sandler se apoyaba en la respuesta que dio la artista Alice Walker a la pregunta de si las creadoras pueden tener hijos: ¡°Deben tener hijos ¡ªasumiendo que quieran¡ª, pero solo uno. Con uno te puedes mover. Con m¨¢s eres como un pato sentado¡±. Walker tuvo un solo hijo, como Susan Sontag, Elizabeth Hardwick, Joan Didion o Margaret Atwood, como se?ala Sandler. Zadie Smith respondi¨®: ¡°Tengo dos hijos. Dickens tuvo 10 ¡ªy creo que Tolst¨®i tambi¨¦n¡ª. ?A alguien le preocup¨® en alg¨²n momento que esos hombres fueran demasiado padres como para ser escritores?¡±. Lo que molest¨® a Smith fue la sugerencia de que tener hijos merma la creatividad: ¡°La sola idea de que la maternidad es por fuerza una amenaza para la creatividad es totalmente absurda. La verdadera amenaza para la libertad es el problema de falta de tiempo, que es el mismo si eres escritora, enfermera o trabajas en una f¨¢brica¡±. Compaginar la maternidad con la escritura, o con cualquier otro trabajo, tiene que ver, como se?al¨® al hilo de esa discusi¨®n Jane Smiley, con algo m¨¢s tangible: ¡°El secreto no est¨¢ en tener solo un hijo, sino en vivir donde haya buenas guarder¨ªas y est¨¦ socialmente aceptado que los hombres dediquen tiempo a participar en la educaci¨®n de sus hijos¡±.
Contra los hijos (LRH), de Lina Meruane, plantea un argumento un poco m¨¢s arriesgado: carga contra el lugar central que ocupan los ni?os en la vida de los progenitores. En el libro, revisado y ampliado en la edici¨®n de 2018, Meruane habla sobre c¨¦lebres escritoras sin hijos: Teresa de ?vila, Emily Dickinson, Jane Austen, Katherine Mansfield, Dorothy Parker o Virginia Woolf. Aunque la lista de escritoras madres es igual de larga, Meruane cree que ¡°a todas les ronda ese ¨¢ngel trastornante que las insta a elegir¡±. Y si la elecci¨®n se plantea, una respuesta frecuente es la que dio Clarice Lispector: ¡°Desistir¨ªa de la literatura. No tengo dudas de que como madre soy m¨¢s importante que como escritora¡±. Claro que tambi¨¦n hay ejemplos de autoras que ante la disyuntiva dejaron a sus hijos: Doris Lessing o Muriel Spark, como apunta Meruane.
El asunto, sin embargo, no es tanto una cuesti¨®n ontol¨®gica como material, de organizaci¨®n del tiempo. La premio Nobel Alice Munro ¡ªque public¨® su primer libro de relatos a los 37 a?os¡ª siempre ha dicho que escrib¨ªa cuentos y no novelas porque es lo que pod¨ªa hacer durante las siestas de sus ni?os. Edna O¡¯Brien, sin embargo, no renunci¨® a lanzarse con una novela aprovechando el horario escolar, como cuenta en Chica de campo (Errata Naturae, 2018): ¡°Los dejaba en la escuela y volv¨ªa corriendo a casa para escribir; me sentaba en el amplio antepecho de la ventana de su dormitorio, que era bastante profundo, y escrib¨ªa en unos blocs de notas comprados en Irlanda llamados Aisling, que en ga¨¦lico significa sue?o o visi¨®n. (¡) Cada d¨ªa a las 13.45, hora a la que llevaba a mi marido su bandeja con t¨¦ Earl Grey y dos tostadas ligeramente quemadas con un poco de aceite de oliva, soltaba el bloc de notas con la esperanza de que el cap¨ªtulo del d¨ªa siguiente se mantuviera intacto en m¨ª¡±.
Shirley Jackson usaba lo dom¨¦stico para escribir textos autopar¨®dicos sobre su vida como ama de casa
Un caso paradigm¨¢tico de la ajetreada relaci¨®n entre las tareas de una madre de familia y la literatura es Shirley Jackson, autora de La maldici¨®n de Hill House y referente, entre otros, de Stephen King. Ella se defin¨ªa como ¡°una escritora que, por una serie de errores de juicio propios de la ingenuidad y la ignorancia, se ve sumida en una familia con cuatro hijos y un marido, en una casa de 18 habitaciones, sin ninguna ayuda¡±. Jackson usaba lo dom¨¦stico para escribir textos autopar¨®dicos sobre su vida como ama de casa, pero tambi¨¦n le serv¨ªa de inspiraci¨®n para su literatura m¨¢s fant¨¢stica. Deja que te cuente (Min¨²scula) re¨²ne muchos de sus textos sobre su oficio y sobre c¨®mo se organizaba para ara?ar horas de escritura. Cuenta que se distra¨ªa de la monoton¨ªa de las tareas del hogar imaginando historias. ¡°Un escritor siempre est¨¢ escribiendo¡±, dice Jackson. Tampoco una madre deja de serlo. Pero se aprende a compaginar, como descubri¨® Natalia Ginzburg: ¡°Lo que yo sent¨ªa por mis hijos era un sentimiento que todav¨ªa no hab¨ªa aprendido a dominar. Despu¨¦s lo fui aprendiendo poco a poco. Ni siquiera tard¨¦ mucho. Todav¨ªa preparaba salsa de tomate y sopa de s¨¦mola, pero iba pensando en lo que iba a escribir¡±.
Escribir y criar sucede en un mismo espacio, la casa, y quiz¨¢ por eso todas las escritoras madres buscan a¨²n con m¨¢s ah¨ªnco ¡°la habitaci¨®n propia¡± de Virginia Woolf. Y si es con cerrojo, mejor.
Aloma Rodr¨ªguez es escritora y traductora.
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