Tom Ford, visi¨®n y talento al servicio de la moda global
Flamante presidente del Consejo de Dise?adores de Am¨¦rica, el dise?ador llama a la internacionalizaci¨®n de la moda estadounidense tras su complicada experiencia en Europa como director creativo de Gucci e Yves Saint Laurent
La moda estadounidense tiene un mensaje para Donald Trump. Para sus pol¨ªticas comerciales y arancelarias, al menos: vamos a dejar de mirarnos el ombligo y abr¨¢monos al exterior. Se lo han hecho saber las fuerzas vivas de la industria, aglutinadas alrededor del Consejo de Dise?adores de Moda de Am¨¦rica (CFDA, seg¨²n sus siglas en ingl¨¦s), proclamando como nuevo presidente de su junta de administraci¨®n a Tom Ford. Que para eso es su creador m¨¢s internacional.
Designado por votaci¨®n del consejo el pasado marzo, Ford, de 57 a?os, se estrena en el cargo este s¨¢bado, 1 de junio, un a?o antes de lo previsto. "Despu¨¦s de volver de Europa, me sorprendi¨® lo aislado que me encontr¨¦ aqu¨ª. Creo que Estados Unidos es uno de los pa¨ªses m¨¢s incomunicados del mundo", expon¨ªa el dise?ador tras su nombramiento. "Lo que necesita la moda estadounidense para ser m¨¢s relevante es dejar de pensar local para hacerlo global". De repente, los 13 a?os al frente de la instituci¨®n de su antecesora, Diane von Furstenberg, parecen papel mojado.
Tama?o desplante es t¨ªpico de Ford, m¨¢s chulo que un ocho, como buen texano. Nacido en Austin en 1961, digamos que ya de peque?o apuntaba maneras. "Creo que fui el ¨²nico ni?o de tres a?os que iba por ah¨ª con una americana doblada sobre el brazo. Era bastante particular y dif¨ªcil. Solo llevaba un cierto tipo de zapatos y sol¨ªa mover de sitio los muebles del sal¨®n en cuanto mi madre sal¨ªa de casa. Quer¨ªa redecorar el mundo", confesaba en 1996, ya convertido en nuevo ¨¢rbitro de la elegancia desde Mil¨¢n.
Su ascensi¨®n al trono de la moda tiene mucho de desparpajo y no poco de morro. Pero tambi¨¦n de saber oler las oportunidades. Instalado en Nueva York, prefiri¨® las noches en Studio 54 a los d¨ªas en las aulas de la facultad de Historia del Arte en la que se hab¨ªa matriculado. Que ya le tiraba la moda lo demostr¨® cuando, tras cambiar de plan acad¨¦mico para hacer arquitectura en la escuela Parsons, se fue a Par¨ªs, donde consigui¨® un trabajo en el departamento de prensa de Chlo¨¦. A su regreso, a?o y medio despu¨¦s, comenz¨® a estudiar dise?o, aunque solo consigui¨® graduarse como arquitecto. Sus contactos nocturnos hicieron el resto.
De socializar en los clubes con Robert McDonald y Marc Jacobs, consejero delegado y director creativo, respectivamente, de la entonces pujante Perry Ellis, le sobrevino su primer trabajo importante, en 1988. Apenas dur¨® dos a?os en la marca porque, como proclamar¨ªa luego en aquella hist¨®rica declaraci¨®n a The New York Times, ten¨ªa que irse del pa¨ªs si quer¨ªa ser un buen dise?ador: "Mi propia cultura me estaba inhibiendo. Tener demasiado estilo en EE UU se considera una ordinariez. Los europeos, en cambio, s¨ª saben apreciarlo".
