Razones para no cruzar el mar
En Mauritania, la lucha contra la inmigraci¨®n clandestina se libra en el campo de la educaci¨®n de los j¨®venes que piensan en marchar
Con un poco de imaginaci¨®n y forzando mucho la vista hacia el norte casi se puede divisar la silueta de la isla de Las Palmas desde el puerto de Nuadib¨², la capital econ¨®mica de Mauritania. Espa?a, Europa, no dista de all¨ª m¨¢s que 813 kil¨®metros en l¨ªnea recta. Una hora en avi¨®n.
Miles de j¨®venes mauritanos, malienses, senegaleses, marfile?os o burkineses lo saben y lo tienen grabado a fuego en su cabeza. Est¨¢n a una hora de que su vida cambie, de que sus sue?os se puedan cumplir: reunirse con familiares o amigos; tener una oportunidad de estudiar o de trabajar; ganar dinero con el que ayudar a la familia que permanece... Son muchos y muy diferentes los objetivos de quienes esperan para dar el paso y cruzar la frontera, pues persiguen un ideal, un sue?o que nadie les podr¨¢ arrebatar por muy lejos que est¨¦.
Entre los muchos proyectos que gestiona la ONG Adra ¡ªnutrici¨®n, tabaquismo o maternidad¡ª, ha incluido tambi¨¦n un plan de sensibilizaci¨®n para concienciar a los j¨®venes sobre los peligros de la traves¨ªa por el mar y el desierto en la ruta clandestina hacia Europa.
La determinaci¨®n de estos chicos es muy fuerte. Tanto como el poder de sugesti¨®n de sus creencias acerca de lo que pueden encontrar en Europa y la situaci¨®n de necesidad a la que se enfrentan en sus pa¨ªses de origen o etapas intermedias.
¡°Mauritania es un pa¨ªs de paso. Los que vienen de Gambia, Costa de Marfil, Mal¨ª o Senegal no tienen pensado quedarse aqu¨ª¡±, explica el mexicano Andr¨¦s Saenz, director de proyectos en Mauritania de Adra, desde su sede de Nuakchot. ¡°Para llegar a este pa¨ªs, normalmente, consumen todos sus ahorros por lo que se ven obligados a permanecer y buscar un trabajo para ahorrar y as¨ª poder seguir avanzando en su camino¡±.
En Mauritania hay una tasa de desempleo del 11%. Un poco m¨¢s alto ¡ªel 15%¡ª si solo se tiene en cuenta a j¨®venes de entre 15 y 25 a?os. A pesar de que los ¨ªndices han descendido de forma notable ¨Cen 2008 hab¨ªa un 35% de paro¡ª, el 31% de la poblaci¨®n a¨²n vive bajo el umbral m¨ªnimo de pobreza. ¡°Muchos de los que vienen a Mauritania saben que aqu¨ª pueden encontrar trabajo. Alguno de esos que la gente aut¨®ctona no quiere hacer porque son, de alguna manera, deshonrosos¡±, explica Saenz.
Trabajos t¨ªpicos de antiguos esclavos
Entre esos trabajos a los que se refiere el director de Adra est¨¢n los dom¨¦sticos, la pesca o la construcci¨®n. Trabajos que tradicionalmente han estado copados por los antiguos esclavos, o por los negros africanos, que ocupaban la ¨²ltima posici¨®n de un complejo sistema de poder, hasta que en 1980 se prohibiese la esclavitud en el pa¨ªs.
A pesar de todo, todav¨ªa se percibe la segmentaci¨®n ¨¦tnica entre la poblaci¨®n mauritana. Un ¡°racismo¡± latente en el que los ¨¢rabes, o ¡°moros¡± blancos, ocupan la parte m¨¢s alta de la pir¨¢mide. Ellos son los que se encargan de los negocios, los que ocupan los mejores puestos en empresas e instituciones, los que viven en los mejores barrios y los que tienen los coches m¨¢s caros y modernos; mientras que los negros africanos, muchos de ellos inmigrantes, son los que se encargan de los trabajos m¨¢s duros y mucho peor considerados.