La paradoja es que, al final, fue una paisana la que supo verlo: Dawn Mello, otrora presidenta de los grandes almacenes Bergdorf Goodman, requerida por Maurizio Gucci para reflotar la hundida ense?a florentina, en 1989. No le cost¨® convencerlo para que aceptara "un trabajo que nadie quer¨ªa". Y as¨ª fue como el creador se mud¨® a Mil¨¢n al a?o siguiente (en compa?¨ªa del que es su pareja desde 1986, el periodista Robert Buckley, hoy marido), para hacerse cargo de la l¨ªnea masculina, primero, y de la colecci¨®n de accesorios y zapatos, despu¨¦s. En 1992 ya era el amo y se?or de la casa, que en cuatro a?os vio subir sus ventas un 90%. Y entonces estall¨® la guerra de los bolsos.
Ford fue una pieza clave en el juego de tronos entre los empresarios Bernard Arnault y Fran?ois Pinault por hacerse con el control de Gucci. Domenico de Sole, director ejecutivo del entonces denominado Grupo Gucci, se encarg¨® de diluir la participaci¨®n que Arnault pose¨ªa en la marca hasta un rid¨ªculo 20%, desatando una fea batalla legal que terminar¨ªa en 2001, con el trasvase de las acciones del capo de LVMH a su rival por 760 millones de euros. Por su parte, Pinault se hab¨ªa encargado de promover a aquel texano que hab¨ªa obrado el milagro financiero, comercial y social en Gucci tambi¨¦n como director creativo de Yves Saint Laurent, adquirida por el magnate franc¨¦s en 1999 para terminar de apuntalar su holding, PPR (hoy Kering).
En el fragor de la batalla, las cr¨ªticas contra el director creativo bic¨¦falo arreciaron. "En 13 minutos has arruinado el trabajo de 40 a?os", lleg¨® a escribirle de su pu?o y letra el mism¨ªsimo Saint Laurent tras su segundo desfile para la firma. Y en 2004, el sue?o italiano termin¨® abruptamente. Cuando se decidi¨® a hablar de ella, una d¨¦cada m¨¢s tarde, Ford calific¨® la experiencia de "devastadora".
Para los restos (l¨¦ase legado), quedan tres erotizantes lustros durante los que el dise?ador volvi¨® a demostrar que el sexo vende. Junto a la estilista Carine Roitfeld y el fot¨®grafo Mario Testino, dio carta de naturaleza al porno chic en una serie de campa?as publicitarias en las que la objetizaci¨®n ¡ªpor no decir sumisi¨®n¡ª de la mujer gener¨® no pocas pol¨¦micas. ?l siempre se defendi¨® alegando que era una cuesti¨®n cultural, que hacer lo mismo con el hombre no se contemplaba. L¨¢stima, en cualquier caso, porque su glamouroso minimalismo, de la escuela de Halston en los setenta, s¨ª merece esa consideraci¨®n que su antigua casa le ha negado hasta el ascenso del que fuera su pupilo, Alessandro Michele.
Primera dama
Mientras Tom Ford se lam¨ªa las heridas poniendo en pie su firma hom¨®nima (lanzada en 2006), reconvirti¨¦ndose en cineasta (como productor, guionista y director de Un hombre soltero, 2009, y la laureada Animales nocturnos, de 2016) y, finalmente, vistiendo a toda celebridad viviente (de Beyonc¨¦ a Michelle Obama, pasando por cualquier mujer de Hollywood), la dise?adora Diane von Furstenberg se preocup¨® de modernizar y sacar adelante el negocio de la moda estadounidense como presidenta del CFDA.
Y no ha sido un mandato f¨¢cil el suyo: tuvo que lidiar con el reto digital, afrontar la vertiginosa globalizaci¨®n y dar respuesta a los nuevos h¨¢bitos de consumo. Gracias a ella, adem¨¢s, la inclusi¨®n, la diversidad y la sostenibilidad entraron al fin en la conversaci¨®n de la industria. "Cuando llegu¨¦, necesitaban una madre. Ahora lo que precisan es un hombre de estado", dice a prop¨®sito de su salida la creadora de origen belga, que ha ayudado a Ford a apagar alg¨²n que otro fuego. El ¨²ltimo, el pasado marzo, el de aquel tuit viral en el que el creador supuestamente llamaba "escort" a Melania Trump y afirmaba negarse a vestirla. Fake news, por supuesto.
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