Djibi no se quita la capucha de su sudadera negra en ning¨²n momento, tampoco los cascos conectados a su tel¨¦fono m¨®vil aunque este no tenga bater¨ªa. Su expresi¨®n es muy seria constantemente hasta que se le tiende la mano y se le saluda. Entonces muestra la sonrisa del ni?o que es. Tiene 18 a?os y trabaja como empleado del hogar, como jardinero y chico de los recados en una casa del barrio de Ksar en Nuakchot. Recibe un sueldo escaso, alojamiento y comida que complementa con otro trabajo, durante los fines de semana, preparando tortitas en un humilde restaurante de la capital.
Lleg¨® hace casi un a?o desde Bamako, la capital de Mal¨ª, con la intenci¨®n de ahorrar lo suficiente como para poder marcharse a Marruecos, desde all¨ª a Espa?a y finalmente dar el salto a Par¨ªs, donde le esperan su padre y su hermano mayor.
¡°Yo quiero llegar a Par¨ªs para estudiar, luego trabajar y ganar mucho dinero¡±, cuenta Djibi mostrando una amplia sonrisa. Como si con ella dejase claro que su plan est¨¢ tan bien trenzado en su cabeza que no puede fallar. Pero Saidou Diop, administrador de la Asociaci¨®n Ballal y quien le consigui¨® los empleos que sacaron de la calle al joven Djibi, enseguida le pone en un aprieto: ¡°Pero olv¨ªdate de ir en barco. Es muy peligroso¡±, le dice. ¡°Hay mucha gente que muere en el viaje¡±.
Djibi le escucha. Conf¨ªa en ¨¦l. Adem¨¢s, sabe que Saidou ya estuvo en Europa durante muchos a?os y que no le mentir¨ªa. Por eso asiente y sonr¨ªe de nuevo mientras Saidou insiste una vez m¨¢s: ¡°Es muy peligroso¡±. La mirada de Djibi se oscurece entonces y afloja la sonrisa. Pero el brillo del deseo no tarda en volver a encenderse en sus ojos: ¡°Pero hay barcos grandes que son buenos, no los peque?os¡¡±.
Saidou Diop tuvo la suerte de poder estudiar en Holanda y de conocer varios pa¨ªses europeos durante la primera d¨¦cada del siglo XXI. En ese periodo se dio cuenta de que la vida all¨ª no le convenc¨ªa y que quer¨ªa volver a su pa¨ªs. ¡°Mauritania es un buen lugar para vivir, pero a¨²n tiene que desarrollarse. Para eso la juventud es imprescindible. Es el futuro¡±, indica a trav¨¦s del cristal rallado y desgastado de sus gafas. ¡°Por eso, desde la asociaci¨®n Ballal tratamos de concienciarles sobre los peligros del viaje en cayuco y, dotarles de recursos para que puedan optar a un trabajo aqu¨ª¡±, explica.
En Mauritania hay una tasa de desempleo del 11% y el 31% de la poblaci¨®n a¨²n vive bajo el umbral m¨ªnimo de pobreza
Adem¨¢s del trabajo de sensibilizaci¨®n, Saidou Diop tambi¨¦n recoge a ni?os de la calle para llevarlos hasta una madrasa cercana donde les alojan y les proporcionan alimento. Ayuda tambi¨¦n a muchas familias, procedentes de aldeas y que no saben franc¨¦s, a realizar los tr¨¢mites necesarios para registrar a sus hijos, de modo que estos puedan acudir a la escuela. Para ello depende de los fondos que le llegan de otras ONG m¨¢s o menos potentes, organismos de la ONU como Unicef o aportando fondos de su propio bolsillo.
En busca de fondos?
Para la Asociaci¨®n Ballal, como para Adra, cada vez es m¨¢s dif¨ªcil conseguir fondos con los que apoyar a estos chicos. ¡°Es verdad que el Gobierno tiene recursos limitados. Pero es un Gobierno muy herm¨¦tico y orgulloso al que no le gusta pedir ayuda¡±, apunta Andr¨¦s Saenz como principal problema para que, desde fuera, se desconozcan las dificultades para trabajar que tienen las ONG en un ¡°pa¨ªs muy grade con una poblaci¨®n peque?a, pero con unas necesidades enormes¡±.
Quiz¨¢ por esa raz¨®n, en medio de estas circunstancias, Saenz admire la decisi¨®n de Abou. ?l naci¨® en Mauritania hace 22 a?os, justo la edad en la que otros comienzan a planificar sus viajes a Europa para tratar de mejorar su nivel de vida. Pero Abou no quiere viajar; ha decidido quedarse.
¡°Mauritania necesita mejorar muchas cosas: la sanidad, la justicia, la educaci¨®n, la pobreza, el desempleo¡ Por eso he decidido quedarme¡±, confiesa Abou, ¡°para ayudar a mis hermanos y mis hermanas¡±. Abou es un chico muy activo y curioso que tambi¨¦n quiere saber c¨®mo es la vida en Europa, aunque tiene claro que nunca cruzar¨ªa la frontera de un pa¨ªs extranjero de forma ilegal. Los testimonios directos que recibe de sus amigos que ya est¨¢n en Europa, con los que habla siempre que puede a trav¨¦s de WhatsApp, le dan una idea de lo que encontrar¨ªa al hacerlo de ese modo: ¡°ellos me dicen que la vida all¨ª no es f¨¢cil. Que son pa¨ªses traicioneros donde hay problemas con el alojamiento; con la polic¨ªa si no tienes la documentaci¨®n; con el hambre, que no te deja ni de noche ni de d¨ªa¡¡±, explica.
¡°No hay muchos chicos como ¨¦l¡±, confiesa Saenz. Especialmente cuando no tienen una alternativa, un motivo por el que quedarse, una peque?a luz al final del t¨²nel que les mantenga viva la esperanza de poder mejorar su nivel de vida. Por eso, en un pa¨ªs donde gran parte de la poblaci¨®n es analfabeta ¡ª48% de los mayores de 15 a?os no sabe ni leer ni escribir¡ª, es fundamental centrarse en mejorar la formaci¨®n de los j¨®venes para que, gracias a sus capacidades, tengan as¨ª posibilidades de conseguir un buen empleo que les motive para permanecer en su pa¨ªs.
¡°Tambi¨¦n les sugerimos ideas de negocio como vender ropa de segunda mano, cocinar y vender beignets ¨Cdulces t¨ªpicos mauritanos¡ª¡ para que vean que con paciencia pueden conseguir algo de dinero¡±, explica.
Con esa esperanza Abou est¨¢ recibiendo clases de ingl¨¦s, lo que, junto a su franc¨¦s, le facilitar¨¢, en el futuro inmediato, un empleo como profesor. Mientras tanto, percibe una peque?a retribuci¨®n de parte de Adra. Desde hace unos meses colabora con ellos en las charlas y talleres de sensibilizaci¨®n que ofertan en Nuakchot y otras peque?as comunidades.
En esas charlas Abou relata los peligros del viaje y la dificultad de establecerse en el extranjero a trav¨¦s de las experiencias que ya le han contado sus amigos. Siempre encuentra personas que creen lo que les dice, pero otras muchas no lo hacen. ¡°No puedes obligar a nadie a que crean solo las cosas malas que tiene viajar a Espa?a o a Francia¡±, razona, ¡°pero yo s¨¦ que lo que quieren mis amigos es que yo no lo pase igual de mal que lo est¨¢n pasando ellos all¨ª¡±. Andr¨¦s Saenz afirma convencido de que los chicos escuchan y toman como verdad todo lo que dicen los que ya han estado en Europa alguna vez, ¡°pero, aun as¨ª, estoy seguro de que si tienen una oportunidad se marchar¨¢n¡±, asegura.
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